viernes, 29 de diciembre de 2017

Sobre la velocidad del ser humano

Ahora que pasa un nuevo (o viejo) año más, vienen los vientos de reflexión a las mentes de cada cual. Esos buenos propósitos para el año próximo que entra, esos buenos recuerdos del que se va, ese esfuerzo por olvidar las cosas malas que sucedieron o también, como no, esos arrepentimientos que siempre tratamos de enmendar, como quiera que sea, y con muchos "no volverá a pasar" sonando con un estremecedor eco en el interior de nuestras cabezas. Lo mejor suele ser que podamos vivir para resolver eso que no hicimos, lo peor, como es evidente, que ya lleguemos tarde, ya no servirá de nada correr a toda prisa, ya dará igual a la velocidad que vayamos....

Cuando se va caminando a lo largo de la senda de la vida, y mientras uno va ganando años, éstos pasan con una velocidad de vértigo. Pasan rápidos, a veces fugaces sin que apenas dé para disfrutarlos como se merece. Cuando vas dando pasos en ese camino, incluso puedes visualizar tus propias huellas, señal inequívoca de que ya has vuelto a pisar ahí antes. Y pisar sobre lo andado, en ocasiones también es señal de estar cometiendo los mismos errores o bien que caminamos en círculo, cosa que no nos lleva nunca a ningún lado. Aprendemos tarde y mal, no cabe duda. 

A veces me gusta escuchar a las personas mayores su opinión sobre la vida, porque de ellos siempre algo bueno se aprende y de manera gratuita. A más edad, palabras más sabias y acertadas salen de sus bocas..."He vivido más de cien años y te aseguro que lo único que no te va a gustar de la vida es que te va a parecer demasiado corta", he escuchado decir a alguno. "Lo peor que te puede pasar en esta vida es estar pensando continuamente en aquellas cosas que dejaste de hacer, que en cambio siempre pensaste o quisiste hacer, pero que ya nunca harás" he escuchado decir a otro. Desde luego que estamos aquí para ser felices, pero errores vamos a tener que cometer, será todo cuestión de resolverlos a una velocidad adecuada.

Pero en cambio me llamó la atención y hablando sobre esto, de la velocidad con la que aprendemos, lo que escuché a un nonagenario, sobre lo difícil que nos resulta aprender las cosas a pesar de que prácticamente todas las lecciones están ahí, casi a la vista de todo el mundo. Entonces le pregunté...; -- ¿cuáles son las conclusiones que puede sacar alguien como tú, que ya has vivido tantos años y has debido de aprender tantas y tantas lecciones?

"Que el ser humano es lento. Demasiado lento", me contestó...


Hace algún tiempo leí un libro sobre la vida de los egipcios y sus faraones, con una infinidad de lecciones en sus letras que me realmente me cautivaron. La verdad es que se trata de una cultura, la egipcia, con un grandísimo peso en nuestra civilización. Y después de escuchar a este señor nonagenario, volví sobre mis pasos de lectura (que no sobre mis huellas), y de ahí que me interesara por el discurso de coronación del faraón egipcio Amenhemet I, fundador de la dinastía XII de Egipto, que reinó de 1976 a 1947 a.C. Fue especialmente recordado con posterioridad por el alto grado de progreso que imprimió al país promoviendo grandes construcciones. Lo recuerdo perfectamente, casi de memoria....

"Luchad por la felicidad como lucharon por el pan los hombres y recordad que el Amor es la semilla y el fruto del gozo.

Amad a los demás para que puedan amaros y amaros vosotros mismos para poder amar a los demás....

No os atéis más que a la cadena de oro del cariño; no serán los parentescos los que unan a los hermanos cuya afinidad está sólo en la sangre.

No temáis crecer porque los años os mostrarán nuevos horizontes.

No temáis envejecer porque en cada horizonte encontraréis nueva sabiduría.

No temáis a la muerte porque recordaréis la otra orilla del Gran Río dónde seréis medidos según el peso de vuestro corazón".


Esto mismo que dijo el faraón egipcio hace cerca de 4000 años, lo dijo el Maestro Galileo hace más de 2000.

Es evidente que el ser humano es lento. Muy lento, diría yo....


Os deseo que el próximo 2018 venga cargado de grandes momentos!!!



