viernes, 6 de abril de 2018

El Gran Poder

La Fe, con todo lo que esa palabra conlleva, es un término o un estado que incluso, la persona más atea e incrédula, nunca va a perder en su totalidad. A veces se reniega de ella, la mayoría de las ocasiones, con razón. Decepciones e injusticias suelen ser las principales causas pero aún así, la Fe te ronda y volverá a buscarte siempre que pueda. Buscará el instante preciso y no sabrás si será en aquellos momentos dónde menos la necesites o por el contrario, cuando más reniegues de ella. Yo la defino como una extraña energía, muy positiva, que te hace sencillamente, creer en uno mismo.

Siento un profundo respeto por las personas que tienen su Fe intacta, el mismo respecto que le tengo a aquellas por las que no la tienen. Pero cierto es que "Agarrarse a un clavo ardiendo", "La Esperanza es lo último que se pierde", o "Nada es imposible", suelen ser las expresiones más comunes de aquellas personas que jamás se rinden a lo que a veces, hasta es evidente que puede ser inevitable. 

Pero la Fe pienso que es otra cosa distinta a eso, no tiene nada que ver con rendirse o no, con ser más fuerte o más débil, puesto que sencillamente, se trata de creer en algo con todas tus fuerzas. Ni se te pasa por la cabeza que ese "alguien o algo" a lo que te aferras, va a fallarte. No te planteas siquiera una situación contraria a tus convicciones más profundas. Tener Fe en algo o alguien, suele ser la mayor fuerza interior con la que jamás se puede vivir.

Pero del mismo modo que respeto una teoría, también la otra, la contraria, la de aquellas personas que sin comerlo ni beberlo, acaban desencantadas con las cosas de la vida. Suele suceder que algo que amas, admiras o incluso invocas, puede darte la espalda. Así, sin más. La Fe también tiene estas cosas, caprichosas, insensatas, incluso a veces, irreconciliables con tus creencias. 

Cuantas veces se ha dejado firmemente de creer en la palabra de alguien, en el amor, en la propia vida o incluso en ese Dios en el que tanto confiábamos. Nada es para siempre; tampoco la Fe lo es, solo que, aquí, ándate con cuidado porque tal y como ésta se va, suele regresar. Al igual que lo hace de nuevo la confianza, la salud o ese amor que juraste no volver a sacar afuera de ti nunca más. 

Estos días pasados de Semana Santa, todos hemos podido apreciar que suelen ser los días dónde más énfasis se pone a nuestra Fe. Pero escuchando un programa de radio sobre este tema en cuestión, quedé sorprendido con alguno de los testimonios. Curaciones imposibles que llegaban a un final feliz, prácticamente milagros obrados en personas después de mucho sufrimiento, y una serie de acontecimientos que claramente daban a entender, que hay un Gran Poder, no sabemos bien dónde, que puede hacer cambiar las cosas más inimaginables. Pero de todo esto, me llamó la atención una historia distinta, muy peculiar, pero en la cual, la Fe hizo un gran trabajo...

El locutor de radio, contaba algo así como esto;

"...Corría el año del Señor de 1965.

Protagonista: un vecino de uno de los pueblos aledaños a la ciudad de Sevilla. Un ex futbolista profesional y una persona normal y corriente. Con esto, quiero decir que buena gente.
Pues bien, este ciudadano, hermano de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder, tenía una hija. Y enfermó gravemente.

Y ocurrió que este gran devoto del Señor de Sevilla acudió, día sí y día también, a la parroquia de San Lorenzo, rogando por la curación de la pequeña.

Pero la niña falleció.

Y desesperado, fuera de sí, renegó del Gran Poder.

"No quiero volver a verlo. Si desea algo de mí - sentenció - que venga a verme. Ya sabe dónde vivo...

Y sucedió que, algún tiempo después, Nuestro Padre Jesús fue sacado de su capilla. No se trataba de la tradicional estación de penitencia, en Semana Santa, sino de una "salida", podríamos decir, al margen del calendario. He intentado averiguar el por qué se hace a veces este tipo de salidas, y nadie me ha sabido responder. Es algo poco habitual, pero digamos que sería algo así como una "escapada" del Nazareno, tan excepcional como pura y simplemente devocional. Concretamente se dirigieron en esta peculiar procesión al barrio de Nervión.

La comitiva, escoltada por numerosos hermanos, alcanzó hacia el mediodía el sanatorio que lleva el nombre del Gran Poder. Los cofrades se mostraban inquietos. El cielo, de negro y oro, no inspiraba confianza.

No se equivocaron. A la media hora comenzó a llover. Y el entonces hermano mayor de la cofradía, ordenó marchar a toda prisa, buscando "refugio" en alguna parroquia cercana.

Pero la lluvia arreció con fuerza. Y a la altura de la plaza de la Inmaculada Concepción, los alarmados cofrades optaron por una solución in extremis.

Allí mismo estaba la solución. Las puertas de un garaje.

Y buscando por encima de todo, la protección de Nuestro Padre Jesús, alguien golpeó con fuerza dichas puertas. 

Y una voz clamó desde el interior; "¿Quién es?"

Y alguien replicó con energía desde el exterior; -¡El Gran Poder!

Y aquel hombre, al abrir, se encontró de cara con el Señor de Sevilla, y solo pudo repetirse en su cabeza;

"...Que venga a verme. Ya sabe dónde vivo..."


Aquel hombre, como habrás imaginado, era el renegado...

No pasa por mi cabeza, el fuerte impacto que causaría aquello en ese Señor. Aunque la radio no lo dijo, estoy seguro que volvió a sentir algo en su interior con muchísima fuerza. ¿De nuevo la Fe? Nunca se sabe pero apuesto a que si no fue ésta, debió ser algo muy parecido....



Cabeza la Vaca, 6 de abril de 2018. Imagen libre en la red.

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