viernes, 27 de abril de 2018

Imaginando pesadillas

Y ahí estaba yo, frente a todos aquellos curiosos que esperaban mi actuación. En el centro de atención, en la iluminación plena del foco, que no te permite mirar al exterior del mismo, y es peor aún si cabe, porque no puedes sentirte más observado. No sé cómo llegué allí, pero debía salir de aquella situación cuanto antes, y para ello tendría que aceptar las condiciones del juego, las cuales por cierto, nadie me había explicado.

"No nos llevará mucho tiempo, - comenzó hablando el presentador-, ¡aunque todo dependerá de las ganas de diversión que tenga el público!", jaleó ahora en voz alta.

El público aplaudió animadamente, golpeando sus palmas más fuerte con el aumento proporcionado del tono de la música. No sabía si estaba en un plató de televisión, en la plaza del pueblo o en el centro de la carpa de un circo. Quizás pudiera ser también el patio de recreo de un manicomio...

"Tendrás que responder a cada una de las preguntas, de manera rápida y certera. Si fallas, el público decidirá qué hacer contigo, y nuestro carnicero podrá a su antojo elegir qué pieza de tu cuerpo perderás". 

Yo me limité en seguir la corriente de lo que parecía una broma de mal gusto.

"Pero para ponerlo un poco más complicado, y puesto que son preguntas sencillas, vamos a empezar deshaciéndonos de la mitad de tu cerebro, así esto resultará más divertido. La intervención será rápida; se llama hemisferectomía, y tranquilo que no te dolerá"

Sin saber bien quienes ni cómo me habían dormido, desperté y vi como se llevaban la mitad de mi masa gris que acababan de extraer de mi cabeza,  dejando todo mi pelo alborotado y desordenado por completo. Súbitamente y tras dar en sí, el presentador comenzó a preguntar de manera rápida y explosiva;

"¿Qué le dice la pata al pato?"
-- Cuack --, respondí sin pensarlo mucho.
"Ohhh, respuesta incorrecta. Lo que le dice es; Te quiero patodalavida"

El público comenzó a jalear y a reír entusiasmados. "La pata, la pata, la pataaaaaaa", --gritaban a coro --. Yo, ingenuo de mi, empecé a seguirles la corriente, pensando que algo de admiración tendrían con aquel animal. Sorpresa la que me llevé, cuando vino hacia mi un tipo con una bata blanca portando una gran sierra, y ni corto ni perezoso, cortó de un solo tajo mi pierna..., mi pata.

Aquello parecía que iba en serio, así que debía concentrarme más y acertar con mis respuestas.

"Y continuamossssss. Después de tu primer fallo, vamos a seguir con animales, así que veamos tu conocimiento sobre ellos. Siguiente pregunta;
"¿Cuál es el pájaro que no come los domingos?"
-- El que muere los sábados --
"¿Cómo se llama el pez que más manda?"
-- El Pezidente --
"¿Cuál es el mes que menos mean las ovejas?"
-- Ummm, ¿Agosto?, ¿que es cuando hace más calor? --
"Ohhh, respuesta incorrecta. Febrero, la respuesta correcta es Febrero. Tiene menos días..."

De nuevo el público empezó a jalear alborotadamente, pidiendo a gritos que extrajeran de mi cuerpo cualquier otra extremidad. Y volvió a entrar aquel tipo con su bata blanca, pero en esta ocasión, teñida de sangre de la vez anterior, y sin pensarlo dos veces, casi sin yo esperármelo, cortó de un tajo mi mano derecha. 

Tenía que ponerlo todo de mi parte, concentrarme bien, pues a ese ritmo, perdería todo mi cuerpo en escasos minutos.

"Y seguimos con la siguiente fase. Esperemos que se te den bien los idiomas, especialmente el chino, -- dijo aquel loco presentador mientras soltaba una carcajada y todo el público acompañaba sus risas-- . Siguiente pregunta, ¿Cómo se dice náufrago en chino?"
-- Chinlancha --
"¿Y cómo se dice pobre?"
-- Ching Ná --
"¿Y afortunado en el juego, desafortunado en amores?"
-- Bingo chachi, chocho chungo --
"¿Qué es una lápida?"
-- Una piedra grabada con un epitafio --
"Ohhhh, respuesta incorrecta. Mira que era fácil. ¡Una lápida es una china que corre (cole) muy rápido (lápido)!"

