viernes, 10 de agosto de 2018

21 gramos

La gente no solamente tiene miedo a la muerte sino que, estando en vida, se preguntan qué ocurrirá con ellos una vez mueran. Y es cierto porque aunque parece una actitud de valentía eso de despreocuparse por nuestro futuro una vez llegue nuestra hora de morir, en el fondo, siempre queremos creer en que habrá o existirá algo en el más allá. Nos gustaría que así fuera pues, de lo contrario, nuestra existencia casi carecería de sentido.

Es por ello que hay quien cree firmemente en la reencarnación y en que venimos de otras experiencias anteriores, que pasamos a siguientes vidas futuras, representadas en otros cuerpos, incluso en otros seres, y lo que se mantiene siempre, es nuestra alma. Es algo difícil de justificar, más aún la existencia real del alma, pero es más poderosa la razón por creer y confiar en ello que la propia incredulidad científica que pueda suponer esta teoría.

Y pensaba en ello ayer mismo cuando, en una conversación con Helena, me dijo que ella preferiría que cuando muera, su cuerpo fuera enterrado, y no incinerado. Yo, en cambio, le decía que opino de forma contraria, y por eso que le pregunté cuales eran sus motivos de pensar así, a lo que me respondió:

-- Porque tengo miedo a que si me incineran, mi alma se queme junto con mi cuerpo ya inerte. --

"Eso no ocurriría nunca", - le dije -. "Tu alma, justo en el momento en el que mueres, sale de tu cuerpo".

-- Eso no es posible --, me dijo ella incrédula. -- ¿Cuál es la razón por la que piensas así?. 

"Bueno, porque quiero pensar así. Además, hay una teoría científica que, aunque antigua, llegó a esa conclusión. Es más, incluso esta teoría llegó a determinar el peso del alma cuando ésta sale del cuerpo. Pesa exactamente 21 gramos. Pero, mañana te lo explico en el post..."

El alma, el elemento espiritual e inmortal que, según muchas religiones, forma al cuerpo humano y con él construye la esencia del hombre, ha sido concebida desde el principio de los tiempos como una entidad etérea y volátil, parecida a una corriente de aire o una respiración.

La gran mayoría de estas religiones asegura que la conciencia o alma del ser humano transciende a la vida en sí, perviviendo más allá de la muerte física del cuerpo. Por eso fueron muchas las personas a lo largo de la historia que intentaron demostrar empíricamente la existencia del alma. Pero fue un tal Duncan MacDougall a principios del siglo pasado el que más insistió en sus teorías sobre el alma y en que ésta incluso podía medirse. Su argumento fue el siguiente:

"Partiendo de la base de que cuerpo y alma son distintos, y de que ésta se trata de un cuerpo separado, diferente del éter continuo e ingrávido, debe tener peso, igual que el resto de la materia. Esa sustancia, si determinamos que se desprende del cuerpo en el momento de la muerte, debe proporcionar al individuo una pérdida de peso que debe ser medible.

Para comprobar su teoría, el físico MacDougall hizo el siguiente experimento: se trasladó a un hogar de ancianos, construyó una cama especial (en realidad una báscula industrial y exacta), donde pudo experimentar sobre seis personas moribundas, pesándolas justo antes y después de su muerte.

Los resultados que él mismo determinó sobre estos pacientes moribundos, haciendo un exhaustivo peso en ellos, concluyeron con una pérdida de peso aproximada de 21 gramos justo en el momento de su muerte.

No menos curioso fue que también hizo la prueba pesando a 15 perros moribundos en balanzas, descubriendo que su muerte no implicaba ninguna pérdida de peso. Por ello concluyó que los animales no tenían alma.

El experimento de MacDougall, como era previsible, fue duramente atacado por la comunidad científica, que criticó su falta de exactitud y rigurosidad. 

Otro colega físico, Augustus Clarke, en contra de esta teoría, señaló que en el momento de la muerte se producía un repentino incremento de la temperatura corporal debido a que los pulmones dejaban de enfriar la sangre. Entonces, el consecuente incremento de la sudoración podría explicar fácilmente los 21 gramos perdidos. Clarke también agregó que los perros carecían de glándulas sudoríparas y por eso su peso no sufría ningún cambio súbito al morir.

Otros físicos también rebatieron a MacDougall asegurando que para que una masa de 21 gramos se transforme en energía y salga del cuerpo, científicamente, debe producir un haz de luz. Lo curioso es que el mismo MacDougall, quien en otro experimento intentó ver el alma mediante una máquina de rayos X, aseguró que había visto un halo de luz en 12 personas moribundas...."

Después de que lea el post, no sé si Helena creerá la teoría de MacDougall o seguirá pensando como antes. En cualquier caso, yo sigo pensando que cada persona tiene su propia alma, única e irrepetible, consciente y sensible, y que está con nosotros hasta el último de nuestros días. ¡Es seguro que existe! 

Porque, si no fuera así, ¡¿cómo es posible que alguien pueda "tocar tu alma" incluso con solo mirarte?!.


Cabeza la Vaca, 10 de agosto de 2018. Fotografía libre en la red. 

     

2 comentarios: