viernes, 27 de septiembre de 2019

Mirar hacia adentro

¿Cuántos años se necesitan para aprender todo aquello que te lleve a ser feliz? ¿A qué edad se supone que se alcanza la madurez, o al menos, la espiritual? Me atrevería a decir, que lo que pensaba que era bueno para mí, digamos, hace una década, lo sigue siendo ahora. Otra cosa es que haya podido llevarlo a la práctica. Y creo que ahí está el error, porque lo que uno ve como lo mejor para él en el horizonte, en el futuro, y que además es algo intuitivo, pero lo ve de forma bien clara, eso es. Precisamente, ahí debe llegar, y pocas veces suele ser un espejismo. 

Uno de los principales problemas es fijarse en cómo están los demás, qué hacen para estar bien, (o aparentarlo), y pensar que todo el mundo hace las cosas bien y que son felices con ellas. Nos enfocamos en mirar a nuestro alrededor, al exterior, cuando el ejercicio debería ser al contrario, es decir, de fuera para adentro, y aprender ahí, en nuestro interior. Ese, precisamente ese, es el lugar más seguro para acertar, y si no, lo será siempre para corregir errores.

Nada mejor que explicar todo esto, con un pequeño cuento. En esta ocasión, uno indio, que me encantan...

«Cuentan que era un joven que había decidido seguir la vía de la evolución interior. Acudió a un maestro y le preguntó:

— Maestro, ¿qué instrucción debo seguir para hallar la verdad, para alcanzar la más alta sabiduría?

El maestro le dijo:

" He aquí, jovencito, todo lo que yo puedo decirte: todo es el Ser, la Conciencia Pura. De la misma manera que el agua se convierte en hielo, el Ser adopta todas las formas del universo. No hay nada excepto el Ser.

Tú eres el Ser. Reconoce que eres el Ser y habrás alcanzado la verdad, la más alta sabiduría."

El aspirante no se sintió satisfecho. Dijo:

—¿Eso es todo? ¿No puedes decirme algo más?  

"Tal es toda mi enseñanza" — aseveró el maestro —. "No puedo brindarte otra instrucción."

El joven se sentía muy decepcionado, pues esperaba que el maestro le hubiese facilitado una instrucción secreta y algunas técnicas muy especiales, incluso un misterioso mantra. Pero como realmente era un buscador genuino, aunque todavía muy ignorante, se dirigió a otro maestro y le pidió instrucción mística. Este segundo maestro dijo:

"No dudaré en proporcionártela, pero antes debes servirme durante doce años. Tendrás que trabajar muy duramente en mi comunidad espiritual. Por cierto, hay un trabajo ahora disponible. Se trata de recoger estiércol de búfalo."

Durante doce años, el joven trabajó en tan ingrata tarea. Por fin llegó el día en que se había cumplido el tiempo establecido por el maestro.

Habían pasado doce años; doce años recogiendo estiércol de búfalo. Se dirigió al maestro y le dijo:

—Maestro, ya no soy tan joven como era. El tiempo ha transcurrido. Han pasado una docena de años. Por favor, entrégame ahora la instrucción.

El maestro sonrió. Parsimoniosa y amorosamente, colocó una de sus manos sobre el hombro del paciente discípulo, que despedía un rancio olor a estiércol. Declaró:

"Toma buena nota. Mi enseñanza es que todo es el Ser. Es el Ser el que se manifiesta en todas las formas del universo. Tú eres el Ser."

Espiritualmente maduro, al punto el discípulo comprendió la enseñanza y obtuvo iluminación. Pero cuando pasaron unos momentos y reaccionó, dijo:

—Me desconcierta, maestro, que tú me hayas dado la misma enseñanza que otro maestro que conocí hace doce años. ¿Por qué habrá sido?

—Simplemente, porque la verdad no cambia en doce años, tu actitud ante ella, sí.

