¿Merece la pena esforzarse por algo o por alguien sin apenas conocerlo? Cuando se hace desinteresadamente y de forma altruista, el resultado suele ser más satisfactorio. También es cierto que por esto hecho, si existe una decepción, suele ser terriblemente más dolorosa. Pero fuera de pensar así, ayudar a alguien y comprobar que "tu empujoncito" contribuye a cumplir sus sueños, es de las satisfacciones más indescriptibles que pueden llegar a pasarte.
Para mejor explicación, un pequeño cuento que he leído hace poco;
"En lo profundo del blanco invierno de Hokkaido, en Japón, donde la nieve cubre los techos y el silencio parece eterno, había una estación de tren olvidada por el tiempo: Kami-Shirataki. La mayoría de los mapas aún la mostraban, pero nadie hablaba de ella. Solo una persona la usaba cada día.
Su nombre era Haruka, una niña de ojos grandes y mochila azul, que cada mañana caminaba entre la escarcha hasta el andén solitario. El tren llegaba puntual, como si esperara solo por ella. En realidad, así era.
Años atrás, cuando la compañía ferroviaria pensó cerrar la estación por falta de uso, descubrieron un dato inesperado: una única pasajera la usaba diariamente para ir a la escuela. En lugar de eliminar la parada, hicieron algo extraordinario. Decidieron mantenerla abierta solo por Haruka.
El tren paraba dos veces al día: una para llevarla a estudiar y otra para traerla de regreso. Los maquinistas sabían su nombre, y los relojes del tren coincidían con su horario escolar. Nunca se retrasaban, ni siquiera cuando la nieve caía pesada.
No lo hicieron por dinero. No lo hicieron por fama. Lo hicieron porque entendieron que los sueños de una niña merecían su propio viaje, su propio tren, su propio mundo.
Años después, cuando Haruka se graduó, la estación fue cerrada con serenidad. Ya no hacía falta. Pero su historia viajó más lejos que cualquier tren: una historia de humanidad en medio de rieles fríos.
Porque a veces, lo correcto no es lo rentable. Es lo humano."
No hay comentarios:
Publicar un comentario