Mis gatos, Totó y Alfredo, no paran de dormir durante todo el día. Yo trato de darles juego, provocarlos, hacerles rabiar..., pero a la mínima que me descuido, buscan un sitio, cualquiera, se acomodan en una posición, y se hacen un ovillo con sus cuerpecitos peludos para echarse a dormir.
Y claro, hace unos días quedé preocupado. No sé si es normal tanta pereza, porque es como si no existieran, así que les pregunté;
"¿Cómo es que pasáis todo el día durmiendo?"
-- Es que nosotros, (que no sabemos si es así con todos los felinos), somos de hábitos nocturnos. Es por la noche, cuando tenemos toda nuestra actividad; cazamos, nos alimentamos, jugamos..." --, se atrevió a decirme Alfredo. Yo, me lo creí.
Hace un par de noches, el insomnio se apoderó de mí. Pasaban las horas y no conseguía pegar ojo, no paraba de dar vueltas en la cama. Quizás por el bochorno y calor, así que salí fuera a tomar un poco el aire. Y mira por dónde, que vi a mis dos gatos enroscados uno al otro, ronroneando, en el séptimo sueño. Obviamente, los desperté.
"¡Pero bueno!; ¿vosotros no sois de hábitos nocturnos?". Pregunté, casi enojado.
-- A ver, déjame explicarte..., -- se adelantó a decirme Totó. -- Cuando se trata de dormir, al igual que los humanos, siempre mentimos un poco y solemos decir que dormimos menos de lo que realmente lo hacemos... --
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