viernes, 30 de diciembre de 2016

El Plan B

Lo mejor del final de un año, es sin duda, que empieza otro. Y aunque pudiera parecer que 365 días son pocos, la suma total de las cosas que ocurren en ellos, pueden llegar a ser muchas. A medida que va pasando el tiempo y vamos creciendo con él, los años y lo que ocurre a lo largo de ellos puede resultar impredecible. Tus intenciones para el nuevo año desde el mismo 1 de enero, a veces nada tienen que ver con lo que ocurre al final de ese ejercicio. Por eso que las cosas no son como empiezan, sino como acaban.

Y es que a veces, por no decir todas las veces, tenemos que estar abiertos al cambio y adaptarnos a todo cuanto pueda acontecernos, tanto para las cosas buenas, como para las que no lo son tanto. Creo que ahí está el secreto de todo, en saber adaptarte a esas situaciones, a veces inesperadas, con las que te vas encontrando a lo largo de la vida. Alegrías, tristezas, decepciones, sufrimiento o satisfacciones, que llegan dentro del trabajo, de la salud, la familia, las amistades, el amor, o simplemente, todas esas cosas que puedes encontrar en tu rutina. 

Porque todo cuanto pueda pasarte en un año, está de una manera u otra relacionado con personas, a veces más directa, otras directísima, según la implicación que tengan en tus acciones. Incluso las personas nuevas que aparecen en tu vida, es imprevisible e impredecible cómo pueden llegar a actuar sobre ella, dando giros que ni tú mismo esperarías hacer. Cuando no sabes qué es lo que va a pasar, todo puede pasar.

Es evidente que la situación de confort de cada uno influye mucho en lo que te pueda ocurrir. Si no quieres que nada cambie, no hagas nada, pero ya se encargarán los demás que tengas que cambiar, y serán las cosas que a lo mejor tú no querías que cambiaran. Empezar algunos retos, ya te dará la energía suficiente para iniciar otros. Porque el secreto de una vida plena, es tener más comienzos que finales.

Hay quien piensa que lo mejor es siempre empezar con un buen plan, y decidir sobre él qué cosas quieres que cambien en tú vida. O simplemente, qué cosas quieres que se sumen a ella. Es idóneo tener un Plan A, y sobre el cual poner todo aquello que quieres para ti. Pero lo mejor de todo, es que los cambios, se te darán precisamente con las cosas que no estaban dentro del plan. Qué razón llevaba quien decía, que "el hombre solamente se descubre a sí mismo cuando se mide contra un obstáculo". 

Cuentan que un día, dijo el Maestro: "Desgraciadamente, es más fácil viajar que detenerse".

Los discípulos quisieron saber por qué.

"Porque mientras viajas hacia una meta, puedes aferrarte a un sueño; pero cuando te detienes, tienes que hacer frente a la realidad."

"Pero entonces, ¿cómo vamos a poder cambiar si no tenemos metas ni sueños?", preguntaron perplejos los discípulos.

"Para que un cambio sea real, tiene que darse sin pretenderlo. Haced frente a la realidad, y, sin quererlo, se producirá el cambio".

Y bueno, si las cosas no se dan como tú quieres o tal cual las habías pensado, (cosa que a veces incluso viene bien), o sencillamente, si todo te sale mal, piensa que siempre hay un Plan B, que no es otro, que volver a intentar el Plan A.

Feliz año 2017 y a cumplir con todos los planes!!



Fuente de Cantos, 30 de diciembre de 2016.








  

viernes, 23 de diciembre de 2016

El Pan de los Ángeles

Hace apenas tres semanas que paseaba por los hermosos pueblos de la Costa Amalfitana italiana. El día era soleado y tibio, e invitaba a disfrutar de la quietud que a veces te regala la vida. Conduciendo por aquellas estrechas carreteras, advertí a Helena que llegaríamos a un sitio precioso, denominado el "Fiordo di Furore", dónde merecería la pena hacer una pequeña parada. El lugar, de una belleza inigualable, estaba totalmente solitario, así que aunque ya lo conocía de otra ocasión, este hecho me iba a permitir curiosear tanto como quisiera.

Has de bajar una empinada escalera, que se hace aún más larga, pero no por ello pesada, por las increíbles vistas que te ofrece, que te invita a parar cada pocos peldaños para disfrutar del precioso paisaje. Eso hace que el lugar sea muy concurrido, pero quizás por ser Diciembre, dónde apenas hay turistas por la zona, presentaba una sensación de total abandono. 

