viernes, 31 de agosto de 2018

Tócala otra vez

Ella, enfundada en un elegante y estrecho vestido rojo, parecía sorda a las palabras de la persona que tenía enfrente. Aquel con quien había compartido los últimos años de su vida y que estaba dispuesta a que aquellas, fueran sus últimas horas con él. Ya no habría más noches ni más amaneceres de ese amor fallido.

Su dedo índice daba vueltas por los bordes de su ya vacía copa de vino. Seguía haciendo como que escuchaba, pero hacía algunos minutos se encontraba desorientada. También quizás había estado así, perdida, en los últimos meses, o años. Pero esa noche necesitaba concentrarse, buscar un gran motivo, tener una buena justificación que avalara la ruptura de su matrimonio. Porque realmente no había ocurrido nada malo entre ellos. No más que el peso y desgaste que producen los años en el amor de muchas parejas. 

- Los pilares de su relación no habían sido suficientemente fuertes y habían cedido. Se estaban agrietando por todos lados - Parecía buena forma de empezar aquella charla, pensaba para sí.

En su intento de buscar el turno de palabra y comenzar a sacar la valentía que necesitaba, trató de encontrar inspiración mientras sonaba la música a través del piano que estaba al fondo de la sala. Se sintió interesada por quién hacía tocar las teclas del mismo. Ladeó un poco su cabeza, pues se encontraba en la trayectoria de su marido, y miró en esa dirección. Allí pudo observar al pianista, un chico atractivo y vestido de forma elegante. Parecía joven, al menos más que ella. Era un chico de color, que trataba con dulzura aquel enorme piano de cola, negro y brillante, colocado sobre una tarima que le daba aún más majestuosidad.

Frente a ella, su marido seguía hablando, y parecía cada vez más exaltado. Tal vez por la indiferencia y silencio de ella. Esta vez trató de hablarle, pero ya había caído embrujada al encanto de aquella canción, de aquel chico. Esa música la estaba sometiendo a la vez que se sentía increíblemente atraída por aquel muchacho. No daba crédito a lo que le estaba pidiendo su instinto. Ya no podía controlar sus impulsos. ¿Cómo era posible? ¿Se estaba enamorando de aquel chico de color? ¿Había sido poseída por esa música, por ese pianista?

De pronto la música paró. Su marido chascó los dedos para mostrar su atención, y le dijo; ¿Has escuchado la pregunta que te he hecho?.

Ella lo miró fijamente. Sin decir nada, se levantó y se dirigió hacia el pianista. No podía creer lo que estaba haciendo, pero no se sentía nerviosa. Al llegar a él, apoyó sus dos antebrazos sobre el piano, se inclinó, e insinuándose a aquel chico, de manera sensual y atrevida, le dijo;

"¿Podrías tocar de nuevo esa canción para mi, por favor?"

El chico, de forma seria pero educada, le respondió;

-- Podría hacerlo, claro, pero siento decirle que esta canción no es para usted. --

Se quedó pálida primero, perpleja, cortada..., más tarde, sonrojada. Volvió por dónde había llegado, tomó de nuevo asiento, y le dijo a su marido:

"Perdona..., ¿me puedes repetir la pregunta?"

-- Si, pero ya no importa. Llevo toda la cena tratando de explicarte por qué las teclas del piano, unas son blancas y otras, negras... --

Quedó extrañada, confusa, pero de repente ahora estaba entendiendo todas las palabras que su marido le había estado diciendo durante toda esa noche pero que para ella, pasaron desapercibidas. Quiso saber, y antes de volverle a preguntar, la misma canción a través de aquel piano, volvió a sonar. Fue ahora su marido quien se levantó de su asiento, colocó  correctamente su chaqueta, y le dijo; 

-- Perdona, tengo que dejarte. Está sonando de nuevo mi canción preferida. --

Se levantó, se dirigió hacia el pianista, se colocó tras él, y le susurró al oído;

-- Me encanta esa historia sobre las teclas blancas y negras de los pianos... ¿Me la contarás de nuevo más tarde? -- 


Cabeza la Vaca, 31 de agosto de 2018. Fotografía libre en la red.  






viernes, 24 de agosto de 2018

El fusil

"Apoyen bien la espalda sobre la pared", gritó fuertemente aquel que se hacía llamar Capitán. "Y si tenéis tantas agallas, -volvió a gritarles --, mantened los ojos abiertos para ver cómo sale la bale del fusil".

