viernes, 26 de junio de 2015

Los abrazos perdidos

Hacía un sol de justicia. Pero injusto era que estuviéramos allí todos los presentes. Apenas mes y medio después de su marcha, aún costaba creer que no fuera a compartir esa mañana con nosotros. Aunque él estaría allí de alguna manera, pues iba a ser nada menos que el protagonista, como siempre le gustaba. No sería una mañana cualquiera, y eso lo percibía en el semblante de mis compañeros. Un grupo de amigos, compartiendo un deporte en común como es el fútbol. Unidos por eso, y esa mañana, unidos aún más para homenajear a un miembro del equipo fallecido inesperadamente. 

Mi relación con él cambió a consecuencia de un viaje. No sé por qué motivo exactamente, pero esa aventura fortaleció nuestra amistad. Cuando compartes un viaje con alguien, y éste se produce en un momento favorable para ambos, puedes encontrarte gratamente con lo mejor de esa persona. Te vuelves afable, abierto, conciliador y extrovertido. Estando en un momento óptimo, tu acompañante puede sacar lo mejor de ti. Y tú del él. El poder de viajar, se encarga del resto. Y a nosotros nos pasó. Hubo un antes y un después en nuestra amistad a partir de ese viaje. Ambos lo sabíamos. Y ambos lo aprovechamos.

En mis relaciones de amistad más cercanas, suelo ser una persona "tocona", a la cual le gusta el contacto.  Soy de abrazos, pues creo que se trasmiten muchas cosas con esos gestos físicos. Sanos, sinceros, emotivos; tienen un gran significado para mi. Sin pudores, para percibir la presencia de la amistad. Por supuesto que también lo era con él. Y mira por donde, en un deporte como el fútbol, todo eso se pone de manifiesto. La exaltación de la euforia ante un gol, da paso al lado menos pudoroso y recatado del ser humano. Igual estos gestos los extrapolo fuera de cualquier contexto futbolístico. Si me apetece abrazar a un amigo o amiga, lo hago. Sin más. No hay que estar metiendo goles en el partido de la vida para provocar abrazos.

Pero José no esperaba irse sin decirnos adiós, pero lo cierto y verdad que así fue. Pero nosotros sí queríamos hacerlo. Darle un último adiós, o quizás un "hasta luego". Cuando le propuse a sus dos hermanos hacer un homenaje en su honor, simbolizado en un partido de fútbol, me dijeron que sería algo muy duro pasar por todo eso. Que sus amigos y amigas se reunieran para, esta vez al unísono, y cada cual en su propia meditación, darle un último adiós, sería pasar por un trago difícil. Cierto que sería duro, pero no más duro que perderlo. Aunque el momento que viví con el resto de compañeros, estuvo cargado de pena y dolor, provocado por el recuerdo y las huellas que dejó en cada uno de nosotros.

Y es que un día, no hace mucho, su corazón se cansó de latir. Quiero pensar, que dio tanto, que se gastó y consumió de tanta generosidad. Pero parece ser, que eso la vida, no lo tiene en cuenta. Perder a familiares y amigos, te pone a prueba, y aquella mañana, resultaría un examen para todos mis compañeros. Yo podía verlo en sus caras. Contraídas, serias, afligidas, llenas de tristeza. Igual esas caras observaban lo mismo en la mía. Más aún, cuando antes de salir al partido, y como de costumbre, rezamos el "padre nuestro". Algo habitual en nuestro grupo, pero aquella oración tenía un significado especial. Era la primera vez que escuchaba rezar a más de treinta hombres abatidos. Casi sin alma, casi sin fuerzas. Las justas éstas, para salir a un campo de fútbol, mantener su cuerpo en pie, y dejarse llevar por otras fuerzas interiores, hasta entonces desconocidas.

Al salir todos uno tras otro en fila, y a pesar de la fuerza del sol a esa temprana hora, notaba mis manos frías. Unas manos que apenas si podían sostener un ramo de flores. Temblorosas, como mis pasos, empujados por el ritmo de mis compañeros, que justo a mis espaldas, seguían mis pisadas. El camino hasta el centro del campo se me hizo tremendamente largo. Pero al ir el primero, aproveché esa distancia para dejar que mis ojos se aclararan. Me detuve, giré para ponerme frente a su familia y al público allí presente, y volví la mirada en otro nuevo giro hacia mis compañeros. No sé quien dijo eso de que los hombres no lloran. Los hombres lloran; yo lo he visto. He visto a treinta hombres llorar conjuntamente. Y los hombres también se lamentan y maldicen. Todo eso lo estaba viendo esa mañana.

