viernes, 25 de diciembre de 2020

Sultans of Swing

¡¡Vaya tragos tan amargos tenemos que pasar a veces en la vida!! Enterrar a un buen amigo, una gran persona, y además, tener que hacerlo el día de Navidad, y por una muerte tan injusta, hace que los muros de tus creencias se tambaleen. Esto pensaba en la misa en la Iglesia mientras le dábamos a mi amigo Tobías el último adiós.

Pero decidí prestar atención a lo que el cura decía, a cómo podría consolar a todos los allí presentes. La lectura de las lamentaciones, decía algo así; "He perdido la paz, me he olvidado de la dicha...". Luego, seguía leyendo...; "El señor es bueno para quien espera en él, para quién lo busca, es bueno esperar en silencio la salvación del Señor". Ahí, ya no estuve tan de acuerdo, y mi mente se distrajo.

En cambio, cuando el cura acabó la lectura de las lamentaciones, comenzó a hablar sobre otras cosas, a modo de reflexión; "Todos venimos a este mundo para dejar en alguien alguna enseñanza. Tenemos que quedarnos con las lecciones que los que vivieron con nosotros nos enseñaron". Entonces, dejé mi mente en blanco y volví a recordar todo aquello que he vivido con mi buen amigo Tobías.

Nos encantaba hablar de ingeniería, de hecho, creo que es con la persona que más me gustaba hacerlo. Era un profesional increíble, para mí, un genio. Pero mis mejores conversaciones con él, y que ambos nos buscábamos para ello, era de hablar sobre la vida. Tan sencillo como eso. Teníamos largas conversaciones de cómo disfrutar de la vida, de los amigos, de la familia. Estas enseñanzas, nunca las olvidaré de él. En ese sentido, era un gran maestro.

Además, era un amante del buen comer, de compartir buenas sobremesas conversando y saboreando un buen whisky, aunque también le encantaba dar largos paseos en solitario y era un admirador de la naturaleza de su tierra. Aunque con lo que más disfrutaba sin lugar a dudas, era de la música. Su grupo, Dire Straits. Su canción, "Sultans of swing".

Pero solo hay algo que me quedé en hablar con él, y quizás era porque nunca pensamos en ello con firmeza; nunca conversamos sobre cómo le gustaría marcharse de este mundo. No, nunca lo hablamos, y mira que nuestras conversaciones fueron muchas y podrían haber derivado en ese tema. Por suerte, sí que lo habló con otro de los muchos amigos que tenía. 

"El día que yo me muera, quiero que a través de un gran altavoz, en la plaza del pueblo, suene a todo volumen la canción "Sultans of Swing". 

Ayer sonó varias veces con fuerza esa canción en el pueblo, y todos los vecinos respetaron este bonito homenaje a una gran persona como él. 

Y estoy totalmente de acuerdo con las palabras del cura; "Todos venimos a este mundo para dejar en alguien alguna enseñanza". Y esa ha sido la última lección de Tobías.

Que la tristeza, también es Navidad. Porque la Navidad, pueden ser muchas cosas. Pero sobre todo, Tobías me ha enseñado una última cosa, y es que los deseos que uno piensa para despedir su vida, hay que cumplirlos, aunque sean los más tristes del mundo.

Saliendo del cementerio, en nuestro coche, también sonaba con fuerza "Sultans of Swing".  

¡Feliz Navidad!!




Fuente de Cantos, 25 de diciembre de 2020. Imagen libre en la red.   

 

 

viernes, 18 de diciembre de 2020

Las resacas

Quizás sea cierto eso que dicen, que los sentimientos se comportan de diferente forma, según todo lo que acontece alrededor de uno en ese momento. Partiendo de la base de que los sentimientos se visualizan de forma distinta, dependiendo de cada cual; la tristeza siempre es triste, la soledad puede ser dulce, pero el silencio, suele ser el mejor amigo de las decepciones, de esto, no me cabe duda.

Y es que con las decepciones, sucede como con las resacas. Mientras no aparecen, estás bebiendo, lo disfrutas, y además, lo haces con moderación. De esta forma, la próxima vez también lo vuelves a encontrar agradable. Son momentos esperados, festivos y muy divertidos.

Hasta que llega el día y, sin saber por qué, bebiendo lo mismo, en las mismas proporciones, te sienta realmente mal. Te duele enormemente la cabeza, sientes un vacío terrible, y solo quieres que pase el tiempo para que ese estado de desesperación desaparezca. Con la resaca, la tristeza crece. Imagina lo que ocurre con las decepciones.

Siempre es mejor la desilusión en la mañana, que la expectativa en el ocaso... Así funcionan también las decepciones y que, aun siendo todas muy parecidas, siempre, siempre...las últimas son las peores. 

Y al hilo de la metáfora que vengo arrastrando, solo piensas en decir, "ya no bebo más..."


Fuente de Cantos, 18 de diciembre de 2020. Imagen libre en la red.




viernes, 11 de diciembre de 2020

Descubriendo el destino

Buscando entre sus trastos viejos, encontró de manera casual, la enorme talega con aquellas canicas que había ganado siendo muy pequeño, en cada uno de los barrios de su pueblo. Llegó a ser, sin lugar a dudas, el número uno, el rival a batir por todos los niños de su edad, incluso de los más mayores.

-- ¿Y cómo se jugaba a esto? --, preguntó su hijo, quien ilusionado, sujetaba aquella bolsa de tela.

Corriendo por el salón de casa con gran emoción, deseando recibir las primeras lecciones de los muchos juegos que le había dicho su padre que podía hacerse con esos bolindres, rompió la talega de canicas. Después del estruendo, éstas saltaron y rodaron por miles de caminos.

Las esferas de vidrio, transparentes algunas, otras con el arco iris dentro, otras blancas, negras, con lascas, brillantes..., corrieron a placer. Al rebotar, lucían aún más; eran como pequeñas mariposas que iban girando sobre sí mismas, buscando esconderse entre el mobiliario. Unas quedaron cerca, otras bastantes lejos, y las más atrevidas, buscaron la salida.

Después, todo quedó en silencio. Padre e hijo, también. El niño movía la cabeza y secaba el sudor de su frente con el dorso de su mano, y justo cuando iba a recogerlas y devolverlas a la talega, el padre le dijo;

"¡Espera!. Fíjate cuales, quedaron juntas. Verás que pueden ser, las rotas con las nuevas, las viejas con las más brillantes. Seguro que hasta las mas lindas, con las menos bonitas..."

-- ¿Y eso..., para qué? --

"Eso, lo averiguarás el día de mañana. Pero ahora te diré, que vas a descubrir el significado del destino..."



Fuente de Cantos, 11 de diciembre de 2020. Imagen libre en la red.



viernes, 4 de diciembre de 2020

Sobre las ayudas

Pensándolo bien, quizás es algo sobre lo que no he hablado aún en este blog; sobre la importancia de la ayuda. Una acción que puede ser igual de grande, produciéndose tanto en una dirección, como en otra. Prestar ayuda, o recibir ésta, es el mayor acto de solidaridad, humildad y sencillez que puede existir hoy en día. Porque además, cuando alguien ayuda de manera desinteresada, probablemente reciba mucho más que el propio que se beneficia de esa acción.

