viernes, 12 de diciembre de 2025

Si te vas....

El día que dijeron en la radio que Robe se había ido, la casa entera crujió un poquito, como si las paredes también hubieran tenido adolescencia.

Apagué las noticias y me quedé con el zumbido eléctrico del silencio. Luego fui al mueble del salón, a esa estantería donde duermen los vinilos como animales en hibernación, y saqué el de siempre, el que tiene las esquinas comidas de tantas mudanzas. Lo puse en el plato, bajé la aguja con cuidado de cirujano torpe y un mar de chasquidos llenó el aire, como si alguien encendiera un fuego de ramas secas en mitad de la habitación.

Y entonces empezó la guitarra...

No hizo falta más. Ni florituras ni discursos. La primera nota atravesó el pasillo, empujó la puerta de la cocina, se coló entre las tazas sin fregar y el imán del frigorífico que dice “mañana empiezo”. La perra levantó la cabeza, ladeó las orejas, como reconociendo a un viejo amigo que llega tarde, pero llega.

Yo cerré los ojos...

De golpe ya no estaba en mi piso pequeño, sino pegado a una valla metálica, hace mil años, con las zapatillas destrozadas de tanto patear calles y la garganta en carne viva. El escenario olía a cerveza caliente y a humo, y él, al fondo, apenas un bicho flaco con guitarra, empezó a escupir versos como si se los estuviera quitando de encima porque le pesaban demasiado por dentro.

No cantábamos: nos desangrábamos en coro...

Cada frase era una piedra, un abrazo, una hostia y una caricia..., todo a la vez. Éramos críos que no sabían qué hacer con la rabia ni con la ternura, y de pronto alguien nos prestaba palabras, nos traducía el ruido del pecho. Ahí entendí que la música no suena: arde. Y quien la escucha, cambia de forma.

Volví al salón con un parpadeo. El vinilo seguía girando. Afuera, en la calle, la gente iba a lo suyo, pero con aquel sonido metálico de fondo. Un vecino cerró de golpe una persiana. Otra vecina, la del tercero, la que pone copla los domingos, se quedó un segundo quieta en el rellano, como si el riff de guitarra le hubiera rozado los pasos.

Subí el volumen...

El bajo empezó a retumbar en las fotos de la estantería: mi madre joven, mis hermanos pequeños, yo con aquella camiseta negra que ya no existe. Cada canción arrancaba un recuerdo distinto: la primera borrachera, el primer portazo, el primer “no puedo más” dicho al espejo a las seis de la mañana. Y siempre, de fondo, él, como un colega mayor que no te daba consejos, pero te enseñaba sus cicatrices.

Eso hace la música de verdad: no te explica la vida, te la refriega por la cara.

En el estribillo me sorprendí levantando la mano, solo, en mitad del salón, como si el techo fuera cielo de festival..."me quedo en esta calle, sin salida...." La voz que salía de mi garganta no era afinada ni bonita, pero estaba viva. Y ahí lo noté: había llegado del curro hecho polvo, con la cabeza llena de facturas y notificaciones, y sin embargo el peso empezaba a cambiar de sitio. Lo que antes eran piedras en la espalda se convertía en algo que podía gritar, sudar, reír.

La perra dio dos vueltas sobre sí misma y se tumbó, vencida por la paz extraña que deja el ruido cuando es el ruido correcto.

Pensé en toda la gente que, a esa misma hora, en otras casas, en otros bares, estaban poniendo las mismas canciones. Un país entero, hecho de habitaciones pequeñas, apretando "play" a la vez. Miles de agujas cayendo sobre miles de vinilos, dedos temblando sobre teclas de móvil buscando una lista de reproducción con su nombre.

No estaba solo. No lo estamos nunca cuando una canción empieza...

Porque al final, ese es el truco: los que se van dejan la voz grabada en el aire, y cada vez que alguien le da al botón, vuelven a entrar por la puerta, con sus botas, su mala leche, su poesía sucia y luminosa. La muerte ahí no sabe qué hacer: se queda en el descansillo, apoyada en la barandilla, esperando a que termine el solo.

Cuando acabó el disco, la aguja se quedó dando vueltas en seco, frotando el silencio. No la levanté enseguida. Me quedé unos segundos escuchando ese ruido tonto, ese siseo final que parece nada y lo es todo: el eco de algo que ha ardido y ya solo humea.

“Gracias, tío, pero, "Si te vas...me quedo en esta calle, sin salida...”, dije en voz baja, sintiéndome ridículo y solemne a la vez.

Y, como si fuera lo más normal del mundo, puse el disco otra vez desde el principio. Porque hay días en que la única forma de seguir es dejar que la música te agarre por la pechera, te sacuda y te recuerde que, mientras alguien cante contigo, aunque sea desde un altavoz viejo, todavía no estás del todo jodido.

*Nota: dedicado al loco que, con su música, me acompañó en mi adolescencia.


Fuente de Cantos, 12 de diciembre de 2025. Imagen libre en la red.



viernes, 5 de diciembre de 2025

Rutinas de Otoño

Se fue el viento. Todavía la última gota tiembla en el filo de la parra. Las hojas del castaño, que ayer eran un verde de oficio, amanecieron con una herrumbre dulce. Algunas yacen en el camino de tierra, pegadas como sobres viejos. La perra dormita enroscada; a veces abre un ojo, olfatea el aire frío y vuelve a hundir el hocico en su cola.

El cielo tiene claros indecisos y una luz que no se decide a calentar. Este lunes, como todos los lunes, el gallo canta tarde, ofendido por la niebla. Las gallinas escarban más de lo que ponen. El obrero salió temprano con la cuadrilla que persigue ruidos subterráneos y promesas de salario. La camioneta se tragó el camino entre charcos apagados.

En la cocina humea el café. La calabaza del huerto espera su turno de olla. Un olor a tierra mojada sube desde los surcos, mezclado con humo de hojas quemadas en casas vecinas. La flor tardía del jardín resiste con su coraje mínimo. Camino ligero y silbo igual, aunque el aire muerda un poco.

