viernes, 27 de octubre de 2017

Los pueblos

Ayer reflexionaba sobre en cómo determinadas situaciones, acciones, o sencillamente, ciertas frases o comentarios que llegas a escuchar, pueden marcar tu vida en un determinado sentido. Recuerdo que fue hace como catorce años ya, que estaba escuchando el discurso de un doctor en geografía, muy conocido por aquel entonces. No recuerdo del todo bien el hilo de su discurso, pero hablaba del mundo rural y la situación que se estaba viviendo en él. Y como digo, no recuerdo del todo bien el contenido completo de todo lo que hablaba, pero no puedo olvidar con qué palabras acabó rotundamente su intervención; "Cierran los pueblos", sentenciaba. Aquella frase me impactó y sobrecogió profundamente.

Otra reflexión llegaba a mi hace unos días en lo que respecta a la imagen mental que tenemos sobre lo que será el futuro. Porque hace quince años no podría pensar que el futuro lo vería o imaginaba como lo hago hoy. Las cosas han cambiado a consecuencia de otras, y algo como las nuevas tecnologías, las nuevas enfermedades, o la velocidad de la propia vida y su inercia en sí, hacen que sea difícil imaginarse un futuro de paz, tranquilidad, donde la calidad de vida impere sobre el resto de cosas. Da miedo pensar hacia dónde vamos, y más pánico es ver cómo nos dejamos llevar con un impulso incontrolado del tiempo.

Pero yo me sigo negando a ciertas cosas, rotundamente además. Precisamente esa frase, "cierran los pueblos", me hizo creer aún más de que estaba en el lugar correcto para pasar mis años de vida. Tendría que renunciar a muchas cosas, claro está, pero como en otras muchas situaciones de la vida. Mi sensatez interior me decía que nada mejor como vivir y crecer en el lugar que amas, a pesar que este crecimiento sea a veces en otra dimensión. A pesar de que veo tristemente como cada vez más personas salen de aquí, de los pueblos, buscando oportunidades que aquí no encuentran. A pesar que me da miedo leer y releer las estadísticas que dicen, que en el mundo rural por cada tres nacimientos al año, hay quince personas que fallecen.

Y pese a todos los inconvenientes que aún estarán por venir, los que aquí hemos decidido vivir y hemos apostado por seguir creciendo en la vida de los pueblos, estamos dispuestos a cambiar la situación. Porque seguimos amando lo rural, su ambiente, sus gentes, su paz, sus paisajes, su clima, sus costumbres y manías...., porque es dónde hemos nacido y pese a conocer otras culturas, con sus pros y contras, el imán de lo nuestro nos atrae. Para mi vivir en un pueblo me permite encontrarme con cosas que no tienen precio, y precisamente no es por su valor inalcanzable, sino porque las puedes obtener gratuitamente.

Siempre he pensado que si uno lucha por lo que cree, al final siempre sale ganando, incluso habiendo perdido (por muy contradictorio que resulte). Principalmente porque nunca podrá recriminarse que ha perdido su tiempo, por mucho esfuerzo que haya destinado. Cuando uno habla con firmeza y lo acompaña haciendo con determinación las cosas en las que tiene fe, nunca saldrá perdiendo. Puede ser que haya muchas personas que desprestigian lo rural, lo pueblerino y ordinario, pero no están haciendo otra cosa que renunciar a conocer lo sencillo, lo puro y la esencia de lo natural. Nada me gusta más que cambiar el concepto de ese tipo de gente con ejemplos y experiencias precisamente sobre aquello que menosprecian o no valoran.

Hoy hace justo un año tuve una experiencia inolvidable. Fue cuando me invitaron como pregonero a las fiestas de Cabeza la Vaca, un pequeño y encantador pueblo de mi Comarca. Lo que allí sentí y viví fue una sensación indescriptible con palabras, y mira que muchas de ellas enfatizaban lo que ahora aquí digo;


"Es posible que vivir en el pueblo haya sido hasta época no lejana una carga que pocos hemos soportado, y sigue siendo difícil por las condiciones de trabajo y de futuro. Y sé que una misma inquietud sacude los pueblos; el porvenir de nuestros hijos en ellos. Y quien dice hijos, dice sobrinos y nietos. Pero los que permanecemos en él, vamos logrando hacerlo más habitable, acogedor y próspero. Y los que han tenido que marcharse, creo que siempre le han reservado un lugar en el corazón y en su pensamiento".