Pero a veces, aún es más importante saber que tienes a alguien que puede ayudarte, que la propia ayuda en sí. Contar con alguien de verdad, para lo que sea, suele ser una sensación tan gratificante, que pocas veces la apreciamos como merece.

Hay una historia que dice, que un padre estaba observando a su hijo pequeño que trataba de mover una maceta con flores muy pesada. El pequeño se esforzaba, sudaba, pero no conseguía desplazar la maceta ni un milímetro.

"¿Has empleado todas tus fuerzas?", le preguntó el padre.

-- Sí --, respondió el niño.

"No", replicó el padre. "Aún no me has pedido que te ayude".

Siempre se ha dicho, llegando estas fechas, que la Navidad suele sacar lo mejor de nosotros. ¿Y por qué esperar a Navidad para ello, verdad? Pero he de reconocer que son fechas que me gustan por todos los mensajes que giran alrededor de ella. Especialmente son días donde los más pequeños, absorben todo lo que ocurre. 

Aunque bien es cierto, que precisamente, las mejores cosas que pueden llegar a ocurrir en Navidad, son precisamente invisibles, o aparentemente pueden llegar a serlo, porque no se pueden tocar. La solidaridad, la generosidad, incluso esa sensación de saber que alguien estará ahí para ayudarte...

Estos días, es habitual encontrarse por todos lados las típicas películas navideñas, y que, si bien es cierto que algunas suelen ser demasiado tópicas o pastosas, hay otras que no dejan de recordarte todos esos mensajes positivos. 

A mí, hay una película que me encanta por encima de cualquier otra; se llama Klaus, y aunque pueda parecer que va dirigida a un público infantil, sigue dejando muchos mensajes que me gusta que sigan presentes en mi día a día, y no solo en Navidad.

Por encima de todos ellos, me quedo con uno;

"Un sincero acto de bondad, siempre provoca otro..."


Fuente de Cantos, 4 de diciembre de 2020. Imagen de la película Klaus.




viernes, 27 de noviembre de 2020

Pensamientos gatunos. Parte II

Nunca me gustó depender de nadie, pero a veces uno no puede elegir todo lo que le gustaría, y tengo que hacer un ejercicio mental soberbio para adaptarme a lo que me ha tocado vivir.  Eso pienso cuando veo a mi gato, y cómo se me queda mirando todas las mañanas, mientras tomo mi café.

Sus ojos rasgados parecen penetrarme, más aún cuando le llega el olor del pan recién tostado. Ahí es cuando se enrosca en mi pierna y emite un largo maullido, seco y breve, porque es así cómo pide algo, lo que sea, ya que debe olerle a gloria.

Me asombra su paciencia, y es que, a veces, tardo como dos o tres días en aparecer, y siempre me espera en el portón. Y cuando creo que mostrará su enfado por mi tardanza, viene hacia mí con ese ronroneo a recibirme. 

En realidad lo que sucede que tiene hambre y soy yo quien le trae la comida. Esa vez su maullido es largo y prolongado, como expresando; ¡Sí que tardaste esta vez! 

Pero es comprensivo, parsimonioso y siempre está pensando qué es lo que más me agrada, para hacerme el gusto. Es un gato culto, voluptuoso y sensible a cualquier insinuación. Yo diría que incluso da la impresión de ser un gato con una inteligencia fuera de lo común.

He descubierto, casi de casualidad, que tiene lugares secretos desde los que vigila y rumia su melancolía, pero siempre viene buscándome. Le gusta dejarse acariciar, sobre todo en el cuello, y te devuelve el cariño con infinitas lamidas. Entonces yo le cuento mis cosas y él, en ocasiones, me cuenta también las suyas. 

Claro, usted podrá pensar que digo todo esto de manera interesada, o con nula imparcialidad, pero no es así. Mi gato tiene un corazón de terciopelo. Su compañía es grata, no es distante ni frío y dice "miau" con tal grado de convicción que quedo rendido a su encanto. 

Se lo digo yo, que aún siendo su hermano, también soy su gato preferido...


Fuente de Cantos, 27 de noviembre de 2020. Totó y Alfredo. Fotografía propia.


viernes, 20 de noviembre de 2020

Pensamientos gatunos. Parte I

Como en un remolino de pensamientos, miro la leve desnudez del paisaje. Es una tarde vieja, o quizás repetitiva, pero los días van cambiando según los voy contemplando. El cielo se va acurrucando entre sus nubes. El viento golpea mi suave pelo y el aroma del otoño, cosquillea en mi nariz.

Aunque es un bello momento, hay una pizca de nostalgia, esa que duele, porque uno presiente el olvido.

Escucho a lo lejos el graznido de los milanos y recuerdo una despedida, que me entristece. Aunque apenas si han pasado 3 semanas, echo mucho de menos la pérdida.

Me siento sobre la fría piedra, y miro a lo lejos. Respiro profundo, y percibo un olor de alguien que sabe cocinar. Al girar la vista para ver de qué se trata, veo de nuevo el firmamento. Observo el celaje; me siento pequeño al mirar la curva del cielo. Allá, una nube. Allá, otra...Se siguen, ¿seremos tú y yo?

Aunque, ahora que caigo en la cuenta, realmente no sé, si los gatos castrados se pueden enamorar... ¡A veces odio a mis dueños!


Cabeza la Vaca, 20 de noviembre de 2020. Totó. Fotografía de Helena Rocha.


 

viernes, 13 de noviembre de 2020

Moliendo café

Temprano, aún de noche, Camilo bajaba hasta los cafetales. Una vez ahí, y junto a su vieja mula, se perdía dentro de la maleza. Pero el tórrido sol siempre encontraba espacio para broncear aquel fornido y joven cuerpo mulato. Sus fuertes pero delicadas manos, extraían los granos del cafeto pacientemente. Era como si con ellas, hiciera "ipso-facto" una selección natural del mismo, colocando en las alforjas el fruto. En sus bolsillos, guardaba diariamente una muestra del mejor café.

Serían las seis de la tarde y en la subida, el tórax parecía un tronco de nogal recién cortado.  Sus fuertes músculos bailaban armoniosamente. El sudor parecía un cremoso aceite que hacía brillar aún más su morena piel. En el trayecto de regreso a casa, coincidía con la gran cantidad de turistas que venían del puerto. Era objeto de las miradas más lascivas.   

Después de ducharse...aún con su cuerpo húmedo, molía una muestra del café de la cosecha del día junto a su puerta, en el alféizar de la ventana. Ese acto, y la puesta ocre de sol, que caía en el mar, eran sus momentos de paz. Eran solo para él. 

Y raro el día que, moliendo café, se le presentaba alguna turista para interrogarlo, intrigada por lo que hacía, pero con otras claras intenciones. 