Pero cuando otro compañero sacó fuerzas, para decir a través de un micrófono unas palabras en su memoria, yo hice lo propio para dejar mi mente en blanco, y de alguna manera, ponerme en contacto nuevamente con él. Con el amigo que nos dejó sin decir adiós. Y como no, pasar la "película" de nuestra amistad por mi cabeza. Y vinieron situaciones a mi mente, todas claras y nítidas. Y llegaron a mi memoria multitud de momentos vividos con él. Y en esos recuerdos divisé esos abrazos. Esos gestos de afecto que siempre tuve con él. Y él conmigo. Mis palmadas en su espalda como muestra de cariño, de gratitud. Por un momento, me olvidé de donde estaba, y mi mente se ausentó de aquel acto de homenaje a este amigo. Aunque el final de las palabras de mi compañero, y el seguido aplauso de los allí presentes, me avisaban que era el momento de acercarme a su familia, y entregar las flores que llevaba en mis manos. Aún recuerdo su agradable olor. Y aún recuerdo el tremendo silencio que allí se hizo.

Y así fue como comencé a avanzar con mis pasos hacía donde se encontraban sus familiares. Sin pudor por mostrar las lágrimas que no se iban de mi cara. Sin decoro ni vergüenza por ser un hombre, y un hombre que llora. Y mientras caminaba hacia ellos, sentí el deseo de abrazarlo, pero ya no podría. Ya no estaría jamás para eso, pero quería pensar que le di abrazos suficientes cada vez que tuve oportunidad. Pero aún así, hice lo propio con su familia. Tras entregar las flores a su sobrina, quise abrazarlos a todos, a cada uno de ellos, justo como habría hecho con él. Estoy seguro, que alguno de esos abrazos, le llegaría allá donde estuviera. Al menos eso quise creer. 

Y es que pienso, que cuando alguien nos deja, lejos de hablar de injusticias, pues todas las pérdidas lo son, y más de alguien querido, cabe reflexionar sobre como vivió y cómo fue tu relación hacia esa persona. Pero sobre todo, estas reflexiones sería buenas hacerlas, cuando esas personas están aún presentes en nuestras vidas. Porque estos pensamientos, estas meditaciones, de nada valen cuando ya es tarde. La vida puede darte mil y una oportunidades, pero lo contrario a la vida, no te da muchas opciones. Y aunque es con la pérdida de alguien, cuando nos vienen a la cabeza todas estas consideraciones, hay lecciones de vida que solo aprenderás a base de golpes y caídas.

Igual todos los abrazos habidos y por haber, nunca son suficientes. Igual no. Es precisamente por eso, que trato que se pierdan los menos posibles....








Bienvenida, 20 de junio de 2015. Fotografías U.D Veteranos Fuente de Cantos.


       







viernes, 19 de junio de 2015

Aquellas pequeñas cosas

Decía Serrat en su canción; "...son aquellas pequeñas cosas, que nos dejó un tiempo de rosas. En un rincón, en un papel, o en un cajón". Y es que el mundo está lleno de ellas, de pequeñas cosas, que a veces nos hacen más feliz, sin que necesariamente representen grandes alardes materiales u de otro tipo. Basta con pararse a pensar sobre ello. Sobre ese pequeño detalle que te ha hecho, aunque sea por un instante, un poquito más feliz, o te ha hecho pensar en que eres dichoso con lo que tienes. Que te hace, por un momento, dejar de centrarte en las obviedades que nos rodean, para apreciar lo que tenemos. Para valorar esas pequeñas cosas.

Es tan importante apreciar de quien viene, como el momento en que te tocó encontrarte con ellas. Quizás cuando menos lo esperamos, aparece ese detalle que tanto necesitabas. Ese pequeño gesto de aprecio, que sin tener ningún valor material, puede llegar a levantar la mayor "polvareda" anímica que puedas imaginarte. Y es que, a veces no somos conscientes del enorme poder que tenemos usando esos pequeños detalles. Quizás pudiera ser que no sirven para todo el mundo, pero cierto es, que estamos llenos de estos, y es cuestión de pensar en ellos y regalarlos.