"Porque el pueblo, los pueblos, conservan todavía la identidad del hombre con la naturaleza. El pueblo es reserva de una vida más humana, más próxima a las otras personas, más fundida con las raíces de cada uno. El pueblo no desprecia la técnica y el progreso, pero no permite que éstos lo anulen y lo desborden. Conserva la posibilidad de que seamos dueños de nuestro tiempo, de nuestra historia, y me atrevo a decir que hasta de nuestro destino. Creo que estamos redescubriendo las ventajas de vivir en las zonas rurales. Hoy quien no tiene un pueblo, se lo busca".

"Y si es cierto que en la historia pasada está el alma de los pueblos, en el futuro está sus esperanza y su razón de vivir, y en sus gentes, el corazón". 

"El futuro del pueblo, el futuro colectivo, está en la infancia despreocupada y feliz. También lo tenemos en esa adolescencia que va enredándose en el amor y en la vida. El futuro es esa juventud un poco descreída con su futuro, valga la redundancia. Pero eso es positivo, porque no es bueno que los jóvenes aceptéis una vida regalada. Acostumbraos a rechazar todo lo chabacano, lo fácil, lo rutinario y lo impuesto. Apuntaos a causas nobles. Si queréis que vuestros progenitores sean felices, bastará con que vean la felicidad y el entusiasmo en vosotros."

"Alguien dijo una vez, que los pueblos en decadencia viven acordándose de dónde vienen; los pueblos fuertes, sólo necesitan saber dónde van".

Lo dije y afirmé con total contundencia, porque es lo que pensaba. No creo que jamás cambie mi opinión respecto a lo que quiero y siento desde pequeño, y aunque pueda parecer que los pueblos andan agotados, enfermos, o que muestren algunos síntomas de debilidad, están más sanos que nunca. Porque ahí, en su interior, han sabido mantener su esencia, la pureza de lo natural.

Después de aquel pregón, alguien me preguntó si de verdad pensaba que los pueblos, máxime aún los pequeños, tenían futuro. Con la misma firmeza le contesté que no solamente era así, sino que el futuro está en ellos. Los pueblos resurgirán de sí mismos para convertirse en el lugar dónde todo el mundo quiera vivir y crecer. Tal vez las nuevas tecnologías jueguen algún día un papel importante en favor de eso, todo estará por ver.

Puede ser que el mundo esté loco, no lo sé. Tampoco creo que los pueblos vayan a hacer el papel de psiquiatras de las grandes urbes, ni mucho menos. Pero lo que sí está claro, y los que vivimos en los pueblos así lo sentimos, es que sabemos perfectamente dónde encontrar la medicina para volver a la cordura que este mundo necesita.


Cabeza la Vaca, 27 de octubre de 2017. Fotografía de Jesús Apa.


  

   

viernes, 20 de octubre de 2017

La Teoría del Caos

Hace unos días alguien lanzaba en este espacio un comentario acerca de un tema que siempre deja alguna que otra reflexión en mi; "el Destino". También es cierto que siempre ha provocado en mi cierta confusión ese término, Destino. Palabra la cual hace referencia a no sabemos qué, si a un lugar, a un camino o simplemente a las circunstancias personales de cada uno en esta vida. Hay quien sencillamente no quiere saber nada de él, y otros, que en cambio, se agarran con fuerza a su sentido y precisan de éste para justificar todo aquello cuanto le pasa en la vida, sea bueno o no lo sea tanto. Yo soy más de pensar en eso de que "las cosas pasan, porque tienen que pasar", o que "las cosas pasan por algo". A veces a eso también se le llama destino, otras veces, quizás no tenga nada que ver con él. Un caos explicar todo esto, ¿verdad?.

Precisamente es otra de las palabras que puede llegar a asustar; "el Caos". Pero tal vez tenga mucho que ver con el destino.... Hay una teoría sobre eso, como la hay para casi casi todo, o al menos, yo tengo la mía.

La palabra de origen griego, Caos, alude a lo impredecible, pero también suele relacionarse con el desorden. De una manera genérica podemos decir que el caos es aquello que está descontrolado, que no puede acotarse. Pero, ¿es así?. ¿Y qué dice la ciencia sobre eso?. ¿No es acaso, el universo, un ordenado caos?.

Como palabra, sería lo opuesto del orden, pero ya sabemos que a veces las cosas opuestas se complementan, o sencillamente precisan una de la otra, no podrían existir por separado. Al igual que por ejemplo, con una moneda y sus dos lados, cara y cruz, no podemos hablar del orden sin caos, ni viceversa. 

