viernes, 3 de mayo de 2024

Microrrelato; Sales de baños

La relación que teníamos era idílica. Y hablo en pasado, porque mis febriles celos me jugaron una mala pasada.

Resulta que todos los fines de semana, tras la frenética vida laboral, mi novia y yo nos tirábamos a la buena vida. No faltaban las gustosas cenas regadas con los mejores caldos, las tardes de peli, manta y sofá, pero sobre todo, lo que más me apasionaba de ella, era el cuidado que hacía sobre mi cuerpo, sobre todo, de mis pies. 

Todos los viernes por la noche, como si se tratara de un premio, encendía unas velas, abría una botella de vino, llenaba la bañera de agua caliente, ponía sales de baño y me daba un fabuloso masaje en los pies. Ella, frente a mi y como enterrada en el vapor y las sales de baños, frotaba mis pies como si se hubiera formado en una prestigiosa Universidad para solamente hacer eso.

Ponía crema, frotaba sus manos y de forma suave, iba de arriba hacia abajo, invertía el sentido del movimiento, apretaba los dedos de mis pies y para finalizar, después de largo tiempo así, cortaba delicadamente las uñas.

Después de cientos de viernes tocando el cielo, hubo uno, en que me dijo que salía a cenar con sus colegas de trabajo, pues despedían a alguien y entendía que debía ir. No sé qué narices se me pasó por la cabeza, que me puse celoso, le grité e imaginé decenas de cosas sin ningún sentido. Ella, que no esperaba ni por asomo ese repulsivo comportamiento por mi parte, me abandonó al día siguiente, asustada que aquello pudiera ir a más.

Después de aquel grave error por mi parte, hoy voy por la vida deambulando sin amor y con los pies hechos un desastre...  

Marbella, 3 de mayo de 2024. Imagen libre en la red.


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