viernes, 26 de enero de 2018

La gran silla de Dios

Ese lugar solo estaba en el camino hacia mi destino, pero no podía perder la ocasión de visitarlo, ya que se comentaba mucho por esa zona y cualquiera se sus habitantes conocía la historia que había detrás. Se trataba de una gran silla, situada en medio de la calle principal del pueblo; una silla un tanto especial y, aunque nadie aún la había ocupado, todos respetaban a quien pertenecía. 

Sin saber por qué, les causaba un profundo respeto la persona que estaba detrás de todo aquello. O quizás sería por indiferencia a quien, todos los días al caer la tarde, justo cuando el sol muestra sus tonos más anaranjados, iba junto a la silla a esperar pacientemente que llegara aquel quien se sentaría en ella, quien iba a ocuparla para siempre...;

Era una silla enorme, aunque con la forma de una silla como son todas, con cuatro patas, un asiento y un respaldo, más debía estar fabricada para que fuera ocupada por alguien de muy grandes dimensiones.

-- ¿Busca usted algo? --, me dijo aquel señor que, debajo de la gran silla, se mostraba un poco incomodado con mi ya duradera presencia.

"No, no busca nada exactamente, disculpe si lo he molestado. Solo que soy de fuera, y he venido por curiosidad a ver esta silla. De donde vengo no es muy común ver sillas tan grandes, más también me he sentido atraído por la historia o lo que dicen de ella".

-- ¿Ah sí? ¿Y supongo que también lo que dicen sobre mí, no? -- preguntó algo orgulloso aquel señor que pacía bajo la enorme estructura.

"Sí, claro, siempre que se trate de usted del que dicen, que todos los días al caer la tarde, viene a esperar a que venga alguien muy especial a ocupar esta silla. ¿Es así, verdad?"

-- Es así; tal cual --

"Pero, ¿en verdad usted viene aquí a diario, porque espera que esta silla sea ocupada... por Dios?", le pregunté casi incrédulo de formular mi propia pregunta.

-- Sí, justo lo que usted ha dicho --, respondió como la cosa más natural del mundo.

"Es asombroso..., bueno, no sé. Supongo que debe tener sus motivos"

-- Así es, claro que los tengo. Todo el mundo tiene una justificación a todo lo que hace y sus acciones bien esperan unas consecuencias, máxime aún cuando crees firmemente en algo y sabes con certeza que eso sucederá --, me dijo con total seguridad y cordura a sus palabras. Realmente estaba impacientado por saber más... 

"Me encantaría escuchar sus motivos, pero no está usted en la obligación, de verdad que no"

-- Esta será la silla de Dios, aquella que ocupará cuando los pecados del ser humano hayan desaparecido, cuando al fin se pueda ver la caridad de los ricos, la voluntad de los pueblos, cuando ya no exista más la tentación en el mundo. Aún no se sabe cuando la ocupará, más será muy pronto, y será en el ocaso del día, pues ahí habrá finalizado su trabajo y será entonces, que al fin podrá descansar. Y claro, precisará una silla como esta.... Porque ahora no se sabe exactamente donde está, va de un lado a otro sin dejar rastro, tratando de solucionar los problemas del mundo. Pero cuando llegue el momento, Dios se sentará aquí y podrá descansar por siempre, porque ya no tendrá que ocuparse de aquellos que blasfeman, que asesinan, que roban, que cometen faltas contra el amor y la vida...--

"Sí, es justo la historia que yo he escuchado, - le dije aún bajo mi asombro -. Es curioso, o más bien anormal, que alguien construya una silla esperando a que Dios venga a sentarse, ¿no cree usted?".