Quizás hay que aceptar el caos como una riqueza, y no como un impedimento. Es como una tela de araña, dónde para llegar al centro, hay muchas posibilidades con muchos caminos. Por eso que cuando ves un sistema caótico que de repente adquiere un orden (que es una de sus características), piensas que es casualidad, y se interpreta como cuando alguna situación te lleva a un destino que siempre has querido, que es posible que lo asocies a la fortuna. Pero en realidad, los sistemas caóticos lo que encierran es un orden oculto, que está detrás, y se nos hace invisible.

Por eso que la "Teoría del Caos" no solo se aplica a fenómenos físicos, sino que también a fenómenos sociales. A veces las mejores revoluciones sociales que llegaron a buen puerto se iniciaron mediante el caos, pero con un orden en la cabeza de cada uno de sus revolucionarios. 

Así como la "Teoría del Caos", se basa en aceptar ciertas cosas que no pueden controlarse, algo parecido ocurre con el destino. Por mucho que queramos ordenar todo lo que deseemos que pase, siempre habrá elementos (a veces personas) que van a influir sobre tus deseos, tus casualidades o tus circunstancias.  

Esta teoria, la del caos, se ha convertido en un método de estudio de la realidad y es uno de los pilares más serios y fundamentales de la ciencia moderna. Ya hubo quienes estudiaron esta teoría y lo hicieron sobre la posibilidad de cambios atmosféricos de gran trascendencia, con apenas unas alteraciones insignificantes en algunas variables meteorológicas. De estos estudios nació el dicho popular del efecto mariposa, que dice; "el aleteo de una mariposa en Hong Kong causará un tifón en México" , haciendo referencia a que por más insignificante que parezca una circunstancia, siempre acarreará algún tipo de consecuencia importante.

Es cierto que hay muchas leyes físicas y matemáticas que tratan de, sino poner en orden o controlar el caos, sí al menos tener ciertas aproximaciones en lo que ocurrirá. Es el caso de quienes estudian el tiempo atmosférico, que aunque hemos mejorado mucho, no se puede predecir con absoluta definición. Entonces, ¿significa que se ha llegado a un compromiso entre lo que es determinista y lo que es azar?.

Sucede en la física, que aunque pueda resultar aburrida, algo nos enseña, y que al igual que en la vida, existen las dimensiones, a las cuales debemos acceder con nuestros pensamientos, nuestras vibraciones. A veces las cosas ocultas o que no conseguimos ver, es quizás porque las miramos desde otra dimensión. Sin dimensiones ocultas, la física cuántica por ejemplo, no puede explicar lo que observamos. En términos científicos podríamos decir que la materia está gobernada por órdenes que no vemos y están dentro de campos inmateriales.

Esto llevarlo a la vida cotidiana, es un gran logro, pero, ¿cómo te comunicas con esos campos ocultos?. Pues claramente a través de la intuición, de nuestras vibraciones. Ahí es dónde descubres la magia de la vida. La palabra caos, no es más que la palabra magia devaluada. Porque, ¿cuándo algo es mágico?. Precisamente cuando destruye un orden establecido. ¡Eso es precisamente lo mágico!. Cuando suceden cosas inesperadas. Éstas no ocurrirán bajo un perfecto orden. O tal vez no requieran ningún orden... 

Quizás por eso todo lo que nos suceda en la vida pudiera estar relacionado con esta teoría. Es como aceptar que, vamos a ver qué cosas podemos averiguar o descubrir, y vamos a ver a qué cosas vamos a renunciar y dejar que así nos sorprendan. Es decir, dejamos fluir los pensamientos para que aparezca un orden oculto. Es una sincronía difícil de entender. Es como cuando te encuentras con la persona idónea. ¿Acaso ésto no ocurre cuando permitimos a nuestra mente fluir, relajarse?. Nuestra propia vida es caótica. Fallamos precisamente cuando queremos gobernar en nuestra estructura mental.

Podría decirte que si alguna vez piensas en que jamás conocerás a cierto tipo de persona, en que vas a tener que renunciar a toparte con el prototipo de mujer o de hombre que será perfecto para ti, tomar un café con ese alguien, debes pensar que todo puede pasar. A lo mejor decaes en la idea de que jamás compartirás con esa persona un café, pero es posible que es porque te espera una cerveza...

