viernes, 11 de marzo de 2016

Encuentros en la tercera fase

Tal y como dicen que ocurre cuando vives un embarazo, que ves carritos de bebés y embarazadas por todas partes, parece ser que pasa con muchas otras cosas, y no es que sean modas. Pero si tuviéramos que llamarlo así, últimamente "la moda" que más presencio a mi alrededor, es la existencia de una gran crisis; una crisis emocional, principalmente  entre parejas. Supongo que los tiempos cambian, las exigencias aumentan, y es posible que a veces incluso, pedimos lo que no damos. 

Sea como fuere, y con mayor o menores proporciones de gravedad, cada crisis es afrontada de una manera distinta en función de las personas o parejas que se enfrentan a ella. A los mismos problemas, diferentes respuestas. Fuertes son aquellas parejas que consiguen solventar sus diferencias, perdonar sus errores o aceptar sus defectos. Eso sí, nadie está obligado a vivir bajo el mismo paraguas, pues la felicidad ha de depender única y exclusivamente de cada persona. Pero no quiero dar lecciones de nada, y menos aún, de cómo debe vivir cada cual.

Mi amiga Lola mantiene la teoría de que las parejas, tienen tres fases a las cuales enfrentarse, aunque a veces, ni tan siquiera pasan por todas. Según ella, que solo conoce las dos primeras, la número uno es la mejor. Es la de la pasión, el enamoramiento, el hacer todo por la otra persona y vivir el amor de la manera más intensa posible. La segunda fase, en cambio, comienza justo cuando finaliza la primera. Es esa en la que te dejas llevar, porque estás cómodo o cómoda, y dónde las mariposas, las que quedan, parece que dormitan. Pero de algún modo están ahí, sigue habiendo amor, aunque en mucha menor intensidad. Digamos que la mayoría hemos estado en más de una ocasión en esta fase.

Pero claro, la tercera fase, dado que Lola no la conoce, no puede hablarme de ella, o habla sobre lo que le han contado. Aunque cuando yo le comento que incluso hay una cuarta fase, para ella eso supondría un "escándalo mental" no apta para asimilar y del cual mejor ni hablarle. Pero superadas, lamentablemente la primera y circunstancialmente la segunda, el "encuentro en la tercera fase" en el que podrías someterte con tu pareja, igual no es tan dramático. Superadas las dos anteriores, quizás ésta no tendría por qué ser ningún fastidio.

En ella, puesto que llega en un momento donde conoces lo suficientemente bien a tu pareja, puede ser la fase del respeto mutuo, de la admiración por la persona que tienes a tu lado, del amor por tus hijos o sencillamente, del momento del premio por haber superados cuántos obstáculos encontrasteis en el camino de las dos anteriores. 

En la primera fase, la ausencia de la pasión, te haría llegar a la segunda. En esta otra, la presencia de la rutina, es la que te llevaría sin duda a entrar en la siguiente. Pero sin embargo, existe algo en esta tercera, la cosa más sencilla del mundo, virtud a veces, pero principalmente un defecto otras muchas, que podría acabar drásticamente con todo. Porque quizás las parejas pueden vivir en ausencia de la pasión y ese enamoramiento de la primera, podrían superar que llegara a sus vidas la rutina de la segunda fase siempre y cuando siga existiendo amor, pero hay algo en la tercera fase que acabaría con todo, incluso si llega a presentarse de improvisto en alguna de las anteriores.

Entonces quise recordar aquello que me contaron una vez...

-- No hace mucho escuché, que un matrimonio de ancianos habían superado momentos de gran dificultad en su relación, y que a pesar de ello, siempre habían dado solución a cualquiera de los problemas los cuales habían atravesado. Pero esta vez, y a pesar que vivían en la misma granja, cayeron en un gran conflicto que logró separarlos. Ni mucho menos era el mayor de los problemas al que se habían podido enfrentar, pero esta larga relación terminó repentinamente.

Lo que comenzó con un malentendido, fue creciendo hasta terminar siendo una gran diferencia para ellos, hasta que explotó para convertirse en multitud de palabras amargas, largas semanas de silencio, sin qué ni por qué, y eso les llevó a separarse. Él, continuó en la casa en la cual había crecido ese inmenso amor, y ella,  se fue al otro extremo de la finca, a una pequeña casa de invitados que construyeron años atrás. 

Una mañana, alguien llamó a la casa donde él vivía, y al abrir la puerta se encontró con un carpintero. "Buenos días señor; estoy buscando trabajo por unos días, y me preguntaba si usted necesitaría hacer algunos trabajos con la madera en esta hermosa granja",- dijo el atrevido carpintero.

"Ha venido usted en el momento adecuado,- dijo el esposo -. ¿Puede ver usted aquella pequeña casa al otro lado del arroyo?. Pertenece a mi mujer; mejor dicho, a mi exmujer", - continuó diciendo el resentido esposo.

"Hasta hace unos días había un hermoso prado entre ambas casas, pero ahora el cauce del arroyo se ha desviado, y seguramente lo ha hecho ella para enfurecerme. No la soporto. Le proporcionaré la madera que necesite, y construirá entre nuestras tierras una gran valla lo suficientemente alta para que no vuelva a verla más." 

El carpintero, solamente le dijo..."Creo que comprendo la situación. Deje este trabajo de mi mano pues quedará más que satisfecho". 

Así que al día siguiente, tras mostrarle donde estaban todas las herramientas y los materiales necesarios, el carpintero se puso manos a la obra, mientras el anciano le dijo que regresaría en la noche, pues tendría que atender unos asuntos en el pueblo, donde se disponía a pasar la mayor parte de la jornada.

Justo antes del anochecer, cuando el esposo venía de regreso a su casa, no podía creer lo que veían sus ojos. En lugar de hacer la valla que le había encargado, el carpintero había construido un puente que cruzaba el arroyo uniendo las dos partes de la granja que habían quedado divididas.

Antes que pudiera recriminarle nada sobre lo que había hecho, su esposa vino desde el otro lado, y tras cruzar el puente, se fundió en un gran abrazo con su marido. "Eres un hombre increíble, jamás pensé que se te ocurriría construir este hermoso puente para unirnos de nuevo, y más aún, después de yo haber hecho la travesura de desviar el cauce del arroyo".

Estaban en su reconciliación ambos, cuando vieron que el carpintero recogía sus cosas dispuesto a marcharse.

"De ninguna manera puedes irte",- le dijo el esposo. "Quédate unos cuantos días más, ahora que tengo varios proyectos que encargarte".

--Me gustaría quedarme, -dijo el carpintero-, pero tengo muchos más puentes que construir. Además, es preciso que me marche de los lugares donde he estado, puesto que no sería bueno que continuara en ellos.-- 

Aunque al principio el anciano no entendió muy bien lo que quiso decir con eso, le dio las gracias, y antes de marcharse le dijo.

"Por cierto, ni tan siquiera sé como te llamas".

Entonces, el carpintero, justo avanzando en sus pasos, se detuvo para darse la vuelta y decirle; "me llamo Orgullo"....



Imagen libre de la red. Marzo de 2016.


    

No hay comentarios:

Publicar un comentario