-- Bueno, solamente un inciso.... permíteme que le aclare algo sobre la historia o sobre lo que usted haya escuchado, y es que la silla no la construí yo. --

"¿Ah no? Pues yo tenía entendido que fue usted"

-- Fueron mis manos, cierto, pero fue por mediación de unos ángeles... Esa es la verdadera historia. Y por cierto, justo ahí enfrente tengo mi taller, dónde prácticamente todo lo que hay en él, ha sido construido de la misma manera, a través de los ángeles. Puede usted comprar ahí cualquier cosa que le interese. ¿Le apetece que lo acompañe y yo mismo se lo muestre? --

Ahí que empecé a entender un poco a aquel señor y todo su propaganda, su marketing...

"Antes de nada, dígame... Cuando eso ocurra, cuando Dios venga a ocupar su silla, ¿ya tiene usted pensado de qué hablará con Él?"

Por su cara de sorpresa, pude intuir que aquella pregunta nadie se la había hecho nunca, o al menos, no se la esperaba en aquel momento...

-- Pues la verdad es que, ahora que lo dice, nunca lo había pensado... ¿tiene usted alguna sugerencia? --, me dijo tratando de salir airoso.

"No, tampoco se me ocurre nada. Pero, no se preocupe, algo se le ocurrirá mientras le enseña su local porque, seguro que a Dios siempre le interesará ver el trabajo que hacen sus ángeles..."


Nova Petrópolis, Brasil. 26 de enero de 2018. Fotografía de Jesús Apa.



viernes, 19 de enero de 2018

El robo de la inocencia

Uno de los primeros libros que cayó en mis manos para leer fue estando en mi etapa inicial escolar, siendo aún muy niño y dónde, la lectura empezaba a convertirse en obligado cumplimiento. Aunque ya ha llovido, no puedo por ello olvidar aquel libro de autor anónimo; El Lazarillo de Tormes. Cuenta en primera persona la historia de Lázaro, un niño de origen muy humilde y que tras morir su padre, un molinero ladrón, fue puesto por su madre al servicio de un ciego. Entre adversidades y algunas fortunas, Lázaro evoluciona desde su ingenuidad inicial hasta desarrollar un gran instinto de supervivencia. Es despertado a la maldad del mundo y adiestrado bajo la inseguridad y desconfianza por la que todo ciego tiene que enfrentarse a la vida.

Como parte de sus historias, y por limar un poco aquel lenguaje escrito y a veces de difícil comprensión, que resumiré un poco la anécdota del racimo de uvas y descrita por el autor en primera persona más o menos así:

"Porque fue que un vendimiador les regaló un racimo de uvas a Lázaro y al ciego para que degustaran. En eso que ambos se sentaron y el ciego organizó como racionarían aquel montón de uvas asido en su propia rama.

-- Ahora quiero yo usar con vos una liberalidad, y es que ambos comamos este racimo de uvas, y que tomes de él tanta parte como yo. Lo haremos de esta manera; tú picarás una vez y yo otra; con tal que me prometas no tomar cada vez más de una uva, yo haré lo mismo hasta que lo acabemos, y de esta manera no habrá engaño --, quiso aclarar el ciego.

Dicho así, comenzamos; más luego al segundo lance, el traidor mudo de propósito y comenzó a tomar de dos en dos, considerando que yo debería hacer lo mismo. Como vi que él quebraba la postura, no me contenté ir a la par con él, más aún pasaba adelante: dos a dos y tres a tres, y como podía las comía.

Acabado el racimo, estuvo un poco con la rama vacía en la mano y meneando la cabeza dijo:

-- Lázaro, me has engañado; juraría yo por Dios que tú has comido las uvas de tres a tres --

"No, en absoluto", le dije yo, "más, ¿por qué sospecháis eso?"

-- ¿Sabes por qué veo que las comiste de tres a tres? En que yo comía de dos a dos y callabas --

Después de servir al ciego, habría otros personajes; un clérigo, un hidalgo, un fraile, un mercader..., donde con todos ellos asistirá, unas veces como espectador, otras como protagonista, a cuantas situaciones picarescas habrá de enfrentarse y donde en todas ellas, dejará para siempre un poquito de su íntegra inocencia.