Cabeza la Vaca, 29 de diciembre de 2017. Fotografía de Jesús Apa

viernes, 22 de diciembre de 2017

La Silla Vacía

Dentro de las muchas sesiones de motivación personal que utilizan los terapeutas con sus pacientes, una de las técnicas más originales y distintivas ha sido sin duda el uso de la "Silla Vacía". Por lo general, se utiliza este procedimiento de distintas formas y con diferentes propósitos, pero el más común es el utilizado en terapias dispuestas a buscar ayuda y consuelo por la ausencia de un ser querido. Este tratamiento en particular, también es denominado con el nombre de "Una Persona no Disponible". 

En esta terapia el paciente se enfrenta a alguien en torno a quien se ha desarrollado un asunto inconcluso (presente o pasado) y que en el momento actual no se encuentra disponible, o bien, porque no es factible el encuentro y la confrontación, o bien, porque ha fallecido o desaparecido de la vida del paciente. No estar disponible puede deberse a varias causas, como fallecimiento, distanciamiento, abandono, separación, etc...

Esta técnica trata de sacar lo mejor del paciente en una etapa difícil para él, dónde la falta de un ser querido puede llegar a dejar marcado su comportamiento. Así pues la forma como se desarrolla este procedimiento, cambia dependiendo de lo que se proyecte en la Silla Vacía. Con esta terapia el paciente recapitula lo sucedido y el terapeuta interviene haciendo énfasis en el sentimiento o la emoción que acompaña cada instante del evento reportado, pidiendo al paciente al mismo tiempo, que se de cuenta de lo que está sintiendo. De esta forma la silla actúa a manera de pantalla, identificando sus emociones y sentimientos ligados a esta persona virtual.

De esta singular manera, la persona encuentra la posibilidad de resignificar, sentir y responder de una forma nueva, más integral y saludable. Si el acontecimiento es pasado, reconoce que no es posible cambiar lo sucedido pero que sí es posible cambiar su significado y la forma de sentirse al respecto. Si el acontecimiento es presente, descubre nuevas formas de afrontar y responder ante tal situación en su vida.

Todos los años por Navidad, y en cada uno de nuestros hogares, existen Sillas Vacías. Unas veces por unos motivos, y otras tantas por otros, pero en cada uno de ellos tenemos presente distintas ausencias. Y cuando ponemos en la "Silla Vacía" a una persona significativa en nuestra vida y que puede no estar disponible por esas distintas causas antes comentadas, debemos aprender a valorar realmente lo que esto significa para nosotros. Debemos proyectar en esa silla lo mejor de la persona ausente, que bien no estará nunca más, o que es posible que esté faltando solo de manera circunstancial.

El espíritu de la Navidad precisamente es eso; ocupar por unos días el lugar de aquellos que ya no están, recordarlos con nostalgia y amor, porque siempre tendrán un lugar en nuestra mesa. Y el espíritu de la Navidad también es estar en el sitio de quienes por circunstancia, este año no están, pero que estarán en otra ocasión. Echarles de menos y reforzar su ausencia con la ilusión de encontrarlos pronto y sobre todo, valorar esa falta momentánea de la manera más positiva y armoniosa posible.

Es en estas bonitas fechas de Navidad cuando más veces ponemos en esa Silla Vacía a nuestros seres queridos, convirtiéndose estos días en un punto de encuentro con éstos. Acercamientos que en ocasiones solamente se producen en nuestro interior, dónde a veces focalizamos nuestro amor hacia ellos de una manera espiritual, mental y emocional, pero a la vez intensa y casi real. Utilizamos nuestra imaginación para rellenar con la ausencia de tal persona, el espacio vacío de la silla. Le damos forma y cuerpo a través de nuestros sentidos, y experimentamos una serie de sensaciones que casi que reflejamos corporalmente.

En estos días me pongo a pensar en que siempre habrá ausencias en nuestras vidas, muy dolorosas, las de aquellas personas a las cuales no volveremos a ver. Pero a la vez estos días también suponen para mí un punto de inflexión en nuestra manera de sentir el amor y tener una nostalgia, esta vez pasajera, por las personas que no están pero que podemos volver a ver más pronto que tarde. Son días de reflexión porque incluso llegan a acercarnos más a aquellos que menos vemos, pues sentimos con más intensidad su falta y su distancia.

