viernes, 29 de enero de 2016

Vale cualquier árbol

Me había dispuesto a reparar una antigua casa de piedra que tenía mi familia en un precioso lugar. Para ello, necesitaba de la ayuda de un albañil, y contraté a alguien que me recomendaron. Parecía una buena persona, además de utilizar de manera excelente sus manos y herramientas, pero la verdad que para ser su primer día, debía estar resultándole una jornada dura. La labor para rehabilitar la vieja casa era bastante dificultosa, y a eso se le añadía que nada más empezar el trabajo en la cubierta de madera, su sierra eléctrica se había estropeado, hecho éste que hizo que todo el trabajo tuviera que hacerlo de manera manual, y que perdiera en ello mucho tiempo.

Pero su infortunio no acababa ahí, pues al intentar volver a casa con su vieja furgoneta, ésta se negaba a arrancar. Antes que él me lo pidiera, me ofrecí a llevarlo, puesto que era demasiado tarde para llamar a una grúa y parecía tan cansado, que no quise que llegara a casa a altas horas de la noche. A la mañana siguiente le dije pasaría de nuevo a recogerlo, y me ofrecí yo mismo a gestionar con su seguro la forma de recoger su furgoneta y llevarla a un taller, para de esta manera no perdiera más tiempo en realizar su tarea.

Mientras lo llevaba de vuelta a su casa, permanecía en completo silencio. Los gestos de sus manos delataban cierta preocupación, y su mirada perdida intuía pensar que estaba tratando de digerir la dura jornada que había tenido. A veces se removía inquieto en su asiento, pero no se llegó a quejar por la incomodidad de mi coche. Su aspecto pensativo y la falta de confianza me impedía provocar cualquier conversación, así que el silencio solamente se vio interrumpido cuando me indicó el camino que debía tomar para llegar hasta su destino.

Una vez allí, me pidió que bajara del coche para pasar a su casa y presentarme a su familia. Su insistencia y ruego venció a mi negativa, así que decidí acompañarlo dentro ante tan gentil detalle. Pero justo a escasos metros de la puerta de su casa, se detuvo frente a una hermosa encina centenaria. Abarcó el tronco con ambas manos, y permaneció un pequeño instante abrazando el árbol. 

Cuando entramos en su casa, algo sorprendente ocurrió. Su cara se transformó por completo, y una gran sonrisa emergió de su rostro. Agarró enérgicamente a sus dos hijos pequeños, jugueteó un rato con ellos, y acto seguido recibió a su esposa con un cariñoso beso. Ni tan siquiera parecía el hombre que minutos antes venía sentado en mi coche, y en apenas un instante, había llenado por completo aquella pequeña casa de energía. Resultaba asombroso ver el gran cambio que había experimentado en apenas unos segundos, sin haber podido pensar por mi parte, que se trataba de una persona tan positiva.

Su hospitalidad vino acompañada de compartir con ellos una agradable conversación, una copa de vino y un exquisito queso elaborado por ellos mismos. Pude percibir que estaba ante una familia sencilla, y que su humilde hogar estaba repleto de los valores más preciados y nobles para cualquier persona. Cuando me propuse a despedirme de ellos, él se ofreció acompañarme hasta mi coche.

Salimos fuera, y al volver a pasar frente aquella hermosa encina, sentí curiosidad por lo que había visto antes de entrar en su casa. Después del momento compartido con ellos, sentí la suficiente confianza de preguntarle, y así lo hice:

"Ese es mi árbol de los problemas", contestó. 

--¿Tu árbol de los problemas?. No entiendo--, le dije

"Sé que a veces no puedo evitar tener problemas durante el día, como me ha ocurrido hoy en el trabajo, sin ir más lejos. Pero no quiero traer mis problemas a casa y contagiar con ellos a mi familia. Así que cuando llego por la noche, me acerco a esta encina, y cuelgo aquí mis problemas. A la mañana siguiente, cuando salgo de casa, vuelvo aquí y los recojo de nuevo". 

