viernes, 13 de abril de 2018

Hacer un mundo nuevo

No sé por qué, ha sido una semana un poco extraña. No ha habido nada especial para ello, pero sí que he tenido sensaciones un poco inquietas. O tal vez inquietantes, podría decirse. También supongo que con las prisas que vivimos no da tiempo para analizar las cosas que ocurren a nuestro alrededor o en nuestro día a día. Las sensaciones, buenas o malas, llegan, quedan un tiempo, y tal cómo lo hacen, se van. 

Eso pensaba ayer mientras, tomando un café con Alberto, uno de mis compañeros, empecé a reflexionar sobre el ritmo de vida al que estamos sometidos, a pesar de estar superando ya (con suerte) la mitad de nuestra subsistencia. Y pensaba en lo poco que aprendemos sobre nuestras circunstancias diarias, sobre todo las relacionadas con nuestras errores. Nos quejamos pero nada hacemos para remediarlo.

Creo fuertemente que llega un momento en la vida, en que necesitamos un cambio, al menos, algo que nos lleve a analizar qué estamos haciendo con nosotros mismos. Así que viniendo en el coche de camino a casa, decidí dedicar, al menos en la duración del trayecto, a pensar un poco en todo eso. La fuerte lluvia que me acompañó todo el tiempo provocó la gran calma que se necesita (paradójicamente) para acelerar los pensamientos y provocar al sentido común que guardamos a veces tan dentro de nosotros. 

Toda la vida hemos seguido el camino del ego, marcado en muchas ocasiones por la ambición, la competencia y el esfuerzo. Son los valores distorsionados transmitidos a veces por la propia familia, pero sobre todo por la sociedad, que piden el éxito, ese que se liga a la fama, a realizar, a competir, a luchar por las mismas cosas, a buscar más y más visibilidad, a acumular más dinero, a ejercer el control total, y a ser posible, tener algo de poder. A ser el número uno en todo, o si eso no es posible, a destacar en las máximas cosas a costa de sacrificio y dedicación plena en esos objetivos. Es así como vivimos, o es justo de esta manera como pretendemos vivir. Ese es el ejemplo (y error) a seguir.

Queremos ser el más reconocido médico, el más completo diseñador, el más modélico profesor; también el arquitecto más creativo, el ingeniero más perspicaz, o el más habilidoso músico. El que mejor combine los colores en el cuadro, aquel que menor tiempo se tome  en la carrera, ese que haga como nadie malabarismo con las palabras, y también aquel otro que mejor hable en público. Y eso, es lo que nos han transmitido, y eso, justo, es lo que nosotros vamos a hacer con nuestros hijos. Son los valores actuales, y eso lleva a la competencia y al ego.

¿Así es realmente como queremos ser recordados? ¿Esa huella es la que queremos dejar en la vida? La respuesta podría ser tajantemente afirmativa, sobre todo si eso está relacionado con tu bienestar personal, pero es que eso, también forma parte del ego. Entonces, nos olvidamos de las personas, y solo somos nosotros con nuestro "yo". Y eso, sin lugar a dudas, va a ir a más, y dará igual que estemos en el ecuador de nuestra vida y lo que hayamos aprendido de la experiencia. 

Cuando llega la madurez, supongo que es habitual encontrarse en un callejón sin salida. Aquí es dónde debe llegar el momento de analizar el sentido de la vida, de las relaciones entre las personas y la posibilidad de que todo pueda adquirir un significado. Es una propuesta para volver a descubrir nuestro verdadero yo, nuestro propósito y la vida con sentido, siendo esto nuestra verdadera vocación. Da igual lo buen médico, maestro o ingeniero que seas, si no descubres para qué estás aquí realmente.

Recuerdo en una entrevista a Rafa Nadal, el tenista, en qué le preguntaron; - ¿Cómo te gustaría que se te recordarse en el futuro, con tantos éxitos como estás consiguiendo? - A lo que contestó; "Para mí los éxitos humanos son más importantes. Tener amigos, tener una buena relación con la gente que tienes alrededor, que la gente que tienes a tu lado y te conoce, hable bien de ti... Al final lo más importante de todo es ser buena gente. Eso vale más que cualquier otro título".

Eso, inevitablemente me lleva a mis propias reflexiones sobre si dedicamos suficiente tiempo de nuestras vidas, a esforzarnos en ser más "buena gente". 

Si por un día, por un solo día, puedes concentrarte en que la vida de otro sea mejor, si puedes concentrarte en pensar así, así es como cambiarás el mundo, al menos el que te rodea. Es un concepto antiguo, pero sigue siendo relevante. La verdadera esencia de la humanidad se acentúa cuando te sientes útil con las personas, con y para ellas, sin buscar que haya una contra prestación a cambio.

Entonces creo que nadie necesita preguntarse cuál es su objetivo en la vida.... siempre lo encontrarás ayudando. Tocar la vida de alguien es más valioso que cualquier cantidad de dinero, que cualquier éxito y poder. Tener sensibilidad por ayudar a alguien, ayudar a un animal a salvar su vida o a que ésta sea mejor, tener compromiso con la gente que te pide ayuda, colaborar de alguna manera en la construcción de un mundo mejor.

No se necesita tanto, y no importa a qué te dediques. Lo que importa es que te concentres en ayudar a los otros. La vida se convierte en vivir estas virtudes. ¿Cómo puedo ayudar a alguien? ¿Cómo puedo amar más a alguien?, si piensas así, vives en pleno sentido

Se trata de estar en sintonía con una (conseguir esa) energía que se ocupa de todo y de la que todos estamos hechos. Vivir todas las virtudes (nunca se me había ocurrido). ¿Pero cómo? Quizás solo se trata de rendirte ante ellas.

Hay un lugar en nuestro interior más profundo que quiere sentirse realizado. Que quiere saber que su vida ha marcado una diferencia, pero está muy lejos de la ambición y el poder o el éxito. Encontrar ese "yo" que pueda conmover profundamente la vida de alguien con su existencia. Todos queremos eso. Y no es cuestión de edad, ni de encontrarse a uno mismo. Seas quien seas, tengas la edad que tengas, solo estás a un pensamiento de cambiar tu vida. Que no sea demasiado tarde, ríndete cuanto antes. Rendirte a algo que es mayor que nosotros es precisamente ganar la batalla.

No pienses que para mejorar el mundo es necesario resolver ni todos sus problemas, ni todo el problema. Piensa que para mejorarlo, solo tienes que mejorar tu parcela. Sacar de la pobreza a un pobre resuelve solamente el 0,0000001% de la pobreza mundial, pero el 100% de la suya.

Así que mientras tomaba ese rápido café con Alberto, y hablábamos, como no, de problemas, de obras, de construcciones y esos avatares de nuestro gremio, mi mente en blanco, recordó un corto texto del gran Eduardo Galeano;


...Conocedor de lo poco creyente que era su padre, no paraba de someterlo a situaciones que le llevaran a convencer de lo divino y así salvarlo de la condenación eterna. La pregunta del pequeño fue directa.;

"Pero papá, -- le dijo Josep llorando --, si Dios no existe..., ¿quién hizo el mundo?"

Tras un largo silencio, casi en secreto y cabizbajo, el padre, se pronunció;

-- Tonto, al mundo lo hicimos nosotros, los albañiles --



Fuente de Cantos, a 13 de abril de 2018. Fotografía libre en la red.




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