viernes, 29 de marzo de 2019

El Anillo del Pescador

El Papa ha sido protagonista en estos días por un acto un tanto contradictorio y por el cual ha sido duramente criticado. No obstante, la polémica viene por la doble interpretación que se le ha dado al asunto. Resulta que, en un "besamanos" oficial, ha evitado a toda costa que los fieles besaran su mano. Se trataba de una recepción solemne en la que el Pontífice recibía a los fieles. En el acto, el Papa esquivaba los labios de los presentes que intentaban insistentemente besar el anillo papal. Una tradición habitual en los "besamanos" que el Papa parece querer desterrar.

Pero es que el episodio de rechazo por parte del Pontífice hacia ese hecho, ha sido tan brusco que en lugar de parecer un acto de humildad, ha resultado todo lo contrario. De tal forma, que como cualquier agria polémica, se ha vuelto a poner en duda este tipo de ceremonias, cuestionando todo lo que pueda venir de la Iglesia, aún queriendo modernizarse en sus valores. 

Decidí curiosear y, después de ver las imágenes de esta noticia, quise saber un poco más sobre la historia del anillo papal. El Anillo del Pescador, que así se llama, y que es usado por el obispo de Roma (el Papa) quien, como sucesor del apóstol San Pedro, se considera la cabeza visible de la Iglesia Católica. 

Su nombre se debe al antiguo oficio de pescador del citado apóstol. Cada sumo pontífice porta un anillo hecho con los restos del usado por el anterior (de esta manera se pretende ensalzar la humildad de quién lo lleva). Pero el actual Papa, siempre ha querido reivindicar la modestia de la Iglesia desde el primer momento. "¿Cómo llevar el mensaje de manera más rotunda?" --, debió pensar desde el principio de su elección...

Francisco fue "el Papa humilde" desde el primer día. Desdeñó los zapatos rojos de Gammarelli que calzaba su predecesor, quiso, nada más ser nombrado pontífice, pagar su estancia donde había pasado los días del cónclave, se decantó por un coche sencillo y barato, y otros mil detalles de humildad.

Pero eso plantea una pregunta bastante obvia, y es: ¿cómo sabemos todo eso, cómo es que conocemos en tiempo real todos esos detalles de humildad? Evidentemente, porque los medios lo recogen y amplifican, algo que sin duda no ignora Su Santidad. Y la humildad anunciada no deja de ser una extraña humildad, como la de los políticos en campaña electoral.

Besar el anillo del pastor es una piadosa costumbre, que se asocia con bendiciones para quien la practica. No tiene nada que ver con la persona que lleva ese anillo, con sus cualidades, con su santidad personal, absolutamente nada. Es su condición de consagrado o de sucesor de los apóstoles lo que se reverencia. 

Después de tanto leer, releer. Ver y volver a ver las noticias sobre este asunto, no me quedó absolutamente nada claro, si el Anillo del Pescador es un elemento ostentoso. Si su "reciclaje", representa la Humildad de la Iglesia. Si el rechazo del pontífice para con los fieles en el "besamanos", era un acto noble, o por el contrario, era algo pretencioso. Pero es que luego me he enterado que el propio Papa Francisco ha renegado de portar tal alianza. Ante tanto lío, estaba claro que lo que necesitaba era un cuento que me lo explicara... 

Así cuentan que... 

"A las dos de la madrugada, la hermana Eduvigis despertó a toda la congregación de un timbrazo. La madre superiora por fin había llegado. No hubo recepción, ni flores, ni obispo. 

Todas las monjas la miraron con curiosidad, pero nadie preguntó nada. Ella sólo dio las buenas noches en voz baja, como si no quisiera terminar de despertarlas, y se fue a dormir.

Al día siguiente la superiora contó los detalles de su visita al Vaticano. Habló de la amena conversación que sostuvo con el Santo Padre y algunos miembros de la alta jerarquía católica, de sus paseos por Roma y de las generosas cucharadas de azúcar que el Sumo Pontífice agregaba a su té. No mencionó nada sobre su viaje de regreso y nadie se atrevió a preguntarle las razones de su retraso, ni siquiera el obispo, a quien se le había bajado el mal humor de la prolongada espera con la finísima medalla de oro que la madre le regaló con todo y la bendición papal.