Yo lo escuchaba fascinado y sorprendido por tal ocurrencia.

"Lo curioso es, --dijo sonriendo--, que cuando salgo a la mañana a recoger del árbol los problemas que colgué la noche anterior, ni remotamente encuentro tantos como los que recordaba haber dejado."

¡Me quedé maravillado!. -- Me parece algo asombroso--, le dije. -- Creo que es una ocurrencia de lo más inteligente. Me gustaría llevarla acabo, solo que tengo un pequeño inconveniente. Y es que yo no tengo en mi casa ninguna encina--.

"No te preocupes", me dijo ¡Vale cualquier árbol!


Márgenes del Embalse de Tentudía, Enero de 2016. Fotografía de Jesús Apa.


  


viernes, 22 de enero de 2016

En busca de la verdad

Hace algunos meses compartiendo un café con mi amiga Pilar, hablábamos de los avatares de la vida; viajes, trabajo, familia, relaciones personales...., en definitiva, las cosas cotidianas que nos acompañan día a día. Pero algo me llamó poderosamente la atención de toda nuestra charla, y es que hubo en su vida una mentira (o muchas), o quizás la ocultación de la verdad, que lo cambió todo. Yo creo que para bien, pero cuando se juega tanto con algo tan dispar, como la verdad y la mentira, siempre alguien sale herido. Porque cuando se miente para provocar un engaño, nada está justificado. 

Las verdades a medias, o las mentiras piadosas, son solamente para los niños.... 

"Ahora que vamos despacio, 
vamos a contar mentiras. 
Por el mar corren las liebres, 
por el monte las sardinas....tralará.
Al salir del campamento, 
con hambre de seis semanas.
Me encontré con un ciruelo,
cargadito de manzanas....tralará.
Empecé a tirarle piedras,
y caían avellanas.
Con el ruido de las nueces,
salió el amo del peral....tralará.
Chiquillo no tires piedras,
que no es mío el melonar.
Ahora que vamos deprisa,
nos contamos más mentiras....tralará.

Pero como ya no somos tan niños, podemos decir que no hay mayor gratitud para el ser humano, (sobre todo para el adulto), que ser siempre fiel a la verdad, y a la misma vez, ser merecedor de la misma. A veces la gente no quiere escuchar la verdad porque no quiere que sus ilusiones se vean destruidas, pero resulta que es justo al contrario. Jamás construirás algo si está sustentado con la mentira, pues llevará implícito la ausencia de la verdad, y al final todo acaba tambaleándose. 

Todo esto es en colación a algo que leí no hace mucho, y en lo cual se ponía de manifiesto que faltar a la verdad, está estrechamente relacionado con la cultura de cada cual. ¡Yo eso no me lo creo! De acuerdo que todos sabemos que los animales, mienten únicamente como estrategia de supervivencia, pero el ser humano, quizás el animal más despiadado, lo hace por puro egoísmo; ni más ni menos, venga de donde venga. Decían que las culturas evolucionan también en el uso de la verdad; ahora los que más mienten son los latinos, antes los americanos, pero en definitiva, la verdad es solo una, la diga quien la diga; la oculte quien se atreva.

Quizás alguna vez te mienta la báscula, lo hagan algunas nubes y estrellas, o tal vez sean los ojos de alguien en quien siempre confiaste. Pero como todos hemos mentido alguna vez, quizás cuando necesites realmente encontrar la "verdad verdadera", esa que pueda cambiar tu vida por algún motivo, haya un antes y un después en el valor que le des a la verdad. Entonces, será cuando vayas en busca de ésta, sea cual sea....


"Me contaron que a un señor, el cual había jugueteado en exceso con la sinceridad, le propusieron ir en busca de la verdad. Así sabría el enorme daño que puede hacerse dando mal uso a las palabras. Él, que enseguida aceptó el reto, pues se mostró convencido que podría enfrentarse a la verdad cada vez que quisiera, llevaba largo tiempo recorriendo gran parte del mundo a través de bosques, desiertos, grandes océanos...hasta que por fin, un viejo sabio le confió el lugar donde encontraría aquello que iba buscando.