De nuevo aquel loco y su público comenzaron a vitorear al aún más chalado de la bata blanca (ya roja de tanta sangre). Venía hacia mí corriendo y esta vez con un punzón. Pensé que me mataría, empecé a cubrirme como pude, él tiró de mi cabeza hacia arriba agarrando fuertemente mi pelo, y con una gran habilidad con la herramienta, sacó de cuajo mi ojo izquierdo de manera limpia y certera.

Pero el juego continuaba, y ahora empezaba a entender las reglas, por eso que debía responder a todas las preguntas con astucia. De eso se trataba, de encontrar la respuesta más absurda.

"Y continuamos con el juego. Ahora vamos a ver qué tal se te da la gastronomía. Muy atento que ya empezamos con la siguiente pregunta, que es muy fácil; ¿Qué animal da más vueltas después de muerto?"
-- El pollo asado --
¿Cuál es el país que tiene nombre de postre?"
-- Macedonia --
"¿Cuándo está más redonda la oveja?"
-- Cuando está en el caldero --
"¿Cuál es el vino más amargo?"
-- El vino mi suegra --
"¿Qué pasa si metes un huevo en el microondas?"
-- Ummm, ¿Se cuece? --
"Ohhhh, respuesta incorrecta. Otra vez has fallado ¡Lo que ocurre cuando metes un huevo en el microondas, es que te entallas el otro con la puerta!"

Reían como locos, esperando la nueva actuación del carnicero, pero de repente un sonido familiar, un fuerte zumbido, me despertó, me incorporé de la cama y vi que me había quedado dormido y llegaba tarde al trabajo. Me vestí rápidamente con cualquier cosa que encontré en el armario y salí de casa a todo prisa. 

Llegué al trabajo, y todos miraban mi pelo, despeinado, revuelto, enredado... uno de mis ojos cerrado por legañas, la camisa con una manga bajada y otra subida, y un zapato de cada clase. 

Traté de disimular; me puse a ordenar y alisar mi cabello con mi mano buena, les guiñe el ojo que me quedaba sano, y fui caminando como buenamente podía hacia mi despacho...

-- La gente se asusta por nada. Parece que nunca se han quedado dormidos y han llegado tarde a trabajar --, pensé para mis adentros, con la mitad del cerebro que me quedaba...


Fuente de Cantos, 27 de abril de 2018. Imagen libre en la red.  



viernes, 20 de abril de 2018

Música para sordos

A cualquiera de mi edad, decirle que hoy es 20 de abril, supondrá que irremediablemente se le venga a la cabeza una canción muy popular de nuestra época, y de la cual se sabrán de memoria la letra, pues empezaba así; "20 de abril, del 90...". Suena, y te traslada a esa edad, a esos momentos vividos. Nostalgias y recuerdos te vienen a la mente con solo el sonido de una canción. Y hoy pensaba en el enorme poder que tiene la música, la belleza de sus composiciones, las letras, los tonos, los sonidos..., un arte que tenemos todos los días a nuestro alcance, a la hora que queramos y que está íntimamente ligado a nuestro estado de ánimo.

La música es un regalo increíble que está ahí, en el aire, y no somos conscientes del valor que tiene. Solo habría que imaginarse cómo sería este mundo sin música para saber lo importante que es hoy en día. Sin ella, nuestro mundo sería insípido, neutro y descafeinado. Si no hubiera música, habría que inventarla. Pero su belleza a veces pasa desapercibida, quizás por eso mismo, porque ya la tenemos gratis, en cualquier momento, y todo lo que no tiene un precio, o incluso es gratis, deja de valorarse como es debido. Y hoy, recordé un experimento de hace bastantes años, y que pretendía precisamente, llamar la atención sobre el valor de la música, en este caso, y sobre la belleza que muchas veces nos rodea y no apreciamos como es debido.

