viernes, 31 de julio de 2020

Las gafas de Dios

Pienso que en la vida, siempre se ha de creer en alguna cosa que nos haga mantenernos en la fe y esperanza de las cosas buenas. Pero es curioso eso de las creencias; hay quien mantiene su fe en alguien, en algo, dogmatiza firmemente sobre una religión, o incluso en una manera de pensar, y eso mismo, para otros, no genera ningún tipo de convicción o de confianza. 

Hay gente muy reacia a casi todo, y no es solo con ese tipo de fundamentos que lleven implícita la palabra fe, sino que también hay personas que ya no creen en el amor, en la amistad verdadera, en los principios, en los valores, o incluso que han dejado de creer en que todas las personas, en el fondo, son buenas y tienen buen corazón.

Porque es cierto que a veces, uno siempre quiere creer en algo, en pensar que la vida es justa y el karma está ahí para ello. Pero es muy habitual la desconfianza cuando nos llegan las contradicciones por las propias cosas que te depara la vida. Te desanimas, te desilusionas, y dejas de creer en todo, incluso, en que todo el mundo es bueno.

Pero, para explicar esto mejor, sobre lo de creer incluso en las cosas inverosímiles, nada como hacerlo con un cuento que he leído hace unos días;

"Estando un día sentado en un banco del parque, disfrutando de un hermoso atardecer, se acercó una señora muy mayor y me pidió que le leyera un anuncio del periódico.

—Son letras muy pequeñas —dijo— y no consigo distinguirlas bien.

Lo intenté, pero no llevaba mis gafas de leer. Me disculpé.

—No tiene la menor importancia —dice ella—. ¿Quiere saber una cosa? Creo que Dios también tiene la vista cansada: no porque sea viejo, sino porque lo ha elegido. De ese modo, cuando alguien hace algo malo, Él no consigue verlo bien y acaba perdonando a la persona, pues no quiere cometer una injusticia.

— Entonces… ¿tampoco ve las cosas buenas? —pregunté.

—Bueno, es que Dios nunca olvida las gafas en casa —dijo riendo la anciana y se alejó".


Por eso yo, y con respecto a las creencias, si de algo estoy seguro, es que nunca dejaré de creer en Los Cuentos... 


Cabeza la Vaca, 31 de julio de 2020. Imagen libre en la red.


 

viernes, 24 de julio de 2020

Microrrelato; Hábitos nocturnos

Mis gatos, Totó y Alfredo, no paran de dormir durante todo el día. Yo trato de darles juego, provocarlos, hacerles rabiar..., pero a la mínima que me descuido, buscan un sitio, cualquiera, se acomodan en una posición, y se hacen un ovillo con sus cuerpecitos peludos para echarse a dormir.

Y claro, hace unos días quedé preocupado. No sé si es normal tanta pereza, porque es como si no existieran, así que les pregunté;

"¿Cómo es que pasáis todo el día durmiendo?"

-- Es que nosotros, (que no sabemos si es así con todos los felinos), somos de hábitos nocturnos. Es por la noche, cuando tenemos toda nuestra actividad; cazamos, nos alimentamos, jugamos..." --, se atrevió a decirme Alfredo. Yo, me lo creí.

Hace un par de noches, el insomnio se apoderó de mí. Pasaban las horas y no conseguía pegar ojo, no paraba de dar vueltas en la cama. Quizás por el bochorno y calor, así que salí fuera a tomar un poco el aire. Y mira por dónde, que vi a mis dos gatos enroscados uno al otro, ronroneando, en el séptimo sueño. Obviamente, los desperté. 

"¡Pero bueno!; ¿vosotros no sois de hábitos nocturnos?". Pregunté, casi enojado.

-- A ver, déjame explicarte..., -- se adelantó a decirme Totó. -- Cuando se trata de dormir, al igual que los humanos, siempre mentimos un poco y solemos decir que dormimos menos de lo que realmente lo hacemos... --


Cabeza la Vaca, 24 de julio de 2020. Totó y Alfredo. Fotografía de Jesús Apa.







viernes, 17 de julio de 2020

Las decepciones

Parece ser que mi abuelo siempre me esperaba bajo el gran manzano que había justo a la entrada de su casa. Sentado en una silla de enea, dejaba que el paso del tiempo acariciara su arrugada cara.