Aquellos tres rostros, inocentes pero miedosos, parecían acatar las órdenes de inmediato. Así fue que, mostrando plena disposición a lo que aquella voz transmitía, dieron unos pasos hacia atrás hasta tocar con sus manos, atadas a la espalda, la fría y húmeda pared que parecía sostener sus mundos. Aquella gélida noche que pretendía enseñarles algo, que ya nunca olvidarían. 

A la misma vez que sus pies caminaban en sentido inverso al paso natural, hacia atrás, casi al unísono, sus cuellos que miraban a esa triste noche, buscaban la luz de alguna estrella. Fértil todas ellas, solo encontraron la oscura noche, más después, sus sentidos, justo como la parte trasera de sus cabezas, golpearon con el muro de piedra. 

Sus miradas, a la altura suficiente para encontrarse de frente con la de los tres verdugos que apuntaban con sus fusiles. Tres cuerpos, esperando tres balas en tres manos opuestas, a la simple espera de la voz de aquel que llamaban Capitán.

Los tres primeros, los que iban a ser fusilados, parecían leer el pensamiento de los tres que tenían enfrente. Estos pensaban que deberían estar pacientes a lo que tendría que ocurrir, solo a la espera de la voz de mando. Pensaban que, debería ser algo rápido, incluso sencillo. Solamente consistiría en apretar un gatillo. Algo mecánico, solo se trata de un arma. Sin sentimientos, sin culpas, sin después tener que soportar ningún rencor. No es el verdugo que mata, sino que éste, solo acciona un mecanismo construido para ello. 

Los tres verdugos, necesitaban un mensaje interior más profundo para limpiar su conciencia, pero sin embargo, no consiguen obtenerlo. Aunque no es algo casual, que esos que sostienen el arma, un fusil de gran peso para sus brazos, son tres hermanos. Por David, Mateo y Fidel, corre la misma sangre, aunque hoy parece que la tienen fría como el hielo. Por eso que sus miradas son aún más cómplices, más necesitadas de una respuesta, pero que no van a llegar nunca a obtener. 

Y llega el momento de actuar. La noche parece aún más fría que un rato antes; más si cabe que la sangre antes mencionada. Y es algo que desean, pero que a la vez temen. Oyen primero una voz, fina pero potente; se trata del Capitán.

"Soldados...carguen armas. Listos...apunten...¡fuegooooo!

-- Bummmmmmm --

Los tres cuerpos de enfrente, casi al unísono, cayeron al suelo como si fueran de plomo. Tres piezas inertes, despreciados, en medio de una noche oscura para siempre. 

Acto seguido, escuchan una segunda voz, esta vez más fuerte que la anterior, que les dice;

"David, Fidel...Mateo...., vamos, vuelvan a casa que va a comenzar a llover y es hora de cenar"...

Mateo, el más pequeño, observa a sus dos hermanos mayores. Éstos, mirando a sus compañeros, se despiden asumiendo que se acabó el juego.

"Chicos, mañana nos vemos, que nos llama nuestra abuela y debemos regresar a casa", dijo uno de ellos.

Mientras regresan de vuelta, Mateo, el más pequeño, y de apenas nueve o diez años, le dice a sus otros dos hermanos...

"¿Vamos a contarle a abuela que, incluso pasados más de cuarenta años, ya hemos descubierto cómo fusilaron a abuelo?".

-- No Mateo, no diremos nada --, comentó el hermano mayor. -- A pesar del tiempo que ha pasado, abuela, aún lo tiene muy reciente ... -- 

Entonces, fue Mateo quien de nuevo les dijo...

"Parece mentira que haya sido, lo que ya esperemos que nunca vuelva a ser...".


Cabeza la Vaca, 24 de agosto de 2018. Imagen libre en la red.






viernes, 17 de agosto de 2018

Correr no sirve para nada

Diría que hay muchas maneras de descubrir las ciudades o lugares que uno visita; ya sea en el bus turístico, en el barco que atraviesa el río de esa ciudad, en bicicleta, o tal vez, caminando, siendo ésta la manera más habitual. De esta forma es como más identifica a los turistas, incluso, es como normalmente se hace siendo la manera más común para descubrir lugares nuevos. Aunque hay otra forma que a título personal me parece especialmente atractiva y saludable; corriendo. No ya por la actividad deportiva que ello implica, que también, sino por la perspectiva que te genera.

