viernes, 24 de septiembre de 2021

Microcuento; La Esperanza

He superado más de 40 heladas, y soy el más anciano. Cada año, en mi clan, mueren más y nacen menos. Aún no he conocido el llanto, pero la fuerza es miserable y no nos atrevemos a cruzar la gran montaña. Solo nos conformamos, amargamente, de la hierba del prado verde que tenemos enfrente, cada día más árido.

El mañana es incierto y amenaza como una gran reflejo en el río que te ciega con su afilado brillo. 

Llamé a los mejores, que quise que fuesen pocos (lo que hoy día se conocen como amigos), les hice entender la situación y nos adentramos en la aventura; fue un eterno camino hasta llegar al lugar donde debíamos encontrar lo que más tarde llamaríamos "Esperanza".

Afilamos a golpe unas piedras y pudimos cazar dos puercos salvajes, que allí mismo retazamos y consumimos su sangre fresca para aguantar el viaje de vuelta, que hicimos con alegría y júbilo. Obligamos a las mujeres y niños a que comieran la carne, y les hablamos del descubrimiento de la Esperanza.

Ya han nacido nuevos críos y el viento anuncia la epifanía de las heladas. En la cueva arde la leña y sentimos el agradable calor del hogar, de la familia, de los amigos... Los recién nacidos tienen sol en sus ojos y una promesa intensa. 


Fuente de Cantos, 24 de septiembre de 2021. Imagen libre en la red.

 

viernes, 17 de septiembre de 2021

Esta calle no es de nadie

Esta calle no es de nadie, solo mis pasos resuenan en el vacío del silencio. Ningún recuerdo me saluda, no escucho campanas que llamen a misa ni animales que desperecen su aburrimiento. 

Esta calle no es de nadie, solo mi silencio deambula por ella, mi soledad, misteriosa, la llevo a cuestas. Nada despierta mi curiosidad, ni salen a mi paso damas piadosas que pasen presurosas sacándose de la boca el "Jesús". Nada, solo yo con lo vivido.

Lo que llevo, está dentro de una bolsa con jareta que, cuando desate el nudo, no quedaré distraído para escuchar una palabra o ver cómo se desliza una lágrima.

Esta calle no es de nadie, aunque solo la necesito un momento, solo yo con lo vivido, tener ese instante para mi y que todos buscamos en algún momento del día... La soledad es un misterio, aunque buena compañera.


Cabeza la Vaca, 17 de septiembre de 2021. Calle Odeón, Paris. Fotografía de Jesús Apa.

   


viernes, 10 de septiembre de 2021

Muslo o pechuga

Mi tío Evaristo viene todos los fines de semana al pueblo, cosa curiosa pues, siempre anda quejándose que deja mucho trabajo por hacer en el campo. Vive a un par de horas en coche, y cuando llega, viene bien arregladito y con su mejor cara. A pesar de seguir siendo un solterón durante toda su vida, mi madre, su hermana, siempre ha dicho que no le faltaban pretendientas.

Ocupa la casa de al lado nuestra, y cada sábado nos invita a mi hermano y a mi a comer, cosa que aceptamos encantados, aunque el menú sea siempre el mismo. 

"Anda Luisito, acércate a la tienda de Maruja y le pides un kilo y medio de pollo de la parte que ella quiera, y una botella de vino, también la que ella elija."

Y siempre hace lo mismo..., se toca el bolsillo de adelante de la camisa, como buscando el dinero, pero que nunca encuentra.

"Dile que te lo apunte, luego voy y se lo pago."

De vuelta a casa, como si de una rutina estricta se tratara, le cuento el episodio de lo acontecido a mi tío Evaristo.

-- Maruja me dio a elegir entre muslo o pechuga, y le dije que no me diste preferencia por ninguna cosa. Así que me dijo, que pone de las dos cosas porque sabe que te gustan ambas, primero una y luego otra. --

Me tío se ruboriza, y me hace la misma pregunta.

"¿Y te lo apuntó?"

-- No, solo me dijo que luego pasa ella a cobrarte --

Cocina el pollo con esmero y de forma pausada. Lo comemos en la mesa con disfrute, y mi tío saboreando el vino de Maruja. La verdad que no ha faltado un asado de pollo en casa desde hace años, de muslo, de pechuga o de ambos.

"No desperdicien nada, que no me lo regalan..." 


Marbella, 10 de septiembre de 2021. Imagen libre en la red.


viernes, 3 de septiembre de 2021

Microrrelato; como las nubes de algodón

Caminando sobre aquellas nubes de algodón, la encontró en una esquina redondeada y suave. Aunque viene de vuelta, él sabe que no es fácil cultivar el árbol del amor; claro que lo sabe. Pero insiste en su gusto azulino, como esas nubes, que a veces le nublan la vista de tanto admirar, pero ahí están sus manos palpando en silencio, el placer de tanta belleza.

Él lo sabe, y por eso todas las mañanas trabaja pacientemente el crecimiento de su obra; frota su tallaje, cuida sus hojas y recoge los frutos que con paciencia, le regala el amor. Se prenda del sabor agridulce de eso, del amor. Es como caminar sobre esas nubes, que a veces son inestables, pero te quedas con la tierna sensación de los pasos que amortiguan el resto de tus problemas. 

No, claro que no es fácil su tarea, pero como maestro y entusiasta, siempre recuerda su misión; revolucionar su naturaleza, la de ella, sembrando por todo su cuerpo un camino de nubes esponjosas y suaves. Unas veces violetas, otras azules, otras, incluso grises... Así es el amor, como esas nubes, que nunca sabes si resistirán tu peso..., pero mientras lo hacen, tratas de disfrutarlo. 


Cabeza la Vaca, 3 de septiembre de 2021. Nubes del cielo de Barcelona. Fotografía de Jesús Apa.