viernes, 5 de octubre de 2018

El árbol, el viejo y el sabio

Bajo aquel árbol vasto y frondoso descansaba una sombra, amplia y sólida, la cual momentáneamente estaba siendo ocupada por un individuo con apariencia chabacana. Día tras día el soez hombre quedaba apoyado en forma de "ele" sobre el tronco, incomodando seguramente la tranquilidad de ese árbol. Unas botas desgastadas, unos pantalones anchos, tal vez rotos, tal vez deshilachados, o ambas cosas, y que daban continuación a una camisa de cuadros a medio abrir por la falta de varios de sus botones.

La barba cana y desorganizada adivinaba tras de sí, una cara llena de arrugas. Un sombrero de paja encajado en su cabeza, tapaba el resto de su rostro. El movimiento lento de sus manos solo era usado para sacar una fina espiga de heno de su boca, a modo de calada. Su gandulería parecía pasar inadvertida por cualquier viandante, excepto para un niño que, caminando por allí, quizás en su aburrido paseo diario, decidió llamar la atención de aquel extraño y hierático personaje.

"¿Tal vez espera usted a alguien? Lo veo aquí a diario", - preguntó el pequeño.

El señor alzó un poco su mirada levantando apenas unos centímetros su cuello para que sus oscuros ojos vieran quien hablaba a escasos metros de su acomodada posición. Solo así el niño adivinó que aquel bohemio era un tipo más viejo de lo que pensaba, no ya por su avanzada edad, que también, sino sobre todo por la haraganería que provocaba en todo su ser.

El pequeño, manejaba una piedra con sus traviesas botas, de las cuales salían unos calcetines negros que tapaban casi hasta la rodilla aquellas enclenques piernas. Dentro de los bolsillos de su pantalón corto, guardaba sus inquietas manos. Su cabeza gacha delataba intranquilidad, mientras seguía jugueteando con sus pies en las piedras que por allí encontraba.

No era la primera vez que veía a aquel individuo allí recostado, con esa imagen impertinente e inmóvil, pero sí ésta sería la primera ocasión que decidía dirigirse a él, y lo hizo con varias preguntas seguidas;

"¿Por qué viene aquí todos los días? Pasa usted muchas horas muertas y desaprovechadas..."

"¿Acaso espera a alguien? Quizás es mejor que salga a buscar a quien crees que por aquí vendrá. Todo lo que uno precisa debe salir a buscarlo...

"¿Seguro que no tiene usted cosas más importantes que hacer? Siempre hay algo que hacer. Parece usted frustrado, resignado..., ¡y lo mejor ante eso, es la acción!" ...

-- ¡Calla estúpido mocoso! --, gritó el viejo a través de una ronca voz, mientras cogía con su mano un montón de tierra y se la lanzaba torpemente al pequeño. -- Me estás molestando; ¿no ves que no quiero hablar contigo? --

El pequeño dio un paso atrás, asustado, extrañado por aquella agria reacción.

"Solo quería darle un poco de conversación", dijo el pequeño

-- Solo querías cotillear con preguntas estúpidas --, volvió a gritarle el viejo con aquella voz ronca y desagradable.

El pequeño guardó silencio, pero quedó frente a él, no de manera intimidatoria, pero sin ningún temor, decidido a seguir allí.

"No, no quiero cotillear. Solamente quería preguntar por tener una conversación con usted. No necesariamente detrás de cada pregunta debe haber una intencionalidad en saber, a veces, uno solo trata de conocer más de alguien por el simple hecho de poder ayudar. Puedo empezar de nuevo..., ¿por qué viene aquí todos los días? ¿Acaso espera a alguien?

El viejo inclinó la cabeza, se incorporó solo para acomodarse aún más en el tronco, y con ganas de quitarse de en medio la presencia de aquel chico, decidió contestarle de manera rápida y ágil dedicándole a aquello el menor tiempo posible.

-- De acuerdo, te diré lo que hago aquí. Estoy esperando a que un sabio pase por aquí. Me han dicho que este es su camino y por eso lo espero en este árbol pacientemente. Debo hablar con él sobre algunos asuntos --

"¿Un sabio?", -- preguntó como desconcertado el pequeño.

-- Así es. Un sabio. Y ahora, lárgate de aquí... --

El pequeño continuó..., "Pero, por aquí pasa gente a diario y no veo en usted intención de buscar en sus caras quién puede ser ese sabio"

-- Eso se sabe rápidamente, no hace falta buscar mucho --, quiso aclarar ahora el viejo. Y continuó en su explicación...; -- Un sabio puede ser interpretado por cualquier persona, puede estar detrás de diferentes rostros. Cualquiera puede ser un sabio, pero solo otra persona inteligente como él puede descubrirlo.
Suelen parecer personas inocentes pero a la vez directas y certeras en sus comentarios. Gentiles y sencillas, y siempre te ofrecen, a veces sin tu saberlo, gratuitamente alguna enseñanza. Yo sabré perfectamente cuando llegue ese sabio que espero. ¿Acaso lo dudas? --

"¿Que si dudo que llegue el sabio?", -- preguntó el pequeño para más tarde contestarse a él mismo --. "No, no lo dudo, en absoluto. Pero..."

-- ¿Pero entonces qué, pequeño mocoso? --

" Lo que realmente dudo, es que cuando ese sabio aparezca, sepa usted descubrir sus respuestas..."


Fuente de Cantos, 5 de octubre de 2018. Imagen libre en la red.

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