-- Tendrás que escalar aquella enorme montaña, y penetrar en una gran cueva que descubrirás cuando llegues a la cima. Allí encontrarás la verdad--, le dijo este sabio.

Después de mucho escalar, por fin estaba frente a la gran cueva. Entró dentro de ella, y descubrió una enorme estancia de varias plantas, donde podía ver miles y millones de velas de aceite. Se sintió extrañado, y dudó si allí encontraría aquello sobre lo cuál lo habían retado. Paseó largo rato por la estancia, hasta que observó que un anciano iba de vela en vela cuidando de ellas.

-- Perdona señor, ¿es aquí donde puedo encontrar la verdad?--

"Sí, aquí es", contestó el anciano.

-- Pero...¡aquí solo hay velas!--, volvió a cuestionar.

"¿Y sabes para qué sirven?. Yo te lo diré", dijo el anciano. "Cada una de ellas, representa la vida de una persona, así pues, a medida que el aceite se va consumiendo, es fiel reflejo de la vida, y significa que a esa persona le va quedando menos tiempo".

-- ¡Vaya!,-- contestó sorprendido. --¿Y podría indicarme usted cuál es la mía?-- preguntó con curiosidad el viajero.

"¿Seguro que quieres saberlo?, ¿de verdad quieres saber la verdad?"

-- Claro que sí, para eso he venido de tan lejos--, exclamó deseoso de saber.

"Está bien, sígueme que te ayudaré a encontrarla".

Comenzaron a buscar por toda la estancia, subieron varias plantas, hasta que por fin llegaron a una pequeña sala, donde el anciano le dijo señalando con su dedo.

"Está allí, justo aquella de la esquina. Aquella es la tuya".

Éste, se acercó a aquella que lo representaba. Pero de repente observó que la llama estaba muy débil, como a punto de consumirse. Sin pensarlo, cogió la vela de al lado, con la intención de verter algo de aceite en la suya. Justo cuando se disponía a ello, y estando a punto de verter todo el aceite en su vela, el anciano le detuvo la mano, para decirle...

"¡Pensé que buscabas la verdad!"



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viernes, 15 de enero de 2016

Gente pequeña

En más de una ocasión, cuando hablamos de viajes, nos gusta preguntar en medio de esa conversación, cuál es el mejor de todos cuantos hemos realizado. Normalmente pensamos en lo divertido que fueron, las personas que nos acompañaron, la belleza de cuánto vimos, o la intensidad de cómo lo vivimos. Hasta hace algo más de dos años, mi pensamiento era exactamente el mismo, hasta que entendí, que el mejor viaje que puedes realizar, es aquel con el cuál, como consecuencia de todo lo vivido, regresas convertido en otra persona.

Yo experimenté esa sensación hace unos años con mi primer viaje a Uruguay como cooperante. Allí conocí a gente increíble y maravillosa. Pero es evidente que resultaría difícil explicar la importancia de esta aventura, porque para muchas personas, mis sensaciones no tendrían el mismo calado que produjo en mi. Posiblemente, el momento que atraviesas en la vida también influye, porque un viaje, cuando lo emprendes, debes empezar a hacerlo antes interiormente. A veces necesitas algo que te haga cambiar, y si es a través de un viaje, éste y todo lo que en él te ocurra, nunca lo olvidarás.

Una vez que inicias esa experiencia, en la cuál quieres de alguna manera vivir alguna sensación que te influya de manera positiva, es posible que sientas cierta frustración, porque todo precisa un tiempo, y no todo llega cuando uno quiere. Pero al final, la paciencia trae su premio. Estar a solas por un mes, desconectado de tu vida cotidiana, e ir de un lado a otro sin compañía, pero conociendo gente allá donde pisaba, hizo que crecieran en mí nuevas sensaciones. Nada extraordinario, pero sí único, porque es cuando entiendes lo corta que es esta vida para conocer a tanta gente buena, y lo pequeño que somos en este mundo tan enorme. Descubres de qué estamos hechos, porque antes no lo sabías. Y si alguna vez olvidaste cuán importante eran ciertas personas para ti, ya no lo olvidarás jamás.

