viernes, 29 de octubre de 2021

Un cuento de amor

Una de mis lecturas preferidas de siempre, han sido los cuentos. Principalmente, aquellos que te dejan un mensaje oculto, incluso a veces, difícil de descifrar. Normalmente los cuentos sirven para todas las edades, los puedes leer en distintos momentos de tu vida, incluso es posible que el mismo cuento valga para un niño y para un anciano. Sin embargo, los que más gustan, son aquellos que al leerlos, te dejan alguna enseñanza. No sé si me explico, y sino, trato de hacerlo con un cuento;

"Un hombre cualquiera pero con muchas preguntas en su cabeza, emprendió un viaje desde el pueblo AMAR, donde vivía, hacia el pueblo ODIAR. Dado que no conocía la ruta, decidió ir preguntando a cada transeúnte o peregrino que encontraba en su camino:

--¿Sabe usted cuánto me falta para llegar a ODIAR? --

- ¿Cuanto?, no lo sé señor, pregúntele al próximo -, solían ser las respuestas.

Así se llevó varios años de su vida, buscando llegar a ODIAR.

Un día, cansado y quizás ya transformado en alguien incompleto, se topó en su camino con un anciano de barba frondosa y ojos profundos, que descansaba bajo un gran roble.

El hombre, por probar una última vez más, se acercó con ansiedad a realizar su habitual pregunta; ¿Cuánto me falta para llegar a ODIAR?

El anciano, arrancado de su meditación, pero sin mirarle a los ojos siquiera, respondió; 

- Depende. Podría ser mañana mismo -.

El hombre, se puso aún más ansioso. Después de tanto tiempo, parecía que ese anciano podría darle la respuesta que tantos años llevaba buscando.

-- Pues dígame señor, de qué es lo que depende --.

El anciano, giró su mirada hacia él, y le contestó con rotundidad.

- Hay veces, que el corazón de un hombre, no lo puede cambiar ni el peor de los acontecimientos. Depende sobre todo, de dónde usted venga. ¿Cómo se llama el pueblo desde donde usted inició su búsqueda? -

En ese preciso instante, el hombre encontró su respuesta. Jamás llegaría al destino que buscaba...


Cabeza la Vaca, 29 de octubre de 2021. Imagen libre en la red.

   


viernes, 22 de octubre de 2021

Brillo en los ojos

Es común los encuentros entre amigas donde, tomando un café, una copa de vino o compartiendo algún momento gastronómico, suele aparecer la conversación en la cual se cuentan sus intimidades o sentimientos privativos.

En este caso, Raquel, Marta y María terminaron hablando del amor de sus esposos;

Raquel, muy ufana y orgullosa dijo: 

"Mi esposo me ama cada día más. Me compra todo lo que le pido, todos los caprichos que me salen, y eso que considero que soy muy exigente con mis deseos. Para mi, tengo al amor verdadero"

Marta, con gesto sinuoso y placentero, fue un poco más allá y les confió:

"Antonio sí que me ama de verdad. Siempre me complace sexualmente, y eso me lleva a ser lo feliz que soy"

María, fue más sencilla en su exposición, aunque no por ello menos orgullosa.

"Con mi querido esposo, hace muchos años que no tenemos vida sexual, el tiempo nos ha hecho apreciar más lo inmaterial que lo corpóreo o que cualquier capricho, no los necesito. Pero no me cabe duda que me ama con locura. Lo veo en el brillo de sus ojos, cuando miro atrás y sigue empujando mi silla de ruedas como si nada... Ahí está el amor verdadero, tras el brillo de unos ojos."


Cabeza la Vaca, 22 de octubre de 2021. Imagen libre en la red.


viernes, 15 de octubre de 2021

Microrrelato; Por placer

Se sirvió el vino lentamente en una copa borgoña, de cuello ancho, con un cáliz voluminoso y algo barrigudo. El color tinto del caldo impregnó todo el cristal resbalando por él los aromas, seguramente a frutas silvestres, y los colores violáceos y azulados. Su rostro de satisfacción quedó presente en la sala.