Es de esa manera, en la que consigo ir a mi ritmo, (muy distinto al de otros turistas), descubriendo los lugares que luego visitaré de forma más calmada. Así como un bonito café, un restaurante, un precioso parque, la orilla del mar, de un río... Es como si tuvieras otra visión previa de la ciudad. La aprecias a una rápida velocidad para, más tarde, degustarla lentamente.

Pero no sé por qué, es en estas carreras como a veces percibo las miradas de gente que no entiende, qué hace un turista, corriendo en vacaciones. Quizás son solamente apreciaciones mías que poco tienen que ver con la realidad, pero observo en mi carrera a las personas (locales sobre todo), echándote un ojo, extrañados con tu actitud, ya sea bajo la lluvia, el frío, o con un sol radiante, que mientras al cruzar sus miradas con la mía, puedo leer sus pensamientos, o incluso a veces sus labios, diciendo; "Correr no sirve para nada".

Quien piensa como yo, estoy seguro que siempre busca un hueco en su maleta para poner unas zapatillas y algo de ropa de sport donde aprovechar el mínimo momento para, en esas en las que está visitando esa ciudad, hacer una escapada y respirar todas las sensaciones con una saludable carrera. 

Pero también habrá quien piense de manera distinta a la mía y no entienda mi punto de vista o mi versión "deportiva" de hacer turismo, o bien la perspectiva que yo pueda tener en descubrir lugares nuevos sobre unas zapatillas y a una velocidad distinta. Porque, o bien no están familiarizados con esta forma de hacerlo, o sencillamente están incluidos en esas miradas o tras los mismos pensamientos que antes comentaba, pensando a su vez que, "correr no sirve para nada".


"Esta es la historia de Ana Luiza dos Anjos Garcés. Una mujer menuda, de solamente 1.51 metros, con rastas, crestas, rulos y un aspecto desaliñado. Su presencia llama la atención con todos estos detalles; su forma de correr, también. Su apodo, Animal, quizás hagan de ella justicia, porque así tuvo que vivir la mayor parte de su vida, a través de golpes de instinto. 

Su carrera deportiva, que parece salida de un guión, comenzó precisamente viendo una película; Carros de fuego. De esos días que deambulaba mendigando por la calle, en el escaparate de una tienda de televisiones, observaba esa película. Fue entonces que decidió comenzar a correr, aunque no tenía ni ropa ni calzado, menos aún dinero para inscribirse en una carrera. Lo consiguió robando, ella y el grupo de amigos que también vivían en la calle y a los cuales les pidió ayuda.

Ana Luiza creció en una plaza en los suburbios de Sao Paulo, en Brasil. Fue abandonada en una caja junto a su hermana melliza Ana María, en la puerta de una institución para menores. Allí vivió hasta que decidió marchar para convertirse en empleada doméstica con techo y comida, pero sin sueldo. Y un día, la encontró la calle. Se instaló allí a los 19 años. Robó, consumió todo tipo de drogas, traficó con ellas y se enfrentó cientos de veces a la policía. 

Se rapó la cabeza y comenzó a vestirse como varón luego de un intento de violación. Hasta que se cruzó en ese escaparate del local, que vendía televisiones, con la historia de los atletas británicos que soñaban con participar en los Juegos Olímpicos de 1924. El film, que ganó el Oscar a la Mejor Película en 1981, fue su gran inspiración; Luchar contra las adversidades.

-- Vi esa imagen de los atletas corriendo por la playa y cuando me fui a dormir, no pude quitarme la canción de la cabeza --, contó en una entrevista.

Después de que sus amigos y ella misma robaron unas zapatillas y ropa de deporte, probó en una carrera. En aquella primera experiencia como atleta, aún viviendo en la calle, terminó última. Y estuvo cinco días sin caminar. -- No sabía qué distancia tenía la carrera y no se terminaba nunca. Después, le regalé la medalla a los chicos de la plaza y robé una para mí --.

Fueron 42 kilómetros. Su primera maratón. Pero la experiencia no la desalentó, sino todo lo contrario. Decidió presentarse en un centro de salud para realizarse estudios médicos y tomó la decisión de alejarse de las drogas. 

-- Pensé que podía seguir corriendo ya que siempre lograba escapar de la Policía --. Fue su motivación. 