La temática del Lazarillo de Tormes es moral; una crítica agria, incluso una denuncia, del falso sentido del honor y de la hipocresía. La dignidad humana sale muy mal parada de la sombría visión que ofrece el autor. Lo mismo le ocurre a la inocencia, dónde quien aún la conserva, está expuesto a lo peor que ofrecen las personas que habitan este mundo. Un mundo donde la vida es dura y, tal y como aconseja el ciego a Lázaro en la obra, "más da el duro que el desnudo", cada cual busca su aprovechamiento sin pensar en los otros, por lo que, como se dice al principio de la obra, "arrimándose a los buenos se será uno de ellos"; esto es, para ser virtuoso hay que fingir ser virtuoso, no serlo. 

Ocurre lo mismo con el hecho de ser inocente, porque tal y como le pasaba al autor de esta obra, nos sentimos cada vez más desencantados con la evolución sentimental y de valores del ser humano. Los pasos atrás en este sentido son evidentes, alarmantes. Porque cuando todavía se es inocente, implica desnudar el alma, los sentimientos, abrir el corazón y sus intenciones de par en par, y no sé yo si eso es muy recomendable hoy en día.

La inocencia sigue teniendo una enorme importancia, a pesar de ser un término prácticamente descatalogado en una civilización en la que todo tiene precio. Entonces, ¿qué es y qué representa la inocencia? ¿Para qué sirve? Lo primero que se me ocurre es que, envueltos como estamos en la confusión, ser inocente se interpreta en la actualidad como un conflicto entre el hecho de no saber de nada pero querer saberlo todo, digno de piedad o de burla. Pero quien la tiene o lleva, siempre nos la presenta como ejemplo de lo natural, de lo puro.

Hay quienes no dudan en apuntar con el dedo a quien lo es; "¡Ése es un inocente!", y en la expresión flota el sulfúrico del desprecio y la chanza. Para éstos, ser inocentes, pues, es sinónimo de ser un "tonto sin solución". Entonces para éste otro, que se da por aludido y quiere salir de ese concepto, ya solo piensa en ocultar tras su silencio, que busca desesperadamente cruzar el límite que marca la inocencia y el descaro; pasar de la inocencia a la madurez. No, a la madurez no. Quiere tachar la inocencia con actos de desvergüenza, osadía, desparpajo.... Porque no es contraria la inocencia a la madurez, o no me gustaría que lo fuera.

Quiero pensar o así me gustaría que fuera, que la inocencia esté más bien relacionada con la ausencia de la malicia. Es la máxima expresión para coronar y justificar al ser humano. Un estado que parece débil pero que su naturalidad lo vuelve solamente inofensivo. Que huye de la desfachatez y por eso que a todos nos gusta relacionarnos con personas inocentes, porque en su naturalidad, en su aún "virginidad de lo maligno", está la esencia de su persona. 

Es como nosotros cuando lo éramos, que solíamos ser auténticos, nos manifestábamos a cuerpo descubierto, sin camuflajes, sin maquillajes, vestidos de niños, sin complejos. Traviesos y aventureros, despreocupados e insolentes a veces, llenos de huellas reconocibles pues no ocultábamos nada. Y con sombras y luces, claro, pero sin manchar nunca el alma.

La inocencia olvida rápido el mal y es elegante en el aprendizaje que éste deja. Éramos inocentes cuando sentíamos curiosidad y abríamos el telón de nuestras buenas intenciones. Así éramos, así actuábamos. Con nuestra arrogancia acurrucada para sacar solo lo mejor de nosotros. Nuestro amor propio enternecido. Era como vivir con desafío e ingenuidad casi a la vez.

Pero hay a quienes no les gusta y nos someten y casi obligan a desprendernos de esa ignorancia que no hace daño a nadie, al contrario. Hay quienes no soportan que nos pertenezca, y entonces nos la roban, la sacan de nosotros, por eso hemos salido de nuestra inocencia; esta sociedad la ha robado prematuramente.