Normalmente, las formas de acercarse a él eran muy parecidas siempre. Provocadas y excitadas por sus ojos verdes, su blanca dentadura, que contrastaba con aquel fornido cuerpo tostado. Sus preguntas, trataban de ser de lo más elocuentes. Sus respuestas, también...

-- Hola morenito...¿te conozco de algo? --

"Pues, no lo sé. Dígame, ¿acaso conoce usted a algún pobre?..." 



Cabeza la Vaca, 13 de noviembre de 2020. Imagen libre en la red.

   

viernes, 6 de noviembre de 2020

Es con "C" de Catedral

Según la definición, la "aptitud" es la capacidad de una persona para realizar adecuadamente una actividad o tarea. Mientras que la actitud, es el comportamiento que una persona emplea para hacer lo que se requiere de ella.

Y es cierto que la primera, con "P", es muy importante porque a mayor aptitud, el rendimiento y la productividad va a ir en su favor. Pero también es cierto que, quien carece de ella o no tiene la suficiente, siempre puede mejorarla. ¡Todo en esta vida puede entrenarse!. 

Admiro profundamente a las personas que afrontan su trabajo con la mejor de las actitudes. Es realmente asombroso cómo, estas personas, sean más o menos aptos para determinados trabajos, sacan lo mejor de sí mimos (la mayoría de las veces es contagioso) y desprenden un optimismo que hacen que su tarea sea más llevadera.

Y mientras que la aptitud, tal y como decía, es algo que puede entrenarse e ir mejorando con el tiempo, la actitud, con "C", es algo innato. Porque sale de manera natural, y es muy difícil forzarla. Pero para entenderlo mejor, lo ideal es, como siempre, hacerlo con un cuento o historia. Y dice así...

"Cuenta una vieja historia que en una antigua e importante ciudad europea en el medievo había tres hombres trabajando en una obra. Los tres estaban colocando piedras, una tras otra, que iban uniendo con argamasa.

Se acercó un peregrino al primero y tras saludarle le preguntó con curiosidad sobre lo que estaba haciendo. Casi sin mirarlo, incluso algo molesto ante quien pregunta lo obvio, el hombre que estaba trabajando le dijo que estaba poniendo ladrillos.

Se acercó el peregrino a un segundo hombre que estaba trabajando unos metros más allá y con la misma curiosidad, tras saludarlo, también le preguntó sobre qué era lo que estaba haciendo. Este segundo hombre le dijo que estaba levantando una pared.

Aun tuvo curiosidad el peregrino para acercarse al tercer hombre que estaba unos metros más allá y tras saludarle también le pregunto sobre qué era lo que estaba haciendo. Este tercer hombre, miró con entusiasmo al peregrino y le espeto: estoy construyendo una hermosa catedral".

Tres seres humanos haciendo aparentemente lo mismo y, sin embargo, haciéndolo desde un lugar de su persona completamente diferente. Uno desde la amargura, otro desde la resignación y, el último, desde la ilusión.

Nuestra vida es esa “catedral” que construimos día a día. Si lo hacemos con entusiasmo, confianza y determinación sentiremos que estamos haciendo algo de extraordinario valor.


Cabeza la Vaca, 6 de noviembre de 2020. Imagen libre en la red



viernes, 30 de octubre de 2020

Las tardes de lluvia

Esas tardes de otoño, que marcaban tanto su tristeza, le impulsaban a salir a la calle. Sin esperarlo, la lluvia comenzó a ocupar todo el ambiente. De pronto, un paraguas cubrió su cabeza, quedando protegida del temporal. También llegó de forma súbita y sin anuncio previo. 

Lo portaba un señor bien vestido, también de avanzada edad, como ella, y quien amablemente, no tardó en justificarse.

"No se moleste, son pequeños gestos o detalles que hacemos los pocos caballeros que aún quedamos"

-- No es molestia --, contestó la mujer, mientras intentaba discretamente salir del paraguas.

"De siempre fui así, casi es algo innato", sonrió. Un breve silencio parecía incomodar aún más el momento. El señor seguía buscando algún motivo para charlar.

"No desconfíe, mujer. Lleva un pelo tan lindo, que sería una pena que se empapara. Me llamo Ildefonso Castillo, vivo acá al lado, apenas a dos cuadras".

-- Sí...encantada. Soy Teresa Escudero --.

"¿También espera usted el omnibus?"

-- Sí --.

"¿Y lleva mucho esperando?" 

-- Sí --.

"Porque es el 28, el que llega ahora, ¿verdad? El que para justo en La Cafetería de las Flores..."

-- Claro... --.

"Y ahí será dónde tomemos el primer café de nuestras vidas..."

-- ¿Y qué le hace a usted pensar que así será? --

"Pues que jamás, en el tiempo que la conozco, le escuché decir un "no" por respuesta..."

Han pasado muchos años, más de los que ambos hubieran podido imaginar. Y han venido más cafés, más días de lluvia, más gestos de caballero... y aún siguen caminando bajo el mismo paraguas.

Las tardes de lluvia, suelen ser perfectas para los que esperan nuevamente el amor. Incluso, para los que ya no esperan nada...



Fuente de Cantos, 30 de octubre de 2020. Imagen libre en la red.





  

viernes, 23 de octubre de 2020

Los olvidos

A pesar de ser un nonagenario, viejo y olvidadizo, y de llevar más de cincuenta años casado con mi esposa, es ahora, con esta pandemia, que me he dado cuenta de lo egoísta que es y ha sido durante todo este tiempo. Mientras yo pensaba que se preocupaba verdaderamente por mi, aunque fuera a través de cuestiones simples y llanas, resulta que siempre ha mirado por sus intereses;

"Juan, no vayas a olvidarte la cartera", -- cada vez tengo más claro que es, para que a la hora de pagar, sea yo quien saque la billetera y me haga cargo de la cuenta.

"Cariño, no vayas a olvidarte, como tienes por costumbre, el teléfono encima de la mesa", -- y es porque siempre coge mi celular y se pasa largas horas charlando con los nietos. ¡Como ella no paga la factura!

Y es que ya pienso que es así con todo...

"Juan, las gafas", --será para que no tenga que leerme el periódico.

"Juan, el audífono", -- para que escuche sus sermones y chismes.

Hasta en más de una ocasión, pidiéndome que no olvide mi dentadura. ¿Acaso pensará que voy a pedirle que mastique por mi?

Es una egoísta, no me cabe la menor duda. Porque, de lo contrario..., ¿por qué siempre, siempre, siempre..., ¡se olvida de preguntarme si llevo la mascarilla!?. Odio darme la vuelta y volver a casa a por ella.


Cabeza la Vaca, 23 de octubre de 2020. Imagen libre en la red.


  

viernes, 16 de octubre de 2020

Memoria de elefante

El político más conocido del país, sobre todo por su arrogancia y autoritarismo, salió del congreso con esos aires de superioridad, siendo quizás ajeno a tanto odio como suscitaba. Después del pasacalles, cuando iba a por su vehículo, tuvo que detenerse a que terminara de pasar el desfile de paquidermos.

