viernes, 12 de octubre de 2018

Justo a tiempo

Ayer tomé café con un amigo, de esos con los que en su día compartí muy buenos momentos cuando vivimos juntos mientras estudiábamos. Coincidimos en la mesa de un bar no más de media hora, suficiente para corroborar que, además de recordar esas aventuras que vivimos juntos, seguimos compartiendo buenos principios. Nada fácil hoy en día, porque ya sabemos que uno cambia, pero es importante que no lo hagan tus valores, tus principios, esos con los que fuiste educados y que realmente llegas a conocer cuáles son cuando, llegada la edad adulta, te das cuenta que los aplicas en tu disciplina diaria.

En esa estábamos charlando, mirándonos a la cara, y conversando sobre si aquellos deseos que teníamos antaño, hoy en día los hemos llevado a cabo y podemos decir que no ha sido demasiado tarde. -- Solemos llegar a darnos cuenta muy tarde de muchas cosas, sobre todo las relacionadas con la calidad humana--, me decía. El hilo de la conversación salió a colación, como en muchas otras ocasiones, sobre la felicidad, y que ésta, cuando llega, nunca es tarde para disfrutarla, aunque siempre puede llegar antes si actúas conforme a tus principios. Estuve meditando largo tiempo sobre sus palabras...

Y es cierto que casi siempre es tarde cuando el deseo se convierte sólo en un vago pensamiento. Cuando ya no tienes tiempo de viajar a ese sitio con el que siempre soñaste, o cuando has gastado media vida compartiendo tu tiempo con quien no te merecía. 

Casi siempre es tarde cuando te observas a ti mismo y ves la cantidad de vacíos que hay en tu interior, imposibles ya de rellenar. Y lo cierto es que para poder completar esos huecos no siempre necesitas que se den circunstancias especiales. Precisas solo regalarte un tiempo, a veces a solas. Viajar, en estos casos, ayuda mucho. Un tiempo para rescatar tu esencia, sanar antiguas heridas si fuera preciso, reconstruir tu felicidad; un tiempo para reunir el valor necesario, para tomar tus propias decisiones, pensando solo en ti, no por egoísmo, ni soberbia, sino por la simple convicción de llevar las riendas de tu vida.

Casi siempre es tarde cuando descubres al fin tu estilo, porque decidiste anteriormente copiar repetidamente el de los demás. Necesitarás un tiempo, claro, para convencer a tu mente de que no hay nadie en el mundo que pueda hacerte más feliz que tú mismo. Que eres único. Hay que darse prisa para eso, porque a veces llegar tarde, no solo es una cuestión de impuntualidad.

Sin embargo es difícil llegar tarde cuando uno consigue vivir como si no tuviera nada que perder, como si cada día fuera el último. Besar como si cada beso fuera el último, gozar como si cada gozo fuera el último. La última noche de amor. La última copa de vino. El último paseo por las calles. El último café. Las últimas palabras... Quizás la felicidad completa está solo a un pensamiento de ti, sobre todo, pensando que no siempre uno puede alcanzar de manera fácil algo con tanto valor. A veces hay que sufrir para ello.

Casi siempre es tarde cuando nos damos cuenta, que si fuéramos siempre felices, seríamos incapaces de entender los matices del alma humana. No podríamos tener empatía con quien sufre. El sufrimiento es un aprendizaje para la vida, al igual que el dolor o lo tristeza. Eso no quiere decir que debamos quedarnos demasiado tiempo ahí. Solo el tiempo justo para entenderlo, y además, llegar justo a tiempo para saberlo.

La tristeza es solo el reverso de la alegría y tiene una función esencial: informarnos que algo va mal. Sin ese contraste, viviríamos en una apatía parecida a la muerte. Es necesaria para que podamos celebrar la dicha de vivir. Detrás de toda esa melancolía que a veces atrapa a las personas, siempre surge gente bella.

Decía Elisabeth Kubler...: "Las personas más bellas con las que me he encontrado son aquellas que han conocido la derrota, conocido el sufrimiento, conocido la lucha, conocido la pérdida y han encontrado su forma de salir de las profundidades. Estas personas tienen una apreciación, una sensibilidad y una comprensión de la vida que los llena de compasión, humildad y una profunda inquietud amorosa. La gente bella no surge de la nada".

Y yo pienso de esta misma manera. Gente que he conocido sufridora, con graves problemas, que han estado en una batalla continua con la vida, al final han conseguido darle más valor a ésta. Han sabido quererse detrás de todo ese dolor, de toda esa tristeza. Han sabido valorarse, respetarse más si cabe. Y es que así, uno consigue quererse de verdad.

Casi siempre es tarde cuando comprendes que era a ti a quien deberías quererte. Y sin embargo, siempre que lo haces, ese amor llega justo a tiempo...


Cabeza la Vaca, 12 de octubre de 2018. Imagen libre en la red

No hay comentarios:

Publicar un comentario