Estaría muy bien volver al pan y chocolate de los sentimientos, a la fotografía en blanco y negro de las sonrisas, a la incorruptibilidad del corazón. No estaría mal coser los trozos rotos de nuestra inocencia, recomponerla. No estaría mal recuperarla pero, esta vez guardarla bien, cuidarla, protegerla.... y como mucho, enseñarla a quienes tenemos cerca. Como mucho, comer tres uvas en vez de dos, pero solo de puertas para adentro. En la calle, tal vez aún no sea conveniente; sí en cambio, como bien se decía en el Lazarillo con eso de ser virtuoso, "para ser inocente habrá que fingir ser inocente, no serlo"....


Florianópolis, 19 de enero de 2018. Imagen del Lazarillo de Tormes libre en la red.      

viernes, 12 de enero de 2018

Las cicatrices

Todos sabemos o deberíamos saber que hay dos tipos de cicatrices; somos vulnerables a las heridas no solo física, sino también psíquicamente. Quien ha librado batallas, las suyas propias, nunca podrá esconder las marcas que le deja la vida. Y es que hablamos sarcásticamente de las heridas del corazón cuando ya está recompuesto; de las secuelas dejadas por decepciones cuando ya hemos sustituido a ese amigo que las causó. Tratamos de superar aquel accidente evitando volver a él con los recuerdos, deshaciéndonos de éstos ocultando esas marcas, esas cicatrices. Y es que en el fondo, siempre queremos alejarnos de aquello que nos ha marcado, nunca mejor dicho.

Leí hace mucho tiempo un artículo que vuelve a caer en mis manos, y el cual habla de todo esto y cómo se gestionan esas cicatrices dentro de la cultura japonesa, concienzuda y disciplinada con sus enseñanzas. Esta técnica tiene más de 500 años y es conocida como "Kintsugui o Kintsukuroi". Consiste en reparar las piezas de cerámicas rotas y ha acabado convirtiéndose en una filosofía de vida. Cuando una pieza de cerámica se rompe, los maestros Kintsukuroi la reparan rellenando las grietas con oro o plata resaltando de este modo la reconstrucción. 

Mediante encaje y la unión de los fragmentos con un barniz espolvoreado de oro, la cerámica recupera su forma original. Vuelve a usarse pero esta vez con cicatrices decoradas y visibles que han transformado su estética, evocando el desgaste que el tiempo obra sobre las cosas físicas, la mutabilidad de la identidad y el valor de la imperfección.

Este arte japonés de recomponer la cerámica viene de una filosofía que plantea que las roturas y reparaciones forman parte de la historia de un objeto y, en lugar de ocultarse, deben mostrarse, embellecer el objeto y poner de manifiesto su transformación e historia. Así que en lugar de disimular las líneas de rotura, las piezas tratadas de este modo exhiben las heridas de su pasado, con lo que adquieren una nueva vida.

A veces rellenamos nuestras heridas de rencor, odio, de traumas que nunca nos llevarán a ningún lado, y en la vida, a veces, las cicatrices son inevitables. No tenemos que avergonzarnos de nuestras marcas. No tenemos que taparlas, porque de ellas seguro que hemos obtenido alguna enseñanza. Depende de nosotros que las tratemos con respeto y las embellezcamos.

Se da el caso de que algunos objetos tratados con el método tradicional del Kintsugui, han llegado a ser más preciados que antes de romperse. Así que esta técnica se ha convertido en una potente metáfora de la importancia de la resistencia y del amor propio frente a las adversidades.

Por eso esta filosofía se puede extrapolar a nuestra vida actual, dónde vivimos con tantas ansias de perfección, con tanto ímpetu por aparentar solo lo positivo y agradable, que no nos permitimos mostrar nuestras cicatrices, ni tan siquiera reconocerlas como nuestras. Se ocultan los defectos, aunque desde que nacemos nos recorre una grieta. Pero debemos otorgar más valor a nuestras imperfecciones.       