"El viernes 12 de enero de 2007, a una hora punta del día, a las 7:51, un joven bajó del metro de Washington, en la estación L´Elefant Plaza, vistiendo unos sencillos pantalones vaqueros, camiseta y una gorra de béisbol. Se paró cerca de la entrada, sacó un violín de su funda, la colocó abierta en el suelo con un par de dólares y el cambio que llevaba en sus bolsillos y comenzó a tocar con entusiasmo para la multitud que pasaba por allí camino del trabajo. Interpretó durante 43 minutos fragmentos de obras maestras de Bach, Schubert, Ponce, Massenet y Kreisler.

Nadie sabía que el violinista era Joshua Bell, uno de los mejores intérpretes de música clásica en el mundo, tocando con un Stradivarius de 1713 estimado en más de 3,5 millones de dólares. Fue prácticamente ignorado por las 1097 personas que pasaron. Solo 6 personas se detuvieron un momento. El que puso mayor atención fue un niño de 3 años que se paró a mirar al violinista, pero su madre le forzó a seguir adelante y siguió caminando volviendo la cabeza. Alrededor de 20 personas le dieron dinero, pero siguieron caminando a su ritmo normal. Tan solo lo reconoció una mujer que lo había visto en un concierto en la Biblioteca del Congreso.

"Era un violinista soberbio, nunca he oído nada así. Dominaba la técnica, su fraseo era buenísimo. Y su cacharro era bueno, también, el sonido era amplio, rico", así lo describió un supervisor postal que paró por allí, y que en su día estudió violín.

Otro pasajero que se detuvo a oír al virtuoso violinista fue un funcionario cualquiera, que sin los conocimientos del supervisor postal anterior, sí explicó que la música de Bell le hacía "sentir paz".

Recaudó 32 dólares y no recibió ni un aplauso. Algunos días antes, Bell había tocado en el Symphony Hall de Boston, donde la entrada costó un promedio de cien dólares.

Esta actuación, formó parte de un experimento social llevado a cabo por el famoso diario "The Washington Post" para iniciar un debate sobre el tema "valor, contexto y arte". El planteamiento era el siguiente; En un entorno común, a una hora inapropiada, ¿percibimos la belleza? ¿nos detenemos a apreciarla? ¿Reconocemos el talento en un contexto inesperado?"

Las opiniones sobre este experimento no se hicieron esperar. Algunas de ellas eran tajantes; "si estas personas hubiesen sabido quién era el violinista del metro, se hubieran detenido y aplaudido. Damos valor a las cosas cuando están en un contexto y, lamentablemente, valoramos solamente aquello que tiene precio. Por tanto, el valor lo dictan los mercados, los medios de comunicación y, en definitiva, las instituciones con poder económico que los controlan. Ellos manipulan nuestros sentimientos y nuestras apreciación de la belleza". 

Pero más allá de eso, también contaba la opinión del artista. Él confesó que lo más difícil de la experiencia fue la falta de reconocimiento al final de cada obra. ¿En un ambiente banal, en un momento inoportuno, trascendería la belleza? Esa vez, no. Era como si todos estuvieran sordos, faltos de sentidos. 

A veces la belleza pasa desapercibida, del mismo modo que la música para los sordos. 

Somos afortunados de poder escucharla, de sentirla, al igual que de poder admirar con nuestros ojos la belleza, también de poder reflexionar y corregirnos...

Se han sacado muchas conclusiones de esta historia, algunas llenas de poesía, pero yo me quedo con ésta; 

"¡Si no nos detenemos a escuchar a uno de los mejores músicos del mundo tocando la mejor música jamás escrita!, ¿Cuántas otras cosas nos estamos perdiendo?"



Cabeza la Vaca, 20 de abril del 2018. Joshua Bell en el metro de Washington. Imagen libre en la red.


viernes, 13 de abril de 2018

Hacer un mundo nuevo

No sé por qué, ha sido una semana un poco extraña. No ha habido nada especial para ello, pero sí que he tenido sensaciones un poco inquietas. O tal vez inquietantes, podría decirse. También supongo que con las prisas que vivimos no da tiempo para analizar las cosas que ocurren a nuestro alrededor o en nuestro día a día. Las sensaciones, buenas o malas, llegan, quedan un tiempo, y tal cómo lo hacen, se van. 

