viernes, 25 de junio de 2021

Sobre la Fe

Hace muchísimo tiempo que no escucho hablar sobre la palabra "fe". O más que hablar, y mirando el lado positivo, quizás es que hace bastante que no preciso de confiar en ella. Pero he de reconocer que, aunque es una palabra-actitud que puede causar pavor, sigo creyendo mucho en ella. Eso dice mucho de las personas que no dan por perdido nada, por muy imposible que sea.

Así como el miedo se transforma en fe, también lo hace la esperanza. Todo aquello que emprendemos y hacemos con nuestras capacidades o con nuestra voluntad, obedece a un mecanismo natural que se encuentra sometido a la ley de causa-efecto, pero cuando hacemos intervenir la fe, se abre dentro de uno mismo una puerta a las fuerzas espirituales, a las potencias celestiales, llámalo como quieras, que pueden reparar, purificar y curar. Aunque no se merezca en absoluto.

Tener fe no debe ser una señal de debilidad, ni mucho menos. Creer en lo que no vemos, no es nada fácil. Y creer en uno mismo, y tener confianza en ello, puede ser el mayor acto de fe que uno pueda imaginar. Gandhi decía que "debemos convertirnos en el cambio que buscamos en el mundo".

Hoy en día felicitamos a las personas por sus éxitos externos, por su prestigio, por su poder, por sus ascensos, por sus coches, por sus casas, en fin, por sus posesiones; y deberíamos felicitar a las personas por su manera de ser, por sus actitudes, por sus principios, por su forma de actuar. Deberíamos elogiar la bondad, la paciencia, la generosidad. La gente que aún sigue teniendo fe en algo, en alguien, aunque sea en uno mismo.

Y digo todo esto, no porque ahora precise urgentemente de la fe por alguna razón, o porque necesite encomendarme a algún milagro celestial. Afortunadamente, saco este tema a colación de la ilusión que se necesita en la vida para vivirla más intensamente, valga la redundancia. Y ahí está la actitud, que también va de la mano de la fe. Nada mejor para entender esto, como un breve cuento;

"Un día, los habitantes de un pueblo decidieron rezar para pedir que lloviera. La gente se reunió en el lugar acordado para la oración, pero solo un niño acudió con paraguas". 

Actuar como ese niño..., también eso es FE.


Cabeza la Vaca, 25 de junio de 2021. Imagen libre en la red.



viernes, 18 de junio de 2021

Irse de viaje; De su ventana a la mía.

Será que de un tiempo a esta parte, he decidido dedicarme más momentos a mí mismo, que a través de ellos, y de manera totalmente íntima y personal, consigo emocionarme con cierta facilidad. Podría pensar, como así lo he hecho a veces, que está relacionado con algunos momentos de debilidad, de estrés o quizás, sencillamente, por la necesidad de buscar intencionadamente ese tipo de emociones.

Hace unos días fuimos con mi madre a Oporto a celebrar sus 73 años; toda una suerte seguir compartiendo la vida junto a ella. Y lo cierto y verdad, que cada día que pasa valoro aún más mi tiempo a su lado, llenar mis recuerdos de experiencias y momentos de calidad. Mis mejores situaciones con ella ahora mismo, es cuando "nos vamos de viaje", porque hay un antes, un durante y también después, que alegra mis días. En eso pensaba en cualquiera de los muchos paseos por esa hermosa ciudad. El significado de una madre para todos los seres es de una magnitud extrema.

Y son tantos los momentos vividos, que es pensar en mi madre, y podría asociarla a miles de situaciones, a millones de emociones. Haciéndonos disfrutar con los manjares que cocina, con sus historias, recuerdos de niñez, situaciones vividas con mi padre..., realmente, en todas y cada una de ellas, logra emocionarme profundamente. Supongo que, tal y como sentimos todos los hijos e hijas con nuestras madres.

Si tuviera que escribir algo sobre ella (como ya he hecho otras veces) cualquier texto quedaría incompleto, porque siempre se quedaría corto. ¿Y sobre qué momento en particular vendrían mis mejores recuerdos? Hay tantos, que me sería imposible simplificarlo solamente en uno. Pero casualmente, hace muy poquito, leí algo tan sumamente hermoso, tan intensamente sencillo y cotidiano, que directamente me hizo identificarme con esos sentimientos, esas emociones y esas precisas imágenes que venían descritas en el texto. Es de Carmen Martín, y se titula, "De su ventana a la mía", y dice así; 

"Mi madre siempre tuvo la costumbre de acercar a la ventana la camilla donde leía o cosía, y aquel punto del cuarto de estar era el ancla, era el centro de la casa. Yo me venía allí con mis cuadernos para hacer los deberes, y desde niña supe que la hora que más le gustaba para fugarse era la del atardecer, esa frontera entre dos luces, cuando ya no se distinguen bien las letras ni el color de los hilos y resulta difícil enhebrar una aguja; supe que cuando abandonaba sobre el regazo la labor o el libro y empezaba a mirar por la ventana, era cuando se iba de viaje. «No encendáis todavía la luz —decía—, que quiero ver atardecer». Yo no me iba, pero casi nunca le hablaba porque sabía que era interrumpirla. Y en aquel silencio que caía con la tarde sobre su labor y mis cuadernos, de tanto envidiarla y de tanto mirarla, aprendí no sé cómo a fugarme yo también. Luego entraba alguien, daba la luz y reaparecían los perfiles cotidianos. «Bueno, habrá que correr las cortinas», decía ella, como despertando.

