viernes, 9 de agosto de 2019

La imaginación

No paraba de pensar en algo recurrente, novedoso, entretenido, pero no me salía absolutamente nada. A pesar de buscar un momento perfecto, después tres cafés, dos infusiones y una copa de vino, nada de dentro de mi cabeza había salido en aquella tarde. Y eso que aquella cafetería era confortable para ello. Algo me estaba pasando, así que debía cambiar de ambiente. Lo mejor era no ponerme nervioso, cosa difícil pues al poco de salir de aquel café, noté la presencia de alguien tras de mí. 

Un chico un tanto extraño venía a cierta distancia persiguiéndome desde hacía algunas cuadras. Si giraba en alguna callejuela, al poco veía a mis espaldas que él hacía lo propio. Si decidía atravesar una plaza a toda velocidad, acto seguido solo tenía que volver la vista atrás, para comprobar que aquel mocoso me estaba siguiendo, no había ninguna duda. 

¡Así era imposible concentrarse! ¡No había forma de pensar en algo, de buscar y encontrar la inspiración! 

Entonces decidí que lo mejor sería parar en el siguiente parque y sentarme en algún lugar, un banco, y enfrentarme a él. 

-- Seguro que es tan cobarde y absurdo que pasaría por mi lado haciendo como que no me seguía. --, pensé para mí. 

Aunque con ese descaro y atrevimiento con el que había decidido seguirme, iba a ser difícil que no me enfrentara a él.

Y efectivamente, lo veo venir a lo lejos, entra en el parque y parece ser que me ha visto, no me cabe duda. Se dirige hacia mí, y cuando lo tengo a escasos metros...

"Disculpe señor, pero creo que esto es suyo. Se le ha caído al salir de la cafetería" --, me dijo mostrándome su puño de la mano cerrado, ocultando algo dentro.

-- No sé de qué me hablas chico, no he perdido nada --, le dije con un tono discordante.

"Creo que sí señor, que se le ha caído a usted. No me cabe duda"

-- ¿De qué demonios hablas chico? --, me puse más serio.

"De su imaginación, señor. Como le digo, se le cayó varias cuadras atrás, al salir de la cafetería, pero no había forma de pillarlo de lo rápido que iba".

Quedé paralizado, avergonzado más bien, sin saber qué decir. Igual tenía razón...

-- Ummm, bueno, estoy seguro que no la perdí al salir de la cafetería, sino al entrar. Mi agradecimiento más sincero y siento mi actitud grosera. De verdad mil gracias por traerla hasta aquí. Estaba perdido sin ella, sin mi imaginación. Me has salvado la vida. Bueno, más bien, me has salvado el día... 

"¿En serio es para tanto? ¿No exagera usted un poco?"

-- En absoluto. Para mí es de suma importancia. ¿Puedes pensar que haría por ahí sin mi imaginación? --, le volví a insistir al chico, que seguía enfrente de mí y con el puño aún cerrado.

Por un momento quedó pensativo, vacilando y sin saber si hablar o no, hasta que se decidió a decir;

"¿Y podría prestármela?"

-- ¿Qué cosa? ¿Mi imaginación? --

"Sí, eso, prestarme su imaginación. Solo será por una semana y le prometo que se la traeré de vuelta"

En un principio quedé dudando pero, si solamente se trataba de una semana... Además, ¿quién mejor que un niño inocente para usar la imaginación?


Cabeza la Vaca, 9 de agosto de 2019. Imagen libre en la red.


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