Eso pensaba ayer mientras, tomando un café con Alberto, uno de mis compañeros, empecé a reflexionar sobre el ritmo de vida al que estamos sometidos, a pesar de estar superando ya (con suerte) la mitad de nuestra subsistencia. Y pensaba en lo poco que aprendemos sobre nuestras circunstancias diarias, sobre todo las relacionadas con nuestras errores. Nos quejamos pero nada hacemos para remediarlo.

Creo fuertemente que llega un momento en la vida, en que necesitamos un cambio, al menos, algo que nos lleve a analizar qué estamos haciendo con nosotros mismos. Así que viniendo en el coche de camino a casa, decidí dedicar, al menos en la duración del trayecto, a pensar un poco en todo eso. La fuerte lluvia que me acompañó todo el tiempo provocó la gran calma que se necesita (paradójicamente) para acelerar los pensamientos y provocar al sentido común que guardamos a veces tan dentro de nosotros. 

Toda la vida hemos seguido el camino del ego, marcado en muchas ocasiones por la ambición, la competencia y el esfuerzo. Son los valores distorsionados transmitidos a veces por la propia familia, pero sobre todo por la sociedad, que piden el éxito, ese que se liga a la fama, a realizar, a competir, a luchar por las mismas cosas, a buscar más y más visibilidad, a acumular más dinero, a ejercer el control total, y a ser posible, tener algo de poder. A ser el número uno en todo, o si eso no es posible, a destacar en las máximas cosas a costa de sacrificio y dedicación plena en esos objetivos. Es así como vivimos, o es justo de esta manera como pretendemos vivir. Ese es el ejemplo (y error) a seguir.

Queremos ser el más reconocido médico, el más completo diseñador, el más modélico profesor; también el arquitecto más creativo, el ingeniero más perspicaz, o el más habilidoso músico. El que mejor combine los colores en el cuadro, aquel que menor tiempo se tome  en la carrera, ese que haga como nadie malabarismo con las palabras, y también aquel otro que mejor hable en público. Y eso, es lo que nos han transmitido, y eso, justo, es lo que nosotros vamos a hacer con nuestros hijos. Son los valores actuales, y eso lleva a la competencia y al ego.

¿Así es realmente como queremos ser recordados? ¿Esa huella es la que queremos dejar en la vida? La respuesta podría ser tajantemente afirmativa, sobre todo si eso está relacionado con tu bienestar personal, pero es que eso, también forma parte del ego. Entonces, nos olvidamos de las personas, y solo somos nosotros con nuestro "yo". Y eso, sin lugar a dudas, va a ir a más, y dará igual que estemos en el ecuador de nuestra vida y lo que hayamos aprendido de la experiencia. 

Cuando llega la madurez, supongo que es habitual encontrarse en un callejón sin salida. Aquí es dónde debe llegar el momento de analizar el sentido de la vida, de las relaciones entre las personas y la posibilidad de que todo pueda adquirir un significado. Es una propuesta para volver a descubrir nuestro verdadero yo, nuestro propósito y la vida con sentido, siendo esto nuestra verdadera vocación. Da igual lo buen médico, maestro o ingeniero que seas, si no descubres para qué estás aquí realmente.

Recuerdo en una entrevista a Rafa Nadal, el tenista, en qué le preguntaron; - ¿Cómo te gustaría que se te recordarse en el futuro, con tantos éxitos como estás consiguiendo? - A lo que contestó; "Para mí los éxitos humanos son más importantes. Tener amigos, tener una buena relación con la gente que tienes alrededor, que la gente que tienes a tu lado y te conoce, hable bien de ti... Al final lo más importante de todo es ser buena gente. Eso vale más que cualquier otro título".

Eso, inevitablemente me lleva a mis propias reflexiones sobre si dedicamos suficiente tiempo de nuestras vidas, a esforzarnos en ser más "buena gente". 

Si por un día, por un solo día, puedes concentrarte en que la vida de otro sea mejor, si puedes concentrarte en pensar así, así es como cambiarás el mundo, al menos el que te rodea. Es un concepto antiguo, pero sigue siendo relevante. La verdadera esencia de la humanidad se acentúa cuando te sientes útil con las personas, con y para ellas, sin buscar que haya una contra prestación a cambio.

