jueves, 28 de agosto de 2014

El señor del periódico

"Pues está usted de suerte, estamos teniendo unos días de sol relindos", me dice la gente con la que me voy cruzando en el país. Lo cierto y verdad, que visitar caminos, obras, y en definitiva trabajar en mis vacaciones, se lleva mejor con buen tiempo.
Disfruto de la lectura mientras mi bus va saliendo de Montevideo con destino a Rocha. El sol entra por la ventana, sin molestar, calienta mi espacio, estoy disfrutando del viaje. Parece ser que esta vez saboreo aún más este viaje. Tres horas hasta llegar a mi destino. Continúo leyendo.

"Que bueno verte de nuevo por acá Jesús. Esperamos que tengas una buena estadía", me dicen al unísono en la Oficina Técnica de Rocha. Intercambiamos pareceres por un par de horas y finalizamos nuestra jornada por hoy. Después de una agradable comida (la cual no acompaño con vino por eso de dar buena imagen en una comida de trabajo), Juan se despide de mí, indicándome donde está el hotel. "Es el mismo que el año pasado. La Intendencia solo trabaja con ese", se justifica él. "Claro que sí Juan, no importa, son solamente tres días", le contesto. Ambos sabemos pues, que el hotel no es de lo más confortable, pues ya me hospedé ahí el pasado año. "Para cenar, vienes de nuevo aquí, al City Café, ya está hablado con ellos", acaba diciendo Juan antes de irse en su coche.

"Si usted necesitara más días, sepa que tenemos disponibilidad", me dice una recepcionista entrada en años y con seria mirada. "Tienen ustedes wifi?". Hago la primera pregunta que todo turista hace en un hotel de un país extranjero. "No señor, aquí no tenemos de eso". Ya lo sabía, pienso para mis adentros renegado. Pero, "actitud positiva"!!!. 
Además, en el bar donde iré a cenar sí hay wifi, no todo es malo. "Seguiré conectado con el mundo", pienso casi en voz alta para escucharme a mí mismo mejor y aliviarme con ese detalle.

"Buenas noches señora, supongo que me recuerda. Soy el español que viene de parte de la Intendencia, estuve hoy comiendo. Vengo a cenar. Tiene usted wifi?", le digo como ansioso de saber. "Si señor. La clave es citycafe todo seguido y en minúsculas. Siéntese donde usted quiera que ahora mismo le atiendo. Le estoy trayendo la carta enseguida y usted elige lo que desee". Ya esto último casi no lo escuché. Solo me quedo con la palabra mágica "citycafe". Voy buscando mi mesa cuando "horror", que mala pinta tiene este tío. Voy a sentarme en otro lugar lejos de él. "Como puede ir la gente así?", pienso esta vez mucho más baja, mientras ya he empezado a comunicarme a través de las teclas y con mi excelente conexión de mi smartphone.
"Menudas barbas, y que sucio está, vaya pelos....uf, y seguro que es alcohólico. Solo hay que ver la botella de vino que se está bebiendo", sigo despotricando pero sin pegar ojo del teléfono.

"Ha elegido ya usted?", interrumpe mis pensamientos la camarera. "No, disculpe, aún no me ha dado tiempo", le contesto casi sin dejar de escribir. "Le puedo ir trayendo algo de beber mientras usted lee detenidamente la carta", me insiste. "Vino, traígame una botella de vino. Un Don Pascual Tannat (creo que tiene más melatonina, pienso para mí. La necesitaré esta noche y olvidarme de donde estoy durmiendo. "Claro que sí señor. La quiere usted grande o pequeña?". Dudo por un instante, miro a mi alrededor. Miro al tipo de las barbas...."Traigamela pequeña por favor".

"Mañana paso a buscarte a eso de las 7 am", me recuerda Juan tras dejarme en la puerta del hotel después de una nueva jornada de trabajo. Realmente hemos tenido un día agotador. Estoy todo lleno de polvo, con sudor, la ropa sucia, cansado, pero decido subir al hotel, coger el teléfono, un puro, e irme para el café. Me da igual ir con estas pintas. En definitiva nadie me conoce. Necesito "conectar con el mundo" a través de mi teléfono y fumar y relajarme.
Cruzo la esquina, el café apenas está a dos cuadras, como aquí dicen. Hace un lindo día, quizás me siente en la terraza. Vaya, ahí está de nuevo el tipo de las barbas. Con la misma ropa, pintas de sucio, de vago. Pero su cigarro y su copa que no le falte. Me da incluso "repelús" pasar a su lado, incluso debe oler mal. Voy a pedir algo. Tal vez un té. 

"Buenas tardes", me saluda al entrar por la puerta del bar junto a la que él está sentado. "Vaya, incluso parece educado", pienso para mí. Tendré que acostumbrarme a tenerlo aquí en la estancia que me queda. Aunque bueno, un par de días más y ya está. "Actitud positiva!!!".
Esta noche, tomaré de nuevo vino, incluso tal vez un whisky en la sobremesa, y así dormiré como un bendito en el hotel cutre que me tocó alojarme. En definitiva, al tener que madrugar, la noche se me hará más corta.

"Buenos días señora, le indico que hoy en la tarde dejaré la habitación, pues regreso a Montevideo". Dejo la llave, y salgo a la puerta a esperar a que venga Juan a recogerme. Es la hora de trabajar. Salgo a la puerta de la calle, y ahí está él de nuevo. El tipo de las barbas. Que pesadilla, me lo voy a encontrar en todos lados hasta irme.
"Buenos días señor". Me saluda. "Buenos días", le contesto. 
Esperamos ambos en la puerta del hotel. "Que demonios hará levantado tan temprano este vago", pienso tan en voz baja, que casi no me escucho a mí mismo. Hay un silencio, sólo roto por los coches que pasan por la calle camino del trabajo. De repente, me mira. Uf, parece que va a hablarme. "Vaya mierda de hotel en el que nos estamos quedando, eh amigo?", me dice súbitamente. Me quedo sin palabras, solo puedo asentir con la cabeza. Al poco, llega un coche, para en la puerta del hotel. Parece una cuadrilla de trabajadores. "Pase buen día", me dice mientras sube al coche.

"Espero que volvamos a coincidir alguna otra vez y que tengas buen viaje de vuelta". Son las últimas palabras que escuché de Juan antes de dejarme en la puerta del City Café. Entro por una de las puertas laterales del local, mientras saco mi teléfono del bolsillo. "Vaya faena, estoy sin batería". Me acerco a la barra y me recibe la señora que hay detrás con un "como le va señor. Qué se le ofrece?". Le contesto, "póngame por favor un té. Ah, por cierto, me pareció ver por aquí en estos días el periódico. Lo tendría usted por ahí si es tan amable?". "Claro que sí, como no, pero en estos momentos lo tiene el señor que está allá". Me hace una indicación hacia la puerta principal de la calle. Miro hacia fuera, y haciendo referencia al tipo que se ve a lo lejos de espalda, le digo con una mueca maliciosa en mi cara, "a quien se refiere, al señor de las barbas?". "Eso es, me refiero a él. Siempre le gusta leerlo cuando viene de trabajar, pero si se lo pide, a buen seguro no tendrá inconveniente en cedérselo. Y por cierto, aquí lo conocemos como "el señor del periódico".




El señor del periódico. Fotografía de Jesús Apa.

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