A juzgar por su apariencia, cualquiera diría que en su vida, había predominado una ausencia total de problemas. Parecía tranquilo, sin ninguna rebeldía. Incluso cuando yo crecí, me seguía transmitiendo la misma percepción. También es cierto que, nadie jamás me dijo una mala palabra sobre él.

No sé por qué, pues al igual que me suele ocurrir con otros abuelos, una de las cosas que más me interesaba saber al conversar con ellos, es saber cómo han superado todas las decepciones sufridas en su vida.

"La importancia de la decepción, suele estar relacionada con la importancia de la persona",-- solía decir mi abuelo. Cosa obvia, pero entender ese mensaje, supone ahorrarte disgustos innecesarios.

Todos los inicios de Otoño, señalaba aquel hermoso árbol, y decía siempre lo mismo;

"No se puede culpar al árbol porque venga una manzana podrida. Porque incluso ahí, en ese mismo brote, puede nacer el mejor fruto el próximo año. A saber por lo que ha pasado el pobre árbol para venir con ese pequeño problema".

Supongo que con eso, se refería a las decepciones. También a las oportunidades. A las segundas, a las terceras, a las últimas...

A mí, mi abuelo, nunca me decepcionó. Quizás fue porque solo me hablaron de él, y realmente, nunca lo conocí.

Cuando sentimos que alguien nos decepciona, hay que mirar de dónde viene esta decepción. No es lo mismo si viene de extraños, si vienes de personas que solo conocemos de a poco, o de relaciones con más intensidad..., 

Depende mucho si la cosa viene de verdaderos amigos o de alguien de la familia. Unos y otros, suelen tener infinidad de oportunidades para enmendar sus errores. Tantas, como perdones haya... Es ahí, en el perdón, donde desaparecen (o suelen apartarse) todas las decepciones!! 


Cabeza la Vaca, 17 de julio de 2020. Imagen libre en la red.


 

viernes, 10 de julio de 2020

Fine

"Yo, Ennio Morricone, he muerto".

Así empezaba la carta que este gran compositor dejaba hace unos días para despedirse. "Nadie podía imaginarse que dejara estas palabras escritas con tanto amor", dijeron alguno de sus más allegados. Era hombre de pocas palabras. Un texto lleno de melancolía, un poco de tristeza, en el que solo le faltaba poner algo de música para, seguramente, hacer otra obra maestra de las suyas.

Debe ser duro conocer tu final y hacer una despedida sobre un trozo de papel. ¿Qué decir? ¿A quién dirigirte? Por supuesto a la familia, a los amigos más cercanos, para los que te han acompañado en los últimos años..., pero qué difícil debe llegar a ser. Hay que tener valentía y mucha entereza, pero también buscar las palabras justas.

Casi sin quererlo, y si te gusta la música, acabas conociendo el trabajo de Ennio Morricone. Sus composiciones han ocupado el espacio de grandes películas, y quizás éstas no hubieran sido tan populares sin su música. "El bueno, el feo y el malo". "La muerte tenía un precio". La Misión", o "Cinema Paradiso", para mi gusto, la mejor de todas. Su música sabe buscar el momento perfecto para emocionarte. 

Y volviendo a su carta de despedida, a pesar de la tristeza, hay bellas palabras dentro de ella. Me pregunto por qué dejó ese testimonio escrito, porque a buen seguro ya le diría a los receptores todo eso en vida;

"Yo, Ennio Morricone, he muerto".

"Lo anuncio así a todos los amigos que siempre me fueron cercanos y también a esos un poco lejanos que despido con gran afecto. Es imposible nombrarlos a todos.

Pero un recuerdo especial es para Peppuccio y Roberta, amigos fraternales muy presentes en los últimos años de nuestra vida.

Solo hay una razón que me impulsa a saludar así a todos y a celebrar un funeral en privado: no quiero molestar.

Saludo con mucho afecto a Inés, Laura, Sara, Enzo y Norbert, por haber compartido conmigo y mi familia gran parte de mi vida.

Quiero recordar con amor a mis hermanas Adriana, María, Franca y a sus seres queridos y hacerles saber cuánto los he amado.

Un saludo pleno, intenso y profundo a mis hijos Marco, Alessandra, Andrea, Giovanni, a mi nuera Mónica y a mis nietos Francesca, Valentina, Francesco y Luca.

