viernes, 24 de septiembre de 2021

Microcuento; La Esperanza

He superado más de 40 heladas, y soy el más anciano. Cada año, en mi clan, mueren más y nacen menos. Aún no he conocido el llanto, pero la fuerza es miserable y no nos atrevemos a cruzar la gran montaña. Solo nos conformamos, amargamente, de la hierba del prado verde que tenemos enfrente, cada día más árido.

El mañana es incierto y amenaza como una gran reflejo en el río que te ciega con su afilado brillo. 

Llamé a los mejores, que quise que fuesen pocos (lo que hoy día se conocen como amigos), les hice entender la situación y nos adentramos en la aventura; fue un eterno camino hasta llegar al lugar donde debíamos encontrar lo que más tarde llamaríamos "Esperanza".

Afilamos a golpe unas piedras y pudimos cazar dos puercos salvajes, que allí mismo retazamos y consumimos su sangre fresca para aguantar el viaje de vuelta, que hicimos con alegría y júbilo. Obligamos a las mujeres y niños a que comieran la carne, y les hablamos del descubrimiento de la Esperanza.

Ya han nacido nuevos críos y el viento anuncia la epifanía de las heladas. En la cueva arde la leña y sentimos el agradable calor del hogar, de la familia, de los amigos... Los recién nacidos tienen sol en sus ojos y una promesa intensa. 


Fuente de Cantos, 24 de septiembre de 2021. Imagen libre en la red.

 

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