Cuando las adversidades nos superan, nos sentimos rotos. A veces, es el azar el que nos lleva al punto de ruptura; otras, somos nosotros mismos, con nuestras elevadas expectativas no cumplidas y la avidez de novedad, así somos los que nos metemos en el hoyo.

Pero cada vez más se defiende la teoría de que "la memoria y la imaginación son las mejores armas del resistente". Los seres humanos tenemos una gran creatividad, una poderosa herramienta en la capacidad de concebir alternativas a la realidad. Sabemos pues recomponernos principalmente a través de nuestro amor propio, que está siempre ahí, en lo más profundo de nosotros, pero solo deben darse las circunstancias precisas para que salga fuera. 

Y cuando sale el amor propio, ya no se esconde más. La gente con esta cualidad adquiere un duro carácter, suele acostumbrarse a mirar de frente sus propias cicatrices, no las oculta, a veces incluso, se enorgullece de ellas. El querer desprenderse de las propias cicatrices supone, como poco, no haber vivido o pasado por ese momento que, seguramente, de un modo u otro, te hizo más fuerte. Aprendemos a veces más y mejor de las batallas perdidas que de las ganadas.

Hay que dejarse llevar por todo, entregarse a todo, pero al mismo tiempo conservar la calma y la paciencia. Decía Kafka que "solo hay una forma de superación que empieza con superarse así mismo".

Debemos apreciarnos tal y como somos, rotos y nuevos, irreemplazables, en permanente cambio. Aprendamos a rompernos porque solo así, descubriremos cuántas veces podemos empezar de cero con bellas y doradas cicatrices....




Fuente de Cantos, 12 de enero de 2018. Imagen libre en la red.

viernes, 5 de enero de 2018

Noche de Reyes

Cuando el Niño Jesús nació, tres Reyes que venían de Oriente guiados por una gran estrella se acercaron al Portal para adorarle. Le llevaron regalos en prueba de amor y respeto y el Niño se puso tan contento y parecía tan feliz que el más anciano de los Reyes, Melchor, dijo:

-¡Es maravilloso ver tan feliz a un niño! Deberíamos llevar regalos a todos los niños del mundo y ver lo felices que serían.

"¡Oh sí!", exclamó Gaspar. "Es una buena idea pero es muy difícil de hacer. No seremos capaces de poder llevar regalos a tantos millones de niños como hay en el mundo".

Baltasar, el tercero de los Reyes, que estaba escuchando a sus dos compañeros con cara de alegría, comentó:

- Es verdad que sería fantástico pero Gaspar tiene razón y, aunque somos magos, ya somos ancianos y nos resultaría muy difícil poder recorrer el mundo entero entregando regalos a todos los niños.... Lo que haremos será solicitar ayuda a los padres; nosotros recibiremos las cartas que escriban todos los niños que se hayan portado bien durante el año, y sus padres nos ayudarán a cumplir sus deseos....

Siempre he creído en esta historia, llena de ternura e ilusión para los niños. De alguna manera he pensado que hay magia en esa noche de Reyes. Además, la verdadera historia está escrita, yo mismo la he leído:

El evangelio de San Mateo, en su capítulo 2, dice en relación a la visita de los magos...

"Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén y preguntaron: ¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo...". 

Será por eso que la de esta noche, es una noche especial y dedicada principalmente a los niños. Todo el amor está destinado a ellos, intentando cumplir sus deseos y sueños, donde van también sus ilusiones y su confianza en que, algo mágico, tiene que haber ahí detrás de esa historia, de esa estrella de oriente que alumbró el camino de los Reyes Magos...

"¿Tenés sed, tenés calor?", le pregunta la mujer a una niña que como única respuesta era asentir con la cabeza. Ahí está la pequeña lamiendo un charco de agua en una plaza céntrica de la ciudad de Posadas, en Argentina, bajo un calor sofocante que superaba los 40 grados. Agua quizás en mal estado, podrida. Y nada se sabe de la pequeña, ni como se llama ni cuantos años tiene. Su mamá y hermanos están presentes en la escena, pero no hablan una palabra de español y apenas dicen algunas en guaraní. Todos pertenecen a una comunidad que acude cada día al centro de la ciudad a pedir limosnas.

