viernes, 24 de agosto de 2018

El fusil

"Apoyen bien la espalda sobre la pared", gritó fuertemente aquel que se hacía llamar Capitán. "Y si tenéis tantas agallas, -volvió a gritarles --, mantened los ojos abiertos para ver cómo sale la bale del fusil".

Aquellos tres rostros, inocentes pero miedosos, parecían acatar las órdenes de inmediato. Así fue que, mostrando plena disposición a lo que aquella voz transmitía, dieron unos pasos hacia atrás hasta tocar con sus manos, atadas a la espalda, la fría y húmeda pared que parecía sostener sus mundos. Aquella gélida noche que pretendía enseñarles algo, que ya nunca olvidarían. 

A la misma vez que sus pies caminaban en sentido inverso al paso natural, hacia atrás, casi al unísono, sus cuellos que miraban a esa triste noche, buscaban la luz de alguna estrella. Fértil todas ellas, solo encontraron la oscura noche, más después, sus sentidos, justo como la parte trasera de sus cabezas, golpearon con el muro de piedra. 

Sus miradas, a la altura suficiente para encontrarse de frente con la de los tres verdugos que apuntaban con sus fusiles. Tres cuerpos, esperando tres balas en tres manos opuestas, a la simple espera de la voz de aquel que llamaban Capitán.

Los tres primeros, los que iban a ser fusilados, parecían leer el pensamiento de los tres que tenían enfrente. Estos pensaban que deberían estar pacientes a lo que tendría que ocurrir, solo a la espera de la voz de mando. Pensaban que, debería ser algo rápido, incluso sencillo. Solamente consistiría en apretar un gatillo. Algo mecánico, solo se trata de un arma. Sin sentimientos, sin culpas, sin después tener que soportar ningún rencor. No es el verdugo que mata, sino que éste, solo acciona un mecanismo construido para ello. 

Los tres verdugos, necesitaban un mensaje interior más profundo para limpiar su conciencia, pero sin embargo, no consiguen obtenerlo. Aunque no es algo casual, que esos que sostienen el arma, un fusil de gran peso para sus brazos, son tres hermanos. Por David, Mateo y Fidel, corre la misma sangre, aunque hoy parece que la tienen fría como el hielo. Por eso que sus miradas son aún más cómplices, más necesitadas de una respuesta, pero que no van a llegar nunca a obtener. 

Y llega el momento de actuar. La noche parece aún más fría que un rato antes; más si cabe que la sangre antes mencionada. Y es algo que desean, pero que a la vez temen. Oyen primero una voz, fina pero potente; se trata del Capitán.

"Soldados...carguen armas. Listos...apunten...¡fuegooooo!

-- Bummmmmmm --

Los tres cuerpos de enfrente, casi al unísono, cayeron al suelo como si fueran de plomo. Tres piezas inertes, despreciados, en medio de una noche oscura para siempre. 

Acto seguido, escuchan una segunda voz, esta vez más fuerte que la anterior, que les dice;

"David, Fidel...Mateo...., vamos, vuelvan a casa que va a comenzar a llover y es hora de cenar"...

Mateo, el más pequeño, observa a sus dos hermanos mayores. Éstos, mirando a sus compañeros, se despiden asumiendo que se acabó el juego.

"Chicos, mañana nos vemos, que nos llama nuestra abuela y debemos regresar a casa", dijo uno de ellos.

Mientras regresan de vuelta, Mateo, el más pequeño, y de apenas nueve o diez años, le dice a sus otros dos hermanos...

"¿Vamos a contarle a abuela que, incluso pasados más de cuarenta años, ya hemos descubierto cómo fusilaron a abuelo?".

-- No Mateo, no diremos nada --, comentó el hermano mayor. -- A pesar del tiempo que ha pasado, abuela, aún lo tiene muy reciente ... -- 

Entonces, fue Mateo quien de nuevo les dijo...

"Parece mentira que haya sido, lo que ya esperemos que nunca vuelva a ser...".


Cabeza la Vaca, 24 de agosto de 2018. Imagen libre en la red.






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