La Silla Vacía debe suponer sentimientos positivos hacia esas personas en su ausencia. Es sentarse en su lugar y proyectar lo mejor de cada uno, recordando sus palabras, su amor y sus buenas acciones. En la Navidad hay más Sillas Vacías que en ninguna otra época del año, pero es cuando los sentimientos se muestran más fuertes y decididos, a la vez que cándidos, más solitarios a la vez que repletos y mayúsculos; más espirituales a la par que verdaderos.

Quizás va a ser que necesitamos más Navidades en nuestras vidas, más fechas en las que abramos de esta manera solidaria nuestro corazón a los que no tenemos tantas veces cerca. Y es que a veces somos tan pobres dando amor, que olvidamos que somos ricos cuando lo recibimos. Va a ser que necesitamos más Navidades para colocarnos en esas Sillas Vacías con más asiduidad, con más nostalgia, sí, pero precisamente para convertir ésta en una nueva posibilidad de estar cerca de aquellas personas que amamos y que siempre, físicamente o no, van a formar parte de la historia de nuestras vidas.

Dicen que es Navidad, así que toma asiento, por favor.... Seguro que hay alguna Silla Vacía cerca de tí....

¡Feliz Navidad!!!


Fuente de Cantos, 22 de diciembre de 2017. Fotografía de Jesús Apa.

viernes, 15 de diciembre de 2017

La paz sea con vosotros

Tras tocar suavemente con mis nudillos en aquella vieja puerta de madera, entré en la casa de la manera más silenciosa posible. Alguien desde dentro y con un sutil hilo de voz me dio el permiso para pasar, y al final del pasillo supuse que quien me había hablado era Milagros, su hija, quien a sus 84 años sigue cuidando de su padre. Al llegar a su lado, puso su dedo índice en la boca pidiéndome comunicarme con ella en voz baja; "aún duerme, pero solo es una cabezadita, y en cuestión de cinco o diez minutos ya estará espabilado. Estas pequeñas siestas le vienen muy bien. Realmente lo ha hecho durante toda su vida".

Yo me encontraba ansioso por visitar a un hombre al cual le tengo un profundo respeto. Y es que Francisco nació el 13 de diciembre de 1904 y con lo cual, este miércoles cumplía nada menos que 113 años. Había escuchado que el secreto de su longevidad reside en "comer mucho y bueno". El hombre más longevo del planeta le regaló recientemente al mundo durante una entrevista televisiva un gran consejo: "Lo que hay que tener es un corazón grande y noble, y defenderse de todas las cosas".

Realmente esperaba sacarle mucho provecho a aquella tarde, conseguir escuchar frases de aquel tipo que pudieran motivar mi día a día, pues aquella vitalidad y capacidad de vivir, debe pertenecer a alguien especial. Una persona con tanta vida, debe ser un pozo de sabiduría y debe dar gusto escuchar sus historias y aprender de cada una de sus vivencias. Así que me senté en el sitio reservado, muy cerca de él, y esperé a que despertara de su pequeña siesta.

Sus ojos cerrados tibiamente acompañaban el compás de su cuerpo moverse a través de una fuerte respiración que llenaba toda la sala. Su boca entreabierta delataban el dulce momento de su pequeño sueño. Sus labios, ya huérfanos de besos reposaban aguardando solo a poder hablar. Los dedos de sus manos entrelazados, como atrapados entre sí y reposados sobre sus propias arrugas. Una naturaleza especial para quien parecía ahí sentado, en su maltrecho sillón, un hombre corriente, uno más en este mundo que a veces trata de sorprendernos con algún que otro regalo. Y yo quería abrirlo... y él abrió repentinamente sus ojos, ya enterrados en sus propias arrugas.

Me miró, como extrañado. Yo esperé un momento, tal vez debía de ser largo. Hay quien tiene malos despertares de la siesta, y no debe ser fácil que tras una de ellas, te encuentres con un extraño en casa y al que no conoces de nada. Seguía fijo en mi, pero sin decir nada. Ni una sola palabra. Hizo un gesto como de volver a cerrar los ojos, pero la intranquilidad le pudo. Se inquietó un poco en su asiento, y balbuceó; "Milagros, tenemos visita. Alguien ha venido a verte"

-- Su hija no está, acaba de salir un momento y no tardará en llegar. Pero realmente he venido a visitarlo a usted.... --

"¿A mi? ¿Y qué es lo que quiere usted de mi?"

