viernes, 29 de julio de 2016

La regadera

Tal vez pensaba Emilia, que aquello sería un viaje más, en esta ocasión, compartiendo un asiento en el avión con un chico español. Tal vez por mi parte pensaba lo mismo, pero yo aún sin adivinar la nacionalidad de ella debido a su buen acento. Así que sencillamente, quise saber más de esa chica que compartía el mismo destino que yo; la preciosa ciudad polaca de Gdansk. Y como en la vida, los caminos van marcados por las opciones que se te presenten, ahí también las tenía; si quieres conocer a alguien que te ha inspirado "buen rollo", hazlo. Sin embargo, si no te interesa, prácticamente no deberás hacer nada.

Pero hace casi seis años que yo opté por la primera de las dos opciones. Y es que Emilia me transmitió justo lo que ella es, y que con el tiempo descubriría y corroboraría. Porque aquí también tenía dos opciones, y es que cuando conoces a alguien, y realmente consideras que puede haber un bonito vínculo amistoso, vuelven a producirse dos nuevas posibilidades; cuidar para mantener esa amistad, o dejar que ésta, si es que llegó verdaderamente a surgir, se vaya apagando con el paso del tiempo.

Pero aparte de aquel buen encuentro con ella, solamente quedó de ese vuelo a Polonia un email anotado en mi libreta, el que Emilia escribió para que, como a modo de señal, yo pudiera determinar las dos opciones que quisiera; escribirle algún día, o dejar en el olvido aquella hoja de mi cuaderno. Entonces en ese momento yo acepté aquello como un precioso gesto que podría ser el inicio de, ¿por qué no?, una buena amistad. Un simple email escrito en mi cuaderno de por aquel entonces, del cual dependería el camino de nuestra amistad; bonito reto.

Me gusta cuando conozco a alguien, observarla, analizarla, casi examinarla. Aún sin saber casi nada de esa persona, dejarme llevar y ver qué es lo que puede transmitirme. El efecto suele ser casi inmediato, sobre todo cuando estás predispuesto a sacar lo mejor de ella. Y de Emilia absorbí cuanta información pude, y efectivamente me trasladó todo aquello que poco a poco iría descubriendo; sensible, cariñosa, detallista y con un corazón enorme. Y es que a pesar que aquella época fue dura para ella y pudiera estar menos "accesible", si alguien es transparente, resulta muy fácil mirar en su interior.

Aunque no pasó tanto tiempo para que yo usara ese email, sí que es cierto que tuvieron que pasar cuatro años para que volviéramos a vernos. A pesar que solamente habíamos hablado en una ocasión, donde le pedí ayuda para un tema laboral, Emilia decidió visitar Tentudía y pasar unos días en mi casa. Eso no hizo más que fortalecer nuestra amistad, pero sobre todo, conocer un poco más todo aquello que no dio tiempo en ese vuelo. Y ciertamente, aunque no me equivoqué en absoluto con mi primera impresión sobre ella, descubrí a una persona con unos valores maravillosos.

Pero si algo me llamó la atención en lo que conocí de ella en su visita, es el gusto de Emilia por las flores. Tanto es así, que su formación en este arte va encaminado a que algún día, más pronto que tarde, se dedique verdaderamente a ello. Y como me habló de su jardín en Polonia, me la imaginaba cuidando delicadamente las flores; cortando y podando para dar forma a sus plantas. Regando cada mañana y provocando los colores más bonitos que puede brindarte la naturaleza. Porque dedicarte a este arte, hace que te conviertas en una persona sensible y respetuosa con todo lo que te rodea, y lleva implícito pensar, que aplicas esta sensibilidad a otras muchas facetas de tu vida. En nada de todo eso me equivocaba cuando describía en mi cabeza a Emilia.

Así que hace unos días decidí devolverle esa visita. Volvía a ir a esa ciudad que decidí visitar casi seis años atrás, y recordé cuando el destino me sentó a su lado en el avión, trasladándome a aquel momento en el que empecé a charlar con una persona desconocida, para con el tiempo, convertirse en una gran amiga. El recibimiento no podía ser más caluroso, y así Emilia se apresuró en enseñarme su ciudad, su nueva vida, su casa, y por supuesto, presentarme a su familia, los cuales me hicieron sentir como parte de ellos. Y como no, tuvimos esas conversaciones que tanto nos gusta compartir, de las que nos gusta disfrutar, que tanto me hacen aprender, muchas de ellas, con su precioso jardín de fondo.