Años más tarde, minutos antes de su muerte, la madre confesó los motivos de aquella demora: el día de la reunión en el Vaticano, se encontraba sentada muy cerca del Papa. Quiso decirle muchas cosas pero, pese a su fluido italiano y a su perfecto polaco, no pudo pronunciar palabra; sólo permaneció ahí, observando la mano temblorosa del Pontífice sirviéndose una, dos, tres cucharadas copeteadas de azúcar. Después de unos minutos, él le dijo algo que ella no alcanzó a escuchar y se marchó.

Al día siguiente, en el aeropuerto de Roma, el sonido chillante del detector de metales le recordó los ruidos que producía el Papa al mover su azucarado té. Los guardias la hicieron pasar tres veces por el umbral electrónico, le quitaron el escapulario, la medallita de la Virgen de Guadalupe recién bendecida, el rosario y hasta un broche que llevaba en su corto cabello. Ante la insistente alarma, decidieron revisarla a conciencia. 

Cuando la madre pudorosamente se desvistió, las dos mujeres que la vigilaban vieron un objeto metálico amarrado a su ropa íntima. Llamaron de inmediato al cuerpo de seguridad y la monja tuvo que sufrir inquisitivos cuestionamientos relacionados con sus creencias, acusaciones de mala fe y penosos interrogatorios sobre sus hábitos carnales.

Finalmente la madre fue liberada por el jefe de la policía, -- quien se guardó celosamente la evidencia en el interior del saco --, después de hacer jurar a la monja, en nombre de Dios y de todas las vírgenes, que aquella cuchara había estado en las santas manos del Sumo Pontífice".

La humildad y la honestidad, a veces es bastante difícil de percibirla. Quién piensas que no la conoce, resulta que es quién mejor la guarda. Después de conocer a todo tipo de personas, lo que sí estoy seguro es que son valores que no suelen ir ocultos dentro de un anillo, no suelen aparentarse en ningún traje, o vestido..., menos aún, bajo ningún hábito... Quién conoce la humildad, la ve rápidamente en las personas que la llevan dentro.


Cabeza la Vaca, 29 de marzo de 2019. Imagen libre en la red.

viernes, 22 de marzo de 2019

Acción Poética

El chico se encontraba pensativo, parado frente aquel imponente muro y al cual miraba de un lado a otro. Parecía estudiar sus proporciones, a modo de perspectiva. Asía con su mano derecha un cubo lleno de botes de sprays de diferentes tamaños y colores; rojo, verde, blanco, azul, negro… Su diestra era admirable para usar todo aquello pero, como buen artista callejero, todo el poder venía de su cabeza.

Cuando ya tenía enmarcado en su mente el espacio que utilizaría, una sirena sonó a sus espaldas. El coche de policía se detuvo a escasos metros del chico que, sin darse la vuelta, pudo escuchar como se aproximaba alguien que acercándose a él, le decía;

-- ¡Oye!!. Ni se te ocurra hacer lo que estás tramando… --

El joven quedó inmóvil sosteniendo su cubo. Apenas giró su cabeza cuando ya tenía al lado a aquel agente de policía. Era un tipo mayor, vestido con su uniforme y delatando por su apariencia que estaría cerca su jubilación. Venía solo, ya que su compañero quedó dentro del coche patrulla.

-- ¿Ibas a estropear este muro, verdad? --, le insistió gruñendo.

El chico lo miró y esbozó una ligera sonrisa. Lo suficiente como para que no pareciera una burla.

“No exactamente señor. Tenía algo en la cabeza y..., bueno, quería sacarlo para dejarlo aquí, que lo vea la gente y disfrute con ello. Siempre será mejor que tener un muro que no dice nada, ¿no lo piensa usted así?".

-- Por su puesto que no lo pienso así. Ustedes son unos vándalos, estropean la ciudad con sus garabatos. --

"¿Estropeamos la ciudad? Con todos mis respetos...pero, ¿ha reparado usted alguna vez, señor agente, a interpretar esos mensajes? No es vandalismo, es arte callejero."

-- ¡Qué mensajes ni qué demonios! Pues claro que no necesito interpretar ni leer nada para saber que ustedes ensucian la ciudad. --

El chico, sin quererlo, estaba tratando de convencer a aquel testarudo señor, que si bien estaba en su posición como autoridad, parecía que le hablara desde una perspectiva paternal.

"No lo veo así, señor agente. Esos "garabatos" de los que usted habla, son parte del paisaje urbano. Palabras tatuadas sobre la piel de la ciudad. ¿Acaso no ama usted su ciudad? ¿No le gustaría que le hablara, que le dijera algo a través de sus muros y paisajes?"