Conocer gente nueva, vivir en nuevos espacios, sentirte solo a propósito, pone freno a tu alevosía sobre la vida, aclara tu humildad, enjuaga tu ego, y te vuelve pequeño, para más tarde, poder volver a crecer con otras expectativas. Una vez te ocurre esto, resulta que es cuando entiendes que es a consecuencia de las huellas que dejaron en ti. Gente como tú; y sobre todo, "gente normal", que son las que realmente te aportarán grandes cosas. Sensaciones que jamás podrás conocer si vives en tu burbuja particular.

Porque sin lugar a dudas, la mejor de esas sensaciones, es que te das cuenta de lo pequeño que somos, o lo pequeño que soy, y de cuánto peso pueden tener las acciones que realizamos, sobre todo, para nosotros mismos. Para ello, basta tomar un café con la persona adecuada, una cualquiera, valga la contradicción, en un lugar al que nunca volverás. Compartir una confidente charla con un desconocido, porque sabrás que te escuchará sin tener ningún perjuicio sobre ti. No harán falta grandes momentos, ni días inolvidables, porque todo irá sumado al final del viaje.

No tener ni la más remota idea del día que tendrás por delante, te convertirá en la persona más imprevisible del mundo, y lo conseguirás con la complicidad de las personas que te irás encontrando en el camino, y que seguramente entenderán a la primera, qué pintas allí en ese preciso momento, porque serán gentes como tú. Causarás un efecto en ellas, similar al de ellas en ti. De todas las persona hay algo que aprender; absolutamente de todas. 

"Cuentan que había un anciano, que todas las mañanas nada más despertarse, bajaba desde su casa a la playa para dar largos paseos. A diferencia de otros días, la orilla estaba totalmente repleta de miles y miles de estrellas de mar, que se extendían varios kilómetros a lo largo de la costa. Seguramente, -- pensó él --, se trata de un fenómeno como consecuencia del cambio climático al que estamos sometidos. Sintió tristeza por todas aquellas pequeñas criaturas, pues las estrellas de mar tan sólo viven cinco minutos fuera del agua.

El viejo señor, continuó caminando absorto en sus pensamientos, sin reparar de nuevo en la tragedia de las estrellas de mar. De pronto, se encontró con un niño pequeño que corría de un lado a otro de la playa; la cara empapada de sudor y los pantalones remangados. - ¿Qué estás haciendo chico?-, preguntó el anciano.

Estoy devolviendo las estrellas al mar, de lo contrario morirán,--contestó el niño--. Junto todas las que puedo y las lanzo mar adentro, más allá de donde rompen las olas, para que no vuelvan de nuevo a la arena.

Ya veo, --contestó el anciano--, pero has de saber que de nada vale tu esfuerzo. Vengo caminando largo rato, desde bastante lejos y hay miles, tal vez incluso millones de estrellas ancladas en la arena. Podrás salvar a unas pocas, pero la inmensa mayoría morirá y todo tu esfuerzo no habrá servido para nada. Lo que haces no tiene ningún sentido.

El niño, que lo miraba fijamente, le mostró una pequeña estrella que escondía en la palma de su mano, y antes de lanzarla al mar, le dijo al viejo anciano; --Para ésta sí que tiene sentido--."

Antes de iniciar un viaje, procuro informarme de lo que allí me puedo encontrar, pero la mayoría de las veces, y sobre de lo cuál nada viene escrito, es sobre la gente. Una buena manera de conocerlos, es a través de sus escritores. Sus plumas hacen alarde de su idiosincrasia, y Uruguay tiene, entre muchos, a dos genios; Benedetti y Eduardo Galeano. Leyendo sobre este último, se me quedó grabada una frase que decía así; 

"Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo".