Furioso por la demora, jaló con violencia el rabo del gran elefante que iba último, cerrando la fila. El gigante animal, que estaba bien amaestrado, y aunque no se dio cuenta de la presencia de aquel tipo, interpretó aquello como la orden "¡siéntaté!".

El político quedó atrapado en su trasero, quedando su cuerpo hecho añicos, con los huesos molidos y casi hubo que coger una espátula para despegarlo del pavimento. El inocente elefante, ni se percató de aquel asunto, pues acto seguido, se levantó, y continuó el desfile con el resto de compañeros.

Muchos años después, su figura sigue siendo sinónimo de buena suerte y su efigie se puede visualizar en todas partes. Hicieron lapiceros con su imagen, llaveros, peluches, hasta anuncios publicitarios... Aquel incidente, fue un antes y un después en el pensamiento de los ciudadanos, sobre todo, en lo que respecta a los políticos de esa índole y egocentrismo; ¡hay que aplastarlos!. 

Ese elefante es la viva imagen del cambio; es un ídolo. Sin embargo, el animal mira todas esas atenciones y ese baño de masas con cierta confusión, y es que, a pesar de tener una memoria prodigiosa, no recuerda de dónde viene toda aquella adulación. Sin embargo, piensa que algo bueno debió ocurrir... 

Pero en el fondo, sabe, al igual que lo sabemos los ciudadanos de a pie, que a estos políticos habría que aplastarlos...



Cabeza la Vaca, 16 de octubre de 2020. Imagen libre en la red.


viernes, 9 de octubre de 2020

Misa a las 5

La plaza presenta el mismo cansancio que sus atardeceres. Es común escuchar todas las tardes el repicar de las campanas, pero hoy el sonido levanta un nuevo dolor en el pueblo. "Seguro será una misa de cuerpo presente, y cada vez quedamos menos en el pueblo", --piensan a escondidas los pocos que le prestan atención al aullido que viene de la vieja torre y que parece llevarlos hacia ella, como hipnotizados. 

Los más ancianos del lugar, ya ni consiguen reconocerse entre ellos. Una fuerte niebla tapa sus recuerdos, y una vasta nostalgia juguetea con el poco tiempo que les queda. Caminan hacia la Iglesia a mostrar sus respetos por el difunto, sea quien sea.

Hoy le tocó el turno a Don Emilio, compañero y buen amigo de todos, que vivía en la calle Barrigas, conocida como la antigua avenida de las matronas, y que hace bastantes años ya, que no se le veía caminar por el pueblo, como era común en él. 

Los últimos en verlo lo recordarán en su vieja poltrona mirando a través de la ventana. La mayor parte del tiempo tenía entrecerrados los ojos, como si estuviera sumergido en un triste y aburrido sueño. Si los abría, era para ver el parloteo de las viejas que venían del mercado. 

Un abuelo se abre paso entre los demás ancianos y, persignándose, entra en el templo a ocupar asiento en los primeros bancos. En la afligida espera de la llegada del cura, se pregunta lo mismo que los otros pocos que hay presentes; "¿Cuándo me tocará a mí?" 

El viejo gato que merodea hace largos años por aquellas solitarias calles, ha entrado y cruzado la Iglesia sin el menor impedimento. Pasea sus silenciosas pezuñas por los peldaños del altar. Busca el frescor del suelo para echarse, y fija sus pupilas en el abuelo del primer banco. 

Ambos intercambian miradas, seguramente sumergidos en sus propios pensamientos. 

El uno, podría pensar; "No querría imaginarme después de ésta, tener seis vidas más"

El otro, sobre los peldaños del altar, seguramente diría para su adentros; "La misa de las 5, parece volverles más triste, si cabe..."


Cabeza la Vaca, 9 de octubre del 2020. Imagen libre en la red.


     

  

viernes, 2 de octubre de 2020

Microcuento; cuidado con los sueños

Por darle un poco de romanticismo a este texto, aunque no lo tiene, lo contaré tal que así;

El murmullo de la noche, como quién anda de puntillas, daba buena compañía a aquella luz tibia del dormitorio, pero no era más que el ventilador de techo que vigilaba todas las noches el matrimonio de los García.

En pleno sueño Rem de ambos, la estampa era la siguiente; Él, que aunque lo desmiente a diario, ronca como un bendito. Ella, hecha un ovillo, sueña. Y sueña que llega el auto de su cónyuge en horas que normalmente no está, se angustia y grita: "¡Mi marido, mi marido!" 

El esposo se sobresalta, deja su ronquido a un lado, busca sus pantalones, la camisa y el resto de cosas en vano. Desesperado y sin tiempo que perder, sin zapatos y descalzo, sale corriendo del edificio. A mitad de la calle, aún sofocado, se detiene abruptamente. Pensativo, se da media vuelta y regresa al hogar.

"Qué susto", -- se dice en voz baja, mientras volvía a casa sin saber qué explicaciones darle a su mujer ante aquella estúpida huída. 

Aunque en verdad, también pensaba en qué explicaciones le daría ella sobre su sueño...


Fuente de Cantos, 2 de octubre de 2020. Imagen libre en la red.

  


viernes, 25 de septiembre de 2020

Microrrelato; El tablero

Cómo cualquier domingo en una mañana de otoño, las sábanas color madera aún conservaban su calidez, tendidas de forma impecable. La tibia luz de los primeros rayos de sol, penetraban, sin pedir permiso, por los vidrios de la ventana, proyectando un tablero sobre la cama.

Ella, era la Reina; con un blanco suavizado por vetas canela que bronceaban su pecho. Su pose, elegante pero provocadora.

Él, un alfil mulato que aún sudaba copiosamente. Impasible y orgulloso de ser aquella pieza.

Acostados en un beso sin tiempo, sin saber a quien le tocaba mover, soñaban todavía con la batalla...


Fuente de Cantos, 25 de septiembre de 2020. Imagen libre en la red.

   

viernes, 18 de septiembre de 2020

La cometa

El final del verano siempre ha sido la mejor época para echar a volar mi cometa. Con el cambio de estación, vienen los nuevos vientos, como si quisieran renovarlo todo. Cada año, estreno una cometa distinta, que yo mismo diseño, y aunque apenas soy un adolescente, ya he adquirido suficiente experiencia para ondear complejas figuras sujetas a un carrete de hilo.

Y en este acantilado, mientras mi artilugio siempre planea, es dónde suelo matar el tiempo mientras pienso en mis cosas. Y esta vez, solo pensaré en cómo ha sido mi verano, porque éste, ha sido el más especial de todos. Conocer a Julia, ha sido lo más hermoso que me ha pasado hace mucho tiempo.

¡Mientras construía mi cometa, no he podido dejar de pensar en ella!.

El grueso, pero a la vez frágil papel, me hacía recordar su carácter. Los colores, me hacían pensar en su imaginación; siempre tan ocurrente. El carrete del terso hilo, me llevaba a imaginar su lindo cabello, adornado con pequeños lazos, justo como había puesto en mi cometa. Y su voz, tan dulce y vivaz, sería como el zumbido del contacto del papel con el viento.