Por la tarde el sol será una moneda tibia, apenas suficiente para el banco del patio. Habrá una labor lenta: barrer hojas, ordenar leña, remendar el tiempo. Y al caer la luz, una manta inevitable, un fuego que embelesa, una sopa sencilla, y el rumor del otoño acomodándose en todas las cosas.


Marbella, 5 de diciembre de 2025. Fotografía de Jesús Apa, Cabeza la Vaca.



viernes, 28 de noviembre de 2025

Cuentos para dormir: La bicicleta de los sueños

Desde que tenía memoria, Cata soñaba con una bicicleta voladora. No de esas con alas de metal o motores rugientes, sino una que se elevara suavemente, como una madeja de hojas de otoño al viento.

Cada noche la imaginaba diferente: a veces hecha de nubes trenzadas, otras con ruedas que brillaban como lunas llenas. Y mientras soñaba, guardaba tornillos, cintas, hojas y plumas que encontraba en su camino, convencida de que algún día todo encajaría.

Una madrugada, cuando el cielo aún era azul oscuro, Cata salió al patio con su pequeña montaña de tesoros. Los colocó en el suelo, respiró hondo y dijo:

"Hoy aprenderás a volar conmigo."

Nadie sabe exactamente qué ocurrió después. Solo que, al amanecer, los vecinos juraron haber visto una silueta pequeña pedaleando entre las primeras luces, dejando una estela de plumas y risas en dirección a la enorme montaña de Marbella.

Y desde aquel día, cuando el viento sopla con dulzura, parece escucharse el timbre lejano de la bicicleta de Cata, como si aún recorriera los cielos en busca de nuevos sueños.



Marbella, 28 de noviembre de 2025. Fotografía original y retocada de Jesús Apa.



viernes, 21 de noviembre de 2025

Cuentos para dormir; Lilas, la cuenta cuentos

Lilas contaba cuentos. Con la imaginación de su voz, nos llevaba a tierras del nunca jamás.

Decía que cada palabra tenía alas, y que si uno la escuchaba con el corazón abierto, podía sentir cómo le rozaban la piel.

Una tarde, mientras el sol se escondía tras los tejados, Lilas narró la historia de una puerta diminuta que solo se abría cuando alguien creía de verdad en la bondad del mundo. Y mientras hablaba, algo extraño ocurrió: la puerta apareció entre sus manos, tallada en un trozo de madera que nadie había visto antes.

“Quien atraviese esta puerta —susurró— volverá cambiado.”

Todos reímos, pensando que era parte del cuento. Pero Lilas sonrió con esa luz que solo tienen quienes guardan secretos antiguos… y la puerta parpadeó, como si respirara.

Dicen que desde ese día, cada vez que alguien escucha a Lilas, siente que algo en su interior se mueve, como si una puerta invisible se abriera muy despacio.

Y algunos juran haber visto, al cerrar los ojos, un destello de esas tierras del nunca jamás.


Fuente de Cantos, 21 de noviembre de 2025. Imagen libre en la red.



viernes, 14 de noviembre de 2025

Cuando la soledad muerde

La soledad es una presencia silenciosa que nos acompaña desde los primeros días, aunque no siempre sepamos reconocerla. La soledad. Nos topamos con ella cuando mamá no está en ninguna parte. En ese instante, cuando la ternura que nos sostenía se disuelve, algo en nosotros despierta: la conciencia de estar solos en el mundo. Al volvernos conscientes, algo más íntimo e intenso nos abraza. Es una sensación extraña, mitad dolor, mitad descubrimiento.

Con el tiempo comprendemos que no se trata de un enemigo, sino de una condición inevitable del ser. Viviremos con ella toda la vida: es necesaria para encontrarnos. En sus silencios aprendemos a escucharnos, a entender lo que deseamos, a crear. Pero también sabemos que si la dejamos quedarse demasiado tiempo, puede convertirse en un filo. Si se hace cotidiana, muerde.

Así, la soledad es maestra y sombra. Nos enseña a habitar nuestro propio interior, pero nos recuerda que, para no perdernos en él, debemos seguir buscando el calor de otros.


Marbella, 14 de noviembre de 2025. Imagen libre en la red.



viernes, 7 de noviembre de 2025

Cuentos para dormir; El juramento de las Hadas

Cuentan los viejos robles que, una noche de luna llena, cuando el mundo aún recordaba los susurros de la magia, las hadas se reunieron en el claro más antiguo del bosque.

No fue para danzar ni para entonar cantos, como en los días felices del principio. Vinieron, en cambio, con semblante grave, pues los humanos habían olvidado los sueños y la tierra gemía bajo su propio ruido.

Durante largo tiempo deliberaron, hasta que la más joven —una hada de luz temblorosa, pero de voz firme— habló así:

“Si los hombres no pueden oírnos, habremos de nacer entre ellos. Que cada nuevo corazón lleve un soplo nuestro, para que no se apague la esperanza.”

Y todas asintieron. Entonces, cuando el alba tiñó de oro las hojas, las hadas se elevaron al cielo y se disolvieron como rocío.

Desde aquel día, dicen los sabios, que en todo niño que nace con la esperanza de sus padres de dejar un mundo mejor, habita el resplandor antiguo de aquellas hadas.


Marbella, 7 de noviembre de 2025. Imagen libre en la red.



viernes, 31 de octubre de 2025

Lo útil y lo valioso

Hoy en día resulta bastante difícil escuchar con atención, leer sin despistarte o incluso pensar en absolutamente nada y dejar la mente en blanco. Cada vez nos cuesta más trabajo diferenciar lo importante de lo esencial, lo útil de lo valioso, porque le damos valor a cosas efímeras, que al principio anhelamos con deseo y al poco las normalizamos, sin tener en cuenta que, lo realmente valioso es todo aquello que mantiene nuestros días en equilibrio.

Que tengamos salud, que les vaya bien a los amigos y familiares, que vivamos nuestros días sin sobresaltos y, sobre todo, para mi una cosa tremendamente importante; que mi conciencia esté tranquila y no haya nada que me quite el sueño. Eso para mi, es lo realmente valioso.