No es la primera vez ni será la última que me empeño en que algo bueno ocurra. A veces basta con desearlo, para que un cúmulo de buenas cosas produzcan una reacción en cadena, eslabón a eslabón, con pequeños pasitos, que en un futuro dejan huellas gigantes. Aunque fortalecer una amistad en la distancia lleva su esfuerzo, cuando el destino te regala este tipo de encuentros, solo te queda dar las gracias y cuidar de ello lo mejor que sepas.

Y dado que esta amistad, como otras muchas, me parecen precisamente un regalo, antes de venirme decidí hacerle yo uno a ella; un detalle insignificante, pero que estaba seguro que Emilia sabría apreciar, y sobre todo, darle el sentido que yo pretendía transmitirle. 

Y fue curioso, que la misma mañana en que dejaba su casa para venir de regreso a España, me pidió escribiera alguna cosa en su cuaderno, el cual utiliza a modo de "libro de visitas". Y como por propia experiencia sé de la importancia de las cosas escritas en un cuaderno, decidí dejarle un sencillo mensaje escrito en él....

"Antes de venir a tu casa, estaba impaciente por conocer tu jardín. Me habías hablado tanto de él.... Y quería conocerlo por una sencilla razón. Supongo que sabes, que un jardín sin flores no tiene sentido. Está vacío, inerte. El tuyo está esplendoroso, lleno de colores; lleno de vida.

Pero es justo tal y como sucede en la vida. Que son los amigos las flores de nuestro jardín personal, y tú eso, sabes cuidarlos como nadie. Así que espero, que sigas manteniendo esta bonita amistad como hasta ahora, y te doy las gracias por haberla cuidado tan bien, y es mi deseo que sigas manteniendo vivo los colores de ella.

Ahora entenderás, por qué te regalé la regadera.

Gracias por dar color a mi vida".
















Gdanks, Gdynia y Sopot, Polonia. Julio de 2016. Fotografías de Jesús Apa.









  

viernes, 22 de julio de 2016

El único herrero del castillo

Había llegado a Budapest con mis tropas y decidí que descansaríamos allí. Mis hombres necesitaban un merecido receso, y seguramente encontrarían esa noche todo lo que habían anhelado en los más de cien días que llevábamos de dura batalla. Dispondrían de un par de días libres antes de volver a partir al país vecino, donde debíamos conquistar las tierras que años atrás habíamos perdido. Reponer fuerzas era vital en estos momentos, y las batallas se sabe cuando empiezan, pero no cuando finalizan. Menos aún quien las ganará, y a veces quien más lo merece no se lleva la victoria. Cosa frecuente en todo lo que vemos a diario.....

Yo precisaba en primer lugar despojarme de la armadura, pero principalmente quitar algunas mellas en mi espada, maltrecha en el último combate. Así que pregunté por un herrero que afilara y reparara mi arma, a lo que me respondieron, que tras el último asedio, solamente quedaba un joven, el cual ostentaba su negocio en el principal castillo de la ciudad, propiedad del Rey de Hungría.

Me dirigí entonces hacia allí, en busca de aquel que, tal y como me habían dicho, era el único herrero del castillo, para que antes que cayera la tarde, pudiera poner mi espada a punto, y de paso solapar algunas rajas y cortes de mi armadura. Los golpes de martillo sobre la fragua delataron el pequeño puesto del joven herrero, y fue allí dónde me acerqué para reclamar sus servicios.

El local estaba iluminado por la incandescencia del fuego de la fragua, y el calor era sofocante aunque soportable, más aún por la lluvia y frío que aguardaba afuera. El chico solo escuchó mis gritos llamando su atención cuando dejó de golpear con el martillo sobre el yunque, con el cual reparaba el arma de algún otro caballero. De repente vi como descolgaba el peto de cuero de su cuello, lo enganchó a un hierro de la pared, y bañó el sudor de su cara dentro de una pila de agua. Secó su cabello mojado, y se dispuso a salir de la herrería obviando mi presencia.