Al agente pareció gustarle esa expresión, pues cambió su gesto serio y firme, parecía irse convenciendo. Después de vacilar y dudar un poco sobre su recriminación hacia el chico, le dijo;

-- A ver, profundiza un poco más sobre eso... -- 

"A pesar de mi juventud, no concibo mi ciudad sin esas pintadas, señor agente. En ellas está la opinión del pueblo, son las conversaciones de sus ciudadanos, nuestros vecinos. Y aquí cabe todo; estas pintadas pueden ir desde las más sinceras muestras de amor, hasta las pequeñas venganzas personales. Desde la manifestación artística hasta la difamación más chabacana.

A mí no me escandaliza la opinión de la gente. No me parece deseable la pulcritud de paredes limpias y estucos relucientes con la que sueñan algunos puristas del urbanismo municipal y que esconde, desde mi punto de vista, un cierto tinte fascista o, al menos, un desprecio socio-cultural francamente simiesco." 

El agente quedó absorto ante la espléndida explicación de aquel joven en defensa de su arte. Pudo ver en ese momento en él a un chico culto, responsable, preparado y con una visión de la libertad de expresión, pura y consciente. Antes de que se dirigiera a él, el chico continuó...

"Lo que aquí quiero escribir se denomina "Acción Poética". Es una frase, pero va mucho más allá de eso. Es la forma en la que alguien decide conectarse con el mundo, principalmente con aquellas personas que piensan justo en ese momento como él. Porque es posible que la Acción Poética hoy no se identifique contigo, pero muy probablemente mañana sí..."

En ese momento el otro policía, que seguía dentro del coche, comenzó a tocar el claxon interrumpiendo la conversación y gritando a su compañero;

-- ¿Se puede saber por qué tardas tanto con ese gamberro? --

El viejo agente no se inmutó ante las prisas de su compañero. Observó al chico, ahora de manera cariñosa, y le preguntó;

-- ¿Y qué tenías pensado escribir aquí con esa... Acción Poética? --

"¿Alguna petición?", le dijo el chico.

Aquel viejo policía sonrió, y antes de marcharse, guiñándole un ojo, le dijo;

-- Eso lo dejo a los artistas como tú. Seguro que algo se te ocurre... --

Nada más marcharse, el chico escribió con letras mayúsculas:

"TEN UN BUEN DÍA TÚ QUE LEÍSTE ESTO SIN QUERER".


Marbella, 22 de marzo de 2019. Acción Poética, imagen libre en la red. 

   

viernes, 15 de marzo de 2019

En el omnibus

El omnibus iba repleto, tal y cómo venía ocurriendo en los sábados primaverales. Ella entró y trató de buscar hueco entre la multitud, sujetándose en la barra con su mano derecha. El trayecto sería corto, así que no necesitaría demasiado acomodo. No muy lejos de ella, un chico, aunque atractivo, la observaba descaradamente. Así, de aquella manera que incomodaría a cualquiera.  

En cada parada, del omnibus se iba bajando gente y otras tantas iban subiendo, gesto el cual aprovechaba el chico para acercarse un poco más a ella que, un poco más incomodada, hizo como si no le preocupara tal descaro. De esta forma, poco a poco, y ya justo frente a ella, el chico no dudó en preguntarle;

-- Hacía tiempo que no veía un tatuaje tan bonito --, haciendo referencia a la muñeca derecha de la chica, que dejaba entrever seis dígitos, seguido de tres puntos suspensivos; 651983..., parece un número incompleto. ¿Tal vez se trata de tu teléfono? --

Ella lo miró fijamente, sin responder ni tener intención de ello. Él, con un evidente acto de soberbia, continuó tratando de llamar su atención.

-- ¿Sabes una cosa? Es uno de los tatuajes más originales que he visto nunca. Tan simple como seis dígitos, seguido de tres puntos suspensivos, que dan a entender que faltan tres cifras más, hasta completar tu número de teléfono. Y claro, esos dígitos que faltan, deben estar tatuados en un lugar íntimo, solo a la vista de alguien que lo merezca....¿acaso me equivoco? --

Ella seguía impasible, aunque no puedo evitar mostrar una ligera sonrisa. Tal vez por el atrevimiento de aquel chico, y aunque no le daría pie a seguir con ese descaro, él siguió insistiendo y hablando de manera persuasiva;

-- ¿Ves las letras de mi tatuaje?, le indicó abriendo el botón superior de su camisa y mostrando el lado izquierdo de su pecho. -- En verdad es un tatuaje algo parecido al tuyo. Al menos, también muestra algo sugerente. -- Así, lo leyó para ella de memoria:

-- Érase una vez un chico hermoso que se enamoró a primera vista de una misteriosa chica... --

Deliberadamente volvió a abrochar el botón de su camisa, y mirándole de forma sensual, continuó en su cortejo;

-- ¿Qué tal si hacemos un trato? ¿Que te parece si, buscamos otro sitio, abro de nuevo mi camisa, sigues leyendo un poco más, y así descubres que soy merecedor de conocer tu número de teléfono al completo? --

Ella cambió el gesto de su mirada, se posicionó firme y ahora sí, le preguntó;

"¿Es tuyo el cuento? ¿Tú lo has escrito, verdad?"

Confiado y engreído, se reafirmó;

-- Claro que sí, y puedo asegurarte que es un cuento hermoso, y cómo no podría ser de otra manera, con un final feliz --, guiñándole un ojo.

"Justo tal y cómo imaginaba, sabía que lo habías escrito tú"

-- ¿Entonces? ¿Hacemos el trato? --, volvió a insistir.

Ella lo miró fijamente, esta vez de forma delicada, se acercó a él y le dijo al oido;

"No hay trato que valga. Esta es mi parada..., que tengas un buen día"

-- Un momento..., solo una pregunta más --, volvió a insistirle esta vez con cierto nerviosismo. -- ¿Cómo sabes que he sido yo el que ha escrito el cuento?.

"Muy sencillo de adivinar. A los cuentistas como tú, se les detecta a la legua..." Y por cierto, los números indican una fecha de nacimiento..."

Él, rojo y avergonzado, sólo se atrevió a volver a preguntar; -- ¿Y los tres puntos suspensivos? --

La chica, mientras se bajaba del omnibus, se giró hacia él para decirle.

"Los tres puntos suspensivos los utilizo para detectar a los chicos arrogantes como tú"


Cabeza la Vaca, 15 de marzo de 2019. Imagen libre en la red.





  

  






viernes, 8 de marzo de 2019

La mujer y el gran teatro del mundo

Hoy, 8 de marzo y Día Internacional de la Mujer, dentro de los actos que se celebran para conmemorar dicha efemérides, he sido invitado por un Ayuntamiento a presentar el libro de un amigo. Han sido ya varias veces las que he ayudado a este amigo a hacerlo, pues se trata de una persona con una discapacidad intelectual y que si ya de por sí, escribir un libro tiene un mérito importante, imaginaos. Pero cuando me llamó el alcalde de este pueblo (Bienvenida) para presentar el libro en un día como éste, especial para las mujeres, no pude más que preguntarle; "Pero, ¿qué tiene que ver este libro con el Día de la Mujer?. 

-- Ya te las apañarás --, me contestó irónicamente.

Ni que decir tiene que la mujer ha tenido y siempre va a tener una presencia increíblemente importante en mi vida. En las vidas de todos nosotros; de los hombres. Su papel, es clave y vital en el crecimiento personal de cualquier hombre, le pese a quien le pese. Y esto es así porque nadie cómo ellas para entender, precisamente, la esencia de la vida. Entre otras muchas cosas, porque son las portadoras de ésta. Y aunque ese puede ser su principal papel, pueden adaptarse a otros muchos más.

El libro que presento narra la biografía de Juan Gregorio, una persona que tras atravesar por dolorosos traumas en su infancia y juventud, un día se apuntó a un grupo de teatro y a través de ahí logró superar esos complejos que venía arrastrando desde pequeño, en parte por esa pequeña discapacidad intelectual y emocional. Fue en las distintas obras de teatro e interpretando diferentes papeles, cómo se convirtió en la buena persona que hoy es. 

Nada más lejos de la realidad, la mujer de hoy en día tiene que adaptarse al mundo en que vivimos mejor que nadie. Debe y tiene que hacer multitud de interpretaciones con los diferentes papeles que le va tocando ejercer; la mayoría de ellos con un difícil guión. Así podemos encontrar mujeres que tienen que ser hijas, a la vez que hermanas, compañeras, madres..., también trabajadoras, o luchadoras, valientes, tenaces y por supuesto, siempre sensibles. 

En el siglo XVII, el Siglo de Oro español, Calderón de la Barca (1600–1681), gran escritor, especialmente dramaturgo, en su auto sacramental “El gran teatro del mundo”, asemeja la vida humana a un teatro donde cada persona representa un papel. 