Allí podías encontrar un pequeño restaurante cerrado desde hacía algunos meses, probablemente, un minúsculo museo sobre el mundo marino, con la misma apariencia, y casi incrustada dentro de una gran roca, una hermosa capilla asistida en su parte alta por un diminuto campanario, que dormitaban al fondo del escenario que tenía mi vista. Delante de todo aquello, algo más de una decena de barcas allí estancadas; como olvidadas. Además de trozos de cerámica, plásticos, juguetes u otras cosas que había arrastrado el mar.

Entramos curioseando por todo aquel lugar, hasta que decidí buscar mi momento de paz, eligiendo para ello escalar hacia la pequeña capilla. Llegué frente a ella, y observé a su interior a través de las rejas de la puerta; un habitáculo pequeño pero impoluto, de unas cuidadas paredes blancas. Su techo abovedado y su ya desgastado suelo hidráulico, eran presididos por un pequeño altar, sobre el que levitaba un cuadro con una imagen celestial. Allí, como si esperaran ser ocupados, dos pequeños bancos con el asiento de enea sobre unas patas de madera. Empujé hacia mí de la reja, y se abrió.

Entré dentro, sigilosamente, cómo de quien está haciendo alguna travesura, y ocupé el asiento de la izquierda. Estuve largo rato allí sentado, contemplando aquella imagen sobre el altar, pensando en mis cosas; en las cosas de la vida. El tiempo parecía estar suspendido allí, en el aire, dónde nada ocurría, pero todo pasaba por mi cabeza. Saqué mi móvil, lo apoyé sobre el altar, y puse una música relajante, acorde al ambiente. Sonaba el compositor Stanton Lanier, envolviendo su preciosa música de piano aquel lugar tan misterioso pero a la vez cautivador. Me dejé llevar por el momento, y cerré los ojos para relajarme profundamente mientras el sonido de las notas llenaban de paz aquella pequeña capilla. Podía sentir la magia de aquel instante.

Entonces comenzó a sonar una de mis obras preferidas, abrí los ojos para acercarme al teléfono y subir aún más el volumen, cuando mi susto fue monumental, al encontrarme sentado en el banco de al lado un misterioso hombre. Traté de guardar la calma y no parecer asustado ni sorprendido, así que me dispuse a hacer lo que pretendía, pero ahora pidiéndole permiso a la persona con quien compartía de repente aquella estancia. 

El señor, ya entrado en años, al contrario de parecer castigado por el paso del tiempo, presentaba un aspecto jovial. Vestía un pantalón azul claro de gasa, y una camisa blanca de lino, calzando unas bonitas sandalias de cuero color marrón. Pero lo más llamativo era su pelo canoso y la piel de su cara, blanca y lisa, sin apenas arrugas. Así que cuando me levanté del banco para acercarme al teléfono y subir el volumen, le pregunté;

-- Disculpe señor, pero creí que estaba solo. No sé si le molesta la música, y de no ser así, ¿le importa que suba un poco el volumen de esta canción que está sonando? --

"Por supuesto que no me molesta. Además, parece muy hermosa; ¿sabes cuál es el título?", me preguntó él.

-- ¿Le gusta? --, pregunté orgulloso haciendo alarde de mi buen gusto. 

-- Sí, es realmente bella; es mi preferida. El autor es Stanton Lanier, y la canción se titula, "Bread of Angels", "El Pan de los Ángeles".--

"Bonito título, y la canción es muy bella, sí que lo es. Pero, ¿sabes qué quiere decir? Porque supongo que el autor se habrá inspirado en ese título por algo", me dijo para mi sorpresa.

-- Vaya, pues no había caído en eso. La verdad que no sé qué es lo que quiere decir ese título. No sé el sentido sobre qué es eso de "El Pan de los Ángeles"... --

Él, que ahora me incomodaba un poco con su mirada, lo hizo aún más cuando me dijo; "¿De veras?. ¿Escuchas tu canción preferida, sabiendo su título, aunque sea tocada a piano, sin letras, y no sabes lo que quiere decir?".

La verdad que me sentí un poco ofendido a la vez que avergonzado, pero tenía razón. Así que acepté con humildad mi ignorancia, y le dije;

-- Tienes razón, cierto que no lo sé...., pero, ¿sabe usted qué quiere decir?. ¿Sabría usted decirme qué es eso del Pan de los Ángeles?.