Tal vez por eso, desde entonces, nunca olvido lo pequeño que soy.



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viernes, 8 de enero de 2016

Dos corazones

Existe una teoría en Brasil, que viene a decir, que todas las personas tenemos dos corazones. Convivimos con los dos, aunque no siempre. Hay un momento en la vida, en el cual, esos dos corazones tienen una dura pugna entre ellos, pues lejos de ser cómplices, tienen un gran conflicto que no todo el mundo sabe resolver. Es curioso, pero quizás eso no solamente le ocurra a los brasileños, sino que podemos extrapolarlo a cualquiera de nosotros mismos. Porque puede ser cierto, que hay un momento en la vida, en el cual un corazón te pide una cosa, y el otro, algo totalmente opuesto. El dilema está creado.

El primero de ellos, o digamos, el corazón "más humano", es aquel que se deja llevar directamente por los sentimientos que por él discurren. Podríamos decir, que es el más natural de ambos, el más racional. En su interior, podemos encontrar la necesidad de unirse a otra persona, el deseo de amar, pero sobre todo, el afán de encontrar su media naranja. Ese amor perfecto, eterno, que aunque a veces es más idílico que carnal, siempre procura compensar esas ansias de búsqueda con el alivio de ser correspondido.

Al parecer, los brasileños dicen que este corazón es el que busca procrear, el que tras el periodo de dar amor a su pareja, anda en la necesidad de concebir hijos, procurarle a ese corazón una nueva forma de amar, para esta vez, reconvertir el amor pasional en amor fraternal. Podríamos decir, que experimenta un cambio único, irrepetible e inimaginable, por muchos sentimientos o avatares que anteriormente haya sufrido. Porque sí, este es el corazón que más sufre de los dos, pues es el que está expuesto al amor en su estado más puro, y tal vez por eso, es del que dicen, que siempre será un corazón preso....preso por el sufrimiento permanente al que se sentirá sometido. No obstante, el amor apasionado se añora, y quien lo ha vivido quisiera repetir al menos una vez más.

El segundo de ambos, y quizás del que podríamos decir que es el menos común, es el que trata de controlar en todo momento sus sentimientos. Ese que aún negándose a sufrir, lo consiga o no, puede sin embargo cubrir ciertas necesidades como el primero. También sabe amar, evidentemente, pero lo hace a su manera. Nada impulsivo, pero cuando ama, suele crear un gran torbellino de sentimientos (a veces confusos) a su alrededor. A pesar de ser un corazón que no lleva un guión establecido como el primero, puede llegar a ser estructurado y aplicado. 

Las personas que viven con este segundo corazón, dicen de él que es el más aventurero, que precisa solo un tipo de amor, y andan despreocupados de si ese amor durará más o menos tiempo. Bastará con que lo disfruten mientras éste exista, sin darle más vueltas al asunto, pues cuando desaparezca, habrá otro corazón como el suyo preparado para corresponderle. También están preparados para sufrir, claro está, pero el tipo de sufrimiento al que se ven sometidos es mecánico, repetitivo. Pero eso sí, siempre deberá estar emparejado con un corazón de "segunda clase", o de este "segundo tipo", si resulta así menos afrentoso. El primero no puede ser amado por el segundo, y viceversa, porque sería querer sufrir de manera gratuita.

Pero claro, lo que a los brasileños le ocurre, y sobre lo cual crean el símil con la historia de los dos corazones, quizás viene siendo algo cada vez más habitual. Y es que hay dos formas de unirse a una persona; esa forma en la cuál, además de unir tus corazones, deseas formar una familia. Completarse con esa persona, con la llegada de aquellos hijos que reconvertirán tu forma de amar a esa persona por siempre. O no..., pues ya decía Platón que "Todo amor es de ausencia o de transcendencia". Pero aún así, hay un único camino a seguir.