Fue entonces, y antes que saliera por la puerta, que le corté el paso y llamé su atención, reclamando con urgencia reparara mi espada, pues el arma de un caballero debe estar siempre afilada, ya que nunca sabes cuando ni con quién has de usarla. Mi sorpresa fue cuando me dijo que no volvería a trabajar en aquella fragua, y que su último trabajo acababa de finalizarlo, sin tener intención de volver allí jamás.

Mi incredulidad chocaba con la urgencia de sus servicios, puesto que ya me habían dicho que era el único herrero de la ciudad; el único herrero de aquel castillo. Así que, obviando cualquier gesto cortés y educado que todo caballero debe mantener, reconozco mi pérdida de caballerosidad, castigada por la necesidad que me apremiaba, saqué mi daga y la puse amenazante sobre su cuello, diciéndole que no había tarea ni urgencia más importante en esos momentos que el que reparara mi espada, y de camino, mi armadura.

Pero el joven, sereno y tranquilo, miró fijamente a mis ojos, y con una sonrisa confiada en su rostro, empezó a decirme por qué debía atender otros asuntos antes que seguir en aquella sucia fragua....

"Caballero y señor, tendrá que disculparme, pero los asuntos del corazón no pueden esperar. El amor es urgente, y nada ha de ser atendido antes que eso. Como veo que es nuevo en esta ciudad, será por ello que desconoce que el Rey busca quien corteje a su hija, la princesa más bella que existe sobre la Corte, y sin lugar a dudas, yo soy el hombre que necesita.

Nadie más apuesto que yo para dar descendientes a la corona y que el Rey siga con su dinastía. Cuando me he enterado esta mañana de tal asunto, he sabido que este sería mi último día en la herrería, así que debía acabar los trabajos pendientes, pero no aceptar ninguno más que llegara, y es por ello mi señor, que no puedo atender su solicitud. ¡Quien sabe qué lugar del trono ocuparé mañana!.

¿Vé usted allá arriba en el castillo, la Torre del Homenaje?. Ese será mi nuevo hogar, y el Rey estará feliz porque amaré a su hija y le proporcionaré tantos hijos que su dinastía tardará cientos de años en desaparecer. 

A pesar que la Princesa nunca me ha visto (ni yo a ella que recuerde), sé que quedará rendida a mis encantos; su felicidad será plena. Hoy es sin duda uno de los días más felices de mi vida, porque al fin la fortuna estará de mi lado.

Mi daga hacía rato había dejado de amenazar su cuello. Me quedé perplejo y a la vez contrariado ante la confianza de aquel chico en la consecución de sus objetivos, tal vez alocados y desvaríos, aunque firmes y seguros. Pero lo cierto y verdad, que nunca vi a nadie con tantas ganas de amar, incluso de creer en amores imposibles.

Así que me aparté a un lado para no cerrarle el paso y dejar siguiera su camino, y que no fuera yo quien detuviera esa convicción y confianza de aquel joven. Del mismo modo, con la imposibilidad de lo que pretendía, y puesto que sabía que en poco tiempo volvería de camino a la fragua, lo esperaría allí, ya que no tardaría en ocuparse del trabajo que le había encargado.

Pero a pesar que no interrumpiría su motivación con ninguna palabra de desaliento por mi parte, no pude resistirme en preguntarle;

- ¿Y qué pasará si cuando allí te presentes, la Princesa no te acepta? -.

"Dudo mucho que eso ocurra Señor".

- Sí pero, ¿y si cuando llegues, es demasiado tarde y algún otro joven ocupa el corazón de la Princesa? .-

"Soy yo, sin lugar a dudas, quien ocupará el lugar que el destino guardó para mi, y ese no es otro que estar al lado de mi amada", volvió a reclamar el chico.

Su tozudez, o tal vez su arrebato de pasión y confianza no parecían ceder, así que decidí asestarle un golpe de sinceridad, aunque adornando mis palabras en la medida de lo posible, le dije....