He encontrado un texto por ahí, que viene a dar sentido a todo esto;

"Quizás una de las cosas que más necesitamos es aprender a distinguir lo útil de lo valioso. Un sacacorchos es útil. Un abrazo es valioso. Una puerta es útil. Ver un atardecer es valioso. Un mechero es útil. Una amistad es algo valioso.

Casi siempre, lo útil es más caro que lo valioso. De hecho, lo valioso rara vez cuesta dinero. Y esto ocurre porque el dinero es útil, pero no es valioso. Lo valioso genera mucha más felicidad a largo plazo que lo útil. Y sin embargo, a menudo, valoramos más lo útil que lo valioso.

Los mejores momentos de la vida no cuestan dinero. Ver nacer a un hijo, el primer beso, sentir que vuelas de la mano de alguien… Los momentos que se nos pasan por la cabeza justo antes de abandonar este mundo no costaron dinero. Esos momentos son lo más valioso que tenemos.

Cuando te asalte una preocupación, párate a pensar si lo que buscas es útil o es valioso. Aprende a distinguir, y te darás cuenta de que vivir bien no es tan caro como te habían contado...


Fuente de Cantos, 31 de octubre de 2025. Imagen libre en la red.



viernes, 24 de octubre de 2025

Sobre el alivio

Últimamente vengo reflexionando sobre lo increíblemente buscado que están quedando algunas cosas simples y llanas y, me atrevo decir, que al alcance de cualquiera; un rato de silencio y soledad, un poco de sol, una ducha caliente sin prisas..., y todo ello, viene a colación de otro término que, se está quedando infravalorado o poco disfrutado; el alivio.  

Y es que el alivio es la emoción tímida que llega cuando ya no queda público. No entra con trompetas ni reclama mérito: es la respiración que vuelve a su ritmo después del susto, el peso que se suelta sin ruidos, la frente que deja de apretar los dientes. Lo damos por hecho porque no brilla. Premian la hazaña, corean la euforia; nadie le pone una medalla a dejar de doler, sufrir o estar en tensión.

Quizá lo subestimamos porque no inaugura nada, sino que clausura. Es el telón que cae, el botón de “guardar” que no enseña el cuadro, pero lo preserva. En un mundo adicto a la escalada y la velocidad —más, más alto, más rápido— el alivio parece renuncia, descanso sin narrativa. Y, sin embargo, es lo único que nos devuelve a la medida humana: un paréntesis para el sistema nervioso, un banco en medio del camino.

Cuando llega, deja sentencia del recorrido. Dibuja, en negativo, la geografía de lo que importaba: el rumor de una noticia que no fue terrible, el examen que pasó, la llamada que no llegó, o la enemistad que no se dio. Nos enseña por sustracción; al retirarse la presión, aparece el contorno de lo que sosteníamos con los hombros. Esa pedagogía de lo que cesa vale más que mil lecciones sobre lo que empieza.

Tal vez debamos celebrarlo sin vergüenza: brindar por la ausencia de dolor, por la tarde que no se torció, por la ansiedad que se deshizo como un nudo de lana. Porque el alivio no es un vacío: es un espacio habitable. Sin él, todo logro se quedaría sin premio; con él, incluso la vida común tiene una música que no sube el volumen, pero afina el instrumento. Y eso, aunque no se vea, sostiene.


Marbella, 24 de octubre de 2025. Imagen libre en la red.



viernes, 17 de octubre de 2025

Cuentos para dormir; Cambiar el final

Ya sabemos que los cuentos de castillos y princesas, se parecen mucho unos a otros. Ahora que a veces veo a mi hija ver alguna película al respecto, el mundo mágico de las princesas es siempre similar; a mitad de la historia, la princesa queda triste en el castillo, un príncipe difícil de encontrar, y una bruja mala que quiere estropear el final feliz que les espera a ambos, pero que a pesar de las dificultades, todo se alineará para que lo consigan.

Y como ocurre en todas estas historias, los buenos acaban siendo felices, los asesinos y ladrones capturados, y por norma general, el guion suele ser previsible. Solo que, esta historia es un poco diferente...

"La princesa Cata vivía en un castillo con muchas torres como cucuruchos de helado. Cada tarde miraba el cielo y suspiraba:

—Ojalá llegue mi final feliz.

En el bosque, la bruja mala llamada Tormenta practicaba hechizos que sonaban “¡zum!” y “¡zas!”. En cierto modo, no era mala de verdad: le dolía la soledad. Pero como nadie lo sabía, todos decían: “¡Cuidado con la bruja!”

Un día, Tormenta lanzó un hechizo de viento para asustar al caballito del príncipe que pasaba por allí. El viento sopló tan fuerte que le voló a la bruja el sombrero. La princesa Cata lo atrapó al vuelo y corrió hacia ella.

—Es tuyo —dijo Cata—. ¿Quieres entrar al castillo a merendar?

La bruja parpadeó, sorprendida. Nadie la había invitado nunca.

En la mesa había pan calentito, sopa de calabaza y queso de cabra. Tormenta probó una cucharada… y su magia cambió de sonido: “¡plin!”, “¡plin!”, como campanitas.

—Creo que mi final feliz es tener amigas —murmuró.

—Y el mío, compartir el castillo —respondió Cata.

El príncipe aprendió a hornear tartas, la bruja enseñó a hacer nubes con formas de corazones, y el castillo se llenó de juegos.

Desde entonces, cuando soplaba el viento, ya no daba miedo: traía olor a pan y a finales felices para todos".


Marbella, 17 de octubre de 2025. Matera, Italia. Fotografía de Helena Rocha.




  

viernes, 10 de octubre de 2025

Microrrelato; En su regazo

La noche se hizo ardiente y sucumbió a la fiebre. Ella, sobre mi pecho, me mira avergonzada, le sonrío y mi mano alisa su cabello que destella bajo el reflejo de la bujía. Me pregunto: ¿Cómo puede tener esa luz de vergüenza en sus ojos? ¡Si ella fue el ave que me alzó hasta el cielo!. 

¡En su respiración fui flauta y gacela!


