Ella se bañaba con agua caliente y el ángel de la guarda, por cuidar su plumaje, se quedaba afuera, pendiente de ella. El vapor que envolvía al baño ocultaba otro ser, tal vez diabólico, que con caricias precisas la hacía sacar intensos gimoteos mientras columpiaba la cadera llenando su centro, haciéndola entrar en un sosegado trance. Ella disfrutaba del placer de aquel momento febril.
Ángel y demonio, que no se conocían, sonreían satisfechos pensando cada cual, que estaban haciendo correctamente su trabajo...
Cabeza la Vaca, 6 de agosto de 2021. Imagen libre en la red.
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