Por eso este año, la he construido con un cuidado y cariño especial. Ya estoy dispuesto a echarla a volar por primera vez, y como no, pensando en cómo se comportará Julia, con este esperado viento de final de verano. Intuyo que abrirá sus alas de par en par, tomará aire y zumbará hacia el cielo, haciendo piruetas, y asombrará a los pájaros con su belleza.

Hará cabriolas de todo tipo, y al contacto con el aire tibio de septiembre, se sacudirá nerviosa como preparándose para la aventura. Y yo, dejaré que el carrete de hilo llegue hasta el final ,para que ahí, justo en plena libertad, decida qué hacer, si continuar fluyendo, o caer hacia mí,  en picado, hasta tomarla con mis manos.

Pero en el fondo, hay algo que siento que invade mis sentimientos, con un halo de nostalgia y que roza la tristeza. Los amores de verano, suelen tener este punto amargo, a pesar que hayan jurado amor eterno, siempre existe un punto de duda muy, muy doloroso.

Quería llamarla Julia pero, porque todos los años, las he bautizado con un nombre especial  escrito en una de sus alas. Será mi afición por las cometas que, en el fondo, soy consciente, que al igual que les ocurre a éstas, si el hilo no es muy firme, las palabras se las lleva el viento...


Cabeza la Vaca, 18 de septiembre de 2010. Imagen libre en la red.

  

viernes, 11 de septiembre de 2020

Cuentos absurdos; el niño cantor

Aquel niño lo hacía absolutamente todo cantando. De sobra era conocido en el pueblo porque no había lugar al que acudiera y que no lo hiciera cantando. Cuando iba a hacer la compra, la lista de las verduras, las frutas, las carnes y todo lo demás, lo pedía al tendero a modo de canción, con un sonido espectacular y haciendo incluso rimas de unas frases con otras. 

Lo mismo ocurría cuando iba a la farmacia, que cantaba las recetas, cuando iba a la consulta del médico, que le cantaba lo que le ocurría o el dolor que sentía, o cada día en la escuela, que le cantaba, y además casi de manera celestial, la lección a los profesores que lo hacían subir al estrado, o mismamente cuando se cruzaba con alguien por la calle;

"Buenos días Don Pepito, 

buenos días Don José, 

parecé que se ha nublado, 

parecé que va a llover"

Su voz, realmente era asombrosa, se manejaba perfectamente en cualquier tono, además de que podía adaptarse a cualquier circunstancia de improvisación. Obviamente era la gran estrella del coro de la iglesia. El único problema, y era algo que nadie entendía, es que el niño cantor, olía francamente mal. Su aseo dejaba mucho que desear, como si no se duchara demasiado. Así que un día, la maestra del coro, decidió llevarlo a su despacho y preguntarle de la forma má correcta posible;

-- Niño cantor, quizás lo que voy a preguntarte es algo delicado y ha pasado por alto por ti y tu familia, pero, ¿no crees que deberías ducharte mucho más a menudo? --

El niño cantor quedó paralizado, posiblemente no se esperaba esa pregunta, pero en cambio, sí que tenía una respuesta...

"Es que, al contrario de lo que le ocurre al resto de la gente, yo en la ducha, canto muy muy mal...Chim Pum" 


Cabeza la Vaca, 11 de septiembre de 2020. Imagen libre en la red.




viernes, 4 de septiembre de 2020

La trampa

Cocinar para alguien es un verdadero placer, y además, éste se da en ambos sentidos. Quien cocina, consigue relajarse, abstraerse, evadirse, dejar la mente en blanco y, a veces, incluso sirve para encontrar inspiración. Quién o quienes esperan el plato, también disfrutarán llegado éste, quizás en la misma proporción que el cocinero. 

En ocasiones, se trata casi de un ritual de conquista, es como preparar una trampa... Tratas de llamar la atención de tus comensales casi de forma artística, lo haces de manera delicada y laboriosa, y sabiendo que el plato será irrenunciable al deseo. Y lleva su tiempo, por eso me da pena que tras cocinar platos con ciertas dificultades y que llevan mucho trabajo su preparación, solo duren escasos minutos en la mesa. Y por mucho que trates de alargar el momento, el deseo puede más, y acabas dejándote llevar por la satisfacción de devorarlo.

Pero siempre hay que tratar de disfrutarlo con la paciencia que precisa, pues hay que buscar que merezca la pena el tiempo invertido en cocinar, en preparar esa simbólica "trampa" para quien se acerca y ofrece su paladar.

Tras este pensamiento, me acuerdo de aquella pobre araña...

"La araña trabaja y trabaja sin cesar. Teje pacientemente esperando que llegue el momento en que la presa caiga en sus redes. Ha nacido para eso, es innato. Es meticulosa y pone un enorme empeño en la perfección de las formas de su tela, fabricando una seda elástica, fuerte y pegajosa, que servirá para sostener el tiempo suficiente a su presa antes de ser devorada.

Lleva bastante tiempo en su obra, pero ya está a punto de finalizarla, tal vez unos días más, y todo estará listo.

Pero la presa ha llegado antes de tiempo, y la araña no se lo esperaba. Pero da igual, la trampa hará su efecto, pues ese era el objetivo.

Y ahí está la mosca, atrapada, indefensa y esperando a ser comida. Porque, ¿qué puede hacer ante ese trágico final?

La araña comienza a escalar por su propia red, ansiosa y acelerada, también nerviosa, pues es su primera vez. Justo ahí, piensa que debe ser paciente, disfrutar del momento, más aún después de tanto trabajo tejiendo. Se acerca a la mosca, la mira detenidamente, pero de repente queda asombrada. Jamás había visto unos ojos tan hermosos.

Es en ese momento en el que el arácnido, fue quien perdió su libertad... 

--- ¡¡Hay ojos que son una verdadera trampa!! ---, pensó la araña, perdida de amor...

Cabeza la Vaca, 4 de septiembre de 2020. Imagen libre en la red.

   

 

viernes, 28 de agosto de 2020

Una historia cualquiera; El Gramófono

Mi abuelo tenía en casa un precioso gramófono. En verdad, lo colocó inicialmente en la taberna que regentaba, pero los clientes se quejaban de que no escuchaban las conversaciones de unos y otros. Así que lo instaló en la entrada de su vieja casa. Las paredes y bóvedas de la estancia, hacían que el sonido fuera casi celestial.

Mi abuela, da igual la hora a la que él llegara, lo esperaba sentada en su ya desgastado pero aún cómodo sillón. Mataba el tiempo agitando su apreciado abanico, el cual rara vez se lo despegaba de sus manos. No lo quería para combatir el calor, pues lo usaba daba igual la época del año, porque en verdad, con el movimiento del abanico era con el que mejor se comunicaba con sus hijos, y sobre todo, con el que expresaba sus sentimientos. 