Todos nos pasamos la vida interpretando personajes. Todos tenemos una serie de personajes que usamos en mayor o menor medida. Son versiones diferentes de nosotros mismos. Unas veces usamos unos, y otras usamos otros. Todos vamos pasando por esa variedad de protagonistas con los que vamos "actuando" a lo largo de nuestra vida. Claro que, normalmente hay uno que prevalece y con el que mejor nos sentimos. 

Pero los papeles de una mujer nada tienen que ver con los que hacemos los hombres. Y no es por honrar con estas líneas la celebración de un día como éste (la mujer no lo necesita), sino que es la pura verdad. Ya nos gustaría a nosotros interpretar algún personaje tal y cómo lo hace cualquier mujer...

- La perfeccionista: muy aplicada y exigente que quiere hacerlo todo bien. 

- La guerrera o amazona: fuerte y activa. Tiene mucho genio y ataca cuando la contradicen o le hacen daño. 

- La maga. Hace magia para resolver los problemas de las personas a las que quiere y le importan.

- La rebelde. Creativa, divertida y elocuente, contagiando al resto de todo lo mejor.

- La santa. El perdón forma parte de su carácter, de su alma.

En realidad, ninguna de ellas define a la MUJER en esencia. Esas pueden ser sus distintas facetas. Son roles o personajes que adopta cuando funciona en modo automático, cuando se siente atacada, cuando teme algo o siente la carencia de algo.

Sin embargo, cuando no siente temor, suele estar en paz. Cuando está en paz, se siente bien con ella misma y entonces ocupa su lugar, cualquiera que sea. 

Dice Matt Simons en su canción Catch and Release...(coger y soltar)

Hay un lugar al que voy
en el que nadie me conoce.
No es soledad,
es algo necesario.
Es un lugar que me inventé,
me descubre de qué estoy hecha.
De esas noches que he estado despierta,
contando estrellas y peleando con el sueño.

Somos tan distintos a ellas, que hasta los lugares que inventan, sus soledades o sus propios sueños, son infinitamente más bonitos que los nuestros...

Feliz día y larga vida a todas ellas!!!.


Bienvenida, 8 de marzo de 2019. Imagen libre en la red.


viernes, 1 de marzo de 2019

Sesión 3. En el nombre del Padre. Parte III

"Planeé la muerte de mi padre al detalle. Ahora sé que él, jamás hubiera podido imaginar que fuera yo el encargado de hacerlo. Nunca creyó en mí y siempre me había tratado como una persona débil e incapaz de cualquier cosa, al menos aquellas a las que él considerara importante, menos aún de acabar con su vida. A pesar de las dudas de entonces, hoy sé que volvería a hacerlo una y mil veces si fuera necesario. Aprendí tanto de aquello..."

Sus compañeros estaban atónitos, sobre todo por la entereza y frialdad con la que Gustavo estaba contando aquella sorprendente historia. Pero nadie quiso interrumpirlo (al menos por el momento), y así seguirían escuchando el relato de aquel colega de terapia.

"A principios de verano del 2016, mi tía Julia me llamó para decirme que mi padre había enfermado gravemente. Un cáncer de huesos estaba consumiendo literalmente su vida. Su estado de salud estaba muy desmejorado y los dolores eran insoportables. Además de tener que comer a través de una sonda, estaba perdiendo la visión y apenas si podía hablar. Él, que había sido un hombre duro como el acero, se había convertido en un ser humano, como cualquier otro, pero frágil y moribundo. Todavía me cuesta asimilar las palabras de mi tía a través del teléfono...;

 -- Tu padre y yo hemos hablado sobre este asunto, y solamente tú puedes ayudarlo a darle una muerte digna--.

Las semanas siguientes a esa llamada, serían las más tristes y extrañas de mi vida. Un poco antes, mi tía y yo acordamos como actuar. Sería una noche en que ella estaba al cuidado de mi padre y que el resto de mi familia estaría fuera en un acto benéfico. Como si de un delincuente me tratara, aparqué la furgoneta que había alquilado frente a la casa donde nací y me crié, pero convertido en un desconocido, y llamé suavemente a la puerta. Mi tía y yo nos fundimos en un abrazo desesperado, pero no habría tiempo para más.

Había contactado unos días antes con la Asociación Holandesa para el Fin de la Vida Voluntaria (NVVE) a través de una buena amiga. Rápidamente se ofrecieron a ayudarme indicándome cómo proceder. Fue entonces que ya no tendría dudas en cómo sería la mejor forma de hacerlo y así atender la petición de ayuda de mi tía. Mi padre, a pesar de lo mal que se había portado conmigo, merecía una muerte digna y ambos sabíamos que solo yo podría ayudarlo.

