viernes, 12 de abril de 2019

La vieja pero alegre camioneta

Con la vieja camioneta recorro las montañas, los verdes prados, cruzo los ruidosos y vigorosos ríos. Traquetea, tiembla y resuenan sus muelles pero lo hace porque quiere. Es cómoda y me gusta mirar su bolsita con flores de jazmín que cuelga del espejo. Deja un olor a primavera dentro que impregna todo el espacio.

Entonces veo a esas tres pequeñas niñas con su mochila a la espalda que caminan por la senda y se montan en la camioneta sin pensarlo un segundo. Juegan, gritan y se disputan los asientos entre empujones, ríen a carcajadas con sus provocadoras cosquillas y vuelven a llenar toda la camioneta de fantasía con las conversaciones que se inventan sobre la marcha. 

Por el rabillo del ojo disfruto como si fuera yo otro joven de su edad. Entonces bajan de la camioneta, vuelven a colgarse sus mochilas y corren a todo prisa camino de la escuela mientras me lanzan besos al aire. Abro la ventana y así entran dentro de la camioneta para que se queden ahí el resto del viaje.

Aunque ya no están, sus risas, sus travesuras y su energía aún flotan dentro de la camioneta. Ahora suena una linda música en la radio, subo el volumen y desafío este momento para que dure eternamente mientras canto la canción porque descubro que me sé la letra..

Entonces una increíble luz invade toda la camioneta. No solo por esas risas de antes, no solo por esas niñas..., también por las montañas, los árboles, por los ríos... Absolutamente todo lo que me voy encontrando a mi paso luce radiante, con una luz que jamás había visto.  

Y, abriendo la boca, engullo a bocados toda la luz que me es posible antes de que se apague,  antes de que se la lleve cualquier inesperado y estúpido problema crecido en el fértil mundo de los adultos.

Es cuando descubro que no voy en ninguna camioneta, que no ha habido niñas, ni risas ni cosquillas, y que tampoco he cantado ninguna canción. Miro a los lados a ver si hay montañas, prados verdes, ríos..., y no, no hay absolutamente nada de aquello.

Sin embargo, me pregunto si soy feliz. Y descubro que sí, que lo soy, y con muy poco, con apenas poquitas y simples cosas. Entonces pienso que cuando vuelva a montar en mi vieja y alegre camioneta y suban a ella esas niñas, aparecerán las hermosas montañas, los lindos árboles, los caudalosos ríos... 

Debo pues, buscar esas preciosas flores de jazmín y meterlas en la pequeña bolsa...



Cabeza la Vaca, 12 de abril de 2019. Imagen libre en la red

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