El precioso abanico de madera, según sus movimientos, y en función con la mano que lo utilizara, llevaba implícito multitud de mensajes que en esa casa ya se conocían perfectamente. Si estaba triste o preocupada, no paraba de agitarlo arrítmicamente, pero si estaba contenta, el ritmo en sus manos era asombroso, lo abría y cerraba con una habilidad inusual. 

Cuando mi abuelo llegaba a casa, cogía un disco de la estantería y ponía una canción, y según fuera ésta, así venía su estado de ánimo. Si venía feliz y contento, la música del gramófono era animada y sonaba un tono más alto de lo habitual, y mi abuela, que lo esperaba como de costumbre sentada en su sillón, tomaba el abanico y lo agitaba de manera sincronizada a la música, chocando los trocitos de madera al ritmo de la propia canción. Y no necesitaban hablarse nada, pues esa era la manera de decírselo todo.

Unos años más tarde de fallecer mi abuelo, volví a la casa de ellos a visitar a mi abuela. Y allí estaba ella sentada, en su viejo sillón. Parecía que no había pasado el tiempo por aquel lugar, no en cambio para ella. Su palidez contrastaba con su vestido de luto. La encontré muy apagada y desmejorada; ya no levantaría cabeza. Me sorprendió que el abanico, esta vez, descansaba sobre una bandeja en el centro de la mesa, como en el olvido, estando yo seguro que desde que falleció mi abuelo, no volvió a abrirse más. 

No se me ocurrió otra cosa que ir hacia el gramófono y abrir la tapa de madera que lo cubría. Allí estaba colocado, seguramente, el disco que ambos escucharon por última vez. Lo encendí, y mi pobre abuela no dijo nada, no le saldrían las palabras, ni tan siquiera tuvo fuerzas para impedir que la música volviera a sonar. Pero no pudo remediar coger de nuevo el abanico, y detrás de él, solo trató de ocultar sus ojos, que pugnaban por estallar en llanto...


Cabeza la Vaca, 28 de agosto de 2020. Imagen libre en la red.

     

 

viernes, 21 de agosto de 2020

Cosas de niños

De siempre se ha dicho, que las madres, cuando se trata de defender la conducta de sus hijos, no entran en razones, y obviamente se posicionan del lado de su criatura, tengan o no razón. 

Es el caso de esa madre, que fue a reclamarle a otra, la actitud de su hijo para con su pequeña hijita;

"Es que tu hijo, ha hecho pis en la puerta de nuestra casa"

-- Bueno querida, no te apures, que conociendo a mi pequeño, seguro que solo quería llamar la atención de tu hija. --

"¿Y así se llama la atención? Lo que ha hecho es que ha escrito en el suelo, con la orina, un corazón, y dentro, los nombres de ambos"

-- ¿Ves? Incluso ha sido algo romántico... ¿No te das cuenta que son cosas de críos? --

"¿Cosas de críos? No me lo parece. La letra, es de mi hija..." 



Cabeza la Vaca, 21 de agosto de 2020. Imagen libre en la red.


  

viernes, 14 de agosto de 2020

Microrrelato; Turismo subacuático

Me habían hablado de una nueva forma de viajar. Y es que debido a la situación actual, que además se está alargando demasiado en el tiempo, pues uno está muy limitado en cuanto a nuevos países o ciudades que visitar, así que era interesante cualquier nueva propuesta de hacer turismo.

"¿No te has enterado de las nuevas ciudades que pueden visitarse en las profundidades del Mar?"

Y he de decir, que no tenía ni idea, y mira que tengo un poco de claustrofobia, más aún a las profundidades del Mar, pero me parecía algo tan insólito, que decidí probar.

Lo mejor, si vais por un par de días, es llevar ropa cómoda, ligera y con colores de tonos claros, sobre todo para evitar llamar la atención de cualquier depredador marino. Eso sí, no hace falta que lleven paraguas... 

Las ciudades sumergidas están muy bien; sin apenas tráfico, sin ruido. Un gran silencio inunda sus calles, nunca mejor dicho. Pero claro, cuesta un poco caminar por ellas. Lástima que no me llevé una cámara de fotos sumergible, y escribir en el cuaderno de anotaciones, resulta una tarea poco menos que imposible, así que siento mucho no poderos dar más información al respecto, pero de verdad que merece la pena la experiencia...


Cabeza la Vaca, 14 de agosto de 2020. Imagen libre en la red.




viernes, 7 de agosto de 2020

Microrrelato; La Luna tiene sed

La Luna tiene sed, y cada vez que nadie la observa, baja a cualquier lago, a una fuente o a un manantial, y sacia su anhelo bebiendo gustosamente. Refresca sus cráteres, enjuaga su garganta..., y hasta ahora, nadie se ha percatado de ello. Se trata de un acto natural que ha pasado desapercibido por los siglos de los siglos para toda la humanidad.

Por el momento, no había tenido consecuencia alguna porque apenas habían sido unos segundos. Ya sabemos que el día sigue a la noche, casi inexorablemente. De siempre ha sido así; brilla el sol durante el día y luego, pasado el tiempo oportuno, resplandece la luna. Y en esas, ésta bajaba cada noche solo unos segundos y sorbía el agua fresca de los arroyos, de los manantiales o de cualquier lago que encontrara a su paso. 

Pero aquella noche, algo extraordinario iba a ocurrir. La luna, cansada de que el Sol le pisara los talones, y apenas tuviera tiempo para disfrutar de todo lo que encontraba en su camino, decidió bajar y buscar un lugar fresco, para darse un placentero baño. Y eligió aquel hermoso lago que veía a menudo. Entró en él, chapoteó, nadó y pasó toda la noche en remojo. 

Pero como consecuencia de aquello, el ciclo natural iba a fallar, algo iba a colapsarse, y para evitarlo, el Sol lo entendió y por eso se detuvo, y al día siguiente no amaneció. Entonces la gente siguió durmiendo durante muchas horas, hasta la mañana siguiente. 

Después de aquella ocasión, todo ha ido bien, porque hasta el momento, la Luna solo ha vuelto a tener sed. El problema es que el Sol, para una próxima vez, está pensando en disfrutar del baño con ella... 



Cabeza la Vaca, 7 de agosto de 2020. Fotografía de Johanna Peltoniemi, Laponia Finlandesa.

viernes, 31 de julio de 2020

Las gafas de Dios

Pienso que en la vida, siempre se ha de creer en alguna cosa que nos haga mantenernos en la fe y esperanza de las cosas buenas. Pero es curioso eso de las creencias; hay quien mantiene su fe en alguien, en algo, dogmatiza firmemente sobre una religión, o incluso en una manera de pensar, y eso mismo, para otros, no genera ningún tipo de convicción o de confianza. 

Hay gente muy reacia a casi todo, y no es solo con ese tipo de fundamentos que lleven implícita la palabra fe, sino que también hay personas que ya no creen en el amor, en la amistad verdadera, en los principios, en los valores, o incluso que han dejado de creer en que todas las personas, en el fondo, son buenas y tienen buen corazón.

