viernes, 14 de septiembre de 2018

Amor en un ropero; El Principito y La Tigresa

-- ¡Si los hoteles hablaran! --, le dije a Osvaldo mientras me iba descubriendo las estancias del Hotel del Lago de San Bernardino, un municipio turístico del interior de Paraguay. Su mirada cómplice al decirle eso, adivinaba algún secreto de alguna de las 24 habitaciones que tiene el hotel. Y efectivamente, hay una gran historia que más tarde descubriría y sobre la cual, quedé maravillado.

Y es que esta ciudad, San Bernardino, fue construida por inmigrantes alemanes en 1881. Toda ella comenzó en torno al Hotel del Lago, y a partir de ahí, se fue construyendo el resto de la ciudad. Osvaldo lo adquirió hace unos 30 años, totalmente en ruinas, aunque pudo recuperar algunos objetos de un gran valor, que si económicamente valían poco, su historia es enriquecedora.

En a partir de ese comentario inofensivo, "si los hoteles hablaran", surgieron decenas de anécdotas que han ocurrido dentro de las paredes de ese gigantesco y distinguido hotel. Relaciones extraconyugales, encuentros íntimos y secretos, infidelidades sorprendentes, otras reconocidas, orgías y muchas otras aventuras supuestamente "prohibidas" que ocurrieron en este hotel. 

Pero Osvaldo aguardaba y preparaba la mejor de todas las historias para el final. A pesar de que mientras tomábamos el café en un impresionante salón lleno de recuerdos, me habló de la cantidad de famosos que ahí estuvieron, entre ellos Greta Garbo, la mejor parte la tenía reservada para el último momento. Fue entonces que empezó a contar la historia mientras tomaba de recepción la llave de la habitación que me enseñaría a continuación...

"Ahora te mostraré una de las habitaciones más especiales que tenemos en el hotel, pero antes te contaré un poco la historia de los dos personajes que la ocuparon..."

Era Enero de 1929 cuando Antoine de Saint-Exupéry, piloto y escritor (autor de El Principito) fue a Paraguay a inaugurar la ruta Aeropostal en avión. Viajando en auto con su amigo argentino y también piloto Leonardo Selvetti, le pidió a éste que parara junto al lago Ypacaraí, deslumbrante por aquel entonces.

El auto, tras cruzar la densa vegetación de un pequeño bosque tropical, se detuvo frente al pintoresco edificio del Hotel del Lago. El dueño, Guillermo Weyler salió a recibirlos, junto con su esposa y una mujer elegante, de sonrisa felina, que apenas divisó a Antoine, acudió a abrazarlo.

Era Hilda Ingenohl, conocida como La Tigresa. Nacida en París en 1889, aunque de ascendencia alemana, millonaria y aventurera, llevaba cuatro años viviendo en Paraguay, desde que llegó a visitar a sus tíos, los Weyler, propietarios del Hotel del Lago y se enamoró del lago Ypacaraí. Compró una propiedad de 200 hectáreas en la zona, pero su residencia preferida era una suite del hotel, en una de las torres de estilo medieval.

Hilda fue una mujer muy libre para su época, una de las primeras aviadoras del mundo. Ella y Antoine se conocieron en París, en una escuela de aviación. Cuando supo que él iría a Paraguay, le invitó a pasar unos días en San Bernardino y los relatos aseguran que fue una historia de amor y pasión que se repitió en un segundo viaje.

Dicen que Antoine admiraba a Hilda por su especial forma de ser. Que la de ellos fue probablemente una relación especial, de amigos y amantes, de compinches de aventura y del placer de volar. A pesar de eso, rodearon sus encuentros con total discreción, por eso probablemente esa relación casi no se menciona en la biografía oficial...."

Aquella historia contada por Osvaldo de manera fascinante, nos iba llevando hasta esa famosa suite del hotel llamada con el nombre temático de "Torre de la Tigresa" para perpetuar aún más esa leyenda. Ambientada en aquella época, descubrí ante mi una cama de madera, una cómoda del mismo estilo con dos sillones a su lado, y un viejo ropero con dos puertas, varios cajones y un espejo. Intuitivamente me acerqué a él y abrí una de sus puertas, viendo para mi sorpresa, que todo su interior estaba escrito con mensajes de amor.

-- Ah sí, olvidé contarte esta parte --, - me dijo Osvaldo antes que yo preguntara-. En esta habitación, las parejas que aquí se hospedaban, escribían mensajes de amor en el interior del ropero. Digamos que se convirtió en una tradición que aún continua.

"Y la primera persona que lo hizo, que escribió ahí dentro un mensaje de amor, fue Antoine, el autor de El Principito, supongo....", le dije a Osvaldo totalmente convencido.

-- No, no fue así..., al menos eso creo. ¿Por qué lo preguntas? --

"Porque lo esencial, es invisible a los ojos..."

Me sonrió de manera cómplice entonces, tal vez pensando que ya tendría otra posible historia que contar sobre su precioso hotel...







San Bernardino, Paraguay, 14 de septiembre de 2018. Fotografías de Jesús Apa. 

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