-- Bueno, usted cumplió 113 años hace un par de días, y quizás pensé que es una gran oportunidad vivir cerca de la personas más longeva del planeta, y por eso que estoy aquí. Fue algo repentino, que se me ocurrió esta misma mañana, y hablé con su hija para plantear la posibilidad de conocerle, y aquí estoy. --

Francisco guardaba silencio, quedó inmóvil y no hizo ningún gesto más. Por un momento pensé que aquello no había sido buena idea, pero su rostro sereno y pacífico empezaba a relajarme, y creo que él empezaba a sentirse mejor o quizás a aceptar aquella situación como algo bueno; que alguien viniera a interesarse por él, aunque solo fuera de manera curiosa. 

" Y bien, dime, ¿qué es lo que te gustaría saber?", me preguntó con un tono amable.

De pronto parecía que una extraña lucidez se había apoderado de él, pues percibí como se acomodaba en su asiento como decidido a tener una animada charla.

-- Bueno, quizás no esperaba afrontar este encuentro como una entrevista en sí. Quizás venía con la idea de tener una conversación con un hombre que posiblemente tiene mucho que decir, pero una vez en esta tesitura, quizás no sé muy bien que decir o preguntar. --, le dije yo.

Tras una larga pausa y un respetado silencio, comenzó a hablar....

"Soy un hombre sobre todo, agradecido con la vida. Cuando me despierto por la mañana con el cuerpo descansado y la mente serena, respiro profundamente y doy las gracias por el nuevo día, por la nueva oportunidad. Son momentos en los que soy yo y estoy solamente yo.

Observo por la ventana el día que se me ofrece y decido que será un gran día en el que se manifestará la armonía y la paz en mi comportamiento, en mi familia, en el hogar.... y me propongo tratar con serenidad a las personas que comparten mi vida.

Me aseo, desayuno, converso con los míos, salgo a la calle cuando mis piernas me lo permiten.... y siento, con alegría, la certeza de que todo está bien, que estoy haciendo las cosas de la manera correcta.

Es sin duda, el mejor indicador de que todo está bien; la Armonía interna es sinónimo de paz, de calma, de satisfacción, de plenitud, de tranquilidad. Siempre me llamó la atención esa frase que se dice en las misas, eso de "la paz sea con vosotros". Es sin duda, lo mejor que le puedes desear a alguien porque, estar en paz y en armonía con uno mismo nos permite vivir en calma y actuar con serenidad, aun en medio de situaciones difíciles.

Lograr la paz interior y alcanzar la armonía plena hará que nuestra felicidad no esté condicionada por factores externos. Nos permite ser felices no en función de lo que tenemos o dejemos de tener afuera, sino de lo que tenemos dentro, de esa luz que nos calienta e ilumina y que tiene la maravillosa propiedad de ser transmitida a los demás.

Yo creo que el éxito de mi vida, o uno de ellos, ha sido, además de vivir en paz, desear la de los demás".

"¿Y tú, vives en paz?"  

Aquella pregunta, directa, inesperada pero sencilla, me cogió de sorpresa, sobre todo, porque estaba boquiabierto escuchando a aquel hombre decir cosas con tanto valor y sentido para mí en esos momentos. Fui a contestarle, después de mucho dudar, pero para mi nueva sorpresa, me dijo:

"Bueno, ahora quizás necesito que me dejes un poco en paz, y después de mi siesta, si quieres, volvemos a charlar nuevamente...."

Ambos quedaríamos en paz, más bien en calma, al menos por unos cuantos minutos, porque no tardó mucho en volver a despertar....



