viernes, 30 de agosto de 2024

La vida

Digamos que la vida, pudiera ser un árbol que se balancea por la fuerza del viento. Una "mangifera indica". Algunos mangos caen, estrellándose en las piedras del río. Después, la corriente los arrastra entre hojarasca y palos. Una porción se va adaptando, volviéndose agua, piedra, aire... Otros en cambio, quedarán entre las zarzas, cubiertos de lodo, a un lado de los sapos que en la noche, charlarán de sus cosas con la luna, siendo ésta siempre inalcanzable.

Digamos que la vida, algunas veces, es como una inmensidad que te atrapa como un viento fastidiado, que te envolverá a su antojo y jugará contigo hasta aburrirse. Y años después, sin esperarlo, dos mangos adolescentes apuntarán con sus espigas al cielo, darán fruto al pájaro y cobijo a la luna, esta vez enamorada de los sapos.

Digamos que la vida, es como si el cielo fuera un racimo pesado de luces y oscuridades.


Marbella, 30 de agosto de 2024. Imagen libre en la red.


viernes, 23 de agosto de 2024

El tío Ambrosio

El tío Ambrosio se solía morir dos veces al día. Una, con mi arco de apache cuando entraba en casa todas las mañanas, y otra, con la espada de mi hermano todas las tardes cuando llegaba del cole y se vestía de pirata.

Al final del día, mi hermano y yo siempre discutíamos sobre con quien moría mejor; para mí, no había punto de comparación. Yo, que iba vestido de piel roja, con mis plumas y todo, acertaba siempre con mi arco, y caía para atrás desplomado, poniéndose la mano en el pecho y haciendo el gesto como que mi flecha lo había atravesado.

En cambio, ni la espada de mi hermano era de la época pirata, ni solía nunca darle un golpe certero como para que muriera de la forma que lo hacía, que era encorvado y cayendo poco a poco al suelo. En cambio mi madre, siempre decía que solía morirse igual de bien con los dos.

Pero eso ocurrió esta mañana, cuando un coche lo lanzó por los aires mientras se dirigía a nuestra casa a recogernos para ir al cole. Mientras nosotros, desde la puerta, saltábamos y aplaudíamos como nunca.


Marbella, 23 de agosto de 2024. Imagen libre en la red.


  

viernes, 16 de agosto de 2024

Las vacaciones

Cuando estoy de vacaciones, mi descanso suele llevarse mal con mi conciencia. Mi rutina suele ser la de recostarme bajo un frondoso castaño, y mientras siento el viento fresco de la montaña, diviso el camino. Ahí van los arrieros con su mula cargada de paja, que llevan al pastor que hay más abajo, que ayuda a descargarla para alimentar sus ovejas.

Se ve al aguador, que acarrea los cántaros desde la fuente para dar de beber al ganado. Aunque hace unos días que hubo tormenta, gracias a la humedad, los más viejos del lugar, salen al campo a buscar y cortar los primeros boletus, que venden en el mercado del pueblo.

Así son mis vacaciones; el trabajo está en cualquier lugar que ponga mis ojos. Yo lo veo desde esta loma y nunca me canso de mirarlo.


Marbella, 16 de agosto de 2024. Fotografía de Jesús Apa.

viernes, 9 de agosto de 2024

El señor Don Gato

Dice la canción, que estaba el señor Don Gato, sentadito en su tejado..., pero en mi cuento, el gato estaba adormilado y le entró sed en la profunda noche. Se acercó a tumbos y con el fatigante calor a beber de la piscina. Olisqueó y le llegó el aroma del cloro, que se dispersó por su nariz. 

De repente, en su reflejo, vio su nacimiento y la destrucción de sus seis vidas. Angustiado, salió corriendo para entrar en casa, buscó a su dueño y se enroscó sobre él.

Al despertar, estaba de nuevo el señor Don Gato, sentadito en su tejado, pensando si aquello se trató de un sueño o en verdad, solo le quedaba una vida. Por lo pronto, sería prudente y no bebería más el agua de la piscina...


Cabeza la Vaca, 9 de agosto de 2024. Fotografía de Jesús Apa.



viernes, 2 de agosto de 2024

Pesca nocturna

En una noche cualquiera de verano, tras una larga y placentera siesta, Don Luis salió a pescar, y aunque el río estaba manso, iba arrastrando hojarasca de la tormenta de la noche anterior.  También unos barcos de papel, que unos niños soltaron al agua y no habían naufragado aún. Con la caña, llevaba su habitual botella de vino para estas ocasiones, no sea que la jornada resultara aburrida.

Tras varias horas pescando, ni con buen cebo logró que un pez ensartara en el anzuelo. Había prometido llevar peces para la cena, y su mujer aguardaba con impaciencia y mucho apetito, pues no había nada en la alacena desde hacía días. Dio el último trago a la botella de vino, y se rascó la cabeza, como meditabundo.

De repente, un pez navegó en su imaginación, ni corto ni perezoso volteó sobre sí la caña, y la lanzó, enganchando una enorme pieza en el anzuelo. Luchó como un jabato contra tal pez, que a lo poco rondaría los treinta kilos. Lo mantuvo en jaque por unos largos minutos, hasta que dejó agotada a su caza. Recogió hilo, y regresó a casa feliz de atrapar tal bocado. 

No hubo cena, obviamente, porque "aunque la imaginación no alimenta el cuerpo, sí en cambio el alma", como así le dijo a su esposa, ya un poco ebrio... 


Marbella, 2 de agosto de 2024. Imagen libre en la red.