Entonces creo que nadie necesita preguntarse cuál es su objetivo en la vida.... siempre lo encontrarás ayudando. Tocar la vida de alguien es más valioso que cualquier cantidad de dinero, que cualquier éxito y poder. Tener sensibilidad por ayudar a alguien, ayudar a un animal a salvar su vida o a que ésta sea mejor, tener compromiso con la gente que te pide ayuda, colaborar de alguna manera en la construcción de un mundo mejor.

No se necesita tanto, y no importa a qué te dediques. Lo que importa es que te concentres en ayudar a los otros. La vida se convierte en vivir estas virtudes. ¿Cómo puedo ayudar a alguien? ¿Cómo puedo amar más a alguien?, si piensas así, vives en pleno sentido

Se trata de estar en sintonía con una (conseguir esa) energía que se ocupa de todo y de la que todos estamos hechos. Vivir todas las virtudes (nunca se me había ocurrido). ¿Pero cómo? Quizás solo se trata de rendirte ante ellas.

Hay un lugar en nuestro interior más profundo que quiere sentirse realizado. Que quiere saber que su vida ha marcado una diferencia, pero está muy lejos de la ambición y el poder o el éxito. Encontrar ese "yo" que pueda conmover profundamente la vida de alguien con su existencia. Todos queremos eso. Y no es cuestión de edad, ni de encontrarse a uno mismo. Seas quien seas, tengas la edad que tengas, solo estás a un pensamiento de cambiar tu vida. Que no sea demasiado tarde, ríndete cuanto antes. Rendirte a algo que es mayor que nosotros es precisamente ganar la batalla.

No pienses que para mejorar el mundo es necesario resolver ni todos sus problemas, ni todo el problema. Piensa que para mejorarlo, solo tienes que mejorar tu parcela. Sacar de la pobreza a un pobre resuelve solamente el 0,0000001% de la pobreza mundial, pero el 100% de la suya.

Así que mientras tomaba ese rápido café con Alberto, y hablábamos, como no, de problemas, de obras, de construcciones y esos avatares de nuestro gremio, mi mente en blanco, recordó un corto texto del gran Eduardo Galeano;


...Conocedor de lo poco creyente que era su padre, no paraba de someterlo a situaciones que le llevaran a convencer de lo divino y así salvarlo de la condenación eterna. La pregunta del pequeño fue directa.;

"Pero papá, -- le dijo Josep llorando --, si Dios no existe..., ¿quién hizo el mundo?"

Tras un largo silencio, casi en secreto y cabizbajo, el padre, se pronunció;

-- Tonto, al mundo lo hicimos nosotros, los albañiles --



Fuente de Cantos, a 13 de abril de 2018. Fotografía libre en la red.




viernes, 6 de abril de 2018

El Gran Poder

La Fe, con todo lo que esa palabra conlleva, es un término o un estado que incluso, la persona más atea e incrédula, nunca va a perder en su totalidad. A veces se reniega de ella, la mayoría de las ocasiones, con razón. Decepciones e injusticias suelen ser las principales causas pero aún así, la Fe te ronda y volverá a buscarte siempre que pueda. Buscará el instante preciso y no sabrás si será en aquellos momentos dónde menos la necesites o por el contrario, cuando más reniegues de ella. Yo la defino como una extraña energía, muy positiva, que te hace sencillamente, creer en uno mismo.

Siento un profundo respeto por las personas que tienen su Fe intacta, el mismo respecto que le tengo a aquellas por las que no la tienen. Pero cierto es que "Agarrarse a un clavo ardiendo", "La Esperanza es lo último que se pierde", o "Nada es imposible", suelen ser las expresiones más comunes de aquellas personas que jamás se rinden a lo que a veces, hasta es evidente que puede ser inevitable. 

Pero la Fe pienso que es otra cosa distinta a eso, no tiene nada que ver con rendirse o no, con ser más fuerte o más débil, puesto que sencillamente, se trata de creer en algo con todas tus fuerzas. Ni se te pasa por la cabeza que ese "alguien o algo" a lo que te aferras, va a fallarte. No te planteas siquiera una situación contraria a tus convicciones más profundas. Tener Fe en algo o alguien, suele ser la mayor fuerza interior con la que jamás se puede vivir.

