viernes, 7 de agosto de 2020

Microrrelato; La Luna tiene sed

La Luna tiene sed, y cada vez que nadie la observa, baja a cualquier lago, a una fuente o a un manantial, y sacia su anhelo bebiendo gustosamente. Refresca sus cráteres, enjuaga su garganta..., y hasta ahora, nadie se ha percatado de ello. Se trata de un acto natural que ha pasado desapercibido por los siglos de los siglos para toda la humanidad.

Por el momento, no había tenido consecuencia alguna porque apenas habían sido unos segundos. Ya sabemos que el día sigue a la noche, casi inexorablemente. De siempre ha sido así; brilla el sol durante el día y luego, pasado el tiempo oportuno, resplandece la luna. Y en esas, ésta bajaba cada noche solo unos segundos y sorbía el agua fresca de los arroyos, de los manantiales o de cualquier lago que encontrara a su paso. 

Pero aquella noche, algo extraordinario iba a ocurrir. La luna, cansada de que el Sol le pisara los talones, y apenas tuviera tiempo para disfrutar de todo lo que encontraba en su camino, decidió bajar y buscar un lugar fresco, para darse un placentero baño. Y eligió aquel hermoso lago que veía a menudo. Entró en él, chapoteó, nadó y pasó toda la noche en remojo. 

Pero como consecuencia de aquello, el ciclo natural iba a fallar, algo iba a colapsarse, y para evitarlo, el Sol lo entendió y por eso se detuvo, y al día siguiente no amaneció. Entonces la gente siguió durmiendo durante muchas horas, hasta la mañana siguiente. 

Después de aquella ocasión, todo ha ido bien, porque hasta el momento, la Luna solo ha vuelto a tener sed. El problema es que el Sol, para una próxima vez, está pensando en disfrutar del baño con ella... 



Cabeza la Vaca, 7 de agosto de 2020. Fotografía de Johanna Peltoniemi, Laponia Finlandesa.

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