- Soy caballero y conozco cómo funciona el amor en aquellos de sangre azul, y aunque confíes en tus posibilidades, los amores en la alta alcurnia son movidos por intereses, y es posible que cuando allí te presentes, y a pesar que la Princesa quede rendida ante ti, el Rey pueda apostar por un pretendiente de mayor posición que tú. Así que dime, ¿qué harías entonces? -.

El chico, sin dudarlo un momento, me contestó;

"¿Acaso no merece la pena apostar por el amor?. Confío en mis posibilidades, claro que sí, y podré errar en mi intento como cualquier persona. Pero si eso ocurre, volveré a mi fragua, con la cabeza bien alta. Solo que desde ese momento, ya no sería el mismo herrero. Es entonces, que me convertiría en un errero...."





Medzev, Eslovaquia. 16 de julio de 2016. Fotografía de Jesús Apa.


Castillo de Budapest, Hungría. 15 de julio de 2016. Fotografía de Jesús Apa.


  

    



  


viernes, 15 de julio de 2016

Todo pasa por algo

Hoy es un viernes diferente y muchos de vosotros os preguntaréis el porqué de ello…a lo largo de estas líneas lo iréis descubriendo…

Hace casi dos años recuerdo que estaba en Montijo, un pueblecito situado en las Vegas Bajas del Guadiana en la provincia de Badajoz, cuando por sorpresa recibí un mensaje vía facebook desde Uruguay que decía algo como “estoy pensando elaborar un blog y ya tengo algunas entradas. Me gustaría escribir cada viernes y contar mis experiencias. He pensado que tú me las podías revisar..” sin dudarlo acepté el reto, pues me considero amante de la lectura y recibir buenas letras es siempre bienvenido… aunque en ese momento pensé..¿ por qué yo…? Y a mi cabeza se vino una frase que suelo llevar por bandera…”Todo pasa por algo…”

Me encantaría contaros que conozco a Jesús desde pequeñita ya que es amigo de mi familia y muy querido entre los míos…Siempre ha sido un punto de referencia para mí, porque aunque él no lo haya contado nunca por aquí, es un luchador nato, que ha puesto siempre todo de su parte para conseguir sus metas, (siempre lo recordaré bien jovencito sirviendo bodas los fines de semana, mientras sus amigos disfrutaban, para pagarse la carrera…Eso no lo hace cualquier chico con 19-20 años… es de admirar, ¿verdad?).

Pues sí…aunque nos saludábamos cada vez que nos veíamos en el pueblo incluso intercambiábamos algunas palabras, he de decir que…”todo pasa por algo”…Ese mensaje desde Uruguay marcó un antes y un después, no sólo porque había una tarea y un compromiso cada viernes y tenía que estar a la altura, sino porque, entrada tras entrada, iba descubriendo a una persona sensata, sensible, atenta, cariñosa y sobre todo, amigo de sus amigos. Y creo que tú, querido lector, has podido apreciar esas mismas sensaciones, ya sea conociéndolo o no, porque línea a línea se “desnuda” y con su pluma nos impregna de sensibilidad, nos emociona, nos traslada a lugares paradisiacos gracias a sus maravillosas descripciones, que más de una vez me he atrevido a decir que son propias del Realismo literario… Además, los amores, desamores, sueños, reflexiones… cualquiera que sea el tema propuesto nos invita a llevarlo a nuestra vida o quizás ¿no os veis reflejados en cada una de las entradas…?

En más de cien entradas, Jesús nunca se ha atribuido un mérito personal. En las críticas que, desde mi humilde opinión, le envío cada viernes se resta méritos y para él todas las entradas son “flojitas”…

Creo que todos coincidimos en su buen hacer con las letras, cada día más abandonadas, su empeño, su transmisión de valores y sentimientos…y todo tratado con elegancia, con sensibilidad… y es por ello que el espacio que hoy me cedes en tu blog te lo dedico a ti, porque te lo mereces, porque semana a semana estés más agobiado, tengas más trabajo, estés enfermo, vayas de viaje…siempre estás ahí, detrás de tu pequeña pantalla, para hacernos disfrutar a tus seguidores…