Fuente de Cantos, 10 de octubre de 2025. Fotografía de Jesús Apa.



viernes, 3 de octubre de 2025

Cuentos para dormir; Telma, la perrita guardiana de sueños

Había una vez una niña que creía que los animales tenían secretos mágicos.

Su perrita Telma parecía confirmarlo: cada noche, cuando todos dormían, su collar brillaba con una luz suave, como si guardara una estrella en miniatura.

"¿Qué eres en realidad, Telma?" —susurró la niña una vez.

Telma ladeó la cabeza, y con voz dulce que solo ella podía oír, respondió:

—Soy guardiana de los corazones que aman a los animales .

Desde ese día, la niña descubrió que cada caricia que daba a Telma hacía que su estrella brillara más fuerte.

Y cuanto más cuidaba de su perrita, más podía escuchar la risa de los pájaros, el canto de los grillos y hasta los susurros de los árboles.

Telma no era solo una perrita: era un puente mágico hacia el amor por todos los seres vivos.

Y así, la niña comprendió que amar a los animales era el hechizo más poderoso del mundo.


Fuente de Cantos, 3 de octubre de 2025. Fotografía de Telma.



viernes, 26 de septiembre de 2025

Microrrelato; Yutori

El reloj del tiempo pasado sonó, pero no era una orden, sino una invitación.

Ese día decidió caminar más lento, dejar que el aire tibio rozara su piel sin prisa. Descubrió que los colores parecían más vivos cuando no los perseguía.

Comprendió que la vida no era un pasillo estrecho de obligaciones, sino un jardín con bancos vacíos esperándolo.

Se sentó, respiró, sonrió.

Era su cumpleaños y también el primer día en que se regaló "yutori": el arte de dejar que el mundo entrara con suavidad.


Matera, Italia. 26 de septiembre de 2025. Fotografía de Jesús Apa.



viernes, 19 de septiembre de 2025

Microrrelato; Alzheimer

Esa noche terminó de leer el libro del olvido y, en el último instante, las palabras jugaron como niños. Las luces se hicieron mortecinas y sobrevino el silencio, la oscuridad; los ojos veían sin ver y el alma dejó de tener sentido.

Se acabaron los recuerdos de los éxitos, las aventuras y experiencias, y cualquier otro destello que pusiera el brillo en sus ojos. Pero lo que más dolería, sería el olvido del amor, pues era la única certeza que lo mantenía vivo. Cuando intentó aferrarse a ese último resquicio, descubrió que el amor también se volvía niebla, un nombre sin dueño, un rostro sin contorno.

Pero en medio de esa nada, algo tembló; una chispa cálida, ligera como un susurro, que no provenía de la memoria, sino del presente. No era un recuerdo, era la sensación pura de amar, nacida de nuevo, intacta.

Comprendió entonces que el libro del olvido podía arrancar imágenes y palabras, pero nunca la raíz secreta del amor, esa fuerza que siempre sabe volver a germinar en la oscuridad.


Fuente de Cantos, 19 de septiembre de 2025. Imagen libre en la red.



viernes, 12 de septiembre de 2025

Microrrelato; la grieta invisible

Creyó que la amistad era un refugio inquebrantable, un lugar donde la palabra “siempre” pesaba más que cualquier promesa vacía.

Pero cuando extendió la mano en medio de la tormenta, solo encontró aire. Entre ellos solo quedaba una grieta invisible.

El amigo, aquel que tantas veces compartió risas y planes, había elegido la comodidad de su ausencia.

Desde entonces, cada conversación quedó adornada con una sonrisa frágil, como una flor seca guardada entre las páginas de un libro: testimonio de lo que fue, y de lo que ya no volverá a florecer.


Marbella, 12 de septiembre de 2025. Imagen libre en la red.


viernes, 5 de septiembre de 2025

La propuesta

Soplaste aquella vela con delicadeza. Atento veía el humo que dejaba su estela de olor a incienso y se fundía con la luz mortecina de los faroles. Hasta nuestros oídos llegaba la melodía lejana del coro y en el crescendo del requinto, exclamé con una inflexión sutilmente triste:

— Dios creó al hombre y a la mujer para que se unieran y se multiplicaran, estableciendo así el matrimonio como un plan divino 

Tu cara se encajó entre el desconcierto y la sorpresa. Tus pupilas se abrieron luminosas; pero sólo fue un momento pues acto seguido languidecieron hasta ser hielo. Luego, un largo silencio dio paso a tus sorprendentes palabras;

"Eres especial, hemos saboreado días increíbles, pero no es buena la idea". - me dijiste con acento firme."

Hoy estamos alejados, pues aquel momento en misa, fue de mucha vergüenza. Tú vives entre los avatares de la oferta y demanda, y yo continuo entregado a Dios y a mi parroquia, donde sigo recitando en cada celebración de boda, aquella frase del Génesis sobre el matrimonio...


Fuente de Cantos, 5 de septiembre de 2025. Imagen libre en la red.


viernes, 29 de agosto de 2025

Demasiado deseo

Llevaba demasiado tiempo con el apetito sexual por las nubes. De esas veces que una se encierra en sí misma, que ni tan siquiera recuerda que ese placer era tan sumamente rico. Así que esa tarde, en que había decidido salir, no quería desaprovechar la oportunidad, pero el crepúsculo se había ido y dudaba de su éxito, hasta tal punto, que llegó a pensar en voz alta;

"Soy fea", se dijo

-- Yo también --, contestó una voz que arrastraba las palabras.

La luz disminuida del bar facilitó el acercamiento. Una mano húmeda peinaba su pelo, dos brazos la sujetaban de las caderas. Otras manos levantaron su vestido. Iba a protestar, pero se contuvo cuando unos dedos acariciaban sus nalgas y la apretaban dándole un placer que nunca antes había sentido. Fue la primera vez en mucho tiempo que pensó que guardaba demasiado deseo dentro, contestando con un beso intenso y profundo. 

Llegó a su casa sin saber quién había sido el furtivo amante, pero al recordar, tomó conciencia de que muchos fueron los brazos y las manos que la percutieron al mismo tiempo y se sonrojó, luego le agarró un episodio de risa y se preguntó; 

"¿Demasiado deseo? ó, ¿Sería un calamar?"