Porque es cierto que a veces, uno siempre quiere creer en algo, en pensar que la vida es justa y el karma está ahí para ello. Pero es muy habitual la desconfianza cuando nos llegan las contradicciones por las propias cosas que te depara la vida. Te desanimas, te desilusionas, y dejas de creer en todo, incluso, en que todo el mundo es bueno.

Pero, para explicar esto mejor, sobre lo de creer incluso en las cosas inverosímiles, nada como hacerlo con un cuento que he leído hace unos días;

"Estando un día sentado en un banco del parque, disfrutando de un hermoso atardecer, se acercó una señora muy mayor y me pidió que le leyera un anuncio del periódico.

—Son letras muy pequeñas —dijo— y no consigo distinguirlas bien.

Lo intenté, pero no llevaba mis gafas de leer. Me disculpé.

—No tiene la menor importancia —dice ella—. ¿Quiere saber una cosa? Creo que Dios también tiene la vista cansada: no porque sea viejo, sino porque lo ha elegido. De ese modo, cuando alguien hace algo malo, Él no consigue verlo bien y acaba perdonando a la persona, pues no quiere cometer una injusticia.

— Entonces… ¿tampoco ve las cosas buenas? —pregunté.

—Bueno, es que Dios nunca olvida las gafas en casa —dijo riendo la anciana y se alejó".


Por eso yo, y con respecto a las creencias, si de algo estoy seguro, es que nunca dejaré de creer en Los Cuentos... 


Cabeza la Vaca, 31 de julio de 2020. Imagen libre en la red.


 

viernes, 24 de julio de 2020

Microrrelato; Hábitos nocturnos

Mis gatos, Totó y Alfredo, no paran de dormir durante todo el día. Yo trato de darles juego, provocarlos, hacerles rabiar..., pero a la mínima que me descuido, buscan un sitio, cualquiera, se acomodan en una posición, y se hacen un ovillo con sus cuerpecitos peludos para echarse a dormir.

Y claro, hace unos días quedé preocupado. No sé si es normal tanta pereza, porque es como si no existieran, así que les pregunté;

"¿Cómo es que pasáis todo el día durmiendo?"

-- Es que nosotros, (que no sabemos si es así con todos los felinos), somos de hábitos nocturnos. Es por la noche, cuando tenemos toda nuestra actividad; cazamos, nos alimentamos, jugamos..." --, se atrevió a decirme Alfredo. Yo, me lo creí.

Hace un par de noches, el insomnio se apoderó de mí. Pasaban las horas y no conseguía pegar ojo, no paraba de dar vueltas en la cama. Quizás por el bochorno y calor, así que salí fuera a tomar un poco el aire. Y mira por dónde, que vi a mis dos gatos enroscados uno al otro, ronroneando, en el séptimo sueño. Obviamente, los desperté. 

"¡Pero bueno!; ¿vosotros no sois de hábitos nocturnos?". Pregunté, casi enojado.

-- A ver, déjame explicarte..., -- se adelantó a decirme Totó. -- Cuando se trata de dormir, al igual que los humanos, siempre mentimos un poco y solemos decir que dormimos menos de lo que realmente lo hacemos... --


Cabeza la Vaca, 24 de julio de 2020. Totó y Alfredo. Fotografía de Jesús Apa.







viernes, 17 de julio de 2020

Las decepciones

Parece ser que mi abuelo siempre me esperaba bajo el gran manzano que había justo a la entrada de su casa. Sentado en una silla de enea, dejaba que el paso del tiempo acariciara su arrugada cara.

A juzgar por su apariencia, cualquiera diría que en su vida, había predominado una ausencia total de problemas. Parecía tranquilo, sin ninguna rebeldía. Incluso cuando yo crecí, me seguía transmitiendo la misma percepción. También es cierto que, nadie jamás me dijo una mala palabra sobre él.

No sé por qué, pues al igual que me suele ocurrir con otros abuelos, una de las cosas que más me interesaba saber al conversar con ellos, es saber cómo han superado todas las decepciones sufridas en su vida.

"La importancia de la decepción, suele estar relacionada con la importancia de la persona",-- solía decir mi abuelo. Cosa obvia, pero entender ese mensaje, supone ahorrarte disgustos innecesarios.

Todos los inicios de Otoño, señalaba aquel hermoso árbol, y decía siempre lo mismo;

"No se puede culpar al árbol porque venga una manzana podrida. Porque incluso ahí, en ese mismo brote, puede nacer el mejor fruto el próximo año. A saber por lo que ha pasado el pobre árbol para venir con ese pequeño problema".

Supongo que con eso, se refería a las decepciones. También a las oportunidades. A las segundas, a las terceras, a las últimas...

A mí, mi abuelo, nunca me decepcionó. Quizás fue porque solo me hablaron de él, y realmente, nunca lo conocí.

Cuando sentimos que alguien nos decepciona, hay que mirar de dónde viene esta decepción. No es lo mismo si viene de extraños, si vienes de personas que solo conocemos de a poco, o de relaciones con más intensidad..., 

Depende mucho si la cosa viene de verdaderos amigos o de alguien de la familia. Unos y otros, suelen tener infinidad de oportunidades para enmendar sus errores. Tantas, como perdones haya... Es ahí, en el perdón, donde desaparecen (o suelen apartarse) todas las decepciones!! 


Cabeza la Vaca, 17 de julio de 2020. Imagen libre en la red.


 

viernes, 10 de julio de 2020

Fine

"Yo, Ennio Morricone, he muerto".

Así empezaba la carta que este gran compositor dejaba hace unos días para despedirse. "Nadie podía imaginarse que dejara estas palabras escritas con tanto amor", dijeron alguno de sus más allegados. Era hombre de pocas palabras. Un texto lleno de melancolía, un poco de tristeza, en el que solo le faltaba poner algo de música para, seguramente, hacer otra obra maestra de las suyas.

Debe ser duro conocer tu final y hacer una despedida sobre un trozo de papel. ¿Qué decir? ¿A quién dirigirte? Por supuesto a la familia, a los amigos más cercanos, para los que te han acompañado en los últimos años..., pero qué difícil debe llegar a ser. Hay que tener valentía y mucha entereza, pero también buscar las palabras justas.

Casi sin quererlo, y si te gusta la música, acabas conociendo el trabajo de Ennio Morricone. Sus composiciones han ocupado el espacio de grandes películas, y quizás éstas no hubieran sido tan populares sin su música. "El bueno, el feo y el malo". "La muerte tenía un precio". La Misión", o "Cinema Paradiso", para mi gusto, la mejor de todas. Su música sabe buscar el momento perfecto para emocionarte. 

Y volviendo a su carta de despedida, a pesar de la tristeza, hay bellas palabras dentro de ella. Me pregunto por qué dejó ese testimonio escrito, porque a buen seguro ya le diría a los receptores todo eso en vida;

"Yo, Ennio Morricone, he muerto".

"Lo anuncio así a todos los amigos que siempre me fueron cercanos y también a esos un poco lejanos que despido con gran afecto. Es imposible nombrarlos a todos.

Pero un recuerdo especial es para Peppuccio y Roberta, amigos fraternales muy presentes en los últimos años de nuestra vida.