Siempre me ha resultado irónico, escuchar de alguien decir, eso de, "yo es que no soy detallista", aludiendo tal gesto a causas materiales. No puedo entender que de nadie pueda salir cualquier detalle. No cabe en mi cabeza creer, que nadie tiene gestos hacia quien le tiene estima. Me niego a pensar en ello, por el simple hecho, que siendo cierto que cada cual expresa sus sentimientos o acciones a su manera, todos podemos sacar lo mejor de cada uno, sencillamente con pensar un poco en las otra personas, siendo tal cual somos para con ellos. De manera desprendida, pero sin necesidad de nada material ni ostentoso. A buen seguro, algún guiño de este tipo saldrá de ti.

Porque una sonrisa, una mirada, o una palmada en la espalda, pueden ser los más bonitos gestos de cariño, amor o aprecio, con los que necesites encontrarte. Puedo confirmar, que las mejores acciones salen de las personas, y nunca de un regalo, una caja envuelta en papel o de un "cheque en blanco" para gastarlo a tu antojo. Está más que comprobado, que quienes te hacen sentir, son las personas. Un recuerdo hacia ti, un sencillo mensaje, una bonita palabra, derramar una lágrima por alguien, que suelten un grito de tu nombre de manera irónica, pueden llevarte a subir los niveles de felicidad a tu punto más alto. Compartir una copa de vino, que toquen tu pelo, tu cara, tus manos..., o un simple papel con algo escrito, pegado en el parabrisas de tu coche, pueden ser los mayores gestos de amor con los que te encuentres en tu vida, y no los valores a tiempo. Pensar que las pequeñas cosas no cuentan, pueden suponer los mayores errores que cometas.

Esta semana me topé de lleno con "tres pequeñas cosas" de distintas personas. Cosas, que me permiten enfrentarme a cualquier situación con la mejor de mis actitudes, al menos por un tiempo. "Simples detalles", que hacen que creas firmemente que la sencillez de las personas, pueden llenar tu interior con las mejores voluntades. 

Hace una semana, el cartero traía algo para mí. Dos cosas concretamente. Una notificación, y un sobre con un paquetito dentro. La primera, una multa de tráfico. Igual no debería haberme saltado aquel semáforo, cuando el amarillo me decía que el rojo venía de camino. Y en el sobre del paquete, una pequeña cajita con algunos bombones, de los cuales, la otra mitad, envié como regalo a una amiga días antes. Acompañaba una diminuta nota, que decía; "La felicidad es mayor cuando compartes". No sabía hasta entonces, que pudiera haber multas tan dulces.!!!

Hace unos días, recibí un simple mensaje. Sencillo, llano, honesto. Venía de una gran amiga a la que quiero con locura. Una amiga de la infancia, de esas que sabes que siempre están ahí, pero que a pesar de eso, no pasamos el suficiente tiempo juntos que debiéramos. El mensaje, decía así; "Hoy he soñado contigo...que hablamos de cosas que no recuerdo...quizás te echo de menos, hace mucho que no nos vemos. Si no vienes a Zafra, iremos a verte". Y entonces te das cuenta, que necesitas de "esas pequeñas cosas", para pararte a pensar, y apreciar realmente el tremendo valor de la amistad. Un aviso de que había que cuidar algo que para mí tiene un valor incalculable. En unos días iré a verla, y no volverá a pasar tanto tiempo para que eso vuelva a ocurrir.!!!

Y también hace unos días, y como cada viernes, recibo un mensaje. Un mensaje, que recibo siempre en los mismos términos, muy sencillo, sincero, pero sobre todo motivador. Recuerdo que el pasado año, estando en Uruguay, pensé en ella. Apenas si la conocía, pues es hija de unos buenos amigos, y las referencias eran solamente de ese vínculo. Pero todo me indicaba que era la persona correcta e idónea, para que fuera la primera en leer este blog. Alguien neutral, pero a la misma vez, profesora de lengua castellana y literatura, y gran amante de la lectura, para mayor desafío aún si cabe. Y así, un viernes tras otro, sin fallar en su cometido, y tras mi mensaje de ida, de regreso en otro mensaje iba recibiendo la esperada crítica. Y sin ella saberlo, me fue ayudando poco a poco a continuar con esto. Ella, y otras muchas personas que leéis estas lineas. Con un sencillo mensaje de vuelta, un simple "hola", o un escueto "ok", me eran suficientes. O con un "me he sentido identificado o identificada" con ese post.