Y luego está esa otra forma de unirse a una persona, en la cuál solamente existe el deseo de amar, sin pensar en nada más. Dos en amor, y dos corazones que viven con la alegría de estar juntos, donde no hacen falta grandes exaltaciones, procurarse felicidad mientras decidan seguir unidos, cuidarse mutuamente en el camino que recorran, pero sin dejar de ser ellos mismos. Y si ese amor acaba, seguir cada cual por su camino, pues bien saben que nada queda entre ellos que los una, como mucho, cosas materiales cuyo valor decae al romperse la relación. "El enamoramiento es un estado de miseria mental en que la vida de nuestra conciencia se estrecha, empobrece y paraliza", decía Ortega y Gasset, y que vendría en este caso que ni pintado, para definir el pensamiento de aquellas personas que viven con el segundo corazón. 

Pero mientras Zê, brasileña ella, me hablaba de esta historia que se cuenta en su país sobre los dos corazones, yo trataba de descifrar de algún modo el sentido de todo eso. Aunque claro, solo se trata de una teoría; mi teoría. Y es posible que coincida con los puntos de vista con los que se define la forma de vivir, o en este caso, la manera de amar, de uno u otro corazón. El primero, más sereno, con la idea clara de corresponder y ser correspondido para toda la vida, y con la intención de llenar sus vidas de otras formas de amar, en este caso, por la venida de hijos. El segundo, más loco y descuidado. Sencillo pero rebelde, y con la idea de conocer corazones sin límites, pues llevan la única idea de amar siempre y cuando haya enamoramiento, y de seguir amando otros corazones cuando se agote el sentimiento que tienen hacia su pareja.

Aunque quizás, lo peor de todo, y tal vez es por lo que existen tantos fracasos en el amor, es de querer vivir permanentemente con esos dos tipos de corazones. O uno, u otro, pero no con los dos a la vez. Habría que hablar con ambos corazones, y llegar a un acuerdo con ellos, indicarle tus prioridades y decidir firmemente, para de esta manera no incurrir en ningún tipo de conflictos, como pueda ocurrirle a los brasileños.

Lo mejor de todo, sin lugar a dudas, sería atender la voluntad y la opinión de ambos. Hay una leyenda Sioux, que dice que; "El camino más grande que cruzarás, será el de tu cabeza a tu corazón".

Aunque claro, otra cosa es que alguno de esos dos corazones sea sordo, o se lo haga.... 



Imagen libre de la red.



    



viernes, 1 de enero de 2016

Yo corro, tú bailas

No está mal eso de los resúmenes de cada año, pues al menos te permite evaluarte cada cierto tiempo. Hay muchas formas de proponer tus objetivos, tus metas, tus preferencias. Cada persona tiene sus propias prioridades, en función de la importancia que le presten, y claro, tan importantes como las de cualquier otra persona. Pero también es cierto que para cada cual, su vida y la de los suyos es lo más notable y valioso que existe. Y como el camino se demuestra andando, en el recorrido de la vida podrás observar cuán preponderante puedes ser para las personas que vas encontrando en ese trayecto.

Zê llegó hace unos días a mi casa para pasar las Navidades junto a mi familia, hecho éste más que significativo para adular su presencia aquí, correspondido en mutuo cariño y gran consideración para estas fechas, pues eso dice mucho de nuestra amistad. Pero curioso me resultó, que mostrándole Tentudía, y recorriendo sus carreteras y caminos, súbitamente me dijo, que éstos se encuentran llenos de subidas y bajadas, "como la vida misma". Y curiosamente me gustó esta observación, nada nueva por cierto, pero sí refrescante para la memoria. Vivimos deprisa, a veces mal, pero al menos viviendo, y en ocasiones sin percibir que las etapas llegadas, buenas o malas, son pasajeras. Quizás es buena señal no percibirlo, pues quiere decir que estamos sumergidos de llenos en el presente.