Cuando estás espiritualmente preparado, hasta contemplar una hoja que se desprende del árbol puede abrirte a la verdad. »


Cabeza la Vaca, 27 de septiembre de 2019. Imagen libre en la red.

viernes, 20 de septiembre de 2019

La Soberbia

La situación política que a día de hoy tenemos en España, además de ser triste y vergonzosa, no deja de ser un fiel reflejo de lo que es la sociedad actual (y me niego a formar parte de ella). Los buenos valores que se están perdiendo son innumerables, todos ellos en favor de egos, soberbia y una falta de humildad brutal en todos los ámbitos. Pero es que los representantes políticos son los nuevos (y a la vez rancios) dioses, con todos estos defectos, pero con el atenuante de que subidos en el trono, su egoísmo se eleva a la enésima potencia.

Cierto que la humildad es difícil de verla; eso de pedir disculpas, aceptar los errores o tratar de enmendarlos abiertamente, solo está al alcance de unos pocos, y lo más triste es que nunca formará parte de las nuevas modas, esas que sacan todos los días, menos aún en el mundo en que nos estamos convirtiendo. 

Lo más curioso de todo, es que esa soberbia nunca es aceptada por quien la lleva, ¡faltaría más!, iría en contra del significado de dicho término. También implica una visión de la realidad, por parte de estos individuos, totalmente contraria a la del ser humano de a pie, y el problema es que, hacer que vuelvan para atrás, solo sería posible si se les diera una lección como Dios manda... Aunque aún así, tendría mis dudas que se pudiera acabar con tanta soberbia y prepotencia.  


"Cuentan que un día el viejo león se despertó y conforme se desperezaba, se dijo que no recordaba haberse sentido tan bien en su vida.

El león se sentía tan lleno de vida, tan saludable y fuerte, que pensó que no habría en el mundo nada que lo pudiese vencer. Con este sentimiento de grandeza, se encaminó hacia la selva, allí se encontró con una víbora a la que paró para preguntarle.

-- Dime, víbora, ¿quién es el rey de la selva? --, le preguntó el león.

"Tú, por supuesto", -- le respondió la víbora, alejándose del león a toda marcha.

El siguiente animal que se encontró fue un cocodrilo, que estaba adormecido cerca de una charca.

El león se acercó y le preguntó Cocodrilo, -- dime ¿quién es el rey de la selva? --.

"¿Por qué me lo preguntas?" --, le dijo el cocodrilo, -- si sabes que eres tú el rey de la selva. 

Así continuó toda la mañana, a cuanto animal le preguntaba todos le respondían que el rey de la selva era él.

Pero, hete ahí que de pronto, le salió al paso un elefante.

-- Dime elefante, le preguntó el león ensoberbecido -- ¿sabes quién es el rey de la selva? --

Por toda respuesta, el elefante enroscó al león con su trompa levantándolo cuál si fuera una pelota, lo tiraba al aire y lo volvía a recoger... hasta que lo arrojó al suelo poniendo sobre el magullado y dolorido león, su inmensa pata.

"Muy bien, basta ya, lo entiendo", -- atinó a farfullar el dolorido león, -- pero no hay necesidad de que te enfurezcas tanto, porque no sepas la respuesta."


Marbella, 20 de septiembre de 2019. Imagen libre en la red.

domingo, 15 de septiembre de 2019

La Dama del Lago

La encontré sentada en un viejo banco de madera, mirando hacia el interior de aquel inmenso lago. Sus manos, parecían desgastadas por el paso de los años, las arrugas de su cara, delataban su avanzada edad, pero lo que más destacaba de ella, era la profunda tristeza de sus ojos. Me acerqué sigilosamente, evitando provocarle cualquier susto repentino, pero luego reparé en que se había percatado de mi presencia desde el primer momento;

— Disculpe señora..., me han dicho que usted tiene la llave de mi apartamento —

Quedé parado largo tiempo a su lado, esperando una respuesta. Sabía que me había entendido pues, me habían dicho en la agencia que hablaba perfectamente mi idioma. Fue justo cuando quise volver a preguntarle, en que ella se adelantó. Lo hizo girando levemente su cabeza y dirigiéndose a mí en una mezcla entre italiano y español, pero perfectamente comprensible;

“Siempre me ha dado miedo que ocurriera todo de esta forma. Uno no debería irse antes que el otro. Y él, no era de los que se iría sin decir adiós. Él no hubiera permitido que yo tuviera miedo, por eso es imposible que haya ocurrido tal y como me lo han contado.”