Pero resulta, que con este último mensaje por su parte, caí en la cuenta que había omitido algo. Solamente me estaba centrando en mi, o en mi texto, y me estaba olvidando de ella. Sobre todo al comprobar, que igual era ella la que necesitaba el aliento que había estado recibiendo una semana tras otra. Y lo percibí, porque el mensaje, de manera literal, decía así; "Leyendo la entrada he recordado un día, al principio de este universo maravilloso de tu blog, que te dije que me encantaría que escribieses una entrada siendo el caminante del poema de Alberti. Pues hoy, al leer ésta, he tenido esa sensación...el caminante haciendo el camino hacia su propio encuentro y guiado por la soledad. No tengo palabras para decirte la sensación que he tenido hoy... Gracias de corazón por hacerme llegar tus palabras hasta lo más profundo de mi ser. Y ahora llega el momento de hacerte una petición...El sábado que viene me examino de las oposiciones, por lo que el viernes te puedes imaginar como estaré. Espero una entrada para la ocasión..."  

Por eso, necesitaba valorar más en quien dedica, de alguna manera, por muy escueto que sea, parte de su tiempo para mi. Y ni que decir tiene, que he estado pensando en ellas toda la semana. En quien haya tenido ese gesto de compartir conmigo, un pequeño regalo que le envié, aunque sea en la distancia. En que una persona haya soñado conmigo, y haya interpretado ese sueño, con un mensaje de necesidad de acercamiento para nuestra vieja y bonita amistad. Y en que otra persona, la "tercera", aún teniendo otras cosas en su cabeza, como son esos sueños que han ocupado la mayoría de sus noches, luchando por conseguir eso que tanto desea, saque tiempo para mi y para enviarme su crítica a modo de ánimos. Ésos, que hoy quiero también transmitirle de alguna manera. 

Igual, el hecho de haber pensado en Yolanda, Irene y Nazaret, para escribir estas líneas, pudieran ser gestos insignificantes. Pero si lo hice, fue entre otras razones porque sus "pequeñas cosas", detalles, pensamientos o alientos, para mi fueron muy importantes. Y es que, si hay quien solamente necesita de "grandes cosas" para sentirse pleno de sentimientos, nunca estará conforme con otras que le vengan de menor calado. Y menos aún, con aquellas pequeñas cosas...Y es que, para estar a la altura de quien tiene ese detalle contigo, has de saber apreciarlo por muy pequeño o insignificante que pueda parecer.

Sencillos detalles, de personas grandes. Ojalá llenáramos el mundo todos los días de eso, de aquellas pequeñas cosas..., que una tras otra, consiguen llenar la bandeja de entrada de tu vida...



Fotografía de Jesús Apa. 19 de Junio de 2015.







viernes, 12 de junio de 2015

Viajar a solas con la soledad

Todavía a día de hoy, hay quien confunde eso de viajar solo, con la soledad. Es más, es que aquellas personas que no han probado ambas cosas, pues son distintas, tienen mucho que aprender...sobre ellos mismos. Porque si hay situaciones que te hacen francamente fuerte y te dan la oportunidad de conocerte a ti mismo, es precisamente con la soledad. Se presenta ante ti, vestida para la ocasión, con un carácter y personalidad envidiables, una fuerza poco común y a veces sobrenatural. Pero quien consigue llevarse bien con ella, siempre acaba buscándola. Respetada, distinguida, educada y a veces posesiva. Pero en la mayoría de las ocasiones suele ser efímera, pues nunca viene para quedarse. Y es que cuando la soledad es buscada, a veces llega a atraparte.

Pero muy distinto es viajar solo o sola, a llegar a estarlo. Aunque, en cierto modo, la soledad puede acompañarte y puede llegar a disfrutar tanto como tú de ese viaje. Son muchas las ocasiones en las que he viajado solo, y no me cansaré nunca de recomendarlo. Y es que, esa extraña sensación de conocer a alguien que también lo ha hecho, solo es entendible por pocos. Me asalta la curiosidad cuando encuentro en mi vida personas que, pudiendo tener un viaje en común con otras, decide hacerlo en soledad. Porque, aunque pueda parecer extraño, nada mejor que conocerte a ti mismo que viajando solo. Pero, si aún así, te resulta la idea poco atractiva, también puedo decirte, que no hay mejor manera de conocer a gente, que viajando de esta manera.

