viernes, 4 de abril de 2025

Microrrelato; La lechuza

Había un hombre llamado Tomás, conocido por todos en el manicomio por sus ideas extrañas y su peculiar obsesión con las aves. Cada noche, al caer el sol, se sentaba en su ventana, mirando en silencio las estrellas. Pero lo que realmente lo hacía suspirar, no era el cielo estrellado, sino una lechuza. Una lechuza que aparecía siempre a la misma hora, con sus grandes ojos dorados que parecían brillar en la oscuridad. Tomás estaba convencido de que ella era su alma gemela, el amor de su vida.

La lechuza nunca se le acercaba, pero Tomás la observaba con devoción. La miraba durante horas, hasta que el sueño comenzaba a apoderarse de él. Sus ojos se cerraban lentamente, pero su corazón seguía latente, esperando que ella viniera más cerca, tal vez algún día, tal vez esa noche. Sin embargo, la lechuza siempre mantenía su distancia, y Tomás, con los párpados pesados, caía dormido antes de que pudiera escuchar su canto.

Durante el día, Tomás vivía como un hombre agotado. Sus compañeros de manicomio le preguntaban por qué siempre tenía tanto sueño, pero él solo sonreía y decía: “Es que ella aparece cuando todos duermen… y yo tengo que esperarla”. Nadie entendía a qué se refería, pero eso a Tomás no le importaba. Su amor nocturno era suyo y solo suyo, un secreto compartido con la luna y el viento.

Una noche, Tomás decidió que no caería dormido esta vez. Se quedó despierto, mirando fijamente la oscuridad, esperando que la lechuza viniera. Pasaron las horas, pero ella no apareció. El cansancio comenzó a envolverlo, pero él no quería rendirse. "Si no viene hoy, vendrá mañana", pensó, cerrando los ojos por un momento. Cuando los volvió a abrir, ya era demasiado tarde. La lechuza se había posado en el árbol frente a su ventana, pero él estaba tan dormido que no pudo verla.

Al despertar, Tomás se dio cuenta de que la lechuza ya no aparecía. El amor que él había esperado durante tantas noches parecía haberse desvanecido, como un sueño que se esfuma al alba. A partir de entonces, ya no esperó más. Aprendió a dormir por la noche, sin buscar nada más que el descanso. Porque, al final, comprendió que algunas cosas solo existen en la quietud del sueño, y que, a veces, es mejor dejar ir lo que nunca estuvo realmente cerca.


Fuente de Cantos, 4 de abril de 2025. Imagen libre en la red.



viernes, 28 de marzo de 2025

Cuentos para domir; Reunión en el bosque

En lo más profundo de un bosque antiguo, donde los árboles hablaban entre sí en susurros de hojas y la luna se colaba entre las ramas con timidez, se celebraba una reunión muy especial. Una vez cada cien años, los animales del bosque se reunían en círculo bajo el Gran Roble para tomar una decisión de gran importancia: ¿quién sería el guardián de los sueños de una niña humana?

Esa noche, el aire estaba cargado de misterio y expectación. Los búhos llegaron primero, en silencio, posándose en las ramas más altas. Luego, el ciervo blanco, siempre elegante, caminó hasta el claro con pasos solemnes. A su lado venía la zorra roja, con los ojos brillando de picardía. El oso pardo, la liebre de nieve, el lobo gris, la tortuga del río y hasta el murciélago del campanario tomaron su lugar en el círculo.

En el centro, el Gran León, anciano y sabio, habló con voz ronca:

"La niña se llama Cata. Apenas tiene dos años y cada noche se acuesta temblando, temerosa de monstruos que no existen. Pero también sueña con volar, con correr por prados infinitos, con hablar con estrellas. Necesita un guardián. Alguien que la visite en sueños y la acompañe. ¿Quién será?"

Los animales guardaron silencio. Luego, uno por uno, hablaron.

—Yo podría ser , dijo el lobo, porque sé proteger. En mis sueños ella correrá valiente y sin miedo.

—Yo también , dijo la tortuga. Le enseñaré a tener paciencia, a que los sueños no se alcanzan corriendo, sino creyendo.

—Y yo, añadió la hiena, le mostraré la risa. Haré que los monstruos bailen con sombreros ridículos.