Su destino terminó de dar un giro cuando la grabaron en una televisión local y su historia llegó a oídos de, por aquellos años, el Secretario de Deportes del Estado de Sao Paulo. La llevó a un hogar de atletas, le hizo unos exhaustivos estudios médicos (le diagnosticaron anemia y gusanos en el intestino) y debió comenzar un plan para dejar de fumar.

A partir de ahí, su primer entrenador, Wanderley Oliveira, famoso corredor y periodista, la obligó a dejar los malos hábitos y la comprometió a cumplir con los entrenamientos. Por sus propias palabras años después, decía; -- Y me entrené como un animal. Corrí contra todo: contra los prejuicios, la pena, la adicción. Sufría con el rigor del deporte, pero valió la pena. Cada gota de sudor en la pista era mi gloria en la línea de meta --.

Y en la pista se ganó su apodo. Animal logró dos records brasileños, en 800 y 1.500 metros. En 2006 ganó el medio maratón de Santiago de Chile. En Buenos Aires, en el 2004, fue tercera y ganó en su categoría. A partir de ahí vendrían multitud de carreras más las cuales sumaban títulos a su particular palmarés, porque ella ya había ganado mucho más que una "simple prueba". En su primera carrera dentro de los parques de Disney perdió la oportunidad de terminar entre las primeras cuando entró al Magic Kingdom y uno de los personajes le estrechó su mano. 

-- Me emocioné y las piernas me temblaron. Tardé un rato en volver a correr --, relató. Tiempo después tendría su revancha allí y también en Miami, con dos nuevos títulos.

Su historia no es sólo de Ana Luiza. Su historia es la de muchos chicos paulistas que ella ayuda. No sólo por ser ejemplo sino porque a eso dedica parte de su tiempo, cuando no está entrenando o compitiendo. Sigue viviendo en un pequeño espacio del Centro Olímpico, aquel al que se mudó cuando dejó de vagabundear por la ciudad. Cuenta con el apoyo de la Confederación Brasileña de Atletismo y cuenta con una beca para subsistir, además de los premios en efectivo que logra en los podios y con los que ayuda a los más necesitados. 

Todo lo que aprendió en las calles, viviendo primero y corriendo después, hoy intenta convertirlo en enseñanza para otros. Fue así que sentenciaba en una entrevista diciendo;

-- Corrí detrás de mis sueños. Siempre me han gustado mis pies. Ellos ya sabían qué camino tomar --.

Y bueno, es posible que a pesar de esta historia, haya quien siga pensando que, "Correr no sirve para nada"..., a no ser que sirva para algo...o para alguien. 


Tarifa, 17 de agosto de 2018. Fotografía de Jesús Apa.

viernes, 10 de agosto de 2018

21 gramos

La gente no solamente tiene miedo a la muerte sino que, estando en vida, se preguntan qué ocurrirá con ellos una vez mueran. Y es cierto porque aunque parece una actitud de valentía eso de despreocuparse por nuestro futuro una vez llegue nuestra hora de morir, en el fondo, siempre queremos creer en que habrá o existirá algo en el más allá. Nos gustaría que así fuera pues, de lo contrario, nuestra existencia casi carecería de sentido.

Es por ello que hay quien cree firmemente en la reencarnación y en que venimos de otras experiencias anteriores, que pasamos a siguientes vidas futuras, representadas en otros cuerpos, incluso en otros seres, y lo que se mantiene siempre, es nuestra alma. Es algo difícil de justificar, más aún la existencia real del alma, pero es más poderosa la razón por creer y confiar en ello que la propia incredulidad científica que pueda suponer esta teoría.

Y pensaba en ello ayer mismo cuando, en una conversación con Helena, me dijo que ella preferiría que cuando muera, su cuerpo fuera enterrado, y no incinerado. Yo, en cambio, le decía que opino de forma contraria, y por eso que le pregunté cuales eran sus motivos de pensar así, a lo que me respondió:

-- Porque tengo miedo a que si me incineran, mi alma se queme junto con mi cuerpo ya inerte. --

"Eso no ocurriría nunca", - le dije -. "Tu alma, justo en el momento en el que mueres, sale de tu cuerpo".

-- Eso no es posible --, me dijo ella incrédula. -- ¿Cuál es la razón por la que piensas así?. 

