viernes, 4 de diciembre de 2015

Mensaje en una botella

Nadie confiaría más en el destino, que quien escribe cualquier mensaje en algún papel, lo introduce en el interior de una botella, lo lanza al mar, y espera a que sea leído por alguien en cualquier lugar del mundo. Existe algo de peculiar en colocar un mensaje en una botella y lanzarlo al mar, pues una mezcla de esperanza y suerte se aúnan con un único propósito; decir algo a alguien, que sin saber si pueda parecer importante o no para el receptor, sí que lo es para quien lo escribe, y que confía en que produzca un efecto, al menos conmovedor. Porque, ¿cómo de importante debería ser el mensaje, para que al menos después de tentar a la suerte o al propio destino, mereciera la pena que llegara a la persona adecuada?.

Los mensajes de botella han sido materia de sinfín de relatos. Algunos románticos, otros de naufragios, otros nos permiten conocer la vida de navegantes, o bohemios que lanzan sus mensajes al mar por pura curiosidad. Desde la antigüedad se utilizaron botellas selladas para conocer el comportamiento de las corrientes marinas. Todos llevaban algún sentido.

Podríamos dar mil vueltas a la cabeza, y no sabríamos qué mensaje escribir, ni tan siquiera el efecto que pudiera provocar en quien lo leyera. Algún pensamiento o conocimiento que quisiéramos transmitir. Pero es más, siempre quedaría la intriga de por quién es recibido, si para esa persona sería comprensible el texto, o si le daría la suficiente importancia como para provocar algún tipo de curiosidad. Eso, suponiendo que la botella en cuestión, tuviera la suficiente suerte como para acabar en alguna playa habitada, o llegara a salvo y no acabara destrozada en el golpe con alguna roca o algún casco de un barco.

Por eso, son muchas las ocasiones, en las cuales el creador del mensaje, indica de manera explícita que éste sea contestado de vuelta por el receptor, y así comprobar la alianza que ha tenido con el destino, sin a veces importar en absoluto el mensaje en sí. Tampoco sabría el receptor en qué condiciones se escribió el texto, ni el estado de ánimo del emisor del mismo. Podría ser por un simple amor a la aventura, en este caso de una botella, con un mensaje en su interior.

Pero, si tuvieras que escribir cualquier mensaje en una botella, sabiendo que jamás llegaría al destinatario que tú desearías, pero que sin embargo, es en este caso el sentido del mensaje, lo más importante, ¿qué cosa escribirías?.

Yo he pensado, que quizás pasaría como esa historia, en la cual....

"Cuentan que en un pequeño pueblo pesquero, un padre y su hijo pequeño, salían a faenar a diario mar adentro. Tuvieran suerte o no en la pesca, la principal preocupación del padre, era transmitir los mejores valores posibles a su hijo. Consejos, sugerencias, recomendaciones, y todo tipo de advertencias eran contadas por el padre para el aprendizaje de su hijo.

Éste, en la mayoría de las ocasiones, no mostraba la atención necesaria, pues prestaba más cuidado a la bravura del mar y a las dificultades que éste pudiera proporcionarles, pues su padre ya era mayor, y aunque se encontraba enfermo y cansado, se negaba a cederle definitivamente el testigo a su hijo.

Así ocurría a diario; padre e hijo se echaban al mar, y mientras el primero no paraba de dar instrucciones y consejos a su hijo, éste ni atendía a tales cuestiones, a pesar que pudieran llevar la mejor de las intenciones. Pero veía a su padre tan mayor, que pensaba que ya tendría poco que aprender de él. 

Un día, en el cual el hijo no podía ir a pescar, su padre decidió salir solo, cuando de repente el tiempo cambió bruscamente y una gran tormenta provocó grandes olas y marejadas. Un gran peligro acechaba a quien hubiera salido a la mar en ese día, pues no era la primera vez que ese tipo de tempestades provocaron grandes tragedias. Solo quedaba rezar y confiar en que la suerte se aliara con su padre, pues no se podía hacer otra cosa.

Al día siguiente, y ya con las aguas en calma, un grupo de personas salieron a buscar a los pescadores, que decidieron el día anterior adentrarse en el mar, y no hubo rastro de ellos. Varios días más tarde, el pequeño barco de su padre apareció destrozado sobre las rocas de un acantilado, y cualquier esperanza de vida se esfumó desde ese mismo día.

El pequeño hijo, abatido y hundido, se lamentaba profundamente de no haber podido salir esa mañana a faenar con su padre, y de alguna manera pensar que quizás le hubiera salvado la vida. De algún modo, le hubiera gustado volver atrás, y atender todos y cada uno de los consejos que su padre le daba, o al menos le gustaría volver a escucharlos. Ahora es cuando los echaba de menos y les daba la importancia necesaria. Es que además, ni tan siquiera pudo despedirse de él

Furioso y enojado con el mar, quiso maldecir de algún modo aquella enorme tragedia que había sufrido. Así pues, se le ocurrió escribir algún mensaje lleno de odio, lanzarlo al mar, y que al menos quedara escrita toda su ira. Cada día anotaba en un papel algún mensaje, y que así el mar se enterara de su rencor, pero como lo que escribía no le parecía lo suficientemente ofensivo o insultante, lo rompía para pensar en otro peor aún. Su odio era enorme, pues el mar que tanto amaba, se había portado demasiado mal con él.

Entonces un día, cuando pensaba que ya tenía el mensaje que necesitaba para introducirlo en la botella y lanzarlo al mar, fue cuando pensó en el error que estaba cometiendo, pues quizás nada de eso haría que pudiera recuperar a la persona que había perdido. Quizás de todos aquellos papeles que había escrito, e incluso el que pensaba que era el adecuado y llevaba la suficiente ira escrita, ninguno llevaría el verdadero mensaje que tal vez debería portar. Pues cayó en la cuenta, que si a alguien le correspondía llegar algún mensaje, aunque tampoco entonces pudiera leerlo, pero sí de algún modo recibirlo, sería a su padre.

Entonces, sacó el escrito de odio del interior de la botella, para escribir otro en su lugar, y del que no tuvo ninguna dudas de cual sería su mensaje. Ese, que debería haberle dicho una y otra vez, pero que nunca hizo, aún sin saber por qué motivo.

Así que, sin dudarlo un momento, cogió el papel que introduciría en la botella para acto seguido lanzar al mar, escribiendo el mensaje de... "¡GRACIAS!".

P.D. Dedicado a mi padre, quien perdí hace 27 años, y del cual no pude despedirme.


Fotografía cedida.


   
   

         


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