Al poco tiempo la mujer que hizo la foto, periodista, quiso indagar más sobre la vida de esta niña con el pelo sucio y ropa vieja y cuya acción, la de beber en un charco, encogió su corazón; 

"Los mbyás son una rama del pueblo guaraní repartida entre Paraguay, el sur de Brasil, la provincia argentina de Misiones y Uruguay. La reducción y contaminación de sus tierras, en las que sostenían su modo tradicional de vida, han puesto en peligro su supervivencia. En los últimos años, se ha detectado un número creciente de casos de malnutrición en menores, siendo ellos los más perjudicados"

Normalmente vienen durante el día a pedir limosnas, a mendigar; no tienen ni qué comer ni tan siquiera qué beber. Suelen estar bajo la tutela siempre del cacique que impone una especie de clientelismo con ellos. En este caso, de día mendigan, y a la noche viene a recogerlos su cacique, abuelo de la niña. Su nombre es Reyes.... 

Cuando leí esta noticia, no pude evitar hacer comparaciones. Resulta paradójico lo que para unos la noche de Reyes es especial, para esta niña, Reyes significará pobreza, sumisión, casi esclavitud...

Entonces, decidí seguir leyendo un poco más el Evangelio de San Mateo;

".... al enterarse, el rey Herodes quedó desconcertado y con él toda Jerusalén. Y convocados todos los principales sacerdotes, y los escribas del pueblo, les preguntó dónde había de nacer el Mesías; En Belén de Judea, les respondieron, porque así está escrito por el Profeta:

Y tú, Belén de Judá,
ciertamente no eres la menor
entre las principales de Judá,
porque de ti surgirá un jefe
que será el Pastor de mi pueblo, Israel.

Herodes mandó llamar secretamente a los magos y después de averiguar con precisión la fecha en que había aparecido la estrella, los envió a Belén, diciéndoles; -- Vayan e infórmense cuidadosamente acerca del niño, y cuando lo hayan encontrado, avísenme para que yo también vaya y le adore. --

Después de oír al rey, ellos partieron. La estrella que habían visto en Oriente los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño. Y al ver la estrella, se llenaron de alegría, y al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus cofres, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra. Y como recibieron en sueños la advertencia de no regresar al palacio de Herodes, volvieron a su tierra por otro camino.

Después de que partieron ellos, he aquí un ángel del Señor que apareció en sueños a José y dijo: -- Levántate y toma al niño y a su madre, y huye a Egipto, y permanece allí hasta que yo te diga, porque acontecerá que Herodes buscará al niño para matarlo. --

Herodes entonces, cuando se vio burlado por los magos, se enojó mucho, y mandó matar a todos los niños menores de dos años que había en Belén y en todos sus alrededores, conforme al tiempo que había inquirido de los magos..."

Incluso detrás de una bonita historia como ésta del evangelio, en la que explica la existencia de los Reyes Magos, puede haber también una fatalidad. Si queremos enterarnos de todo lo sucedido, basta con abrir los ojos, y en este caso, seguir leyendo. Aunque a veces quizás nos bastaría abrir los ojos y al menos en estos días no olvidar que la Navidad es también la historia de una familia que no encontró refugio entre otros seres humanos, y que solo unos animales les dieron abrigo y calor. 

Hay mucha gente que necesita una noche de Reyes, de los de verdad, Magos o Sabios, pero no sordos o ciegos, y que esa noche durara los 365 días del año, dónde el mejor regalo sea que tengamos la generosidad de ser, de verdad, una sociedad que acoja, que abrigue. Que no nos venza el miedo, el egoísmo, la desidia. Que estemos, precisamente, a la altura de nuestros deseos....



Cabeza la Vaca, 5 de enero de 2018. Niña guaraní bebiendo de un charco, fotografía de Misiones online.