Nunca tu predisposición fue tan firme y apasionada. Una maleta sencilla, ligera y práctica, y que nunca estuvo tan cargada de individualismo. Solo arrastrada por tus manos, empujada por tus ganas, y envuelta con papel de regalo, con las mayores sorpresas que puedan esperarte. Incluso a veces, la aventura empieza sin apenas haber tomado el avión. Pues parece que todo el mundo detecta cuando haces un viaje solo. Y por eso no te extrañes que quieran saber porqué lo haces. Aunque la mayoría de las veces no haya un motivo para ello. Solamente porque así lo quisiste, lo necesitabas y así lo buscaste. No hay una respuesta clara en ello. Percibirás rápidamente esa persona que empieza a inquietarse, removerse y dar vueltas a tu alrededor, solo por el hecho de hablar contigo. Aunque sepa que vas solo, o quieres estar a "solas con la soledad", sabe que tendrás tiempo para ello en tu trayecto, y por eso no te importará que quiera conocerte. 

Y es que esa persona, en el fondo, necesita hacer aquello que nunca se ha atrevido a hacer, pero que en cambio, ve en ti como lo haces de manera natural y sencilla. Esa sensación que toda persona debería probar alguna vez. Tener el valor para ello, y no estoy hablando de riesgos físicos ni de situaciones de inseguridad. Y es que, enfrentarse a uno mismo, no siempre estuvo al alcance de todos. Porque aún a día de hoy, a quien piensa que se conoce en todas sus circunstancias, y seguramente es porque no ha viajado solo. Bueno, mejor dicho, es porque no ha viajado acompañado de la soledad.

Cuando eso me ocurre, no siempre paso por las mismas sensaciones. Me siento con ella, a mi lado o frente a frente, y siempre acabamos hablando de mí. De como mejorarme, de como cuidarme y mirar por mí un poco más si cabe.Y lo cierto y verdad, que no hay mejor terapia que esa. Pues cuando consigues llegar a ese punto, a ese equilibrio en el cual, tu aspecto interior y exterior llegan a compensarse plenamente, has alcanzado aquello que muchos llaman la felicidad. O bien, has llegado a tu estado de paz, como a mi me gusta llamarlo. Pues bien es sabido, que la felicidad es un momento, y vivir en paz, es eso, una manera de vivir valga aún más la redundancia. 

Pero hay quien no puede conseguir nunca eso. No se lo permiten, pues anda ocupado con cualquier cosa, menos con ocuparse de sí mismo. Y ese estado, esa perfecta armonía de vivir en paz, se magnifica cuando viajo solo. Es cuando más tiempo paso conmigo mismo, y quien ha pasado alguna vez por eso, sabe muy bien de lo que hablo. Y quien no ha llegado a vivir ese momento, seguramente no entienda una palabra de lo que digo. Pero estoy seguro que algún día lo entenderán, pues tu forma de pensar y ver las cosas va cambiando, al igual que la vida, y tú con ella. 

Y sin mucho menos menospreciar eso de compartir, pero eso de disfrutar de un atardecer en soledad, puede ser lo más romántico que llegues a vivir nunca, aún estando enamorado. Recorrer un camino sin nadie a tu lado, o dar un largo paseo por la playa, puede llegar a ser la mayor compañía de la que nunca disfrutes. Tomar una bebida en cualquier lugar perdido del mundo sin nadie a tu lado, puede llegar a tratarse de la mejor invitación que nunca te hayan hecho. Dejarte llevar por tu divinidad jamás te resultará tan sano y saludable.

O incluso charlar con cualquier desconocido, aunque surja de manera accidental, puede proporcionarte la mayor seguridad de la que nunca hayas sentido. No sentirte cuestionado ni juzgado, y sin que nadie tenga perjuicios sobre ti, pueden ser sensaciones con las que te sientas sorprendidos. Y es que cuando llegas a sentir todo eso, entonces querrás viajar de esa manera, al menos alguna vez más.

Porque aunque no lo creas, y a pesar que mis palabras puedan resultarte extrañas o un tanto chocantes, has de saber, que alguna vez en tu vida, saldrás de viaje. Será el viaje más largo y más importante que hagas. Será el viaje para encontrarte a ti mismo!!!.