Y sí, “todo pasa por algo”…la vida no te puso solamente en mi camino para hacerme disfrutar con tus letras, poco a poco, nos hemos ido conociendo intercambiando entradas, opiniones, risas entre comentarios con algún emoticono intruso, alguna que otra confidencia, en definitiva …Aquel mensaje desde Uruguay era el punto de partida de una bonita amistad que va creciendo y a través de la que se confirma todo lo que, desde bien pequeñita, he pensado de ti…

Pero no sólo es eso… A través de este blog compartes tus experiencias con muchos lectores de diferentes partes del mundo, indirectamente nos acercas, nos unes con tus vivencias y, lo más importante, nos haces disfrutar…

Y como “todo pasa por algo” hoy te mereces ser tú el protagonista de tu blog, homenajeándote a través de esta entrada que nada tiene que ver con las tuyas, pero que, en cierto modo, espero que tenga su encanto pues en ella he intentado “desnudarte” un poco más, acercarte a tus lectores y aunque hoy mi incertidumbre, esperando el enlace durante todo el día, no va a ser el mismo que cada viernes, pues recibiré mi propia entrada, sí esperaré inquieta tu crítica y tus comentarios ya que esta semana es diferente…cambiamos los papeles y es por ello que decía al principio que es un día especial… y sí, “todo pasa por algo” y ese algo representa todo lo que queda por descubrir, por hacer, los momentos por vivir y, sobre todo, las líneas que escribir…

Muchas gracias por hacernos disfrutar cada viernes y como diría el gran Machado “se hace el camino al andar” y espero que sigas haciendo caminos y senderos con tus letras y que estos sean la unión de todos los que, cada viernes, te esperamos con ilusión, pues si este blog existe es “por algo…” y ese algo eres tú…


Nazaret C.M, Fuente de Cantos, 15 de julio de 2016.

viernes, 8 de julio de 2016

El joven paciente

El joven parecía esperar a alguien, y aunque la chica hacía días que lo venía observando, nadie parecía acercarse a él. Tal vez se trataría de un chico que paraba a descansar en el mismo parque al cuál a ella le gustaba acudir después de salir de trabajar. Y es que ella, ahora mismo solo necesitaba estar a solas, y que todo lo que había ocurrido en los últimos meses, fuera digerido por sus momentos de soledad. Hace días, cruzó su mirada con ese chico, de apariencia tranquila, y hubo un intercambio de sonrisas; tal vez dos, no más, que ni ella misma esperaba.

Pero hoy, sin saber por qué, al llegar al parque y ver como de costumbre a ese chico misterioso, decidió sentarse a su lado y compartir el mismo banco. Parecía que se sentía atraída por su tranquilidad, por la paciencia que evocaba. Su silencio solo contrastaba con el arrullo de los pájaros, que ajenos a cualquier otra cosa, picoteaban las migas de pan que ofrecían los viandantes, entre ellos este chico, el cuál, con un gesto solidario hacia ella, partió en dos el mendrugo de pan y le ofreció la mitad. Su solicitud de ayuda en desmigarlo y lanzarlo a aquellos pequeños pájaros tuvo acertada respuesta en ella.

Siguiendo con la mirada fija en las aves, el hombre habló, y sin ella esperarlo, le preguntó; - ¿Esperas a alguien? -.

Ella no desvió su mirada, pero se sintió complacida de que el chico le hablara. Habían sido muchos los días en los que se había encontrado con él, y sin saber por qué, se sintió en la confianza de responderle;

"No exactamente. Más bien, espero algo, no sabría qué cosa concretamente". Y la conversación acabó con aquello, ni tan siquiera dio para más; ni para unas palabras de despedida.

A pesar de que pudo sentir algún sin sabor en aquel encuentro, pasaron algunos días, hasta que la chica volvió a coincidir a propósito con el joven en el parque, como intuyendo que seguiría allí, en el mismo lugar de siempre. Esta vez lo vio a lo lejos, de espalda, sin dudar un segundo en que fuera él. Se acercó por detrás, dio media vuelta al banco, y ocupó el espacio vacío. Él la miró y sonrió, acompañando un gesto con su cabeza en señal de saludo. Apenas había pasado un momento, cuando el chico volvió a preguntar; 
- Y hoy, ¿esperas a alguien?. ¿O esperas algo?.