Eso es para mi el caos. El orden aparece de una forma inesperada. Y eso para mi es el destino. Cuando ocurre algo que realmente deseas, pero es posible que antes hayan ocurrido otras muchas cosas. Y no es que no las desearas, sino que, simplemente, no han alterado ni han convertido tu vida en un "perfecto caos".

Aunque haya muchos hechos en nuestra vida que consideramos intrascendentes, a veces pueden llegar a cambiarla por completo. La vida como un sistema dinámico, es precisamente la suma de infinitos recomienzos, que aunque a veces sin un orden, cada uno de ellos va influyendo en el siguiente...

Para cambiar por completo las circunstancias, y con ellas, la vida, no hace falta plantear grandes cosas, ni hacerlas con determinantes acciones. Es mejor poco a poco, es mejor con pequeñas cosas, espontáneas, sencillas, honestas. Como ese pequeño aleteo de una mariposa, que puede llegar a cambiar el mundo. Nuestro mundo, nuestra vida, acabando por poner en orden, hasta el más perfecto caos....  



Pintura representativa del Caos, de Nahir. Sevilla, a 20 de octubre de 2017.

viernes, 13 de octubre de 2017

La última cena

Oscar Alegre me dijo que esa tarde visitaríamos algunos lugares de Atyrá, pero que por encima de todos, uno de ellos no me dejaría indiferente. Así que llegada la hora, se acercó a la casita dónde yo me hospedaba, justo frente a la suya, y me preguntó si sabía andar en moto. Al poco iba Oscar unos metros delante mía en su pequeña motocicleta mientras yo le seguía con otra del mismo estilo que la suya. Un hermoso paisaje era el regalo para mis ojos mientras que una cálida brisa se convertía en alivio de mis pensamientos.

Entre éstos, pensé precisamente aquella tarde, y en varias ocasiones, en cómo funcionamos ante personas extrañas, como era el caso entre Oscar y yo. Porque es interesante cómo sin tener absolutamente ninguna referencia sobre alguien, lo que cuenta es la primera impresión que dejan en ti. Hay gente que por su simple apariencia, por algún gesto o alguna palabra que identifique algo más de él, se delata como una persona de tu agrado o no. Pero mientras eso ocurre, debes guiarte por tu intuición. Yo intuí desde el primer momento el gran corazón que tendría ese señor. Siempre me dejo llevar por ella,  y pocas veces se equivoca, aunque en alguna ocasión haya tenido sobresaltos...

Marianela era el último destino de aquella tarde. Un edificio espectacular convertido en hotel y centro de convenciones, y cargado de detalles que hacen de todo el conjunto una auténtica obra de arte. En su construcción participaron cientos de obreros locales, además de los mejores artistas de la zona. Talladores de piedra, de madera, escultores y pintores que pusieron sus manos en aquel gigantesco complejo. Oscar me lo enseñaba emocionado pues trabajó por unos años allí, ayudando en la cocina a Dora, su mujer, así que decidí dejarme llevar en su visita guiada, expectante por conocer las obras de arte que me iba mostrando. Así llegamos a la que a él más le gustaba, y de la que me habló camino del lugar.

"Mira Jesús, este es mi cuadro preferido; ¡La última cena!. Puede resultar sencillo, que lo es, pero para mi es una obra diferente a pesar de recrear una escena más que conocida. Al contrario de la que pintó Leonardo Da Vinci, ésta fue pintada por un artista local y tiene dos connotaciones muy particulares del autor. La primera, es que no usó una mesa alargada como ocurre en la obra original, sino que en la imagen puedes ver un mantel alrededor del cual, sentados en el suelo, se disponen los doce apóstoles.Y la segunda, y la más curiosa, es que éstos eran personas conocidas del pueblo y que encarnaron los doce rostros de cada uno de los discípulos de Jesús. Solo por su apariencia el autor los identificó con Mateo, Juan, Pedro, Santiago... ¡¿Puedes imaginarte cuando paseando por la calle decidió quien sería Judas?!...", acabó contándome Oscar entre risas.

-- ¿Pues sabes que hay una historia muy parecida detrás del cuadro de la última cena de Leonardo Da Vinci?, le dije a Oscar para explicarle, a continuación, una leyenda que dicen que....