Cada animal tenía una razón, un don, una historia. Todos eran valiosos. Pero Cata solo podía tener uno como guía.

Entonces, un leve aleteo interrumpió la reunión. Una pequeña mariposa nocturna, que hasta entonces nadie había notado, se posó en el centro del círculo.

"¿Y tú?" — preguntó el Gran León, sorprendido —. "¿También quieres hablar?"

—No vengo a hablar, vengo a ofrecerme —susurró la mariposa, con una voz que parecía hecha de brisa del mar —. Yo no espanto monstruos ni doy grandes lecciones. Pero en mis alas llevo los colores de la imaginación. Puedo volar con ella a mundos desconocidos, donde todo es posible.

Hubo un largo silencio. Luego, el ciervo blanco inclinó la cabeza. La liebre de nieve aplaudió con sus patas delanteras. El gran oso sacó infló su pecho satisfecho con lo que escuchaba. Uno a uno, los animales asintieron.

El Gran León cerró los ojos y proclamó:

"Así sea. Mariposa de los Sueños, tú cuidarás a Cata."

Y desde aquella noche, cuando Cata duerme, una pequeña mariposa aparece en sus sueños. Juntas atraviesan cielos con nubes de azúcar, mares de tinta y selvas flotantes. Y cuando el miedo asoma, la mariposa bate sus alas y lo transforma en polvo de estrellas.

Cata ya no teme dormir. Porque sabe que alguien la espera en sus sueños y los llena de colores.


Marbella, 28 de marzo de 2025. Imagen libre en la red.


viernes, 21 de marzo de 2025

Cuentos para dormir; La primavera de Lila

Lila era una niña curiosa que amaba salir a jugar al jardín. Un día, al despertar, notó que el aire olía diferente, como a flores dulces y tierra mojada. Al asomarse por la ventana, vio que los árboles estaban llenos de pequeños brotes verdes y las flores comenzaban a abrir sus pétalos de colores. 

—¡Ha llegado la primavera! — gritó emocionada.  

Sin perder tiempo, Lila corrió afuera y, para su sorpresa, el cielo estaba lleno de mariposas de todos los colores: azules como el cielo, amarillas como el sol y rosadas como las flores más dulces. Una mariposa azul de alas brillantes se posó en su hombro y le dijo con voz suave:

"Hola, soy Maru, la guardiana de las mariposas mágicas de la primavera. ¿Quieres conocer nuestro secreto?"  

Lila asintió con los ojos llenos de ilusión. Maru aleteó y, de pronto, cientos de mariposas formaron un arcoíris en el aire.

" Cada primavera — explicó Maru—, nosotras despertamos a las flores con nuestros bailes y llevamos alegría a todos los rincones. Por eso, cuando veas muchas mariposas, sabrás que la magia de la primavera está cerca."  

Lila siguió a Maru y a su grupo de mariposas por el jardín. Vio cómo, al pasar, las flores se abrían en un estallido de colores y las mariposas dibujaban caminos de luz en el aire. Las abejas zumbaban felices y los pájaros cantaban como si celebraran la llegada de la estación más bonita del año.  

"La primavera es un regalo —le dijo Maru—. Trae vida, colores y sueños nuevos. Y tú, Lila, ya eres parte de nuestra misión: cuidar la naturaleza y nunca dejar de soñar."  

Desde ese día, Lila decidió cuidar del planeta todos los días y, cada vez que la primavera llegaba, Lila salía al jardín y saludaba a sus amigas las mariposas. Sabía que, con ellas, la magia siempre volvería a su lado. 


Fuente de Cantos, 21 de marzo de 2025. Imagen libre en la red.




 



viernes, 14 de marzo de 2025

Microrrelato; Lloviendo sobre mojado

Al principio, la lluvia fue bienvenida. "Qué bien, refrescará el ambiente", decían los ingenuos del pueblo. Pero nadie, absolutamente nadie, podía prever lo que vendría después. El primer día fue agradable. El segundo, tolerable. Para el quinto, ya comenzaban las primeras señales de desesperación: paraguas rotos, charcos estratégicamente ubicados para atacar con furia los zapatos de los desprevenidos, y un silencio incómodo entre vecinos que ya no sabían de qué hablar salvo del maldito aguacero.