"Bueno, la verdad es que es una pregunta que ni tan siquiera me he planteado, aunque creo que evito hacérmela. Como ya te dije, espero algo, o es como si estuviera a la espera que algo pasara; alguna cosa que me haga sentir bien. No sabría decirte qué exactamente. Muchas decepciones continuadas he tenido últimamente, que se han acabado convirtiendo en miedos, desilusiones, o tal vez falta de confianza. Estoy cansada de empezar de cero una y otra vez. Cuando lo tengo todo montado en mi vida, estructurado y organizado, de repente, todo se desmorona. Estoy realmente agotada...."

El chico, ahora sí la miraba fijamente, aunque esta vez era ella la que no volvía su mirada de los pájaros que picoteaban las migas de pan. Entonces, empezó a hablarle....

"¿Observas a estos pájaros comer las migas de pan que les echamos?. Siempre he sentido curiosidad por estos animales. Su paciencia es infinita, y su forma de afrontar las adversidades es admirable. ¿Has pensado alguna vez en ello?. Fíjate, que están días y días haciendo su nido, recogiendo materiales, a veces traídos de largas distancias y con gran dificultad para ellos...., y cuando ya está terminado y ellos listos para poner sus huevos, las inclemencias del tiempo, la obra del ser humano, o bien algún animal, lo destruye y tira al suelo lo que con tanto esfuerzo se logró.

Pero, ¿qué hace en cambio el pájaro?. ¿Crees acaso que se paraliza y abandona la tarea?. De ninguna manera, sino que se arma de paciencia, y vuelve a empezar de cero. Además, si te fijas bien, siempre lo hacen cantando. Y así, poco a poco, de repente en el nuevo nido, aparecen los primeros huevos.

Pero a veces, y con mucha frecuencia, incluso antes que salgan los primeros pichones, la mala fortuna vuelve a aparecer en sus vidas. Alguna tormenta, algún animal, o algún ser humano con poca sensibilidad, arruina sus huevos y con ellos su nido. El dolor a comenzar desde cero es aún mayor si cabe, pero no por ello abandonan. El pájaro sigue cantando y construyendo....cantando, y construyendo.

Los golpes de la vida, no lo detienen, sino que lo hacen más fuerte. Y lo consiguen con la paciencia, la perseverancia, y la confianza en que, aunque a veces salgas herido y tengas que empezar de cero, eso no hará que te entregues. A veces hay que pasar por lo peor para conseguir lo mejor".

A la chica le encantó la similitud que hizo de todo aquello. Sus palabras fortalecieron su confianza y despejaron todos sus miedos. Agradecida por lo que le contó, lo miró, y le sonrió. Y acto seguido, fue ella la que preguntó;

--Gracias por la lección. Construir, y cantar...., ¡me gusta!. Pero ahora, cuéntame; tú que pareces tan paciente, ¿esperas que pase algo?--.

Él la miró pausada y fijamente. Guardó silencio por un momento, hasta que le dijo;

"Claro, yo también esperaba que pasara algo. Y después de mucho esperar, y esperar, y esperar...., e incluso empezar varias veces desde cero, al fin, pasaste tú...." 




Oporto, 15 de abril de 2016. Fotografía de Jesús Apa.


  




viernes, 1 de julio de 2016

Tirar un penalti

El estadio está a rebosar, y miles de gargantas van quedando afónicas en apoyo a sus jugadores, a su equipo, con sus colores. La propia tensión de los aficionados es percibida por los futbolistas, quienes tratan de seguir manteniendo la atención en el partido, en la pelota. Los minutos pasan lentos para unos, y rápidos para los otros, en función de los intereses de cada cual en la finalización del partido. El ritmo acelerado de miles de corazones pueden acabar con el oxígeno existente en el estadio. La contienda va llegando a su fin, y si nada ocurre, uno de los equipos, por ejemplo el visitante, se llevará la victoria.