"Leonardo Da Vinci tardó en pintar La Última Cena siete años. Las imágenes que representan a Jesús y a los doce apóstoles, al parecer, fueron retratos de personas reales. Cuando se supo que Da Vinci pintaría esta obra cientos de jóvenes se presentaron ante él para ser modelos. Leonardo seleccionó en primer lugar a la persona que representaría a la figura de Cristo. Buscaba un rostro bien parecido, libre de rasgos duros, que reflejara una personalidad inocente y pacífica. Finalmente, seleccionó a un joven de diecinueve años.

Leonardó trabajó durante casi seis meses para pintar al personaje principal de esta formidable obra. Durante los siguientes años, continuó su obra buscando a las personas que representarían a los doce apóstoles, dejando para el final a la que hiciera de modelo de Judas.

Durante mucho tiempo buscó a un hombre de rasgos propios de este personaje, un hombre con un rostro marcado por la decepción, con una expresión dura y fría, que identificara a una persona capaz de traicionar a su mejor amigo.

Después de muchos intentos fallidos en la búsqueda de este modelo, llegó a los oídos de Leonardo que existía un hombre con estas características en los calabozos de Roma. Este hombre estaba sentenciado a muerte por diversos robos y asesinatos. Da Vinci fue a visitarlo y vio ante él un hombre de largos cabellos, que ocultaban su rostro y unos ojos llenos de rencor y odio. Era el Judas que buscaba para su cuadro.

El prisionero fue trasladado a Milán y durante varios meses se sentó silenciosamente frente a Leonardo, que plasmaba en su obra al personaje que había traicionado a Jesús. Cuando le dio la última pincelada a su obra, se dirigió a los guardias del prisionero y les dijo que se lo llevaran. Cuando salían del recinto, el preso se soltó de los guardias y corrió hacia Leonardo Da Vinci gritándole:

-- ¡Da Vinci! ¡Obsérvame!. ¿No reconoces quién soy?

Leonardo Da Vinci, que lo había estudiado cuidadosamente durante meses, le respondió; -- Nunca te había visto en mi vida hasta aquella tarde en el calabozo de Roma --.

El prisionero levantó los ojos al cielo, cayó de rodillas y gritó desesperadamente:

-- ¡Leonardo Da Vinci, mírame: soy el joven cuyo rostro escogiste hace siete años para representar a Cristo!.


Fuente de Cantos, 13 de octubre de 2017. Cuadro de La Última Cena de Marianela, Atyrá, Paraguay. Fotografía de Jesús Apa.

viernes, 6 de octubre de 2017

El reloj

Dejaba a mis espaldas aquel pequeño pueblo para buscar la parada de omnibus que un momento antes, un anciano del lugar me había indicado; "junto al pequeño puente del arroyo, que ahora no suena y por eso que tendrá usted que estar atento, allí verá una enorme piedra gastada por el paso de tantos traseros que ya se sentaron en ella".

Yo solamente sonreí creyendo en su irónica verdad, y ciertamente ya a lo lejos, reconocí aquel canto sobre el que también yo descansaría mis posaderas. Un pequeño árbol sin mucho ánimo de crecer, más incluso aún no había decidido dar frutos, sí en cambio un poco de sombra que aunque escasa, aliviaba aquel calor tropical, no así tanta humedad.

El arroyo esperaba alguna tormenta de aquel infinito verano para tener algo de alegría, algo de ruido, pues marchitaba de vida alguna. Por sus huellas de sedimentos observé que venían caminando en mi dirección tres enclenques niños distraídos y enredados entre alguna travesura. Dos de más envergadura que el tercero, rezagado y cabizbajo, entre aburrido y pensativo. Mejor lo primero.

Eran de tez oscura y seguro que de corazones claros pues ya llamaban la atención desde lejos. Sus camisas desnudas abrigaban sus sucios cuerpos y sus caras sujetaban tan solo algunos churretes de esa misma mañana.

Ya curioseaban de lejos a aquel señor sentado en el canto de la parada del omnibus. Pensarían qué es lo que podría hacer o en qué se podría entretener alguien que deja su culo por no sabemos cuanto tiempo sobre una roca caliente y sin nada que decir o en qué cosa entretenerse. Pero ya llamaría su atención que ese señor estuviera con algo que habían escuchado que se llamaba libreta y sobre la que, supuestamente con un palo mágico, podía anotarse cuánto se quisiera en ella. Cuando uno lo necesitara bastaría volver a mirarla para recordar cosas que incluso ya habías olvidado que estaban ahí.

"¿Es verdad que ahí se puede colocar todo cuánto uno quiera y se le pase por la imaginación?". Preguntó el primero de los niños.

