viernes, 30 de septiembre de 2022

El paraíso imperfecto

Todo el mundo busca la perfección, sea a la edad que sea y en las formas que considere. Cuando uno es adolescente, quiere ser perfecto en cuerpo y mente y a ser posible, que le lleve al éxito. Con el paso de los años quiere, al menos, destacar y buscar la perfección aunque sea solamente en algo o con alguien. 

Hace unos días volví a cumplir años (la edad va subiendo y no perdona), y ni tan siquiera había vuelto a reflexionar con lo que, para cada uno, es llegar a ser perfecto. Con el paso del tiempo uno no desea alcanzar la perfección absolutamente en nada extraordinario. Lo único que cada uno quiere ir consiguiendo, más con el paso del tiempo, es llegar a ser feliz a costa de nada.

Las redes sociales y, sobre todo, las mentiras de la sociedad, te quieren llevar a fijarte metas absurdas, o a reflejarte en gente que posiblemente nada tienen que ver contigo. No hablo que sea mi caso, ni mucho menos, porque a mí, lo que sí me gusta, es fijarme en gente mayor y con los que siempre voy a aprender algo y muy real.

Ayer tuve que ir a una consulta al hospital y en la espera, me gustó mucho la expresión de una señora bastante mayor, de ochenta y tantos, sentada al igual que yo en la puerta de la doctora de traumatología que iba a atenderme, y que, hablando con otra pareja de ancianos les decía que, aunque su ya maltrecho cuerpo estaba más que curvado y arrugado, ella se sentía genial y lo defendía citando un proverbio indio; "El árbol torcido vive su vida mientras el árbol recto es convertido en tablas".

Ciertamente no sé muy bien si este proverbio era apropiado a la conversación que tenían, pero la anciana quería referirse a lo perfecto que uno llega a sentirse aún a sabiendas que es imperfecto.

Me contuve de meterme en su conversación, pues me hubiera encantado hablarle sobre "El paraíso imperfecto"

—Es cierto —dijo mecánicamente el anciano, sin quitar la vista de las llamas que ardían en la chimenea aquella noche de invierno—; en el Paraíso hay amigos, música, algunos libros; lo único malo de irse al Cielo es que allí, el cielo no se ve.


Marbella, 30 de septiembre de 2022. Imagen libre en la red.



viernes, 23 de septiembre de 2022

Laika

Obviamente que jamás pensaba el cariño que se le cogía a los animales de compañía. Incluso, he descubierto, que llegan a cambiarte como persona...para bien, claro está. Para mí, Telma, mi perrita, me ha cambiado la vida. Ha sido una auténtica bendición desde el primer momento en que la conocí. Pero principalmente, despertó en mi una sensibilidad y amor hacia los animales, que solamente se entiende si tienes alguna vez un animal de compañía. 

Y digo esto, porque esa sensibilidad no la tiene todo el mundo. Como si fuera de forma premeditada, en el mismo día, con muy pocas horas de diferencia, han venido a mí un par de noticias que me han llamado poderosamente la atención. La primera de ellas, muy actual, y es que a día de hoy, los animales de compañía, perros o gatos, han experimentado una evolución en nuestras vidas como nunca. Solo en la época de los egipcios se le tenía tanta adoración como hasta hoy. Podemos decir que forman parte nuestras vidas (de quienes los tenemos). 

Esa es la primera de las noticias, porque la otra,  la segunda y totalmente opuesta, y que salió en la radio en el coche y lo escuchaban más personas a mi lado, hablaba sobre que, hará muy pronto 65 años, que fue el primer viaje espacial de un perro a la Luna. Y es que, escuchando la noticia, por un lado siento rabia, pero por otro lado siento el alivio de que afortunadamente los tiempos cambian...

"En 1957, la URSS tomó un perro callejero para estudiar cuánto tiempo podría sobrevivir en órbita espacial.

Laika, como le pusieron los soviéticos, fue lanzada desde el cohete Sputnik 2, pero desafortunadamente la misión no incluía traerla de vuelta.

Pocas horas después de salir de la atmósfera, la nave empezó a sobrecalentarse, lo que le causó la muerta a la perrita. Su cuerpo nunca fue recuperado.

Es difícil no sentir tristeza al pensar en cómo pudo haber sido esa experiencia para ella, especialmente sabiendo que no tenía idea de que iba a ser sacrificada.

Como eran otros tiempos, no sonaron las voces de protestas en favor de estos animales. Los rusos, casi ni tuvieron necesidad de dar explicaciones porque a la gente le parecía normal. Años más tardes lo harían, ante el clamor de ciertos colectivos, aunque también, años más tarde, se supo que tras Laika, una docena de perritos volvieron a ser sacrificados en idénticos viajes.