Obviamente quedé sorprendido por lo que aquella tierna anciana me dijo. No le había preguntado por nada de eso. Solamente había alquilado su apartamento y necesitaba la llave para entrar en él, pero sentí con aquellas palabras cierta melancolía y como no tenía prisas, decidí dejarme llevar...

— No entiendo qué quiere decir señora..., supongo que habla de la pérdida de algún ser querido... —

“Lo éramos todo el uno para el otro y, ahora, me dicen en la residencia que se ha ido. Como se van esos que lo hacen para siempre y no regresan nunca más. Pero, ¿irse dónde? A los dos nos encantaba venir todos los días a pasear alrededor del lago. Es aquí dónde nos venían nuestros mejores recuerdos. Estoy completamente segura que volveré a encontrarlo aquí, pero a día de hoy no lo consigo. Día tras día, traigo hasta aquí mis agotados pies, me siento en este banco, y busco en el inmenso espacio que hay entre el lago, y el cielo...”

Comenzó a balbucear, sus ojos estaban empapados en lágrimas de tristeza. Sentí una pena terrible, no sabía qué hacer, ni qué decir. Quizás, mi única opción era escucharla;...

“Todos los domingos nos gustaba subirnos a nuestra pequeña barca y dar un paseo por la inmensidad del lago” — me dijo señalando un viejo bote que había parado en la orilla —. “Daba igual si, hacía frío o el sol pegaba fuerte, era nuestro momento de la semana. Creo que en ese pequeño bote hemos tenido las mejores conversaciones de nuestras vidas. Nos contábamos absolutamente todo porque, además de regalarnos todo nuestro amor, éramos buenos amigos. Nuestros planes de futuro, nuestras inquietudes, las alegrías y tristezas eran compartidas aquí...”

Suspiró profundamente y provocó un apropiado y largo silencio. Su boca volvía  a temblar y sus lágrimas no paraban de salir por aquellos ojos azules...

“Me encantaba cuando decía que los problemas, deben ser como cuando los remos se hunden en el agua. Hay que meterlos bien dentro, empujar y saber usarlos como un buen recurso para seguir adelante... Él debe estar por aquí, es imposible que me haya dejado tan sola...”

Me sentí bloqueado antes aquellas palabras y, solo me quedó la opción de acercarme a ella, tomarla de la mano, y así nos dirigimos hacia la pequeña barca. No puso ninguna resistencia, subió con mi ayuda al bote, ocupó el lugar que le correspondía, me senté frente a ella, y cogí con ambas mano los remos. 

— Disculpe señora, ¿cuál es el nombre de su querido esposo? — 

“Se llama Ginno. El amor de mi vida, se llama Ginno!”

— ¿Y qué le parece si buscamos a Ginno en la otra orilla? Nunca se sabe... —

Ella me sonrió dulcemente. Entonces me di cuenta que tal vez solo quería que alguien remara para ella una vez más...




Lago di Como, Italia, 13 de septiembre de 2019. Fotografías de Helena Rocha.



viernes, 6 de septiembre de 2019

Hay un Dios que baila

Desde el primer momento que conocí a Mikki, supe que seríamos grandes amigos. Del mismo modo en que fui consciente que nuestra amistad, quedaría puesta a prueba por la  gran distancia entre ambos. Uno, en Finlandia, y otro, en España, aunque ya habría un gran vínculo de unión con todas las personas que ya forman parte de nuestra vida. Como la pequeña Inda, la más pequeña de toda la familia, y sin embargo, la que ocupa mayor protagonismo para todos.

Soy consciente que las buenas amistades surgen en personas que tienen muchas cosas en común, pero en principio, ese no es nuestro caso. Mikki es un gran artista, pero de los de verdad. Un genio que derrocha creatividad por doquier. Ha trabajado con multitud de cosas, y todas se les da bien. Por supuesto, desde pintar en cualquier espacio que se preste a ello, a tallar madera, reparar muebles, esculturas en la arena...prácticamente de todo lo relacionado con ese mundo. Yo no hago nada de eso, suerte que al menos, me gusta el arte, mucho más el suyo.