Francisco Núñez Olivera, "Marchena". Fuente de Cantos, 15 de diciembre de 2017. Imagen de archivo de la Mancomunidad de Tentudía.

viernes, 8 de diciembre de 2017

De la siembra y la cosecha

Después de algún tiempo y varias malas experiencias personales, he llegado a la conclusión de que ser agradecido, solamente está al alcance de unos pocos. Debe de considerarse como un "don", una gran virtud que ya no se ve normalmente. Un gesto bastante difícil de encontrar cotidianamente y que rara vez tendrás la suerte de disfrutarlo en grandes proporciones. Serás afortunado si de cada buena acción tuya, encuentras la respuesta que mereces; ¡un "simple" gracias!. Gente que valore lo que haces, que agradezca el tiempo que te tomas en mostrar tu ayuda, tu trabajo, tu disposición para con los demás. Y digo que debe de estar al alcance de muy pocos eso de ser agradecido porque, de lo contrario, ¿cómo es que cada vez resulta más difícil encontrar gente así?.

¿Cuántas veces has hecho algo y a pesar de que esperabas que te dieran las gracias, éstas no llegaron?

¿Alguna vez te has quedado sin dormir terminando el informe que te pidieron y al día siguiente te han dicho que ya no lo necesitaban y has pensado "¿por qué no me llamaron y avisaron?"

¿Cuántas veces eres tú el que llama a tus amigos, familiares o personas que te importan para preguntar por ellos, que te sientan cerca, o simplemente para felicitarlos por sus éxitos, y cuando llega tu turno, parece que todos se han olvidado de ti?

¿A cuántos les has hecho favores pero cuando tú los has necesitado era como si se los hubiera tragado la tierra?

Un labrador tiene diferentes semillas; las siembra y sin miedo a equivocarse puede decir; "aquí habrá lechugas, aquí saldrán tomates, y en este trozo de tierra, recogeré para el verano un estupendo trigo". Se trata de un saber basado en el estudio y la experiencia, pero también en la lógica y la sensatez.

También es cierto que muchos se consideran campesinos pero sin embargo esperan cosechar sin haber sembrado nada, o sembramos semillas de zanahorias y pensamos que vamos a cosechar cebollas o pepinos. Esperamos cosas imposibles, porque no tenemos ni saber ni experiencia, mejor dicho, carecemos de lógica y sentido común.

Está claro que no hay que hacerse ilusiones: solo cosechamos lo que hemos sembrado. Si tenemos fracasos en lugar de los éxitos que esperábamos, es porque no hemos sembrado nada, o porque no hemos sabido sembrar las buenas semillas. En eso estamos de acuerdo que existe una lógica común y generalizada. Pero, ¿qué nos ocurre cuando estamos convencido que hemos sembrado lo correcto, que hemos utilizado las mejores semillas para nuestro éxito, y en cambio, las personas que reciben el fruto nunca están conformes con la cosecha?

A diario depositamos cientos de expectativas en los otros. Si recibimos lo que esperamos nos alegramos, si no, nos decepcionamos, y nuestras expectativas se frustran. Si bien hay personas que son agradecidas y saben el valor de tus acciones, otras no lo son. Algunas responden con la misma moneda, con similares acciones a las tuyas, otras sin embargo, no. Nunca. Y tú no podrás cambiarla, hagas lo que hagas, te esfuerces tanto como puedas, a esas personas no vas a poder persuadirlas con tu sudor.

Si recibes lo que esperabas, bienvenido sea, considéralo como "un bono extra"; si no, sigue adelante, no te detengas o mires atrás esperando las gracias.

Lo que hagas, hazlo de corazón. No esperes recompensa. El que sirve, es infinitamente más grande que el que es servido. Siembra. Hazlo con la mejor de tus intenciones, ponlo todo en ello. Un día esa siembra se te va a recompensar y la cosecha será grande.

No importa el tiempo que pase, si has sembrado, cosecharás. Por eso que tampoco nunca olvides, que a tu alrededor, también hay gente que siembra esperando una buena cosecha. Tenlo siempre presente y sé agradecido con los demás que al igual que tú, usan las mejores semillas en su vida....



Cabeza la Vaca, 8 de diciembre de 2017. Fotografía de Jesús Apa.



viernes, 1 de diciembre de 2017

Deja que corran

Reconozco que no llevo bien eso de ver llorar delante de mi a algún ser querido. Pero no quiero decir que no lo soporte ni por rabia u otra cosa por el estilo, sino que no lo soporto por el hecho de que no sé muy bien cómo reaccionar y actuar. Tal vez sea porque necesito saber con urgencia el sentido y justificación de esas lágrimas, y creo, que ahí está mi error, en asumir ciertas culpabilidades sobre el motivo del llanto de esa persona que, a lo mejor, ni ella misma sabe explicar por qué llora. Ver llorar a alguien a quien amas puede causarte frustración, impotencia, incluso llegar a anularte y, ¿por qué no decirlo?, también puede llegar a provocar en ti el mismo efecto de tristeza y desesperación.