-- ¡Sí, y a mi me han dicho que incluso con colores!-- , añadió seguidamente el segundo de ellos.

El tercero, el más pequeño, olisqueaba la mochila y ronroneaba para sus adentros cual gato que busca el acomodo de su cuerpo. Así no tardó en colocarse en un lateral del canto, dando disimuladamente alguna patada a mi mochila (invisible a mis ojos según él), y así saber el contenido, más bien el peso de la misma.

"Mi hermano dice, que qué lleva en esa bolsa". Dijo el primero, el mayor, refiriéndose al gesto del mocoso de mi lado.

-- Pero, ¿cuándo ha dicho eso tu hermano?. Si no ha hablado..., le dije siguiéndole el juego.

"Ahora no, pero me lo preguntó esta mañana". Ahí seguía con su estrategia.

-- Pregúntale entonces esta noche si le gustan las almendras, que quizás aún guarde algunas para alguien de este pueblo --.

"Se lo preguntaré, y también se lo diré a él", volvió a decir (señalando al segundo, callado y subordinado).


Al poco, los dos primeros corrían hacia dentro de la aldea con un sabor nuevo y amargo en sus gargantas y unas pegajosas manos provocadas por algún caramelo que aún guardaba en mi mochila. El pequeño haraposo de mi lado, contenía y jugueteaba aún con algo viscoso en el cielo de su boca, que chasqueaba haciendo los ruidos que le venían en gana.

"¿Y qué lleva ahí en su mano?", comenzó a hablar el pequeño de todos.

-- Un bolígrafo con el que relatar historias. ¿Quieres que te cuente alguna?. --

"No hablo de ese palo. Digo, lo otro", volvió a indicar.

-- ¿Esto? -- le contesté --. Esto es un reloj. Es una pequeña máquina que cuenta el tiempo y te ayuda a saber cuándo tienen que ocurrir determinadas cosas, o cuándo es el momento de ver a ciertas personas, o incluso te dice que ha llegado la hora de comer.-- 

"¿En serio?", preguntó el pequeño asombrado. "¿Eso es verdad, o es una historia que estás ahora mismo poniendo en esa cosa y con ese palo?". Volvió a preguntar en alusión a mi libreta y al bolígrafo.

-- No es ninguna historia, eso es tan cierto como tú. Y si supiéramos cuando tiene que llegar el omnibus, imagina que fuera a las 5, estas agujas, estos palitos, ¿los ves?, se colocarían justo en la posición exacta y ahí, y en ese momento, ya lo veríamos llegar y así yo podría saber cuándo me toca irme hacia otro lugar y no estar esperando impacientemente y sin límite, -- le expliqué enseñando el reloj de mi muñeca.

"Ahhhh...., ¿Y me lo puede usted dar para mi?."

Aquel atrevimiento no lo esperaba. El pequeño parecía impresionado con ese nuevo descubrimiento.

-- Me temo que eso no puede ser,-- le dije de manera entre cortada --. Yo lo necesito continuamente, porque gracias a él, por ejemplo, sé la hora a la que tengo que despertarme todos los días, cuándo tengo que ir a trabajar y cuándo acaba mi trabajo, o el momento en el que tengo que ver a ciertas personas, o regresar a casa... y así con todo. Cualquier cosa que tenga que hacer en el día, esta maquinita me lo dice. 

¿Ves?. Estas agujas se van moviendo y en sus posiciones te dicen si es la 1, las 2, las 3...., así hasta las 12 y 59..., y entonces vuelven de nuevo a empezar. Uno con solo mirarlo, ya sabe qué es lo que le toca hacer en ese momento... --

Yo trataba inútilmente de justificar que no podía darle mi reloj, y le acercaba mi mano para volver, una y otra vez, sobre la misma explicación. Detallarle que aquello era básico para mi.

-- ¿Lo entiendes ahora?. -- Su cara boba atendía como podía.

-- ¡Espera, que tengo una idea!. Dame tu muñeca...,-- le dije mientras me acercaba a él --.

Retorcí en ella mi bolígrafo, giré mi mano sobre la suya mientras él accedía a visualizar aquella magia con asombro, y así salió una pulsera, y una esfera circular casi perfecta....

-- Cuando yo era pequeño llevaba un reloj como el tuyo. Y ahora dime, ¿qué hora quieres que te dibuje?. --

"La hora de comer, por favor, señor....". 


Fuente de Cantos, 6 de octubre de 2017. Imagen libre en la red.