Zê, nuevamente la nombro, es una persona que me inspira, y lo es, por su grandísima fortaleza y por todo lo que aprendo de ella, la mayoría de las veces, sin ni siquiera ésta saberlo. Pero sobre todo, y de lo cual más he aprendido, también sin ella saberlo, es de como enfrentarte al pasado. Yo, le insistía, que el pasado no es más que una gran cuerda sujeta a ti, y ésta, se encontrará tan tensa como tú quieras estar atado a él. Formará parte de ti, siempre, eso ni tan siquiera se pone en duda, pero de cada cuál depende estar más o menos sujeto a ese pasado. 

Realmente pienso que estar anclado en el pasado, es como permanecer dormido. Te sientes cómodo, tranquilo, pero no progresas. Seguir en el ayer, la mayoría de las veces, lleva implícito el hecho de no avanzar, no poder cumplir tus metas y objetivos. Qué pena es esa de que vayan pasando los días, y lo único que ocurra, sea eso, que pasen los días.

Recuerdo una vez, que corriendo por un camino cerca de mi pueblo, salió un perro ladrando a mi paso. Seguramente iba pensando en mis cosas, y seguramente me asusté. Pero sí sé con total seguridad, y no sabría explicar el motivo exacto, que en ese instante pensé en una frase que siempre me ha gustado, y que aunque no aparece en la famosa novela de Cervantes, siempre se le ha atribuido al Quijote, diciéndole a Sancho; "deja que los perros ladren, es señal que caminamos". Yo, no dejé de correr...

Y sí, tal y como ocurre en la vida, las subidas y bajadas hay que pasarlas. Pierdes a personas que fueron importantes en tu vida, y justo cuando se marchan, aprendes lo necesario que es cuidar a las que tienes al lado. Porque, ¿cómo vas a saber lo que significa vivir intensamente, si nunca perdiste a alguien querido?. ¿Cómo vas a saber lo que son las lágrimas, si nunca lloraste?. ¿O el desamor, si nunca arriesgaste?. En el momento que dejas de pensar en lo que puede pasar, empiezas a disfrutar de lo que está pasando. Quizás sería mejor no contar la vida en años, y si medirla en función de la intensidad con la cual la vives, y no mirar tanto hacia atrás.

Pero claro que cada persona es un mundo, y cada cual decide como estar sujeto a esa gran cuerda que nos ata al pasado. Aunque creo que lo más importante, es no parar, seguir avanzando. Si los perros ladran, es señal que estamos vivos. Si resulta que puedes correr, hay quien ni tan siquiera puede hacerlo. Cada cuál se sitúa lo más cómodo que puede en su asiento, aquel, en el que igual otra persona no está tan a gusto. Incluso en la percepción de la vida, aquel que ves que está bajando, será porque sufrió anteriormente una subida.

Recuerdo un día en el que caminaba con una niña pequeña, y hacía mucho viento. Los árboles iban de un lado a otro, casi de manera desgarrada. Balanceándose sujetos por su tronco, y en estas que la niña, perpleja y maravillada, me dijo señalando con su dedo, "mira como bailan los árboles, ¿no es precioso?." Yo la miré sonriendo, y justo cuando fui a corregirla para decirle que era el viento lo que hacía mover los árboles, entendí que la vida mirada con los ojos de un niño, siempre se comprende mejor. Me pareció una explicación tan hermosa, que incluso al posible sufrimiento de los árboles soportando el viento, supo sacarle una parte positiva.  

Así funciona la vida, solo depende del cristal con que la mires. Y ojalá pudiéramos siempre ponerle el punto de vista y la inocencia de un niño.

Pero mientras tanto, y dado que empezamos un nuevo año, y podemos poner el "contador" a cero, que te parece si, mientras yo corro, tú bailas...

¡Feliz 2016 a todas las personas que me leéis!




Zê, 1 de enero de 2016. Fuente de Cantos. Fotografía de Jesús Apa.