Cabeza la Vaca, 29 de agosto de 2025. Imagen libre en la red.


viernes, 22 de agosto de 2025

Cuentos para dormir; mi amigo el Reno

En un rincón del bosque nevado vivía un reno llamado Vancouver, de ojos grandes como luceros, un jersey rojo con capucha y un trote ligero como el viento.

Cada diciembre soñaba con la gran noche, cuando volaría junto a Papá Noel.

Pero el resto del año… el tiempo se estiraba, largo como un suspiro, y el corazón de Vancouver se llenaba de espera.

Un día de invierno, entre copos que bailaban, apareció Cata, una niña de bufanda roja y pelo dorado. Al verlo, no tuvo miedo: sonrió. Y en esa sonrisa nació una amistad.

Desde entonces, Cata y Vancouver compartieron las estaciones:

— En primavera, ella trenzaba coronas de flores que descansaban en sus astas.

— En verano, reían junto al río, salpicando agua clara como cristal.

— En otoño, corrían entre hojas doradas que crujían como risas en el suelo.

— Y en invierno, jugaban con copos que parecían estrellas pequeñitas cayendo del cielo.

Cuando llegó diciembre otra vez, Papá Noel llamó a Vancouver para el viaje más esperado.

Cata lo abrazó fuerte, y aunque sabía que debía partir, no derramó lágrimas: su amigo llevaba consigo la alegría de todos los juegos, guardada en su corazón.

Esa noche, mientras volaba entre las nubes llevando regalos, Vancouver brillaba más que nunca.

Porque ya no era solo un reno de Navidad: era también el guardián de un secreto suave y eterno, el secreto de una amistad que florece en todas las estaciones.


Marbella, 22 de agosto de 2025. Fotografía de Jesús Apa.





viernes, 15 de agosto de 2025

La última hoja

En un rincón olvidado de aquel pequeño bosque, un viejo árbol esperaba el invierno. Sus ramas, desnudas en su mayoría, sostenían apenas unas cuantas hojas que el viento acariciaba con prisa.

Entre ellas, una hoja amarilla se aferraba con todas sus fuerzas a la rama. Había visto pasar la primavera de flores, el verano ardiente y el otoño dorado. Había reído con la lluvia, bailado con las ráfagas y escuchado historias en el murmullo de las raíces.

Pero ahora, alguna enfermedad asolaba, el aire era frío y cada día se llevaba un amigo. La hoja miraba caer a las demás, girando lentamente hacia la tierra, y sentía un miedo suave, como quien teme cerrar los ojos por última vez.

—¿Y si al caer todo termina? —preguntó al árbol.

El árbol no respondió de inmediato. Solo dejó que el viento pasara y susurrara entre sus ramas:

"No es un final… es un regreso. Caerás, descansarás en la tierra, y un día volverás en el verde de otra hoja, en la flor de otro tallo."

La hoja pensó en todo lo que había visto, y entendió. Aflojó su agarre y se dejó llevar. Descendió flotando, ligera, besada por la luz del sol de la tarde. Fue un viaje breve, hermoso… y suficiente.

Cuando tocó el suelo, el viento siguió su camino, como si nada hubiera pasado. Y, de alguna manera, así era...


Marbella, 15 de agosto de 2025. Fotografía de Jesús Apa.



viernes, 8 de agosto de 2025

En el camino a misa

Son muchos los recuerdos que me abrasan. Y vienen a mí como un tren que arriba a la estación con las puertas abiertas. En esa remembranza, encontré sábanas, soledad, tristeza, y un rosario de madera que aún conservo.

Me vi corriendo en la pradera, como una yegua que retoza sobre la hierba húmeda, imaginando tener bajo mi vientre el peso de una piel distinta a la mía, pero que siempre me fue prohibido por cumplir con la voluntad de mi tía-abuela, que nunca conocí por ser misionera de un Dios que me fue impuesto.

Con el rosario en las manos, me pregunto, ¿por qué lo hice? ¿Por qué no me opuse?. Lo cierto y verdad, es que hasta aquí me llevaron mis prejuicios.

De todos modos, sigo siendo la mujer que todas las tardes se encamina hacia la iglesia al repique de las campanas, mientras en el atrio los niños juegan con las palomas.


Cabeza la Vaca, 8 de agosto de 2025. Imagen libre en la red.



viernes, 1 de agosto de 2025

Cuentos para dormir; La niña y la princesa

Había una vez una niña llamada Cata, de ojos brillantes y risueña sonrisa, que cada verano visitaba con sus padres una antigua ciudad medieval, de callejuelas empedradas y torres que parecían rozar el cielo. En el centro del pueblo, como un centinela del tiempo, se alzaba un castillo con almenas y un gran portón de madera oscura.

A Cata le fascinaba aquel castillo. No por su arquitectura ni por sus leyendas, sino porque estaba convencida —más allá de toda duda— de que allí vivía una princesa. Cada vez que llegaban, lo primero que hacía era correr hasta la explanada frente al castillo y gritar con toda la fuerza de su pequeña voz:

—¡Princesaaaaaaa! ¡Princesa del castillo! ¡Estoy aquí! ¡Sal a jugar!

Los turistas la miraban entre risas o ternura, y los lugareños ya conocían la escena. Años pasaban, y la princesa nunca aparecía, pero Cata no se desanimaba. Cada verano, volvía a llamar a su amiga invisible.

Hasta que un día, cuando Cata tenía ya casi nueve años, ocurrió algo distinto.

Era un atardecer dorado, el viento movía las banderas del castillo y las sombras se alargaban sobre la plaza. Cata, como siempre, corrió al castillo y gritó:

—¡Princesaaaaaaa! ¡Princesa del castillo! ¡Estoy aquí!

Y esta vez, una voz le respondió.

"¿De verdad estás aquí?"