Pero en la sonrisa especial que dulcificaba su expresión se le notaba lo lejos que había estado, lo mucho que había visto. Y daban ganas de arrodillarse a su lado para ayudarle a abrir las maletas, de preguntarle: «¿Qué regalo me traes?».

Y seguro que, antes de conocerla yo, viajó por la ventana mucho más todavía. En aquel tiempo —tan novelesco para mí— de su juventud y de su infancia, desde aquellos espacios interiores que yo no conocí."


Fuente de Cantos, 18 de junio de 2021. Pintura de Marina Chulovich.


viernes, 11 de junio de 2021

Cada Sol tiene su ocaso

"Cada Sol tiene su ocaso"

En este proverbio árabe pensaba mientras contemplaba el final del día y llenaba (nuevamente) su copa de vino. Era su aniversario, y en torno a ella, multitud de gente le hacía compañía. Por unos instantes, quieta en su silla, logró evadirse y quedarse a solas. Ahí, dejó bailar sus pensamientos. 

Cerró los ojos, y se vio en un remolino vehemente que la instaló en la playa. Entre asombrada y pervertida, quería dejarse llevar. Las olas del mar, se mecían en su frente mientras arrodillada, cerraba los puños atrapando la suave arena. Sobre su espalda, la sombra de su amante volvía sepia la curva sudorosa de su talle, y su popa, era un puerto expuesto. A cada empuje de su acompañante, vibraba ardientemente mientras él agarraba con fuerza su cadera para traerla de nuevo hacia sí.

En la lejanía, en la fina línea que quiere desaparecer al final del mar, el Sol iba cayendo agotado, anaranjado, dejando la huella de su ocaso. Su amante, a la par que el Sol, exhausto y de color dorado, también regaba con sudor su espalda, agarrándola aún más fuerte para hacerle ver que su final llegaba. Ahí, una mezcla de perfumes y sonidos se mezclaron con ese atardecer. 

Entonces ella, en torno a toda aquella multitud, consiguió abrir sus ojos. La gente llamó su atención, "sopla las velas y pide ese deseo que estabas pensando", le dijeron al unísono.

Y eso trató de hacer, mientras pensaba que hay deseos, que nunca se apagan. También en ese preciso instante, se estaba despidiendo el día, y llegaba el ocaso, pero nunca sería como aquel que acababa de recordar, porque ese, era distinto a todos.

Acabada la fiesta, el deseo se hizo invisible, la madrugada lo devoró. El día la encontró agotada, con olor a jazmín, y sus manos llenas de arena...


Cabeza la Vaca, 11 de junio de 2021. Fotografía de Jesús Apa.


viernes, 4 de junio de 2021

Mi Hada

El pequeño ruega e implora que venga su Hada. Está acurrucado en su cama y no puede dormir. Fatigado, descompuesto, reclama una y otra vez su presencia. La Hada por fin llega, derramando disculpas por la tardanza con su suave tono de amor. 

"¿Qué sucede cariño? ¿Va todo bien?"

Como por arte de magia, el miedo se va esfumando...

-- Hay un monstruo enorme, que me persigue. Por mucho que yo corro, él acelera aún más y me da alcance...

"¿Y eso cuándo ocurre?"

-- Siempre que cierro los ojos. --

"Eso es fácil de resolver, deja que yo los cierre contigo...!

La Hada cerró los ojos, al igual que él, y lo tomó de la breve cintura, dejando al instante de recordar el por qué de la persecución. Ahora ambos se enfrentarían al monstruo, y a cualquier otro obstáculo en el camino. 

La Hada se aleja, sonríe y deja al pequeño dormido. Va a su retiro, pone la varita mágica en su estuche y se tiende sobre la cama. Cierra los ojos, sabiendo que cuando el sol de la mañana se estremezca, seguirá sorteando sus próximas batallas, sus otros monstruos con los que combatir. Porque una Hada, cuando es madre, nunca deja de luchar por sus hijos.

Gracias a Dios, mi Hada sigue conmigo, y su varita, sigue haciendo magia cada vez que un monstruo se me acerca... 


Oporto, 4 de junio de 2021. Fotografía de Jesús Apa.