viernes, 11 de octubre de 2024

Microrrelato; Lluvia y fuego

El murmullo constante de la lluvia golpeaba las ventanas, como si la naturaleza contara una historia interminable. En el interior, la chimenea crepitaba suavemente, sus llamas danzando al compás de una melodía de piano que flotaba en el aire. Cada nota parecía fundirse con el calor del fuego, llenando la habitación de una tranquilidad palpable.

A su lado, su hija dormía, acurrucada bajo una manta, el rostro sereno, ajena a la tormenta que azotaba el mundo exterior. Había pasado incontables tardes así, entre la lluvia y el vino, siempre sintiendo una especie de paz efímera. Pero esta vez era diferente. Esta vez, el peso de ese instante parecía anclarse en su alma, como si la presencia de su hija le hubiese dado un significado que antes no alcanzaba a comprender.

Observó las pequeñas manos que alguna vez había sostenido con fuerza, y de pronto sintió que cada gota de lluvia afuera era un latido de los años que se habían escapado. Había vivido muchos momentos así, pero ninguno como este. Nunca el calor del hogar y el sonido del piano habían estado tan llenos de vida, de amor, y de una melancolía que ahora entendía mejor que nunca. 

El fuego seguía ardiendo, la lluvia no cesaba, pero todo, de alguna manera, era más profundo, más real. Sabía que recordaría este día cuando la música cesara y el fuego se apagara, porque por primera vez, lo había compartido con la persona que más le importaba en el mundo.



Cabeza la Vaca, 11 de octubre de 2024. Fotografía de Jesús Apa.



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