Espero que entiendan cuánto los amaba.

Por último, María (pero no última). A ella renuevo el amor extraordinario que nos ha mantenido juntos y que lamento abandonar.

Para ella es mi más doloroso adiós..."

¿Qué música hubiera elegido él mismo, de todas las suyas, para que sonora mientras leían este texto? Aunque, ahora que lo pienso, casi ninguna de sus músicas tenía letra, todas eran instrumentales. Violines, violonchelos, arpas, pianos, flautas, trompetas, tubas..., todos sonaban en perfecta armonía, sin casi ninguna letra.

Hay músicas o canciones que nos evocan momentos pasados, remueven nuestra nostalgia. Y es muy cierto eso que dicen que, para cada etapa de nuestra vida, sea en la felicidad o la tristeza, siempre ha existido algún tipo de banda sonora para esos momentos. Una canción que poníamos una y otra vez, sobre todo cuando necesitamos encontrar algún tipo de sentimiento. Y a veces es volver a escucharla, y trasladarnos a esa época.

No es que el escrito de Ennio Morricone haya sido una carta con muchas palabras, con demasiados mensajes. Eran los justos. Está claro que con la música, ya lo dijo todo en vida. 



Cabeza la Vaca, 10 de julio de 2020. Imagen final del Filme Cinema Paradiso.





 

viernes, 3 de julio de 2020

Aquel primer beso

Había estado luchando con un esfuerzo titánico contra su timidez, soportando el momento, apocado y retraído, mientras ella leía en voz alta la carta que él, le había entregado momentos antes. No esperaba aquella situación, pues pensaba que la carta que había escrito para ella, la leería cuando estuviera a solas.

Ella lo miró asombrada, abrumada por tanto halago.

"Me ha encantado, nadie me había dicho nunca, cosas tan bonitas".

Él consiguió sonreír, aún más avergonzado si cabe.

"Pues, ¿sabes? Tú también me gustas desde el inicio del curso, así que me alegro que hayas escrito eso para mí" -- volvió a insistirle ella, que parecía ser la única en romper la timidez para hablar. Fue quien se lanzó de nuevo para decirle;

"Cierra los ojos..."

Los labios de ella buscaron a ciegas los de él, que aguardaban estáticos, un poco resecos, pero entreabiertos, como esperando el momento. Sus pequeñas narices chocaron, suspiraron. Al principio, solo unió sus labios un poco con los de él, y no tardó en apartarse un segundo, lo suficiente para mirarlo. 

"No puedes abrir los ojos, ¿vale?" -- él solo asintió con la cabeza, pues seguía sin poder decir palabra alguna.

Ella se acercó de nuevo, ladeando esta vez su cabeza, abriendo un poco su boca para ocupar la de él, que no tardó en corresponder con movimientos parecidos a los de ella. Ahora, sus labios estaban completamente humedecidos, sus bocas se envolvían, sus lenguas se tocaban y jugaban tímidamente. Ambos mantenían un ritmo lento, el que creían que era el adecuado. Ahora chocaban sus dientes y suspiraban, o sonreían. Él consiguió abrazarla, y ella se agarró a su cintura para corresponderle.

El chico siente que su corazón se le despega, y no puede evitar estremecerse con el suave olor de ella. Huele como a sandía, a melocotón tal vez, o a una mezcla de frutas recién cortadas. Nota que la nuca de la chica está empapada, sudorosa, pero en cambio, su piel está un poco fría.

El beso dura una eternidad, quizás porque aún no saben cuál es la forma más correcta de parar, tal vez por miedo a poner freno a un deseo y placer tan nuevo.

Es ella la que nuevamente toma la iniciativa, y se aparta delicadamente.

"¿Es la primera vez? Lo haces muy bien..."

-- Sí, jamás había escrito una carta a nadie --

"Nooo, tonto. Si es la primera vez que besas a una chica", le dijo mientras reía a carcajadas.

-- Si, claro, -- respondió avergonzado. -- Todas las demás veces, solo había sido en sueños --

Ella quedó contrariada, pero el chico no tardó en rectificar.

-- Pero siempre, en todos los sueños, te besaba a ti --

Era el inicio del verano. Luego habría más cartas. Por supuesto, también más besos, pero ninguno como aquel primero...  


Cabeza la Vaca, 3 de julio de 2020. Imagen de la película El primer beso.