Pero rozando los minutos finales, el árbitro decreta la pena máxima en el área rival y los locales, van a tener la oportunidad de llevarse el partido. Las protestas del equipo visitante son airadas, la decepción de sus aficionados es visible, y la alegría de los que van con los locales es álgida a la espera del lanzamiento. El estadio va apagando sus voces, porque lo normal es enmudecer por unos instantes, hasta que la persona encargada de tirar el penalti, tome el balón, y se dirija hacia el punto de cal que indica los once metros de distancia hasta la portería.

Pero a partir de estos momentos, hay alguien sobre el cual va a recaer toda la responsabilidad. De él va a depender el título, la copa; el éxito de su equipo y sus aficionados. Ya ni tan siquiera va a pensar en el suyo propio. Pero debe existir ese "alguien" responsable y decidido. Tirar un penalti es algo a lo que no todo el mundo se encuentra presto a hacer. Habrá quien se esconda, quien se quite de en medio, o sencillamente, habrá quienes dejen en manos de otro su éxito (o fracaso) particular.

Así que este jugador toma la responsabilidad. Se enfrenta al portero, y debe decidir en décimas de segundos hacia qué lugar dirigir la pelota. Una gran responsabilidad, que puede llevar a que te amen o te odien en cuestión de un minuto.

El hecho de que haya ensayado esa acción mil veces, no querrá decir que llegado el momento, sepa lo que hacer. Debe ser el responsable único de lo que allí ocurra, e independientemente de todo, debe estar seguro de qué hacer. Podría ser la decisión más importante de su carrera, pero debe tomarla con determinación.

Entonces mira a la derecha, a la izquierda, fija su mirada en el portero, y patea la pelota....Después, ¿quién sabe si entrará o no?. En el fútbol todo o casi todo, es imprevisible. También en la vida; aunque aquí sí que todo lo es.

Conozco mucha gente que en su día decidieron tomar la pelota y dirigirse al punto de cal de los once metros. Pero con la gran diferencia que no jugaban ningún partido, sino que debían tomar alguna decisión y asumir responsabilidades en el "juego" de su vida. Tal vez a la derecha o a la izquierda, pero debían decidir, y con la diferencia de que aquí, fuera de cualquier partido, el árbitro toca el silbato y debes patear rápido, porque no dispones de mucho tiempo. Las decisiones importantes no deben esperar.

Admiro las personas dispuestas a coger la pelota y tirar un penalti. Nadie mejor que uno mismo, para acatar la responsabilidad que te permita elegir lo que realmente quieres. Nadie como tú, para presentarte ante los once metros y decidir qué dirección darle a la pelota. Qué dirección darle a tu vida. Ese valor que está en el interior de la conciencia, que te permite ser el único administrador de tus acciones.

Del modo contrario, también me choco a diario con gente que espera ahí, creyendo que alguien va a tomar la responsabilidad que a ellos les falta, cuando de sobra saben, que nadie mejor que uno mismo para responder de tus actos, hacerse cargo de sus consecuencias y aprender de ellas.

Pero de todas estas personas que han llegado a mi vida, esas que en su día tomaron la determinación de cargar con la pelota, y decidirse a patearla, de todas ellas, he aprendido algo muy importante. Sin lugar a dudas, la seguridad ante tus actos. Y es que cuando tienes frente a ti a una persona segura, sabes de ella, que ya nada se le puede poner por delante. Nada más "temible" pero a la vez "agradable", que encontrarse a una persona segura. Esa seguridad y firmeza en su decisión, te transmitirá, que estuviera en lo correcto o no, al menos lo hizo asumiendo todas las consecuencias y sin castigar por ello su conciencia.

Aunque la mayor lección de todas, o quizás el mayor aprendizaje en todo esto, es que a esas personas, no será necesario preguntarle si, una vez que "patearon" la pelota cuando tiraron ese penalti, quizás el penalti de sus vidas, marcaron el gol que pretendían. Porque en definitiva, eso ya no importará. Solo por el hecho de ser lo valiente que fueron para hacerlo, solamente con eso, hará que puedan ganar cualquier partido al que vuelvan a enfrentarse en la vida....




Imagen libre en la red. Fuente de Cantos, 1 de julio de 2016.