Era una sensación rara. Mi padre iba tumbado en una camilla en la parte de atrás de la furgoneta, y su triste figura en esa larga noche, se presentaba ante mí en el espejo retrovisor cuando se cruzaba otro coche en nuestro camino. En el trayecto mi tía llamó a mi familia diciendo que iba a cumplir el último deseo de mi padre, visitando a un hermano que tenían viviendo en Alemania y que hacía años que no veían. Era su última voluntad y debían respetarla. Eso nos daría el tiempo suficiente para llegar a Holanda y cumplir con la voluntad real de mi padre, que era otra; morir dignamente y cuanto antes.

Recuerdo que mientras estaba amaneciendo, nos desviamos a una estación de servicio a repostar. Aparqué y bajé de mi asiento para ir a la parte trasera de la furgoneta. Nervioso y con cierto miedo abrí la puerta corredera y un  brillante destello de las primeras luces del día, entraron para iluminar aquel lúgubre habitáculo. Ahí estaba mi padre, mirándome. A pesar de lo trágico del momento, aquella luz marcó el principio de aquella aventura. Me dio la sensación que él me estaba sonriendo.

En ese instante comprobé que todo el mundo es humano, a pesar que siempre pensé que mi padre era una excepción. Y me equivoqué. Cómo si de un animal fiero y herido de muerte se tratara, el cáncer iba a sacar de su interior la parte humana que llevaba dentro. Y esa fue una de las primeras cosas que aprendí..., o que él quiso enseñarme en esos días. En el fondo, todo el mundo es bueno.

Cuando llegamos a Holanda y mientras resolvíamos todo el trámite burocrático, no me despegué de su lado. Debe ser que hay una paz que nos invade cuando se acerca el final. Existe algo que nos transforma, al menos a él lo hizo. A mi también. Porque el odio desaparece, y llega la aceptación. Entonces aparece otro amor, que ahora mismo, no sabría decir qué nombre tiene... 

El resto de la historia, es algo íntimo y que no es necesario contar. Todo lo que en esos días nos contamos, quedará por siempre entre mi padre y yo, a pesar que él ya apenas podía hablar...".

Llegado a ese punto, Gustavo no pudo evitar emocionarse . Por vez primera en toda la conversación, levantó la cabeza y dirigió su mirada al resto del grupo. Esbozó una media sonrisa, y pareció sacar nuevamente fuerzas para seguir hablando;

"La muerte de mi padre supuso para mí una verdadera tragedia, con unos enormes alti-bajos en mis sentimientos.... Eso si que supuso una auténtica locura para mí. No le desearía a nadie los días que pasé ayudándole a morir, pero tampoco los olvidaría por nada del mundo, pues son míos. Aprendí mucho sobre quién soy, quién era mi padre, qué significa el amor, qué significa perder algo que nunca pensaste que tenías y, por último, qué significa tener que soportarlo.

Sus palabras durante esos días siempre fueron discretas, como si hablara bajo el arrepentimiento. Aunque cuando todo estaba listo y debía autorizarme a firmar en su nombre, su propia muerte, parecía que había guardado para ese momento sus últimas palabras para dirigirse a los médicos que lo asistirían"; 

-- Él es el responsable de mi muerte, más aún de mi vida o lo que queda de ella. Nadie mejor que a mi hijo, el pequeño, para acabar entregándole el poco amor que me queda dentro y que nunca le di. Hágase de esta forma, tal y como dijo aquel..., en el nombre del Padre --.

"Mi padre, dicho esto y sin apenas fuerzas, consiguió hacer sobre sí, la señal de la cruz..."

El grupo de compañeros, uno por uno, acabó emocionándose. Unos más abiertamente, otros de forma discreta. Esperando a que alguien interviniera, y como no podía ser de otra manera, lo hizo Luisa, visiblemente compungida y con lágrimas en los ojos;

-- ¿Y tú que hiciste, ante aquella gran responsabilidad? --.

"Lo abracé,- dijo Gustavo -. Fue la primera y última vez que lo hice".

-- ¿Y qué le dijiste? --, volvió a preguntar.

"Nada, no le dije nada. Esos abrazos, siempre, se dan en silencio..." 


Cabeza la Vaca, 1 de marzo de 2019. Imagen libre en la red.