viernes, 11 de julio de 2025

La estación de los sueños

¿Merece la pena esforzarse por algo o por alguien sin apenas conocerlo? Cuando se hace desinteresadamente y de forma altruista, el resultado suele ser más satisfactorio. También es cierto que por esto hecho, si existe una decepción, suele ser terriblemente más dolorosa. Pero fuera de pensar así, ayudar a alguien y comprobar que "tu empujoncito" contribuye a cumplir sus sueños, es de las satisfacciones más indescriptibles que pueden llegar a pasarte.

Para mejor explicación, un pequeño cuento que he leído hace poco;


"En lo profundo del blanco invierno de Hokkaido, en Japón, donde la nieve cubre los techos y el silencio parece eterno, había una estación de tren olvidada por el tiempo: Kami-Shirataki. La mayoría de los mapas aún la mostraban, pero nadie hablaba de ella. Solo una persona la usaba cada día.

Su nombre era Haruka, una niña de ojos grandes y mochila azul, que cada mañana caminaba entre la escarcha hasta el andén solitario. El tren llegaba puntual, como si esperara solo por ella. En realidad, así era.

Años atrás, cuando la compañía ferroviaria pensó cerrar la estación por falta de uso, descubrieron un dato inesperado: una única pasajera la usaba diariamente para ir a la escuela. En lugar de eliminar la parada, hicieron algo extraordinario. Decidieron mantenerla abierta solo por Haruka.

El tren paraba dos veces al día: una para llevarla a estudiar y otra para traerla de regreso. Los maquinistas sabían su nombre, y los relojes del tren coincidían con su horario escolar. Nunca se retrasaban, ni siquiera cuando la nieve caía pesada.

No lo hicieron por dinero. No lo hicieron por fama. Lo hicieron porque entendieron que los sueños de una niña merecían su propio viaje, su propio tren, su propio mundo.

Años después, cuando Haruka se graduó, la estación fue cerrada con serenidad. Ya no hacía falta. Pero su historia viajó más lejos que cualquier tren: una historia de humanidad en medio de rieles fríos.

Porque a veces, lo correcto no es lo rentable. Es lo humano."


Fuente de Cantos, 11 de julio de 2025. Imagen libre en la red.



viernes, 4 de julio de 2025

Cuentos para dormir; El secreto del verano

Una tarde, bajo la sombra de una higuera, mientras Lola comía una sandía, preguntó en voz alta:  

"¿Por qué a los niños nos gusta más el verano?"

Su abuela, que tejía en una silla baja, sonrió.  

—Tal vez porque el verano guarda un secreto que solo los niños pueden entender.

Lola frunció el ceño, curiosa. Entonces decidió investigar. Durante semanas, observó y preguntó a todos sus amigos y amigas: "¿Qué tenía el verano que lo hacía tan especial?"

Clara dijo que era por los helados que no se acaban. Mateo, porque podía andar todo el día en ropa cómoda y en chanclas. Lucía, porque su abuelo la llevaba al río a pescar “aunque nunca pescaran nada”.

Pero fue su prima pequeña, de solo tres años, quien le dio la mejor pista. Le dijo:  

—El verano es cuando tú juegas más conmigo.

Lola se quedó pensando. Y entonces lo entendió: el verano no era solo calor, ni vacaciones, ni helados… El verano era tiempo. Tiempo para jugar, para reír, para ensuciarse sin que a nadie le importe. Tiempo para estar juntos.

Corrió a decírselo a su abuela. Ella sonrió otra vez y dijo:  

—Eso es, Lola. El verano es el único momento en que los relojes parecen desaparecer.

Desde ese día, Lola ya no se preguntó por qué le gustaba tanto el verano. Simplemente, lo vivía.


Marbella, 4 de julio de 2025. Imagen libre en la red.