Pero del mismo modo que respeto una teoría, también la otra, la contraria, la de aquellas personas que sin comerlo ni beberlo, acaban desencantadas con las cosas de la vida. Suele suceder que algo que amas, admiras o incluso invocas, puede darte la espalda. Así, sin más. La Fe también tiene estas cosas, caprichosas, insensatas, incluso a veces, irreconciliables con tus creencias. 

Cuantas veces se ha dejado firmemente de creer en la palabra de alguien, en el amor, en la propia vida o incluso en ese Dios en el que tanto confiábamos. Nada es para siempre; tampoco la Fe lo es, solo que, aquí, ándate con cuidado porque tal y como ésta se va, suele regresar. Al igual que lo hace de nuevo la confianza, la salud o ese amor que juraste no volver a sacar afuera de ti nunca más. 

Estos días pasados de Semana Santa, todos hemos podido apreciar que suelen ser los días dónde más énfasis se pone a nuestra Fe. Pero escuchando un programa de radio sobre este tema en cuestión, quedé sorprendido con alguno de los testimonios. Curaciones imposibles que llegaban a un final feliz, prácticamente milagros obrados en personas después de mucho sufrimiento, y una serie de acontecimientos que claramente daban a entender, que hay un Gran Poder, no sabemos bien dónde, que puede hacer cambiar las cosas más inimaginables. Pero de todo esto, me llamó la atención una historia distinta, muy peculiar, pero en la cual, la Fe hizo un gran trabajo...

El locutor de radio, contaba algo así como esto;

"...Corría el año del Señor de 1965.

Protagonista: un vecino de uno de los pueblos aledaños a la ciudad de Sevilla. Un ex futbolista profesional y una persona normal y corriente. Con esto, quiero decir que buena gente.
Pues bien, este ciudadano, hermano de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder, tenía una hija. Y enfermó gravemente.

Y ocurrió que este gran devoto del Señor de Sevilla acudió, día sí y día también, a la parroquia de San Lorenzo, rogando por la curación de la pequeña.

Pero la niña falleció.

Y desesperado, fuera de sí, renegó del Gran Poder.

"No quiero volver a verlo. Si desea algo de mí - sentenció - que venga a verme. Ya sabe dónde vivo...

Y sucedió que, algún tiempo después, Nuestro Padre Jesús fue sacado de su capilla. No se trataba de la tradicional estación de penitencia, en Semana Santa, sino de una "salida", podríamos decir, al margen del calendario. He intentado averiguar el por qué se hace a veces este tipo de salidas, y nadie me ha sabido responder. Es algo poco habitual, pero digamos que sería algo así como una "escapada" del Nazareno, tan excepcional como pura y simplemente devocional. Concretamente se dirigieron en esta peculiar procesión al barrio de Nervión.

La comitiva, escoltada por numerosos hermanos, alcanzó hacia el mediodía el sanatorio que lleva el nombre del Gran Poder. Los cofrades se mostraban inquietos. El cielo, de negro y oro, no inspiraba confianza.

No se equivocaron. A la media hora comenzó a llover. Y el entonces hermano mayor de la cofradía, ordenó marchar a toda prisa, buscando "refugio" en alguna parroquia cercana.

Pero la lluvia arreció con fuerza. Y a la altura de la plaza de la Inmaculada Concepción, los alarmados cofrades optaron por una solución in extremis.

Allí mismo estaba la solución. Las puertas de un garaje.

Y buscando por encima de todo, la protección de Nuestro Padre Jesús, alguien golpeó con fuerza dichas puertas. 

Y una voz clamó desde el interior; "¿Quién es?"

Y alguien replicó con energía desde el exterior; -¡El Gran Poder!

Y aquel hombre, al abrir, se encontró de cara con el Señor de Sevilla, y solo pudo repetirse en su cabeza;

"...Que venga a verme. Ya sabe dónde vivo..."


Aquel hombre, como habrás imaginado, era el renegado...

No pasa por mi cabeza, el fuerte impacto que causaría aquello en ese Señor. Aunque la radio no lo dijo, estoy seguro que volvió a sentir algo en su interior con muchísima fuerza. ¿De nuevo la Fe? Nunca se sabe pero apuesto a que si no fue ésta, debió ser algo muy parecido....



Cabeza la Vaca, 6 de abril de 2018. Imagen libre en la red.