viernes, 17 de mayo de 2019

Las distancias

El día que salía el sol por la mañana, todo era distinto. Como si alguien lo hubiera puesto allí intencionadamente para alegrarme por toda la jornada. Los pensamientos de mi cabeza eran también distintos, por eso que siempre decidía salir a correr, pues ese era buen momento para resolver la cosas incómodas de mi mente.

Y esa tarde, en que el sol seguía brillando, (porque alguien decidió ponerlo ahí arriba), salí a correr. Es curioso porque, los días que está nublado, todo cuesta un poco más. Ese día de primavera no; por eso que estaba animado. Y pensaba alegremente en mis cosas. Ropa cómoda, un paso tras otro y el cuerpo te sigue. Vas avanzando y, el pensamiento, curiosamente, también se acelera.

Pues imagínate que sales a correr en el kilómetro 4,5, y comienzas a avanzar en sentido descendente. Los primeros pasos, metros, kilómetros..., ligeros y urgentes, para más tarde, llegar al ritmo constante que ese día te confieres. Llegas a ese momento equilibrado dónde, tus piernas y los latidos de tu corazón, entran en una armonía perfecta. Así estaba cuando, llegando al kilómetro 1 vi a dos señores de edad avanzada charlando.

Pasé a su lado y fijaron su mirada en mí. Les di cordialmente las "buenas tardes" y continué mi camino. Ellos en cambio, no me quitaron ojo, tampoco me dijeron nada aunque me dio la sensación que se quedaron con ganas de hacerlo. Yo continué mi carrera pero pensando en ellos pues, en apenas un kilómetro daría la vuelta y seguramente iban a seguir ahí. Aceleré el ritmo no fuera que tardara demasiado y se fueran. No sé por qué, pero sabía que iba a tener una conversación con ellos.

En el kilómetro cero, volví sobre mis pasos con el corazón acelerado. Apenas tomé la curva que me ofrecía la vista hacia ellos, allí estaban, quietos y con la mirada sonriente en mi dirección, como sabiendo que volvería pronto y habían acertado. Sin saber el motivo, me sentí nervioso, bajé el ritmo y traté de no pensar al pasar por su lado. Justo al hacerlo, y dando ya por hecho que no ocurriría nada, uno de ellos me habló;

"¿Vas muy lejos, hijo?" , me preguntó.

De repente me detuve y me giré hacia ellos, pues ya los había sobrepasado. Mi respuesta fue evasiva aunque quizás un poco absurda. 

-- No mucho, voy hasta el kilómetro 4,5 --

"¿Y después?", me preguntó el otro señor.

Vacilé un poco en mi respuesta... "Después, nada..., ya habré acabado la carrera"

"Ah bien. Por tu ritmo, pensé que no te detendrías y seguirías mucho más lejos, sin un destino final", volvió a decirme uno de ellos.

Ante aquellos comentarios, pensé a todas luces que me estaban tomando el pelo, así que no quise ser menos y traté de participar de aquella extraña conversación.

-- ¿Y ustedes qué? ¿Piensan estar toda la vida en el kilómetro 1? --, les dije en tono irónico.

"Bueno, nos han contado que hay un kilómetro 2, así que aquí andamos esperándolo", -- volvió a decir uno de ellos.

Aquellos hombres, a pesar de su edad, seguían teniendo un magnífico sentido del humor. No pude más que seguirle la corriente.

-- Así es, hay un kilómetro 2. De hecho, me lo voy a encontrar ahora de vuelta... ¿No les gustaría acompañarme? --

"Nosotros seguiremos esperándolo aquí", volvió a decir uno de ellos.

-- ¡Pero apenas si hay distancia! Está aquí al lado. Les acompañaré encantado. --

Fue entonces que ocurrió algo inesperado. Uno de ellos se acercó hacia mi, me tomó cariñosamente del brazo y me dijo....

"Hijo mío, las distancias no son las mismas depende de para quién. Habrá una gran distancia con tu meta si esperas indefinidamente a que algo ocurra y no haces nada para ello. Habrá una gran distancia con las personas si no tratas de acercarte a quienes amas. Habrá una gran distancia para ti si, una vez que llegas dónde querías, no te sientes feliz ahí. ¿Entiendes ahora por qué no necesitamos salir del kilómetro 1? Aquí lo tenemos todo..., por eso que ya no hay distancias algunas para nosotros..."

Seguí corriendo... No sé si más lento, si más rápido. Con más o menos cansancio. En cambio, de lo que si estaba seguro es que una vez llegara dónde debía, ya no necesitaría ir a ningún otro lado...


Cabeza la Vaca, 17 de mayo de 2019. Fotografía de Jesús Apa.







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