viernes, 31 de agosto de 2018

Tócala otra vez

Ella, enfundada en un elegante y estrecho vestido rojo, parecía sorda a las palabras de la persona que tenía enfrente. Aquel con quien había compartido los últimos años de su vida y que estaba dispuesta a que aquellas, fueran sus últimas horas con él. Ya no habría más noches ni más amaneceres de ese amor fallido.

Su dedo índice daba vueltas por los bordes de su ya vacía copa de vino. Seguía haciendo como que escuchaba, pero hacía algunos minutos se encontraba desorientada. También quizás había estado así, perdida, en los últimos meses, o años. Pero esa noche necesitaba concentrarse, buscar un gran motivo, tener una buena justificación que avalara la ruptura de su matrimonio. Porque realmente no había ocurrido nada malo entre ellos. No más que el peso y desgaste que producen los años en el amor de muchas parejas. 

- Los pilares de su relación no habían sido suficientemente fuertes y habían cedido. Se estaban agrietando por todos lados - Parecía buena forma de empezar aquella charla, pensaba para sí.

En su intento de buscar el turno de palabra y comenzar a sacar la valentía que necesitaba, trató de encontrar inspiración mientras sonaba la música a través del piano que estaba al fondo de la sala. Se sintió interesada por quién hacía tocar las teclas del mismo. Ladeó un poco su cabeza, pues se encontraba en la trayectoria de su marido, y miró en esa dirección. Allí pudo observar al pianista, un chico atractivo y vestido de forma elegante. Parecía joven, al menos más que ella. Era un chico de color, que trataba con dulzura aquel enorme piano de cola, negro y brillante, colocado sobre una tarima que le daba aún más majestuosidad.

Frente a ella, su marido seguía hablando, y parecía cada vez más exaltado. Tal vez por la indiferencia y silencio de ella. Esta vez trató de hablarle, pero ya había caído embrujada al encanto de aquella canción, de aquel chico. Esa música la estaba sometiendo a la vez que se sentía increíblemente atraída por aquel muchacho. No daba crédito a lo que le estaba pidiendo su instinto. Ya no podía controlar sus impulsos. ¿Cómo era posible? ¿Se estaba enamorando de aquel chico de color? ¿Había sido poseída por esa música, por ese pianista?

De pronto la música paró. Su marido chascó los dedos para mostrar su atención, y le dijo; ¿Has escuchado la pregunta que te he hecho?.

Ella lo miró fijamente. Sin decir nada, se levantó y se dirigió hacia el pianista. No podía creer lo que estaba haciendo, pero no se sentía nerviosa. Al llegar a él, apoyó sus dos antebrazos sobre el piano, se inclinó, e insinuándose a aquel chico, de manera sensual y atrevida, le dijo;

"¿Podrías tocar de nuevo esa canción para mi, por favor?"

El chico, de forma seria pero educada, le respondió;

-- Podría hacerlo, claro, pero siento decirle que esta canción no es para usted. --

Se quedó pálida primero, perpleja, cortada..., más tarde, sonrojada. Volvió por dónde había llegado, tomó de nuevo asiento, y le dijo a su marido:

"Perdona..., ¿me puedes repetir la pregunta?"

-- Si, pero ya no importa. Llevo toda la cena tratando de explicarte por qué las teclas del piano, unas son blancas y otras, negras... --

Quedó extrañada, confusa, pero de repente ahora estaba entendiendo todas las palabras que su marido le había estado diciendo durante toda esa noche pero que para ella, pasaron desapercibidas. Quiso saber, y antes de volverle a preguntar, la misma canción a través de aquel piano, volvió a sonar. Fue ahora su marido quien se levantó de su asiento, colocó  correctamente su chaqueta, y le dijo; 

-- Perdona, tengo que dejarte. Está sonando de nuevo mi canción preferida. --

Se levantó, se dirigió hacia el pianista, se colocó tras él, y le susurró al oído;

-- Me encanta esa historia sobre las teclas blancas y negras de los pianos... ¿Me la contarás de nuevo más tarde? -- 


Cabeza la Vaca, 31 de agosto de 2018. Fotografía libre en la red.  






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