Él quedó en silencio, y dejó de mirarme para fijar su vista al frente, al altar, a la imagen celestial que daba colorido a aquella capilla. Ahora cerró los ojos, y respiró profundamente. Por un momento pensé que se sentía mal, y más tarde creí que no sabría la respuesta, pero al poco, empezó a hablar....

"El maná era un alimento del cielo. No hay en la tierra ninguna sustancia natural conocida que encaje con todas las descripciones que se dan en las Escrituras para el maná, por lo que es imposible identificarlo con algo conocido.

Pues resulta que los israelitas, cuando fueron confinados a vagar por 40 años en el desierto, el maná les aparecía en el suelo al evaporarse la capa de rocío que se formaba por las mañanas. Se veía como una capa hojaldrada fina, como escarcha sobre la tierra, y se derretía con el sol, por lo que tenían que recogerlo de prisa y solo en una proporción aproximada para el consumo diario de una casa entera, de acuerdo al número de integrantes de la familia.

La porción en promedio para una persona era de un "ómer", por lo que no se debía recoger ni más ni menos, ya que aunque así lo hicieran, milagrosamente se ajustaba el maná a la porción de un ómer por persona, que equivalía a unos dos litros.

Pero no se si sea ya por la naturaleza humana y por lo mismo los israelitas no estuvieron exentos, pero resulta que llegó el tiempo en que se cansaron de comer el pan "celestial", les llegó a hostigar y le llamaron "pan despreciable". Esta actitud no fue bien vista por el Eterno, que como medida de apremio, permitió que serpientes venenosas llegaran al campamento israelita y les mordieran, causando la muerte de muchos incautos.

El arrepentimiento del pueblo hacia Dios, hizo que dictara a Moisés medidas para salvar a los israelitas de las serpientes, y para ello pidió a Moisés esculpir una serpiente de bronce y colgarla en un madero, y todo israelita que fuera mordido por una serpiente debía ver a esta de bronce para quedar a salvo.

El maná dejó de aparecer ya que a partir de esa experiencia, el pueblo de Israel partió en su éxodo nuevamente hacia la tierra prometida. El maná quedó como un recuerdo en el que el Todopoderoso alimentó a su pueblo con un pan del cielo en el desierto. De ahí la referencia al maná en algunos salmos como, "¡El Hombre comió Pan de los Ángeles. Dios les envió suficiente comida para que quedaran satisfechos!."

También pudiera ser que la expresión "Pan de los Ángeles" se haya escrito simplemente por su origen celestial del maná, y dado que el cielo es morada de los Ángeles, se hizo la referencia en el sentido de que el maná vino por provisión celestial. 

Quizás como ocurre hoy en día, que hemos despreciado tanto lo que hemos heredado, todo aquello que hemos recibido como "caído del cielo", que cómo se suele decir, tenemos lo que nos merecemos."

Me quedé de piedra, de tan sutil y explícita definición del maná, o del "Pan de los Ángeles". No imaginaba que aquel señor tuviera tanto conocimiento sobre algo, sobre una cosa que ni tan siquiera había llegado a mis oídos por casualidad. Pero a pesar de toda aquella explicación, de su razón, del doble sentido que había querido darle con su sentencia final, me decidí a darle mi opinión;

-- Ya, claro, entonces resulta que lo que decían las Escrituras tiene su eco en lo que ocurre a día de hoy en nuestra sociedad. Que el hambre en el mundo es consecuencia del pecado de esas pobres personas, que su único tino fue nacer en el lugar equivocado, pues ya me dirás que daño hicieron para que fueran castigados por Dios, y para que, en el particular "desierto" de cada uno, ni tan siquiera Éste se haya prestado a mandarles ese maná del que me hablas.

Permíteme decirte, que no hay maná que pueda salvar a la gente que pasa hambre y pena en el mundo; que no hay suficiente "Pan de los Ángeles" para satisfacer o compensar la desgracia y el daño que tantos millones de personas reciben, sin culpa alguna. Así que no puedo estar de acuerdo en eso que dices de que tenemos lo que nos merecemos. ¿Acaso la gente que pasa hambre en el mundo lo merece?. ¿No es Dios lo suficientemente poderoso cómo para saber hacer justicia?. De verdad, y perdona mi atrevimiento y enfado, pero es algo que nunca he entendido.... --

No pude ser más tajante, tal vez empujado por la sensación de seguridad que transmitía aquel señor, que me vi en la obligación de hacerle ver que no me creía nada eso que ponía en las Escrituras, ni que existieran los milagros, menos aún que hubiera Ángeles ni que éstos tuvieran nada que ver con Pan que cayera del cielo.