Imagen libre de web.


    


viernes, 5 de junio de 2015

Muy pronto

Muy pronto, hermano, cuando pisemos tierra firme, todo dejará de ser un sueño para convertirse en realidad. Diré a padre, que el sudor de su frente ya no quedará en vano. Sus manos agrietadas y castigadas por el duro trabajo, serán curadas gracias a la medicina que le proporcionará el saber, que por fin somos libres y felices. Le diré, que es verdad cuando nos decían, que aquí no existen las desigualdades ni los hacinamientos. Que el trabajo no es obligación ni necesidad, sino que forma parte de la vida normal del ciudadano, y que es gratificado y pagado como merece. 

Cuando sepa que vivimos felices, olvidará sus miedos y angustias por tener que alimentarnos  y proteger de nosotros diariamente. Vivirá con la certeza, que su lucha por cuidarnos tuvo su recompensa con nuestra dicha. Porque le diré, que cuando lleguemos a esa tierra de la que todos hablan, todo era como nos contaban. Le diré, que es cierto que comer diariamente y dormir bajo techo, es un derecho, y no un capricho de nadie ni privilegio de algunos. Podré decirle, que sus dos hijos crecen con un porvenir, y no carecen de futuro. Porque vivir sin futuro, no debería ocurrirle a nadie. Padre será feliz cuando escuche todo eso que le cuente.

Y muy pronto, hermano, cuando pisemos tierra, tocaremos nuestros sueños con las manos y pisaremos nuestro destino con los pies. Diré a madre, que sus lágrimas ya no saldrán de sus ojos, ni tan siquiera a escondidas. Que sus noches serán apacibles y aletargadas, no tendrá más preocupaciones por nosotros, que les quiten el sueño. Y le diré, que es verdad cuando decían, que aquí el amor y la paz inundan las vidas de las personas. Que los odios no existen, y que tenemos el respeto que siempre merecimos.

Cuando madre sepa todo esto, volverá la sonrisa a su cara. El color de sus ojos aparecerá de nuevo, y ni tú ni yo, querido hermano, padeceremos más por vivir con esta pena cada día por ver a madre así. Porque le diré, que su sufrimiento acabó, su hora de ser feliz ha llegado, y todas las noticias que le mande, serán escritas con letras del color de la felicidad. Solo por el hecho de saber que estará feliz con nuestra fortuna, merecerá la pena cuanto estamos padeciendo para conseguir nuestros sueños.

Y muy pronto, allá donde estemos, les diré que ya no encontraremos más regímenes políticos corruptos que condicionen nuestra forma de vivir. Ya no seremos explotados ni humillados por nadie. No seremos desgraciados por haber nacido en algún país de África, ni por tener un color de piel que nos señale y discrimine. Porque si nadie lucha por nosotros, será porque aquí nuestra vida vale poco, e iremos allá donde tenga el valor que merece, que aunque no sé cual es, si sé que no es la que tenemos. Y a buen seguro que nuestra vida nunca más quedará en el olvido.

Quizás tenga que decirle, que aunque el mar es más largo y peligroso de lo que pensamos, es cierto cuando nos contaban, que aquí cabemos todos. Que aunque todos los que aquí estamos perseguimos lo mismo, seguro que en esa tierra de la que tanto nos hablan, todos podremos cumplir nuestros sueños. Y que aunque estamos pasando mucho miedo, nuestro valor es suficiente para aferrarnos a la vida. 

Porque pronto, muy pronto, cuando les cuente todo eso, podrán perdonarnos por marcharnos sin despedirnos. Porque seguro que entienden, que a pesar que nos advertían que nunca intentáramos cruzar el estrecho, el riesgo merecerá la pena. Y espero que puedan perdonarnos, por haberles cogido prestado el poco dinero que tenían ahorrado, para pagar al patrón que nos trae hasta aquí. Sobre todo lo entenderán, cuando sepan que podremos recompensarles con mucho más de lo que les hemos quitado. Y aunque ahora tengo mucho miedo, estoy seguro que podré cuidar de ti, como ellos lo han hecho.

Y ya verás, como muy pronto, les diré que llegamos a tierra y vivimos para contarlo. Aunque, si no fuera pronto, y si yo no pudiera contárselo, ¿podrías tú decírselo, hermano?......







Fotografías de Acnur. Agencia de la ONU para refugiados.