Solo hay una razón que me impulsa a saludar así a todos y a celebrar un funeral en privado: no quiero molestar.

Saludo con mucho afecto a Inés, Laura, Sara, Enzo y Norbert, por haber compartido conmigo y mi familia gran parte de mi vida.

Quiero recordar con amor a mis hermanas Adriana, María, Franca y a sus seres queridos y hacerles saber cuánto los he amado.

Un saludo pleno, intenso y profundo a mis hijos Marco, Alessandra, Andrea, Giovanni, a mi nuera Mónica y a mis nietos Francesca, Valentina, Francesco y Luca.

Espero que entiendan cuánto los amaba.

Por último, María (pero no última). A ella renuevo el amor extraordinario que nos ha mantenido juntos y que lamento abandonar.

Para ella es mi más doloroso adiós..."

¿Qué música hubiera elegido él mismo, de todas las suyas, para que sonora mientras leían este texto? Aunque, ahora que lo pienso, casi ninguna de sus músicas tenía letra, todas eran instrumentales. Violines, violonchelos, arpas, pianos, flautas, trompetas, tubas..., todos sonaban en perfecta armonía, sin casi ninguna letra.

Hay músicas o canciones que nos evocan momentos pasados, remueven nuestra nostalgia. Y es muy cierto eso que dicen que, para cada etapa de nuestra vida, sea en la felicidad o la tristeza, siempre ha existido algún tipo de banda sonora para esos momentos. Una canción que poníamos una y otra vez, sobre todo cuando necesitamos encontrar algún tipo de sentimiento. Y a veces es volver a escucharla, y trasladarnos a esa época.

No es que el escrito de Ennio Morricone haya sido una carta con muchas palabras, con demasiados mensajes. Eran los justos. Está claro que con la música, ya lo dijo todo en vida. 



Cabeza la Vaca, 10 de julio de 2020. Imagen final del Filme Cinema Paradiso.





 

viernes, 3 de julio de 2020

Aquel primer beso

Había estado luchando con un esfuerzo titánico contra su timidez, soportando el momento, apocado y retraído, mientras ella leía en voz alta la carta que él, le había entregado momentos antes. No esperaba aquella situación, pues pensaba que la carta que había escrito para ella, la leería cuando estuviera a solas.

Ella lo miró asombrada, abrumada por tanto halago.

"Me ha encantado, nadie me había dicho nunca, cosas tan bonitas".

Él consiguió sonreír, aún más avergonzado si cabe.

"Pues, ¿sabes? Tú también me gustas desde el inicio del curso, así que me alegro que hayas escrito eso para mí" -- volvió a insistirle ella, que parecía ser la única en romper la timidez para hablar. Fue quien se lanzó de nuevo para decirle;

"Cierra los ojos..."

Los labios de ella buscaron a ciegas los de él, que aguardaban estáticos, un poco resecos, pero entreabiertos, como esperando el momento. Sus pequeñas narices chocaron, suspiraron. Al principio, solo unió sus labios un poco con los de él, y no tardó en apartarse un segundo, lo suficiente para mirarlo. 

"No puedes abrir los ojos, ¿vale?" -- él solo asintió con la cabeza, pues seguía sin poder decir palabra alguna.

Ella se acercó de nuevo, ladeando esta vez su cabeza, abriendo un poco su boca para ocupar la de él, que no tardó en corresponder con movimientos parecidos a los de ella. Ahora, sus labios estaban completamente humedecidos, sus bocas se envolvían, sus lenguas se tocaban y jugaban tímidamente. Ambos mantenían un ritmo lento, el que creían que era el adecuado. Ahora chocaban sus dientes y suspiraban, o sonreían. Él consiguió abrazarla, y ella se agarró a su cintura para corresponderle.

El chico siente que su corazón se le despega, y no puede evitar estremecerse con el suave olor de ella. Huele como a sandía, a melocotón tal vez, o a una mezcla de frutas recién cortadas. Nota que la nuca de la chica está empapada, sudorosa, pero en cambio, su piel está un poco fría.

El beso dura una eternidad, quizás porque aún no saben cuál es la forma más correcta de parar, tal vez por miedo a poner freno a un deseo y placer tan nuevo.

Es ella la que nuevamente toma la iniciativa, y se aparta delicadamente.

"¿Es la primera vez? Lo haces muy bien..."

-- Sí, jamás había escrito una carta a nadie --

"Nooo, tonto. Si es la primera vez que besas a una chica", le dijo mientras reía a carcajadas.

-- Si, claro, -- respondió avergonzado. -- Todas las demás veces, solo había sido en sueños --

Ella quedó contrariada, pero el chico no tardó en rectificar.

-- Pero siempre, en todos los sueños, te besaba a ti --

Era el inicio del verano. Luego habría más cartas. Por supuesto, también más besos, pero ninguno como aquel primero...  


Cabeza la Vaca, 3 de julio de 2020. Imagen de la película El primer beso.


viernes, 26 de junio de 2020

Microrrelato; el médico que llevamos dentro

Estaba el tipo arrepentido de la triste y dura vida que había llevado por tanto tiempo. Tantísimo trabajo, tan poco descanso. Demasiados abusos... el estrés, las prisas, el alcohol, las comidas a deshoras. 

"Tienes que cuidarte Manuel, aún eres joven. Debes ir al médico y que ellos te orienten", le insistía su mejor amigo continuamente.

Pero Manuel, siempre había sido muy testarudo. Ni una sola visita a los doctores en toda su vida, y ahora, no salía del hospital, de una consulta a otra. El último susto, un pequeño infarto de miocardio.

Pero aunque parecía haber aprendido la lección, o al menos eso es lo que le contaba a su mejor amigo mientras esperaban para tomar un café, y siempre trataba de llevarle la contraria a los médicos. Que si son muy exagerados, que si se ponen en lo peor, que si las segundas opiniones tampoco valen..., y siempre con una actitud a la defensiva;

"Caminar una hora todos los días, cinco piezas de fruta, fuera las grasas, reducir la sal, el tabaco eliminado, el alcohol ni probarlo..., pero, ¿esta gente quién se cree que son? ¿A mí me van a decir lo que tengo que hacer? Yo, que he estado trabajando toda mi vida de sol a sol y nunca me he quejado de nada" -- contradecía sin parar.

"Nunca es bueno caminar sin saber dónde se va, las piezas de fruta no se cuentan; ¿y si en vez de cinco, quiero tomar diez? Ni voy a eliminar la sal, ni el tabaco, menos mis vasitos de vino... No quiero llevar una vida descafeinada" 

Su opinión personal valía más que la de todos los doctores juntos. Todo esto, mientras abría dos sobres de azúcar y los echaba sobre su taza de café.

-- Pero Manuel, ¿tú no eres diabético? --

"Si, pero tranquilo que no pasa nada. Parece ser que, si das la vuelta al café con la cucharilla en sentido contrario, el azúcar no se deshace..."  


Cabeza la Vaca, 26 de junio de 2020. Imagen libre en la red