Para mí ha pintado varios cuadros, y me encantan las mezclas de colores. Lo mejor de todo, es que en todos ellos, y aunque mi petición hubiera sido la réplica de algún cuadro famoso, siempre deja algunos mensajes interesantes de descifrar. Pero hay uno en particular, en el cual tienes que ponerle algo de imaginación para descubrir lo que hay dentro. 

En él, hay varias imágenes religiosas, o más bien espirituales. La imagen de una virgen, de un niño, la imagen de Dios, por supuesto, y otras muchas más, como la de una escalera que sube al cielo. A mi siempre que me pregunta, qué es lo que veo, lo primero que pienso es por qué vio él aquello que le hizo pintarlo. La cabeza de un artista debe ser algo objeto de estudio. Cuando quise saber más sobre el cuadro, solamente me dijo; 

"¿Sabes que hay un Dios que baila? Puede ser que esté dibujado ahí"

Si, desde luego que Mikki y yo somos distintos, pero me encanta saber que para él, soy tan buen amigo como lo es para mí.

Pero dentro de nuestras distintas formas de ser, o nuestras diferentes formas de ver la vida, creo que siempre estamos pendientes de, sumidos en nuestras profundas conversaciones, aprender alguna cosa el uno del otro. Los vikingos, por ejemplo, alababan a Odín, el gran Dios de los nórdicos. Otras culturas, afirman ver a su Dios cada vez que se encomiendan a ellos. Digamos que hay de todo..

De esta forma recuerdo, como en esa ocasión,  en la que hablábamos sobre el cuadro y sobre nuestras creencias religiosas, al preguntarle sobre esto, Mikki me dijo que hay muchos dioses descarriados por el mundo y cada persona cree en el suyo... Es más, a veces es en el interior de las personas dónde puedes encontrar la esencia de lo que significan los dioses para los demás. 

De eso hablábamos hace un momento en un restaurante y viniendo de camino a casa en el coche. De Dios, de los pensamientos que nos invaden, de nuestra inspiración... Yo creo que aquí me parezco a Mikki. Si alguna vez tengo la suerte de ver a Dios, estoy seguro que sería dentro de alguna persona, incluso es posible que esté dentro de muchas personas. Por sus actos desinteresados, sus buenas acciones, sus muestras de amor, de amistad... Y por supuesto, como no, para mi siempre llevaría un poco de ese, del Dios que baila...

Me encantó el cuento que leí sobre eso y que decía algo así...

"Dicen que un niño pequeño quería ver a Dios. Como sabía que era un viaje largo y duro, metió en su mochila algunos dulces, refrescos, caramelos y ropa. Al entrar en el parque se encontró, sentada en un banco, a una anciana que estaba contemplando las palomas. Se sentó junto a ella, abrió su mochila y sacó su merienda. El niño le ofreció un pastelito. Ella lo aceptó y le sonrió.

Como al niño le agradó su expresión y quería verla sonreír de nuevo, le ofreció un refresco.

Allí estuvieron toda la tarde, comiendo y bebiendo, pero no se dijeron ni una sola palabra. Cuando oscureció, el niño se dio cuenta de lo tarde que era; se levantó, se despidió y le dio un abrazo de despedida. Ella, después de abrazarlo, le regaló la sonrisa más grande y bonita de su vida.

Cuando el niño llegó a su casa, su madre advirtió el gesto inmensamente feliz de su hijo y le preguntó:

-- ¿Qué hiciste hoy que te hizo tan feliz? --

El niño contestó:

"¡Mami, hoy merendé con Dios! y, ¿sabes?, ¡tiene la sonrisa más hermosa que jamás he visto!"

Mientras tanto, la anciana, radiante de felicidad, regresó a su casa y su hijo, sorprendido, le preguntó: -- Mamá, ¿qué hiciste hoy que vienes tan contenta? --

Ella respondió:

"¡Comí con Dios en el parque! y, ¿sabes?, ¡es más joven de lo que yo pensaba...!"




Jurva, Finlandia, 6 de septiembre de 2019. Cuadro de Mikki Paajanen.