Tomó el puro. Lo olfateó, lo puso en su boca mordisqueándolo. Con la izquierda lo detenía; con la diestra cogió su brillante encendedor e hizo fuego. Haciendo pausas, removía el humo y chupeteaba los labios degustando el buqué del habano. Entre medio, sorbía delicadamente el caldo granate de su copa. Miró a la docta concurrencia que asombrada, seguía sus movimientos. Dando un golpe sobre la mesa de honor, dijo:

"Colegas, les recuerdo que en esta vida se bebe y fuma por placer, y no solo por deseos insatisfechos"


Fuente de Cantos, 15 de octubre de 2021. Imagen libre en la red.



viernes, 8 de octubre de 2021

Bajo el árbol de mangos

En una tarde de las de antes, me encontré, en un inoportuno paseo, a la cosa linda de Catarina. Ya es muy tarde, - me dijo, pero yo, ni caso. ¿Tarde para qué?, - me hice el loco, -  Tarde para que me entretengas con idioteces,- me lanzó en su evasiva.

Mientras me hablaba, incluso en ese tono, yo no le quitaba ojo de encima. Jamás había visto una belleza tan fina como la de ella. Todo era perfecto en esa chica; a cada momento, con todo lo que decía, se me caía la baba. No habría en ningún lugar una pose tan sutil y sofisticada, como la de esa niña. Aunque era de armas tomar, he de reconocer que me gustaba para novia. Así se lo hice saber, mientras me subía al árbol de mango a las afueras del pueblo, y parece ser que le molestó...

Días después de ese episodio, dejó de hablarme e incluso me evitaba, aunque más tarde me hizo la seña, no sé cómo, de que me esperaba bajo el mango. 

Era otra tarde, con otras luces, y no estaba lejos, cinco minutos a buen paso, el árbol vivía pegado al arroyo. Teníamos la misma edad, y en la escuela nos llevábamos bien; por eso algunas veces hacíamos la tarea en su casa o en la mía. Y nuestras madres nos daban de merendar, cualquier cosa que hubiera. Y cuando terminábamos, sonreíamos a la menor provocación. No sé, eran nuestras vidas, y nos gustaban. Y a mí me gustaba Catarina como novia, lo tengo que reconocer.

Esa tarde pues, habíamos cogido mangos verdes, y otros un poco más amarillos y maduros. Le hincamos el diente con frenesí. Sonreíamos porque a ella y a mí se nos escurrían hilos dorados que nos pasaban de la barbilla al cuello. En un impulso, se lo quité del mentón y me dejó seguir como si ella fuera el mango. La tarde se hizo lenta, y saboreamos la fruta, el momento, y acto seguido, nuestros inexpertos cuerpos. Después nos fuimos al arroyo, sorbimos el agua y nos quitamos lo pegajoso de la fruta. El olor de ella, duró varios días en mí. Regresamos sin mangos.

Otra vez, algo le pasó, y estuvo varios días sin hablarme, esquivándome en la escuela y mirando de lado a mi reclamo. En un descuido, la tomé de la cintura y la besé, y reconozco que me arriesgué demasiado. Pero no me negó. Ahí excusó su actitud pasada, me dijo que estaba asustada, que le daba pánico eso del amor pues sabía que llegaba a doler. Ahí me dijo que mejor la viera en el patio de su casa, pasados tres días, pues sus padres no estarían en el pueblo. Antes de despedirse, me dijo al oído, que en el patio su casa, había un mango precioso...


Fuente de Cantos, 8 de octubre de 2021. Imagen libre en la red

  

viernes, 1 de octubre de 2021

Microrrelato; El secreto de la vida.

Era mi razón de ser; descubrir el gran Secreto de la vida. Así, podría vivir eternamente, pues estaría en él las respuestas a la inmortalidad; la eterna juventud libre de envejecimiento.

Y así llevaba años, buscándola por todos lados. Imaginaba encontrarla, no sé, tal vez en una planta exótica, en el interior de una profunda cueva, en el pico más alto de una montaña..., en algún lugar recóndito del planeta.

Pero entonces, de repente, comencé a asustarme. Igual no era tan grato ver, como el resto de personas envejecían. Cómo ibas perdiendo a tus seres queridos; además de a tus amistades, a tus abuelos, padres, madres, incluso hijos... Todo, lo mires por donde lo mires, tiene su parte buena, y otra que no lo es tanto.

Ayer, cenando sopa de letras, descubrí el Secreto de la vida. ¡Me apresuré a devorarlo antes de que mi madre trajera el segundo!.


Cabeza la Vaca, 1 de octubre de 2021. Imagen libre en la red.