Cata se quedó helada. No daba crédito. No era la voz de una turista ni de su madre. Venía de arriba, de una ventana estrecha de la torre. Cuando alzó la vista, vio una figura. Era una niña, quizá de su misma edad, con un vestido azul antiguo y una corona pequeña de flores en la cabeza. La niña sonreía con una mezcla de timidez y asombro.

—¿Eres tú la princesa? —, preguntó Cata.

"Eso creo" —respondió la niña—. "Te he escuchado llamar tantos veranos, pero nunca me había atrevido a contestar."

Cata se rió y, sin pensarlo, gritó:

—¡Baja! ¡Vamos a jugar!

La princesa dudó un momento, luego asintió y desapareció tras la ventana. Minutos después, salió por una puerta lateral del castillo, como si nadie más la viera. Y quizás nadie más la veía, excepto Cata.

Pasaron la tarde jugando a las escondidas entre los jardines del castillo, inventando historias de dragones y caballeros. La princesa se llamaba Preta, y decía que solo podía salir cuando alguien de corazón puro la llamaba de verdad.

—¿Y si no vuelvo el año que viene? — preguntó Cata mientras se sentaban bajo un árbol.

"Entonces te esperaré. Aunque pasen cien veranos, si me llamas, vendré" —dijo Preta, y le ofreció una pequeña piedra brillante—. "Esta es para que nunca olvides que fue real."

Desde aquel día, Cata nunca dejó de visitar el castillo. Y aunque con los años dejó de gritar, en el fondo de su corazón, seguía llamando.

Y cada vez que lo hacía, la princesa respondía. Porque a veces, los cuentos no terminan. Solo se hacen mayores con nosotros.


Ronda, 1 de agosto de 2025. Fotografía de Jesús Apa.



viernes, 25 de julio de 2025

Microrrelato; el mudo

Voy a la vera del río, allá en los lavaderos comunales y las señoras me saludan con afecto y emoción. Aunque tengo lengua, ellas saben que soy mudo.

- Tome agua de mango que traje -.

"Hay empanadas recién hechas".

-- ¿Ya probaste mi pastel de queso? --

Ser mudo no es el infierno, sobre todo, ¡si es tu cuerpo el que habla y sabes manejar una lengua larga!


Fuente de Cantos, 25 de julio de 2025. Imagen libre en la red.



viernes, 18 de julio de 2025

Corintios 13:4-7

Siempre que vayas a una boda católica, observa uno de los pasajes bíblicos que suele leer el cura; Corintios 13:4-7.

Obviamente por el momento, siempre he pensado que hace referencia al amor entre las dos personas que deciden compartir matrimonio. Alaba el amor, lo ensalza y lo lleva a la máxima definición. Pero ahora pienso que ese texto de los Corintios, no se refería al amor sentimental entre dos personas que comparten matrimonio. Claramente, creo que sobre el amor para con los hijos.

Aquí, un pequeño cuento...

"Tomás tenía frío. Su abrigo ya no le servía, y el invierno se acercaba. Su madre, Clara, no dijo nada. Solo empezó a coser por las noches, usando pedazos de tela y hasta su propio abrigo viejo.

Cuando llegó la primera nevada, Tomás encontró un abrigo nuevo sobre su cama. Azul, cálido, perfecto.

—¿Cómo lo hiciste, mamá? —preguntó.

Ella sonrió.

"Con amor. El amor es paciente, bondadoso… todo lo soporta, todo lo espera."

Tomás lo abrazó, sabiendo que ese abrigo era más que tela: al lado, la biblia aparecía abierta por una página concreta; Corintios 13:4-7

¡El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni presumido ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad, sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.!


Fuente de Cantos, 18 de julio de 2025. Imagen libre en la red.




viernes, 11 de julio de 2025

La estación de los sueños

¿Merece la pena esforzarse por algo o por alguien sin apenas conocerlo? Cuando se hace desinteresadamente y de forma altruista, el resultado suele ser más satisfactorio. También es cierto que por esto hecho, si existe una decepción, suele ser terriblemente más dolorosa. Pero fuera de pensar así, ayudar a alguien y comprobar que "tu empujoncito" contribuye a cumplir sus sueños, es de las satisfacciones más indescriptibles que pueden llegar a pasarte.

Para mejor explicación, un pequeño cuento que he leído hace poco;


"En lo profundo del blanco invierno de Hokkaido, en Japón, donde la nieve cubre los techos y el silencio parece eterno, había una estación de tren olvidada por el tiempo: Kami-Shirataki. La mayoría de los mapas aún la mostraban, pero nadie hablaba de ella. Solo una persona la usaba cada día.

Su nombre era Haruka, una niña de ojos grandes y mochila azul, que cada mañana caminaba entre la escarcha hasta el andén solitario. El tren llegaba puntual, como si esperara solo por ella. En realidad, así era.

Años atrás, cuando la compañía ferroviaria pensó cerrar la estación por falta de uso, descubrieron un dato inesperado: una única pasajera la usaba diariamente para ir a la escuela. En lugar de eliminar la parada, hicieron algo extraordinario. Decidieron mantenerla abierta solo por Haruka.

El tren paraba dos veces al día: una para llevarla a estudiar y otra para traerla de regreso. Los maquinistas sabían su nombre, y los relojes del tren coincidían con su horario escolar. Nunca se retrasaban, ni siquiera cuando la nieve caía pesada.

No lo hicieron por dinero. No lo hicieron por fama. Lo hicieron porque entendieron que los sueños de una niña merecían su propio viaje, su propio tren, su propio mundo.

Años después, cuando Haruka se graduó, la estación fue cerrada con serenidad. Ya no hacía falta. Pero su historia viajó más lejos que cualquier tren: una historia de humanidad en medio de rieles fríos.

Porque a veces, lo correcto no es lo rentable. Es lo humano."


Fuente de Cantos, 11 de julio de 2025. Imagen libre en la red.



viernes, 4 de julio de 2025

Cuentos para dormir; El secreto del verano

Una tarde, bajo la sombra de una higuera, mientras Lola comía una sandía, preguntó en voz alta:  

"¿Por qué a los niños nos gusta más el verano?"

Su abuela, que tejía en una silla baja, sonrió.  

