miércoles, 27 de agosto de 2014

Una noche cualquiera en Montevideo

Hace frío, viento, y llueve con fuerza. Eso es lo que percibo desde la ventana del hotel, pero pienso que la tarde me invita a seguir trabajando. Me acompaña "la Boheme" de fondo, de las mejores obras de Puccini.
Sin embargo creo que es buen momento para cenar. Algo ligero. Una ensalada irá bien.

Suena un mensaje en mi teléfono. Es Lucía. Leo el mensaje e imagino que va acompañado del dulce tono de voz con el que hablan los uruguayos, especialmente ella..."vos no querrás tomar algo con mi amiga Mariana y conmigo"? Acompaña con el mensaje una fotografía desde el cual se ve el Teatro Solís, emblema de cultura de la capital uruguaya. 
Me pienso mi respuesta. Le contesto con un "pero hay vino"?. Imagino su sonrisa leyendo el mensaje, y recibo otro de vuelta, y a buen seguro con el mismo tono, "pero como no va a haber vino? acá hay de todo, pero qué pensás?". Ahora soy yo el que sonríe. La imagino hablando con ese tono en el que parece que acaban la frase cantando.

Salgo a la calle. Lo que percibía a través del cristal de la ventana de mi habitación resultaba más acogedor que el frío real que hace afuera. Aunque sólo he de caminar "unas cuadras" hasta llegar al Teatro Solís, siento el frío en los huesos. Camino por la Avenida 18 de Julio cual un uruguayo más. Atravieso la plaza de la Independencia, y por la foto recibida, intuyo donde estará el lugar donde me han citado. Al pasar junto a él, veo a Lucía a través de los cristales. Entro, y me recibe con un beso en la mejilla (aquí solo dan uno), me siento, y esperamos a Mariana que está en la barra. Cuando llega, recibo un nuevo beso y un "cómo te están tratando acá?"


Seguidamente a elegir el vino, (un Malbec de uva argentina), hacemos un brindis. "Por Uruguay", y cumplimos con la norma de chocar suavemente las copas. A continuación, paso a exponerles mi experiencia en el país. Escuchan con atención. Gran virtud de los uruguayos. Te sientes escuchado, hables de lo que hables, digas lo que digas. Te escuchan. Después de mi monólogo, derivamos la conversación a hablar sobre el viaje que Lucía hará en próximas fechas.


"Y como no vas a ir a Holanda?", dice Mariana. "Holanda?", digo yo como sorprendido. "Para qué? Es un país aburrido".
"Pero yo tengo entendido que es un país donde se respira la libertad del individuo", dice nuevamente una Mariana contrariada. Le respondo, "que va, son muy aburridos. No hay más libertad que la que puedas encontrar en tu país".

Dado que me siento escuchado, como siempre, decido hacer alarde de mi conocimiento sobre Europa. Por el simple hecho de visitar ciertos países, ya me considero en la legitimidad de opinar sobre sus ciudadanos y su estilo de vida.
"Debes visitar España. Sevilla, Granada...increíbles ciudades. Un latino, donde se siente a gusto es en España, sobre todo, y como mucho, en Portugal e Italia", vuelvo a insistir.

"Aunque los italianos ya sabemos como son. Generalmente, aunque no todos, son egocéntricos y van un poco a su aire. No te daría la sensación de estar en tu casa", continúan escuchando con atención.


En mi ánimo de seguir mostrando mis conocimientos sobre Europa, y confiando en mi capacidad de persuasión, sigo defendiendo mi causa. "Paris?, bueno, pero para solo un par de días. Es una ciudad bonita, sí, pero demasiado turismo. Incluso un parisino se siente un turista más en su propia casa. Y muy cara. Uf, carísima"


Lucía escucha atenta. Siempre tan discreta, respetuosa, educada. Mariana en cambio, rebate. Yo, sigo en mi línea. "Inglaterra?, sí pero no. Dinamarca?, sugerido por Mariana nuevamente. No, por favor. Sigo contrariando.
Quizás Polonia. He estado tres veces y el ciudadano polaco es un tipo hospitalario y agradable.
Quizás Alemania, no lo sé, pero, para una vez que vas a Europa. Sigo insistiendo. España, e igual Croacia...


"Me gusta este vino, aunque prefiero la variedad Carmenere", dice Lucía. Ha torpedeado la conversación, pero quizás era el momento de hacerlo.

Pero yo quiero más, "y vosotras, qué pensáis de los españoles?", pregunto con contundencia!


Es Mariana, la que adelanta su respuesta. "Bueno, en primer lugar, debemos tener en cuenta que nuestra raza es similar a la de ustedes. Mira que nuestra tierra también fue conquistada, pero a algún descerebrado se le ocurrió acabar con toda la población indígena. Los mataron a todos. De ahí que no exista más que nuestra raza en el país. Con lo cual, nos parecemos a ustedes. No obstante, (continua diciendo), y sin ánimos de generalizar, diría que para los uruguayos, los españoles suelen ser personas mediocres e incultas. Aún así, sabemos de donde venimos, descendientes de italianos y españoles. Con lo que los consideramos hermanos como tal."
De repente, se produce un sonoro silencio...

"Hagamos otro brindis", dice Mariana.



Teatro Solís. Fotografía de Lucía González.

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