Las casas comenzaron a mutar. Lo que alguna vez fueron cómodos hogares con alfombras y muebles de madera, se convirtieron en pequeños arcas improvisadas. Sofás flotaban con la dignidad de barcos a la deriva y algunos aseguraban haber visto peces nadando en los pasillos de sus casas.

Los niños aprendieron a nadar antes de decir su primera palabra. Las abuelas, hartas de la humedad en sus huesos, tejieron bufandas tan largas que servían como sogas para rescatar a quienes la corriente arrastraba. Los gatos, esos reyes del descanso, abandonaron sus hogares para buscar refugio en techos que ya eran propiedad exclusiva de las gaviotas migratorias, que confundieron el pueblo con una extensión del mar.

El panadero del barrio, que solía levantarse al alba con su típico humor amable, comenzó a vender pan flotante. "Garantizado que dura seco al menos tres minutos", prometía con lágrimas en los ojos. La tienda de impermeables subió los precios hasta niveles escandalosos. "Es el nuevo oro", murmuraban los desesperados clientes

La radio local dejó de hablar del clima porque ya no tenía sentido. "Hoy lloverá", era una frase redundante. En su lugar, comenzaron a transmitir consejos para sobrevivir a la humedad extrema. "¿Cómo encender fuego en un mundo sin sequedad?", "Cómo aceptar que el sol fue un mito urbano", y "¿Realmente necesitamos zapatos si ahora vivimos como anfibios?" fueron algunos de los programas más populares.

Pasaron los meses y los habitantes comenzaron a olvidar cómo era el cielo sin nubes. Algunos aseguraban haber visto el sol una vez en su vida, pero nadie les creía. "Eso fue un sueño", les decían, con la resignación de quien ha aceptado su destino de criatura semiacuática. 

Hasta que un día… dejó de llover. Por primera vez en meses, el sol apareció. El pueblo salió a mirar, con los ojos entrecerrados y la piel pálida como vampiros. Todo estaba en silencio… hasta que alguien susurró, con terror:

"Hace… calor".

Y sin decir más, todos corrieron desesperados pues sabían, que en poco tiempo, echarían de menos la lluvia.


Marbella, 14 de marzo de 2025. Imagen libre en la red.



viernes, 7 de marzo de 2025

Cuentos para dormir; La máscara de cristal

Peter era el único príncipe heredero del reino, pero siempre había tenido muchos complejos, y todos ellos hacían que sufriera una gran timidez. Su padre, el Rey, consciente de ello, trató de ayudarlo, así que organizó en el gran salón del castillo, una fiesta de carnaval, donde todos los invitados irían con sus mejores disfraces. Peter, como siempre, trataba de no llamar la atención, y se puso a ver el espectáculo de baile y fiesta desde una zona alejada, tal y como su padre esperaría que hiciera. 

De repente, una persona disfrazada y muy misteriosa, le susurró al oido y le dijo que se pusiera una máscara, que al contrario que las demás, era invisible, pero causaba el mismo efecto en quien la llevara puesta. Notó que algo le presionaba levemente los ojos, y una máscara invisible quedó colocada delante de sus ojos.

Decidió probar aquella máscara, y con el paso de los días, había aprendido a ocultar sus verdaderos sentimientos detrás de la máscara de cristal. No era un antifaz cualquiera; era tan transparente y brillante que nadie notaba que la llevaba puesta.

Peter había descubierto que, con la máscara, nunca tenía que mostrar tristeza, miedo o enojo. Cuando se sentía solo, su máscara sonreía por él. Cuando tenía miedo de fallar, su máscara mantenía un gesto sereno. Con el tiempo, comenzó a mostrarse descaradamente en público, asistiendo a todos los actos oficiales del reino, y los demás lo admiraban por su aparente perfección, pero ya nadie recordaba al verdadero Peter.

Un día, el rey anunció un gran desafío: quien lograra cruzar el Bosque de los Espejos y llegar al otro lado con el corazón intacto, recibiría un regalo más valioso que todo el oro del mundo. La recompensa atrajo a valientes caballeros, sabios y aventureros. Peter, aunque dudaba, decidió intentarlo con el consentimiento del Rey, su padre.

