viernes, 17 de agosto de 2018

Correr no sirve para nada

Diría que hay muchas maneras de descubrir las ciudades o lugares que uno visita; ya sea en el bus turístico, en el barco que atraviesa el río de esa ciudad, en bicicleta, o tal vez, caminando, siendo ésta la manera más habitual. De esta forma es como más identifica a los turistas, incluso, es como normalmente se hace siendo la manera más común para descubrir lugares nuevos. Aunque hay otra forma que a título personal me parece especialmente atractiva y saludable; corriendo. No ya por la actividad deportiva que ello implica, que también, sino por la perspectiva que te genera.

Es de esa manera, en la que consigo ir a mi ritmo, (muy distinto al de otros turistas), descubriendo los lugares que luego visitaré de forma más calmada. Así como un bonito café, un restaurante, un precioso parque, la orilla del mar, de un río... Es como si tuvieras otra visión previa de la ciudad. La aprecias a una rápida velocidad para, más tarde, degustarla lentamente.

Pero no sé por qué, es en estas carreras como a veces percibo las miradas de gente que no entiende, qué hace un turista, corriendo en vacaciones. Quizás son solamente apreciaciones mías que poco tienen que ver con la realidad, pero observo en mi carrera a las personas (locales sobre todo), echándote un ojo, extrañados con tu actitud, ya sea bajo la lluvia, el frío, o con un sol radiante, que mientras al cruzar sus miradas con la mía, puedo leer sus pensamientos, o incluso a veces sus labios, diciendo; "Correr no sirve para nada".

Quien piensa como yo, estoy seguro que siempre busca un hueco en su maleta para poner unas zapatillas y algo de ropa de sport donde aprovechar el mínimo momento para, en esas en las que está visitando esa ciudad, hacer una escapada y respirar todas las sensaciones con una saludable carrera. 

Pero también habrá quien piense de manera distinta a la mía y no entienda mi punto de vista o mi versión "deportiva" de hacer turismo, o bien la perspectiva que yo pueda tener en descubrir lugares nuevos sobre unas zapatillas y a una velocidad distinta. Porque, o bien no están familiarizados con esta forma de hacerlo, o sencillamente están incluidos en esas miradas o tras los mismos pensamientos que antes comentaba, pensando a su vez que, "correr no sirve para nada".


"Esta es la historia de Ana Luiza dos Anjos Garcés. Una mujer menuda, de solamente 1.51 metros, con rastas, crestas, rulos y un aspecto desaliñado. Su presencia llama la atención con todos estos detalles; su forma de correr, también. Su apodo, Animal, quizás hagan de ella justicia, porque así tuvo que vivir la mayor parte de su vida, a través de golpes de instinto. 

Su carrera deportiva, que parece salida de un guión, comenzó precisamente viendo una película; Carros de fuego. De esos días que deambulaba mendigando por la calle, en el escaparate de una tienda de televisiones, observaba esa película. Fue entonces que decidió comenzar a correr, aunque no tenía ni ropa ni calzado, menos aún dinero para inscribirse en una carrera. Lo consiguió robando, ella y el grupo de amigos que también vivían en la calle y a los cuales les pidió ayuda.

Ana Luiza creció en una plaza en los suburbios de Sao Paulo, en Brasil. Fue abandonada en una caja junto a su hermana melliza Ana María, en la puerta de una institución para menores. Allí vivió hasta que decidió marchar para convertirse en empleada doméstica con techo y comida, pero sin sueldo. Y un día, la encontró la calle. Se instaló allí a los 19 años. Robó, consumió todo tipo de drogas, traficó con ellas y se enfrentó cientos de veces a la policía. 

Se rapó la cabeza y comenzó a vestirse como varón luego de un intento de violación. Hasta que se cruzó en ese escaparate del local, que vendía televisiones, con la historia de los atletas británicos que soñaban con participar en los Juegos Olímpicos de 1924. El film, que ganó el Oscar a la Mejor Película en 1981, fue su gran inspiración; Luchar contra las adversidades.

-- Vi esa imagen de los atletas corriendo por la playa y cuando me fui a dormir, no pude quitarme la canción de la cabeza --, contó en una entrevista.

Después de que sus amigos y ella misma robaron unas zapatillas y ropa de deporte, probó en una carrera. En aquella primera experiencia como atleta, aún viviendo en la calle, terminó última. Y estuvo cinco días sin caminar. -- No sabía qué distancia tenía la carrera y no se terminaba nunca. Después, le regalé la medalla a los chicos de la plaza y robé una para mí --.

Fueron 42 kilómetros. Su primera maratón. Pero la experiencia no la desalentó, sino todo lo contrario. Decidió presentarse en un centro de salud para realizarse estudios médicos y tomó la decisión de alejarse de las drogas. 

-- Pensé que podía seguir corriendo ya que siempre lograba escapar de la Policía --. Fue su motivación. 

Su destino terminó de dar un giro cuando la grabaron en una televisión local y su historia llegó a oídos de, por aquellos años, el Secretario de Deportes del Estado de Sao Paulo. La llevó a un hogar de atletas, le hizo unos exhaustivos estudios médicos (le diagnosticaron anemia y gusanos en el intestino) y debió comenzar un plan para dejar de fumar.

A partir de ahí, su primer entrenador, Wanderley Oliveira, famoso corredor y periodista, la obligó a dejar los malos hábitos y la comprometió a cumplir con los entrenamientos. Por sus propias palabras años después, decía; -- Y me entrené como un animal. Corrí contra todo: contra los prejuicios, la pena, la adicción. Sufría con el rigor del deporte, pero valió la pena. Cada gota de sudor en la pista era mi gloria en la línea de meta --.

Y en la pista se ganó su apodo. Animal logró dos records brasileños, en 800 y 1.500 metros. En 2006 ganó el medio maratón de Santiago de Chile. En Buenos Aires, en el 2004, fue tercera y ganó en su categoría. A partir de ahí vendrían multitud de carreras más las cuales sumaban títulos a su particular palmarés, porque ella ya había ganado mucho más que una "simple prueba". En su primera carrera dentro de los parques de Disney perdió la oportunidad de terminar entre las primeras cuando entró al Magic Kingdom y uno de los personajes le estrechó su mano. 

-- Me emocioné y las piernas me temblaron. Tardé un rato en volver a correr --, relató. Tiempo después tendría su revancha allí y también en Miami, con dos nuevos títulos.

Su historia no es sólo de Ana Luiza. Su historia es la de muchos chicos paulistas que ella ayuda. No sólo por ser ejemplo sino porque a eso dedica parte de su tiempo, cuando no está entrenando o compitiendo. Sigue viviendo en un pequeño espacio del Centro Olímpico, aquel al que se mudó cuando dejó de vagabundear por la ciudad. Cuenta con el apoyo de la Confederación Brasileña de Atletismo y cuenta con una beca para subsistir, además de los premios en efectivo que logra en los podios y con los que ayuda a los más necesitados. 

Todo lo que aprendió en las calles, viviendo primero y corriendo después, hoy intenta convertirlo en enseñanza para otros. Fue así que sentenciaba en una entrevista diciendo;

-- Corrí detrás de mis sueños. Siempre me han gustado mis pies. Ellos ya sabían qué camino tomar --.

Y bueno, es posible que a pesar de esta historia, haya quien siga pensando que, "Correr no sirve para nada"..., a no ser que sirva para algo...o para alguien. 


Tarifa, 17 de agosto de 2018. Fotografía de Jesús Apa.

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