Pero él no cesó en su empeño de darme su opinión, ni tan siquiera se sintió ofendido por mis palabras, porque acto seguido habló para decirme;

"Pienso que Dios está descansando, o quizás, es que Dios está cansado, que no es lo mismo. Tal vez algún día nos demos cuenta de ello, y decidamos hacerle ver que somos, los humanos, una especie que merece aún la pena, y entonces le imploremos por algún milagro, de esos en los que no crees.

Y bueno, con respecto a los Ángeles, pienso que todos tenemos el nuestro. Alguien que un día perdimos, pero que ahora es quien te guía, quien te enseña el camino, que está a tu lado o se te aparece para protegerte, incluso sin que tú lo percibas. 

Porque al igual que es cierto que hace tiempo que no veo un milagro, eso no quiere decir que no crea en ellos.

Esta conversación daría para mucho más tiempo, pero tengo que marcharme. Ha sido un verdadero placer poder haber hablado contigo. Igual nos vemos en otra ocasión. ¡Cuídate!."

Tras estas palabras, se levantó, me dio la mano, y se marchó. Me quedé contento con aquella conversación, más aún de haber conocido a aquel misterioso señor. Sentía sensación de alivio. Quise quedarme un poco más allí, en aquella pequeña capilla. Así que me levanté a coger mi teléfono para volver a poner esa canción, ahora que ya sabía el significado; "El Pan de los Ángeles"....

Fue entonces, que escuché un fuerte grito en el exterior, de alguien que me llamaba desconsoladamente.

Fue cuando caí en la cuenta que me había olvidado por completo de Helena. Salí fuera corriendo en su ayuda, y la vi abajo, gritando de manera aterrada. Le dije que tratara de calmarse, que me dijera qué le ocurría. Casi sin voz, consiguió decirme;

"¿Estás bien?. ¿Te ha pasado algo?."

-- Claro que estoy bien. No sé de qué me hablas. ¿Por qué iba a pasarme algo?, -- le contesté sorprendido.

 "¿Es que no lo has visto?", volvió a decirme.

-- ¿A quién? ¿A quién se supone que he tenido que ver? --

"Ha salido un señor de ahí, de la capilla, dónde tú estabas. De repente, ha abierto unas enormes alas de su espalda, y ha salido volando como si de un Ángel se tratara...."


Feliz Navidad a todas las personas que me seguís. Y que sintáis cerca a vuestro Ángel....



















"Fiordo di Furore", Amalfi, Italia. diciembre de 2016. Fotografías de Jesús Apa y Helena Rocha.










    
     





     




viernes, 16 de diciembre de 2016

Ironman

Vivimos en una sociedad donde las modas, imponen y marcan a veces nuestros sacrificios. Queremos demostrar que sabemos hacer lo mismo que el vecino, copiar aquello que hace un amigo o intentar calcar lo que ves de cualquier desconocido, solo porque creemos que nos va a situar en una posición de reconocimiento y mérito. También con mucha frecuencia, nos encontramos con personas que tratan de pregonar a los cuatro vientos todo aquello que consiguen, y además, el sacrificio que eso les supuso, o el que debemos nosotros imaginar y considerar que les llevó a conseguir aquello que proclaman.

Claro que, todo el mundo está en la legitimidad de anunciar y divulgar lo difícil que fue conseguir ese trabajo, perder esos kilos de más, dejar de fumar después de tantos años, o bien en publicar que al fin compraron el coche de sus sueños.

A mi particularmente no me afecta en absoluto, cada vez que alguien quiere demostrar lo buena madre que es para sus hijos, lo buen atleta que es porque consigue hacer aquello que le parece extraordinario y difícil de lograr para otros, o de lo buen profesional que se siente porque piensa que hace su trabajo como nadie. Digamos, que son personas que se ven como auténticos "ironman". Allá cada cual, y a lo mejor es que lo son.

Pero a mi me gustan más aquellas personas que guardan sus sacrificios y retos para sí, sin necesidad de alardear ni enfatizar sobre algo que puedas llegar a hacer, simplemente porque te hacía bien o te sentías feliz con ello. Me gustan aquellas personas a las que consigues admirar incluso sin que ellas sepan que lo haces. Además, pienso que teniendo dos piernas y dos brazos, hay ya pocas cosas por las que alguien pueda llegar a sorprenderme.