Lo curioso es que esta noticia, en el momento de escucharla, me puso los pelos de punta. Además, me sentí en la necesidad de apagar la radio. Sin embargo, mis otros tres acompañantes que iban en el coche y que escuchaban la noticia al igual que yo, se asombraron (incluso uno de ellos me pidió explicaciones) de que llegara a apagar la radio y, por consiguiente, a sensibilizarme tanto ante aquella noticia.

Un poco más tarde, descubrí, que ninguno de ellos jamás han podido sentir el amor que pueden llegar a dar estos animales, pues ninguno ha tenido en sus manos un perrito...


Fuente de Cantos, 23 de septiembre de 2022. Laika, imagen libre en la red.



viernes, 16 de septiembre de 2022

La solidaridad de los sentidos

Hoy apareció en mi teléfono el recuerdo de mi primer viaje a Brasil. El celular mostró un collage de varias fotos que hice sobre distintos lugares y personas, y se abrió una que, ya en su momento, me llamó poderosamente la atención. Se trataba de una fotografía que hice mientras íbamos en el coche, y era de una mujer de mediana edad que hablaba por teléfono parada en la acera de la calle.

Y digo que me llamó mucho la atención porque en una primera imagen, me pareció que la mujer sonreía, pero al fijarme mejor, me di cuenta que la señora era completamente ciega y además sus ojos estaban casi cerrados por completo. Me pareció una imagen durísima y obviamente, como en todos los casos en que veo a alguien con alguna dificultad física o sensorial, sentí una profunda pena y tristeza.

Hoy volví a reflexionar sobre ello, máxime cuando podemos decir los que no padecemos alguna enfermedad de este tipo o digamos que, formamos parte de la gran mayoría, que somos unos auténticos afortunados. Y que muchas veces, muchísimas, nuestras quejas no son más que pataletas y berrinches por asuntos superficiales, por pequeños problemas que en su mayoría tienen.

No solemos ponernos en el pellejo de esas personas que tienen que vivir con una grave enfermedad o con una anomalía, que por supuesto no los hace inferiores, pero que en su mayoría, los pone a prueba y deben librar una batalla interna durísima y eterna para vivir en unas condiciones parecidas a la tuya (siempre y cuando también la sociedad se lo ponga fácil). 

Nuestra empatía o solidaridad, más allá de ser inmediata ante tales hechos y para con esas personas, debe también llevarnos a pensar diariamente en que somos unos afortunados, y que debemos estar agradecidos permanentemente a que, por el momento (pues nunca se sabe qué nos puede deparar el destino), la suerte está de nuestro lado o simplemente a la naturaleza le hemos caído en gracia.

Sobre empatía y solidaridad de los sentidos, me vino a la cabeza, al igual que la fotografía de esta señora, un cuento que leí hace bastante tiempo pero que aunque recuerdo su autor, me suena que dice algo así;

"Había un niño ciego en clase de Pablo, que nunca soñaba colores. Se murió en junio del año pasado. Durante un tiempo, incluso después del verano, Pablo estuvo inmensamente triste. Se le había olvidado decirle qué, cuando él olía las rosas, también cerraba los ojos."


Fuente de Cantos, 16 de septiembre de 2022. Fotografía de Jesús Apa, Florianópolis (Brasil), Septiembre de 2016.


viernes, 9 de septiembre de 2022

Las grandes distancias

Aunque la cama está impoluta, él se mueve inquieto. La tenue luz de la mañana refleja frondosamente en las sábanas blancas. Con la mirada perdida, se aferra a ella, y en su asir de la mano, busca la prolongación de su propio cuerpo;

"¿Te vas ya, verdad?", balbucea casi implorando.

Acostado, angosto entre las dobleces de las sábanas, con los destellos de esos primeros rayos de sol, enaltece el calor de un apretón de manos que le gustaría no acabase nunca;

-- Vuelvo enseguida José --, responde la enfermera mientras limpia con una gasa la comisura de sus labios.

Para José y su corazón, cualquier distancia es demasiado lejos...


Marbella, 9 de septiembre de 2022. Imagen libre en la red.



viernes, 2 de septiembre de 2022

Amor de compras

El joven iba varias veces al supermercado aunque no le hiciera falta. Siempre usaba el pretexto con su madre, de que había olvidado parte de la compra, y es que estaba perdidamente enamorado de la nueva cajera.

Ojos claros, pelo dorado y una sonrisa como jamás había visto en nadie.

"Nueve cincuenta", dijo sin mirarle. Y sus ojos, cayeron rodando escáner abajo. Así fue él quien la miró de soslayo ¿Bolsa? Sí, gracias. 

"Hasta pronto, pequeño". Aquello lo hizo ruborizar, porque nunca se había dirigido así a él. ¿Sería una señal? 

Salió a la calle nervioso y, a tientas, mientras luchaba por llegar a casa, descubrió algo de más entre la compra. El mejor regalo. Allí estaban sus besos envasados al vacío.


Cabeza la Vaca, 2 de septiembre de 2022. Imagen libre en la red.


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