"Bueno, porque quiero pensar así. Además, hay una teoría científica que, aunque antigua, llegó a esa conclusión. Es más, incluso esta teoría llegó a determinar el peso del alma cuando ésta sale del cuerpo. Pesa exactamente 21 gramos. Pero, mañana te lo explico en el post..."

El alma, el elemento espiritual e inmortal que, según muchas religiones, forma al cuerpo humano y con él construye la esencia del hombre, ha sido concebida desde el principio de los tiempos como una entidad etérea y volátil, parecida a una corriente de aire o una respiración.

La gran mayoría de estas religiones asegura que la conciencia o alma del ser humano transciende a la vida en sí, perviviendo más allá de la muerte física del cuerpo. Por eso fueron muchas las personas a lo largo de la historia que intentaron demostrar empíricamente la existencia del alma. Pero fue un tal Duncan MacDougall a principios del siglo pasado el que más insistió en sus teorías sobre el alma y en que ésta incluso podía medirse. Su argumento fue el siguiente:

"Partiendo de la base de que cuerpo y alma son distintos, y de que ésta se trata de un cuerpo separado, diferente del éter continuo e ingrávido, debe tener peso, igual que el resto de la materia. Esa sustancia, si determinamos que se desprende del cuerpo en el momento de la muerte, debe proporcionar al individuo una pérdida de peso que debe ser medible.

Para comprobar su teoría, el físico MacDougall hizo el siguiente experimento: se trasladó a un hogar de ancianos, construyó una cama especial (en realidad una báscula industrial y exacta), donde pudo experimentar sobre seis personas moribundas, pesándolas justo antes y después de su muerte.

Los resultados que él mismo determinó sobre estos pacientes moribundos, haciendo un exhaustivo peso en ellos, concluyeron con una pérdida de peso aproximada de 21 gramos justo en el momento de su muerte.

No menos curioso fue que también hizo la prueba pesando a 15 perros moribundos en balanzas, descubriendo que su muerte no implicaba ninguna pérdida de peso. Por ello concluyó que los animales no tenían alma.

El experimento de MacDougall, como era previsible, fue duramente atacado por la comunidad científica, que criticó su falta de exactitud y rigurosidad. 

Otro colega físico, Augustus Clarke, en contra de esta teoría, señaló que en el momento de la muerte se producía un repentino incremento de la temperatura corporal debido a que los pulmones dejaban de enfriar la sangre. Entonces, el consecuente incremento de la sudoración podría explicar fácilmente los 21 gramos perdidos. Clarke también agregó que los perros carecían de glándulas sudoríparas y por eso su peso no sufría ningún cambio súbito al morir.

Otros físicos también rebatieron a MacDougall asegurando que para que una masa de 21 gramos se transforme en energía y salga del cuerpo, científicamente, debe producir un haz de luz. Lo curioso es que el mismo MacDougall, quien en otro experimento intentó ver el alma mediante una máquina de rayos X, aseguró que había visto un halo de luz en 12 personas moribundas...."

Después de que lea el post, no sé si Helena creerá la teoría de MacDougall o seguirá pensando como antes. En cualquier caso, yo sigo pensando que cada persona tiene su propia alma, única e irrepetible, consciente y sensible, y que está con nosotros hasta el último de nuestros días. ¡Es seguro que existe! 

Porque, si no fuera así, ¡¿cómo es posible que alguien pueda "tocar tu alma" incluso con solo mirarte?!.


Cabeza la Vaca, 10 de agosto de 2018. Fotografía libre en la red. 

     

viernes, 3 de agosto de 2018

Vale cualquier estrella

El pasado viernes asistimos a un eclipse lunar mágico, casi único, pues hacía más de un siglo que no ocurría algo parecido. La luna sería vista con un color rojo intenso, algo inusual en su apariencia habitual, amarillenta o blanquecina. Como estos fenómenos son difíciles de explicar, decidí buscar algo de información al respecto, y fue entonces que tropecé por casualidad con un documento que hablaba de una Ley, "La Primera Ley Hermética", que me llevó a descubrir un sinfín de cosas interesantes. 