—Tal vez porque el verano guarda un secreto que solo los niños pueden entender.

Lola frunció el ceño, curiosa. Entonces decidió investigar. Durante semanas, observó y preguntó a todos sus amigos y amigas: "¿Qué tenía el verano que lo hacía tan especial?"

Clara dijo que era por los helados que no se acaban. Mateo, porque podía andar todo el día en ropa cómoda y en chanclas. Lucía, porque su abuelo la llevaba al río a pescar “aunque nunca pescaran nada”.

Pero fue su prima pequeña, de solo tres años, quien le dio la mejor pista. Le dijo:  

—El verano es cuando tú juegas más conmigo.

Lola se quedó pensando. Y entonces lo entendió: el verano no era solo calor, ni vacaciones, ni helados… El verano era tiempo. Tiempo para jugar, para reír, para ensuciarse sin que a nadie le importe. Tiempo para estar juntos.

Corrió a decírselo a su abuela. Ella sonrió otra vez y dijo:  

—Eso es, Lola. El verano es el único momento en que los relojes parecen desaparecer.

Desde ese día, Lola ya no se preguntó por qué le gustaba tanto el verano. Simplemente, lo vivía.


Marbella, 4 de julio de 2025. Imagen libre en la red.


viernes, 27 de junio de 2025

Sobre la paciencia

A medida que van pasando los años, me doy cuenta de la importante que puede llegar a tener la paciencia en todos los aspectos de la vida. Y admiro profundamente las personas que manejan bien sus emociones en favor de la paz interior y mental que te lleva a ser calmado y tranquilo. Mi madre es una de ellas. Pienso que es un don innato, aunque también creo que puede entrenarse.

Hace unos días, he leído algo sobre esto en boca de un actor famoso;

"He aprendido que la paciencia es una forma de inteligencia. No todo tiene que resolverse de inmediato, no todo tiene que tener una respuesta clara. A veces, lo mejor que puedes hacer, es respirar, observar y permitir que las cosas tomen su curso. La vida no siempre es una batalla que hay que ganar, a veces es un río que hay que aprender a navegar." 

No puedo estar más de acuerdo con estas palabras, a las que sumo que, la paciencia no brilla como el coraje ni resuena como la pasión, pero sostiene en silencio los pilares de la vida.

Es la pausa antes de hablar, la calma que evita errores, la fuerza invisible que nos hace seguir cuando todo parece detenido. No se impone, no exige, solo acompaña: en el crecimiento lento de un árbol, en la cicatriz que cierra, en el niño que aprende a caminar.

Quien la cultiva no se rinde: comprende que todo lo valioso —la confianza, el amor, los sueños— madura a su propio ritmo.

Creo que la paciencia, lejos de la resignación, es la sabiduría de saber que las mejores cosas toman tiempo… y que apresurarlas, es perderlas.


Marbella, 27 de junio de 2025. Imagen libre en la red.




viernes, 20 de junio de 2025

Microrrelato; derechos feudales del siglo XXI

Se murió el conde, señor feudal, dejando una esposa en plenitud y riqueza. Podría decirse que el luto se apoderó del castillo, pero la viuda era joven y hermosa, y no tardaría en llenar de colores sus días.

Hubo una boda y ella se presentó con su guardia reclamando el derecho de pernada. Con los ojos dio la orden, dos guardias inmovilizaron al novio, y ella tomó a la novia, diciéndole en el trayecto; 

"Te gustará tanto que una noche no será suficiente".


Fuente de Cantos, 20 de junio de 2025. Imagen libre en la red.


viernes, 13 de junio de 2025

Cuentos para dormir; Callas

En un rincón polvoriento del desván de su padre, Brida encontró un viejo tocadiscos y un disco de vinilo etiquetado que simplemente ponía: "Callas". Por curiosidad, lo colocó y bajó la aguja.

La voz de María Callas rompió el silencio como un relámpago en la noche. Era “Casta Diva”. Brida, de apenas cinco años, quedó inmóvil. No entendía el italiano, pero su alma sí. Era como si alguien le cantara desde otra vida.

Desde aquel día, cada tarde se convirtió en un ritual: polvo, aguja, y Callas. Mientras sus amigas jugaban con muñecas, Brida aprendía a pronunciar "Vissi d’arte" frente al espejo, con un peine como micrófono.

Con el tiempo, su voz floreció, aún temblorosa, pero fiel. La ópera no era solo música; era su idioma secreto, su refugio, su forma de amar el mundo.

Muchos años después, en su debut como soprano, dedicó la función a “la voz que me enseñó a sentir”. En la penumbra del teatro, alguien dejó sobre su camerino un vinilo gastado. Solo decía: "Callas".

Brida sonrió. El amor, a veces, comienza con una voz que no se olvida.


Fuente de Cantos, 13 de junio de 2025. Imagen libre en la red



viernes, 6 de junio de 2025

Relatos imaginarios; desde el castillo

Podríamos mirar el bucle del ocaso desde la torre y esperar la noche estrellada. Hablar con los gnomos y hadas y pedirles que susurren su música a nuestro alrededor.

Tal vez, cuando el viento lleve su melodía entre los árboles, sabremos que el bosque nos acepta como parte de su secreto. Entonces, bailaremos descalzos sobre la hierba, hasta que la luna se duerma.

Con cada giro, nuestros pasos dibujarán en la tierra un hechizo de alegría que durará hasta el próximo amanecer.

Porque al despuntar el alba, llevaríamos en el alma el eco de la magia, como un recuerdo que nunca se desvanecería.

Pero no, es mejor que partas... Están por cerrar el ojo del castillo, y no tardará en llegar el dragón.!


Marbella, 6 de junio de 2025. Imagen libre en la red.




viernes, 30 de mayo de 2025

De negro

Compré un vestido negro. Discreto pero elegante. Mesurado pero a la vez atrevido. Por fin lo lucí, con un maquillaje sobrio.

Nunca he sido de este tipo de vestidos, pues siempre he ido más a colores vivos y llenos de fiesta, pero el momento lo pedía.