Bueno, en realidad esta semana escuché una historia, que realmente sí me mereció la pena conocer porque consiguió emocionarme, y por lo tanto sorprenderme. Igual cuando la leas, me das la razón en eso de que es ya muy común, que personas "normales y corrientes" puedan llegar a hacer cosas "extraordinarias". Esos "ironman" de los que antes hablaba, que si realmente miraran un poco a su alrededor, se darían cuenta que el mundo está lleno de personas como ellas, y que lo que para unos es extraordinario, para otros igual carece de cualquier mérito.

Pero lo que ahora voy a contarte, si es que no lo has escuchado ya antes, sí que es una historia de una persona extraordinaria, de un "Ironman", o al menos a mí me lo parece. Es la historia de un padre y un hijo, anónimos, pero que sin ninguna intención de alardear sobre su esfuerzo, dieron una lección de que éste, cómo mejor se disfruta, es haciéndolo para cada cual y no para que otros vean tu sacrificio para así admirarte.

"Todo comenzó en 1967, cuando nace Rick Hoyt en la ciudad de Massachusetts. Su nacimiento fue trágico, pues adquirió una discapacidad a consecuencia de una parálisis cerebral por falta de oxígeno en su cerebro, ya que el cordón umbilical estaba enredado en su cuello.

Los doctores informaron a los padres de Rick que permanecería en estado vegetal toda su vida, y que lo mejor sería no dejarlo en esa situación. Cuenta Dick, padre de Rick, que apenas unos meses desde su nacimiento, y tras muchas visitas al hospital a ver a su hijo allí ingresado, cuando los médicos le informaron de aquello, se quedaron a solas en la habitación junto con el pequeño para decidir por su vida. Tenían que tomar definitivamente una decisión antes que pasara más tiempo. Mientras caminaba de un lado al otro en aquella habitación, Dick notó la manera en que los ojos de Rick lo seguían, y en ese momento, nació su esperanza. Supo que tenía que darle lo mejor a su hijo, una vez que habían decidido que continuara con vida.

Dick sabía que su hijo era especial y tenía una gran inteligencia, así que tenía que hacer algo. Cuando Rick cumplió 11 años, su padre lo llevó al Departamento de Ingeniería de la Universidad de Tufts y preguntó si había algo que ayudara a su hijo a comunicarse. Un año más tarde, Rick aprendió a usar una computadora especial que le permitía comunicarse usando movimientos con su cabeza.

A los 15 años, Rick escribió a su padre a través de la pantalla, que quería que participaran en una carrera de 5 millas a beneficio de un compañero de secundaria que había quedado paralítico en un accidente de tráfico. En aquel entonces, Dick pesaba 120 kg y jamás había corrido más de una milla seguida; ¿cómo iba a empujar la silla de ruedas de su hijo durante 5 millas?. Sin embargo, lo intentó, y finalmente pudo conseguirlo.

Cuando llegaron a casa, su hijo Rick estaba totalmente excitado y emocionado. Fue directo a su pantalla, y escribió; "Papá, cuando estábamos en la carrera, pude sentir como si ya no fuera más un discapacitado". Esa frase cambiaría la vida de Dick, quien se propuso hacer sentir eso a su hijo con la mayor frecuencia que le fuera posible. Así que entrenó todo lo que pudo y aunque era consciente del reto que tenía por delante, se dispuso a participar con su hijo en carreras populares, para tiempo más tarde, llegar incluso a correr en maratones.

Obtuvo una excelente condición física, que fue admirada por su propio hijo. Tanto, que un día Rick le propuso a su padre un nuevo reto; "¿Y por qué no participamos en un triatlón?". Para Dick aquello sería algo muy complicado de conseguir, porque no se trataba solo que no montaba en bicicleta desde los 6 años, sino que ni tan siquiera sabía nadar.

Al cabo del tiempo, Dick y su hijo Rick completaron una Ironman. Lo hicieron nadando en el mar durante 4 kilómetros, al salir del agua recorriendo en bicicleta otros 118 seguidos, para una vez terminada esta etapa, correr un maratón de 42 kilómetros.

Después de aquello, vendrían más carreras, duatlones, triatlones o ironmans, haciendo algo que los hacía sentir felices a ambos, padre e hijo, sin la intención de que nadie sintiera pena por ellos, ni se compadeciera de Rick, y menos aún, que nadie engrandeciera sus éxitos, pues los consideraban solo suyos. 