Pero es que al día siguiente de ese eclipse lunar, asistí "boquiabierto" a un taller de astronomía. Bajo una noche lúcida y radiante, a través de un gran telescopio y expuesto en una pantalla gigante, un resumen de lo que veíamos en el cielo. La noche se presentaba muy estrellada e iluminada por esa gran luna, ya en su tono natural, dónde el científico explicaba lo que estaba sobre nosotros en esa bóveda misteriosa. Y empezó con esta frase, potente e impactante, que si lo pensamos bien da para más de una reflexión; "¿Sabéis que hay más estrellas en el cielo que granos de arena podemos encontrar en las playas?" 

Esta Ley, la Primera Ley Hermética, empieza, no con una frase, sino con dos, de difícil interpretación;

"El Todo es Mente; el Universo es mental".

"El Universo es una creación mental sostenida en la mente del Todo".

Tuve que indagar un poco más para entender, sino toda, al menos dónde quiere llevarnos esta reflexión. Luego una vez lo leí y releí, pude descubrir que es más sencillo de lo que parece...

¿Qué es y cómo funciona?

Todo lo que llega a tu vida, tú y sólo tú, lo estás atrayendo. Atraes a tu vida aquello que piensas o imaginas.

Atraes de forma inconsciente y consciente. La atracción inconsciente sucede cuando dejamos que nuestros pensamientos funcionen mecánicamente. La atracción consciente ocurre cuando manejamos voluntariamente nuestros pensamientos.

Todo lo que piensas, ya sea bueno o malo, lo atares a tu vida. Cada pensamiento feliz, alegre, atrae a tu vida aquello positivo en lo que tú estás pensando: si piensas en bienestar, atares bienestar. Cada pensamiento de preocupación atrae más de eso a tu vida. Si piensas en deudas..., más deudas atraerás (es curioso, pero es tal cual).

Esta Ley te dice, que existe una fórmula muy sencilla:

Pensamientos + Sentimientos = Atracción.

La clave para controlar los pensamientos está simplemente en auto-observar las emociones que desencadenan. Es importante analizar esto si quieres a diario poder generar emociones positivas y sentirte feliz.

Una vez que aceptas que tú eres el fabricante de tu propia realidad, verás que tienes la energía para cambiar esa realidad por cualquier cosa que anheles. ¿Qué anhelas atraer?: ¿prosperidad?, ¿salud?, ¿bienestar?, ¿felicidad?. Si lo deseas con fuerza, te será más fácil conseguirlo. Es pensarlo, poner la emoción correcta, y ya empezarás a atraerlo...

Seguí leyendo, y descubrí que esta Ley ha sido conocida y usada por importantes personas a través de la historia:

- Buda; "Todo lo que somos es el resultado de nuestros pensamientos".

- Patón; "Las cosas en última instancia, están construidas por conceptos".

- Kant; "El exterior es la reflexión del interior".

- Goethe; "Si tú estás verdaderamente comprometido con tu meta, el Universo entero conspira a favor tuyo para que aparezcan los instrumentos y personas, que te permitirán lograrla".

- Victor Hugo; "No hay nada como la imaginación para crear el futuro. Lo que hoy es utopía, será carne y sangre mañana".

- Graham Bell; "No sabría decir qué es este poder, todo lo que sé es que existe".

- Winston Churchill; "Tú creas tu propio universo durante el camino".

- Martin Luther King; "Da tu primer paso con fe, no es necesario que veas la escalera completa, sólo da tu primer paso con fe".

La primera Ley Hermética sostiene que todos nosotros podemos trabajar con un poder infinito. Todos nos guiamos exactamente por las mismas leyes. Las leyes naturales del Universo son leyes exactas y existe una fórmula precisa para lograr dicha y prosperidad en tu vida.

Pero no sé, para mi resulta un poco complicado descifrar correcta e inequívocamente todos los mensajes que trae esta Ley.

Yo particularmente pensaba, mientras atendía las explicaciones de ese científico en el taller de astronomía, que ciertamente somos insignificantes ante todo lo que hay en el universo. Millones y millones de estrellas desplegando una energía infinita y tú, siendo algo minúsculo ante todo aquello. Estrellas que ves brillar, y que posiblemente han muerto hace miles de años pero a pesar de eso sigues contemplando la energía que salió de ellas y que aún es visible a nuestros ojos.

Entonces fue que entendí, que eso es la esencia de existencia. Ser tu propia estrella, brillar todo y cuánto puedas, y dejar que otros puedan iluminarse algún día con la luz que hayas desprendido en vida...


Monasterio de Tentudía. 3 de Agosto de 2018. Fotografía cedida por Gonzalo Viedma