No tenemos nada que nos sobre, biológicamente hablando. La naturaleza y la evolución son los mejores diseñadores que existen, y es cierto, porque a través de los años la evolución ha conseguido dotarnos de todo lo que necesitamos, y despejarnos de aquello que no precisamos. Y a lo natural no llega nada.

Leyendo un libro basado en la era de la prehistoria, y sobre el inicio de nuestros días como seres "racionales" en este mundo, me llamó la atención en una parte de la trama de esa historia, en la cual la autora del libro decía que estaba demostrado científicamente, que en aquellos entonces los seres humanos carecían de lágrimas, básicamente la naturaleza de éstos no había conseguido aún descubrir el llanto. 

La tristeza y el dolor lo asemejaban de otra forma, lo interpretaban en un papel de individualismo, pasando mucho tiempo en soledad y silencio, realizando actividades que recordaban, por ejemplo, al ser querido que les había dejado. Quizás algo parecido a lo que hacemos hoy en día, con la diferencia que aún ellos no sabían llorar. Sencillamente no les salía.

La tristeza, que no la depresión, forma parte de las emociones básicas que nos pertenecen. La tristeza y su máxima expresión, el llanto, tienen una función adaptativa. Esta nos permite replegarnos y concentrarnos en nosotros mismos para poder pensar y reconstruirnos. Así mismo, el llanto, tiene una doble función muy importante; por un lado, nos permite dar salida a la tensión emocional que acumula nuestro sistema nervioso y descargar así, el embotamiento afectivo, y, por otro lado, comunica a nuestro entorno más cercano que necesitamos ayuda.

Y ese, es el sensor que hay que activar. Cuando ves llorar a alguien a quien realmente quieres, es posible que tenga mil motivos para hacerlo, pero también es probable que llore por nada. Su naturaleza sencillamente se lo está mandando, y no hay que reprimirse por ello. Quizás sea algo difícil de entender por la persona que es mera observadora de esas lágrimas, pero así es como funciona nuestro ser y hay que respetarlo.

Las lágrimas permiten hablar cuando no salen las palabras. Permiten expresar fuertemente sentimientos guardados, también olvidados. Las lágrimas son una señal inequívoca de que algo está ocurriendo dentro de nosotros y que alguien, no solamente tú, tiene que descubrir. Por eso dicen que las peores lágrimas son las que no salen, aquellas que nos inundan de tristeza por dentro.

He tardado mucho tiempo en aprender que hay que permitirse llorar, no hay que reprimir el llanto. Llorar va a servir de ayuda, seguro. Si tu cuerpo te lo pide, llora. Llora todo lo que necesites, porque más tarde, algo, seguro que algo bueno, ocurrirá dentro de ti. Llora desconsoladamente, sin culpa, sin vergüenza, hasta que no te quede ni una sola lágrima. De veras, deja que corran por tu cara sin miedo, porque no quiere decir que vayas a sufrir más por ello. Hazlo tanto y tantas veces como lo necesites, y cuando hayas llorado hasta la última lágrima, sécate las mejillas y vuelve a conectar contigo mismo, dispuesto a vivir la vida sabiéndote más fuerte y capaz.

La tristeza y el llanto no son malos, sino al contrario; son buenos y necesarios. Vivimos en una época en la que se hace apología de la felicidad y se demoniza y castiga la tristeza. Y nada más natural que el llanto, y nada más claro y limpio que las lágrimas. Y todas y cada una de las que sueltas tienen un objetivo, van dedicadas a alguien, ya sean a varias o a una única persona; aquella que sabrá ayudarte y que te apoyará. Así que, deja que corran, pues allá dónde vayan a parar, y quien las reciba bien, será alguien que te quiere de verdad....



Fuente de Cantos, 1 de diciembre de 2017. Imagen libre en la red.