Un día, alguien le preguntó a Dick, que por qué no corría en alguna competición sólo, sin su hijo, a lo que este respondió; "Sin él, no llegaría ni a la mitad del camino. Es mi hijo quien me ayuda a conseguir todo aquello que me propongo".

Después de leer esto, supongo que pensarás igual que yo, sobre quien o quienes son los verdaderos "Ironman" en esta vida....








Dick y Rick Hoyt. Imágenes libres en la red. Fuente de Cantos, 16 de diciembre de 2016.



       

  

viernes, 9 de diciembre de 2016

La ópera

Llevaba años deseando y soñando ver una ópera en vivo, pues a pesar que hace mucho que las escucho de manera apasionada y constantemente, no es lo mismo que hacerlo  físicamente en directo; al menos eso pienso. Solo que, como bien sabemos, una ópera es parecido a un teatro, dónde confluye la música, el canto, la poesía, las artes plásticas, y en ocasiones, la danza. Esta mezcla hace que cada función sea un espectáculo extraordinario, monopolizando la vista, el oído, la inspiración y la sensibilidad.

Suelen ser historias de dramas, traiciones, amores trágicos, y rara vez no hay un conflicto entre sus protagonistas. Son obras cargadas de tensión dentro del papel de cada personaje, pero que sin embargo, escucharla, a mi siempre me ha producido cierta relajación. Disfrutando de un momento en soledad, de música de fondo en la lectura, tomando un café, un vino, o bien conduciendo en un viaje largo, siempre eran buenos motivos para disfrutar escuchando una obra de ópera.

La obra que tocaba ver ayer, la había escuchado en más de una ocasión; Anna Bolena. Aunque mi preferida es La Boheme, de Puccini, y la cual me sé de memoria, el poder ver una ópera en directo, en el teatro de la Maestranza de Sevilla y en buena compañía, hacía que mis sentimientos estuvieran a flor de piel.

Y como ocurre en toda ópera, interactúan cuatro grandes elementos entre sí, que hacen que los teatros escritos por estos genios de los siglos pasados cautiven al espectador. El libreto, el canto, la música y la puesta en escena deben alternar entre sí para alcanzar el objetivo final. En este caso, el libreto narra esta tragedia lírica en la cual, Enrique VIII, Rey de Inglaterra, una vez que obtuvo el divorcio de su primera esposa, Catalina de Aragón, decidió casarse con Anna Bolena. Ésta, tuvo que renunciar a su gran amor de siempre para poder ocupar el trono, y claro, tal y cómo sucede en la vida misma, "que quien juega con fuego se quema, quien juega con el amor se enamora".

Así que con esta historia de amor presente (o varias), el libreto va cogiendo forma, y como sucede en otras óperas, y a diferencia del teatro, la historia empieza a ser cantada. El éxito o parte de él, estriba en la voz de los protagonistas, pues la emoción y la intensidad del canto tienen un impacto directo en el peso y sentido de las palabras.

Para el canto hay diferentes voces clasificadas a su vez en distintas categorías, desde las más agudas a las más graves: soprano, mezzo-soprano y contralto para las mujeres; tenor, barítono y bajo para los hombres. A mi particularmente me gustan más las voces femeninas, que se caracterizan igualmente por su poder y agilidad; pueden ser ligeras, líricas o dramáticas. Éstas últimas suelen ser muy fuertes, así que Anna Bolena se intuía sería encarnada por una soprano de gran fuerza, como así comprobaría más tarde.

Una vez tenemos el libreto escrito así como la voz encargada de dar vida a la historia, el tercer elemento, y quizás para mí el más importante, es la música. La orquesta juega un papel vital, y la música clásica siempre ha sido una de mis pasiones. Esa combinación de instrumentos de viento, cuerda, o percusión, son caricias de paz para cualquier oído. Normalmente colocadas bajo el escenario, la orquesta inunda de melodía el teatro, llega al espectador de una manera suave, delicada y armoniosa. Supongo que por eso me gusta escuchar la música clásica cuando mayores momentos de paz necesito, y en este caso, la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla seguro que no iba a defraudarme.

Y ahora sí, ya solamente faltaba el cuarto elemento importante de una ópera, y que siempre me había faltado en todas las veces que yo las escuchaba, al no haber asistido nunca a una obra en directo; la puesta en escena. Este elemento, lo intuía como secundario, y algo casi externo, pues una buena historia, encarnada en una bonita voz, y acompañada de una apropiada música, debería ser más que suficiente para garantizar el éxito.