El Bosque de los Espejos no era un bosque común. Estaba lleno de espejos que reflejaban no solo la imagen de quien los miraba, sino también su verdad más profunda. A medida que Peter avanzaba, vio su reflejo en ellos: al principio, su máscara brillaba como siempre, pero luego, poco a poco, comenzaron a aparecer grietas.

Los espejos le mostraban sus miedos, su soledad, sus deseos ocultos. Por primera vez, Peter vio al niño triste detrás de la máscara. Trató de apartar la mirada, pero los espejos estaban por todas partes.

—No quiero ver esto — gritó espantado.

Entonces, un espejo frente a él se quebró por completo, y con él, la máscara de cristal se desmoronó en mil pedazos. Peter cayó de rodillas, sintiéndose desnudo, vulnerable. Pero, al levantarse, notó algo extraño: el aire era más ligero, su rostro se sentía libre. Se miró en otro espejo y, por primera vez, vio su verdadero reflejo. No era perfecto, pero era real.

Cuando finalmente salió del bosque, el rey lo esperaba con una sonrisa.

"Has pasado la prueba" —dijo—. "El regalo que prometí no es oro ni joyas, sino el conocimiento de que la verdad es el mayor tesoro. Ahora eres libre de ser quien realmente eres".

Desde ese día, Peter vivió sin la máscara. Al principio, fue difícil, pues había pasado tanto tiempo oculto que le costaba mostrarse vulnerable. Pero con el tiempo, descubrió que ser él mismo lo hacía más fuerte que cualquier ilusión de perfección.

Y así, aprendió que la belleza de una persona no está en la máscara que lleva, sino en la luz que deja brillar desde su interior.


Marbella, 7 de marzo de 2025. Imagen extraía de un tebeo de carnaval.




viernes, 28 de febrero de 2025

Microcuento; El puente invisible

Hace ya muchísimos años que conocí a un tipo muy peculiar. He hablado en algunas ocasiones de él en estos posts, y siempre tendrá mi reconocimiento como un gran amigo y un hombre lleno de valores. La distancia, hace que no nos veamos a menudo y nuestras conversaciones sean más lentas y difusas, pero ambos sabemos que nos tenemos.

También de estas amistades se alimenta el ser humano; hay que alumbrar el camino y rellenar el espacio profundo que a veces deja la distancia. Como mi hija aún es pequeña, necesitaré explicarle con un cuento, el valor de este tipo de relaciones...


Luna y Leo eran los mejores amigos del bosque. Jugaban entre los árboles, inventaban historias y compartían risas bajo la luna. Pero un día, Leo tuvo que viajar muy lejos, más allá del río que nadie había cruzado jamás.  

—¿Y si nos olvidamos? —preguntó Luna con tristeza.  

—No lo haremos —dijo Leo—. La amistad es como un puente invisible: aunque no lo veas, siempre está ahí.  

Los días pasaron, y aunque Luna extrañaba a Leo, cada vez que veía algo que le recordaba a él—una hoja dorada, una nube con forma de león—sentía el puente fuerte y brillante en su corazón.  

Un día, cuando menos lo esperaba, Luna escuchó su risa llevada por el viento. Miró al otro lado del río y vio a Leo saludando. No importaba la distancia, su puente invisible siempre los uniría. 

 

PD: Feliz cumpleaños, mi gran querido amigo y hermano Mikki Paajanen


Marbella, 28 de febrero de 2025. Fotografía de diciembre de 2012, Córdoba.




viernes, 21 de febrero de 2025

Microrrelato; El carnaval de las máscaras

En medio del bullicio del carnaval, María llevaba su máscara más preciada, una de plumas doradas y piedras brillantes. Nadie la reconocía, y eso le gustaba. Se movía entre la multitud, disfrutando de la música y los disfraces extravagantes, cuando vio a un hombre parado en la esquina, con una máscara tan sencilla que casi pasaba desapercibida. 

Él la miró, sonrió y dijo: "La verdadera libertad está en no esconderse detrás de una máscara." 

María, sorprendida, se quitó la máscara, solo para descubrir que él ya había desaparecido. Ahí se dio cuenta, que ser uno mismo es lo que realmente nos libera...


Cabeza la Vaca, 21 de febrero de 2025. Imagen libre en la red.