jueves, 5 de mayo de 2022

Parecido al caracol

Tras un largo tiempo puesta a la venta la antigua casa de la familia (la casa de mis abuelos paternos), hace unos días la hemos vendido a unos vecinos del pueblo. Después de un largo tiempo de abandono por el fallecimiento de mis tíos, cada vez que he entrado, era volver a la casa de la infancia, que cierto que ya no era la misma, pero seguía manteniendo una esencia de recuerdos imborrables.

Me caía de camino a la escuela, y a la ida o la vuelta, al igual que en esta última ocasión, percibí los olores y sonidos, sentí un remolino nostálgico, agridulce y que entraba por todos mis poros y me estrujaba el corazón de tal manera, que casi no podía respirar. Es como si esos sentimientos iban a producirse por última vez y fueran a ser arrebatados de mi ser.

Metí la llave en la cerradura de la puerta de entrada, que casi arrancada, me daba la última bienvenida entre un revoltijo de papeles de propaganda comercial, y cartas olvidadas buscando un destinatario entre las baldosas hidráulicas ya desgastadas. Entonces, por las paredes, los techos y suelos de la casa se vinieron arrastrando los sentimientos, las voces del pasado...

En verdad, la llave me estaba abriendo a mí, me abría en canal dejándome inerme ante la puerta cerrada y mi vida, como si me estuviera ahogando, y pasó por detrás de mis ojos como una tormenta seca.

Las voces de mis tías, los gritos jugando de mis primos y mis hermanos, las peleas entre ellos, las risas de las mañanas, los llantos casi silenciosos de las noches, los suspiros tantas veces sofocados, y los veranos, sobre todo los tiempos del verano confundidos con bostezos de aburrimiento..., a todo daban albergue aquellas habitaciones aún a medio amueblar, aquel pasillo largo (que en verdad no lo era tanto), el patio, el bocarón del pozo, la higuera donde subíamos...

Aferrado a la llave miraba a través de la puerta el mapa físico de mi vida y pensé que quizás, no era necesario entrar en la casa: me llevaba de ella todo el calor, el amor, también el dolor, la esperanza y la fortaleza que da una familia unida. Me quería llevar de forma intacta, todo aquello que compartieron conmigo, pero eso ya no era posible.

Cierto es, que mi casa soy yo, y ellos forman parte de mí, de mis paredes de carne y huesos, vestida del amor de mis tíos y primos, barnizada y olorosa de conversaciones en aquella mesa redonda del comedor, tan pequeña, y en la que tenían cabida todos. Y ésta, ha sido la última vez que me he sentado en compañía de ellos.

Pero la nostalgia ha tenido un buen detalle conmigo, pues me ha hecho llegar el sentimiento de creer que soy un caracol feliz. Que arrastro conmigo mi hogar de vivencias, pintado con los ricos matices que llevan de la tristeza a la alegría, y de nuevo a la tristeza en este maravilloso calidoscopio de la vida... Ahí, en ese momento, he entendido eso que los brasileños llaman "Saudade", que para mí, sigue significando, ¡la alegría de estar triste...!


Fuente de Cantos, 6 de mayo de 2022. Fotografía de la familia Aparicio.


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