Pero muchas veces había escuchado hablar que los escenarios operísticos han sido siempre fascinantes, con espectaculares efectos visuales y gran exhibición de ambientes. Y antes que suba el telón, nadie sabe qué sucederá en escena. Esto es lo que hace a la ópera tan emocionante. O al menos, eso pensaba yo.

Porque una vez ocupado mi asiento, y sin haber querido leer el texto antes, me vi sorprendido por la increíble voz de la protagonista, que era acompañada de una música clásica relajante. Faltaba la puesta en escena. Más bien faltó, porque estuvo ausente toda la noche.

Así que pasaron por alto un elemento de los cuatro, el que pensaba sería el menos importante, pero que a la postre sería igual de vital que los otros tres. Y claro, yo que tenía asociada la ópera a encontrar esos instantes de paz que uno necesita a veces, en el momento que en uno de los actos, bajaban del escenario imágenes evocando una lluvia mansa y plácida, no me quedó más remedio que dormir profundamente como un bendito.

Mi primera experiencia con la ópera, algo siempre soñado por mi, se convirtió en eso; en un profundo sueño....






Sevilla, 8 de diciembre de 2016. Fotografías de Jesús Apa.



   

     

viernes, 2 de diciembre de 2016

Los Dioses del Olimpo

Hace apenas un año, que paseaba por los hermosos pueblos de la Costa Amalfitana con mis amigas Emilia y Ale Biesek, y mi amigo Carlos. Es ahora, que repito destino, que vuelvo a disfrutar de esta maravillosa y tranquila costa, al sur de la caótica ciudad de Nápoles, y cada vez me resulta más hermosa.

Pasear por estos pueblecitos, que parecen encantados y afortunados de disponer rincones preciosos a cada paso, hacen que te abran la mente y propicien conversaciones sobre la vida, las amistades, o cualquier otra cosa que se te venga a la cabeza, convirtiéndose en temas agradables de conversar. Algunas conversaciones se disfrutan con mayor intensidad, dependiendo si resultan más o menos atractivas para uno. Pero esta tierra está llena de historia, repleta de leyendas y cuentos que a mí siempre me encanta escuchar.

En uno de esos paseos, que vi una imagen que me inspiró sobre un tema de conversación curioso; la figura sobre una pared, del Dios Poseidón. Y es que los Dioses del Olimpo, siempre me han resultado de lo más curioso y fascinante. Convertidas sus historias en leyendas, o viceversa, tenían una grandísima credibilidad en aquella época.

Las historias sobre ellos, eran trabadas unas tras otras. Ellos, siempre estaban relacionados con la naturaleza y las fuerzas de ésta. Así resultaba fácil de creer, pues cada Dios encarnaba a alguna de ellas, y sus historias o leyendas podrían ser representadas dentro de la vida misma. La lluvia, el sol, las tormentas….

Para los griegos y romanos, los Dioses eran los mismos, solo que a veces llevaban nombres distintos. Así como Zeus (Jupiter Romano), llegó a ser el Dios de Dioses, hubo antes otro que gobernaba seres y cosas. Era Cronos, el inexorable Dios del Tiempo, a quien los romanos identificaron con Saturno. Y claro, ¿cómo no va a existir Cronos?, si el tiempo estaba ahí, permanente en sus vidas.  O, ¿cómo no iban a creer en Urano, hijo de Cronos, y Dios del Cielo, si vivían bajo él?.

Pero deberían pasar ciertas cosas en aquella época, para que alguien, quien fuera, escribiera estas leyendas con tan sumo cuidado y capricho. Que ocurrieran cosas, como para que contara en estas historias, que Cronos devoraba a todos sus hijos varones, porque sabía que el Destino lo había condenado a ser destronado por uno de ellos. Pero Rea, mujer de Cronos, cansada de perder a todos sus hijos por el miedo atroz de éste, decidió engañarlo con una roca envuelta en pañales, para que así, Zeus, hijo de ambos, pudiera salvarse y no fuera comido.

Y Zeus se convirtió en el gran Dios del Olimpo, y reinó poderosamente sobre Él. Gobernaba a su antojo, aunque decían que siempre con justicia. Hay cientos de historias que te hacen viajar a esta época confusa, perversa y dónde todo lo que pasaba, fuera lo que fuese, con mayor o menor explicación, venía de la mano de los Dioses.