Mi esposo y yo, en este último “ahora”, solo coincidíamos en nuestra capacidad innata de ocultar las emociones. Él deseaba mi muerte y yo la suya. No había dinero, ni amor ni tan siquiera cariño de por medio, solo odio. Un odio profundo.

Y es cierto, lucí el vestido con glamur en el velatorio. Mis familiares exclamaban: 

"¡Qué hermosa se ve! Hasta parece que está dormida!".


Marbella, 30 de mayo de 2025. Imagen libre en la red.


viernes, 23 de mayo de 2025

En tus quehaceres

Aún escucho tu voz cotidiana platicando con el viento. Con el rabillo del ojo te observo con tus quehaceres: miras a través de la ventana y mueves la cabeza, seguro viste los fantasmas que van y vienen. Atizas el fogón de tu cocina de juguete; las chispas digitales brincan como grillos espantados. 

Pruebas de la cazuela, y le das el visto bueno a los huevos revueltos imaginándotelos con ajo, cilantro y ají. Afuera está la tina con agua que recién llené. Es agua de pozo, fresca y dulce.

Salgo al patio y quedo pendiente tuya. ¡Ah!, es la luna que acude a su cita de fotografía como una quinceañera que nunca cumple años!

Cuando se hace de noche y decides "fazer naninha", los fantasmas, el hambre y la luna se han ido, sólo son recuerdos de otro día maravilloso a tu lado, mientras en mi oído juegan tus suspiros entrecortados.


Marbella, 23 de mayo de 2025. Catarina


viernes, 16 de mayo de 2025

Microrrelato; el espejo del Rey

El rey Narciso mandó construir un espejo gigante en el salón del trono. Cada mañana, se miraba y exclamaba:

"¡Qué grande soy! ¡Qué majestuoso! ¡Qué divino!"

Hasta que un día el espejo le respondió:

Hasta que un día el espejo se resquebrajó, cayendo en mil pedazos. El rey, alarmado, preguntó al consejero:

"¿Qué ha pasado?"

—Su Majestad —respondió el consejero, agachando la cabeza—, parece que incluso el espejo se hartó de tanta grandeza.


Marbella, 16 de mayo de 2025. Imagen libre en la red.


viernes, 9 de mayo de 2025

Microrrelato; Habemus Papam

En la Plaza de San Pedro, el humo blanco se elevaba serpenteante hacia el cielo plomizo. La multitud contenía la respiración. "Habemus Papam", anunciaron los altavoces en latín solemne.

En el interior del cónclave, el recién elegido Papa Gregorio VII cerraba los ojos, sintiendo el peso de la tiara antes de que se posara sobre su cabeza. Todo lo que había sido, todo lo que había soñado, quedaba atrás. Pero el pasado, aunque se esconda tras los muros más altos, siempre encuentra un resquicio por donde filtrarse.

En los oscuros pasillos del Vaticano, se cruzó con Sor Beatriz. Ella mantenía la mirada baja, pero él alcanzó a ver el temblor de sus manos. La misma Sor Beatriz que solía compartir sus lecturas de teología, la misma con la que discutía sobre los misterios de la fe, la misma que lo había mirado con un brillo en los ojos que jamás podría olvidar.

Aquella tarde, cuando eran solo el cardenal Vittorio y la hermana Beatriz, ambos habían compartido más que palabras. Un roce fugaz de manos, un susurro a destiempo, un instante en el que el mundo dejó de ser santo y se convirtió en humano.

Ahora, con la sotana blanca ajustada a su cuerpo, sentía que el peso del pecado se ceñía como una segunda piel. Ella pasó de largo, y él musitó un "Ave María" casi inaudible, como quien reza por un alma perdida.

En la capilla, los cardenales lo esperaban para la primera bendición. Se arrodilló ante el crucifijo. Cerró los ojos, sintiendo el eco de aquel susurro prohibido:

"Dios nos perdone a ambos".

La multitud seguía vitoreando en la Plaza de San Pedro, pero en su pecho ardía un fuego que ni el frío mármol del Vaticano podía apagar...


Fuente de Cantos, 9 de mayo de 2025. Imagen del Papa León XIV.


viernes, 2 de mayo de 2025

Cuentos para dormir; el arco iris triste

Había una vez un arco iris que vivía en lo alto del cielo, entre nubes grises y gotas de lluvia. Aunque era hermoso, con colores que bailaban en el viento, se sentía triste. Siempre que aparecía, era porque llovía, y el sol apenas asomaba un instante antes de volver a esconderse.

"¿Por qué no puedo vivir bajo un cielo azul como los demás colores?", suspiraba.

Un día, una niña lo vio desde su ventana mientras llovía. Corrió afuera, se mojó los pies y levantó los brazos hacia él.

"¡Eres lo más bonito que he visto!", gritó.

El arco iris se sorprendió. Nadie le había dicho algo así antes. Desde ese día, empezó a prestar atención: a los niños que lo señalaban, a las fotos que le tomaban, a los silencios que provocaba en medio del mundo ruidoso.

Y entonces lo entendió: no era triste aparecer con la lluvia… porque él era la promesa de que el sol volvería.


Marbella, 2 de mayo de 2025. Imagen libre en la red.


viernes, 25 de abril de 2025

Microrrelato; Te rompiste

Te observaste al espejo una mañana y no reconociste a quien devolvía la mirada. Los días se habían vuelto grises, el alma te pesaba más que los pasos, y cada suspiro era una rendición silenciosa. Lo que antes amabas ahora dolía, y las lágrimas se convirtieron en rutina. Perdiste. Perdiste ganas, sonrisas, confianza… Te rompiste.

Te rompiste en mil pedazos sin que nadie lo notara. Pero en el silencio, empezaste a recoger los fragmentos. Uno a uno. Con temblores, con miedo, con cicatrices. Aprendiste a hablarte con ternura, a reconstruirte sin prisas, a perdonarte.

Y en el momento más oscuro, cuando pensaste que ya no quedaba nada, lo entendiste:  

Te rompiste...y por ahí entró la luz.


Cabeza la Vaca, 25 de abril de 2025. Imagen libre en la red.