De todos ellos, me resulta curiosa la figura de Poseidón (Neptuno Romano), y Dios del Mar. Había luchado con Palas Atenea por dar nombre a Atenas. El nombre de esta ciudad, nos dice que Poseidón fue vencido por ella. Así que  él quiso vengarse noblemente con una acción brillante, y así creó al caballo. Curioso que el Dios del Mar, se moviera en caballo por las aguas, y en lugar de ir montado en algún tiburón, ballena o delfín, fuera en un carro tirado por poderosos caballos.

Pero claro, suerte que al menos alguien se ocupó de llamar a las olas, por sus formas cuando rompen en la costa, los caballos blancos de Poseidón.

Pero éste era un Dios temible, caprichoso, y se le representa blandiendo un tridente, con el cual podía, a su antojo, desencadenar las tempestades. Como pasó en la guerra de Troya, que el Rey de los Mares estaba a favor de los griegos, pero más tarde se enemistó con Ulises, quien había matado a su hijo Polifemo, e hizo que los Helenos perdieran la batalla, creando a su vez fuertes tempestades sobre sus barcos.

Eran historias increíbles, fascinantes, que podían estar llenas de contradicciones, pero que sin embrago, no despertaban ninguna duda en quienes confiaban y creían en ellas; prácticamente toda la humanidad. No creer en ellos, podía deparar a tu condena eterna.
Pero fue en estas tierras, concretamente en Nápoles, que hace un año, los integrantes de esa aventura, nos metimos de lleno, sin qué ni por qué, en una conversación, más bien dos, y sobre las cuales nunca me gusta pronunciarme, y por una sencilla razón; y es que salvando excepciones, hay opiniones cargadas de demasiado fanatismo.

Y es que en la primera de esas dos conversaciones, sobre la Religión, no me gusta opinar, pero sí que es profundamente respetada por mi parte. Al igual que en aquella época de Dioses, en la actualidad cada cual tenemos el nuestro (o los nuestros, si hay quien cree en más de uno), y en cada una de esas creencias habrá razones que las justifiquen. El conflicto vendrá, cuando pongas en duda al Dios de los otros, anteponiendo el tuyo, incluso a veces, siendo el mismo Dios, pero con una historia (o leyenda) diferente.

Dado que la fe, es íntegra e inamovible para cada persona (piensa que a veces mueve montañas), mejor no tratar de persuadir ni cambiar la fe de nadie, pues serán intentos fallidos, y es como usurpar en el alma de cada cual.

El otro tema en cuestión, pero con más fanatismo si cabe, es la política. Y aquí, sí que puede decirse que “con la Iglesia hemos topado”, más aún que con el tema de antes. Resulta difícil creer, cómo hay políticos en sus países, que al puro estilo Poseidón, toman su tridente y levantan tempestades a su antojo, convertidas en auténticas guerras, que dejan no cientos, sino miles de muertos diariamente, para imponer una “fe”, la que a ellos les interese. Y aún así, muchos de los otros, (los que sobreviven o están en su bando), sigan confiando en ellos y además tomen sus desastrosas acciones como suyas. Se creen Dioses del Olimpo, y lo peor de todo, es que tienen millones de seguidores.

Es más, para que cada cual, defienda a capa y espada aquel que para él, representa sus ideas, sus principios. O incluso, como a veces ocurre en España, si no les vienen bien, utilizan una frase de Groucho Marx que siempre me hizo gracia; “Estos son mis principios, pero si no te gustan, no te preocupes que tengo otros”.

Pues recuerdo que fue en una pequeña plaza de Nápoles, cerca de los Quartieri Spagnoli, cuando hablábamos efusivamente de estos temas. Religión y Política…, temas muy delicados, los mires por dónde los mires. Cada uno de ellos, enfundados en una gran fe.

Por eso que recuerdo que Carlos, que pidió mi opinión al respecto, se encontró por respuesta con un largo silencio…. Y es que, en lugares tan hermosos como estos, ante temas de ese tipo, sinceramente, y a día de hoy, me dan mucha más credibilidad los “Dioses del Olimpo”.


Amalfi, Italia. Fotografia de Jesus Apa.


Positano, Italia. Fotografia de Jesus Apa.



Fiordo di Furore, Costa Amalfitana, Italia, 2 de diciembre de 2016. Fotografìa de Jesus Apa.