viernes, 6 de diciembre de 2019

Ser blandos

Un día, después de una larga y dura jornada de trabajo, todos fueron al bar a tomar su merecido premio-;

"Cerveza para todos", gritó uno de los más jóvenes.

-- No, disculpa, yo no tomaré cerveza. Para mí una botella de agua, por favor. --

Todos miraron sorprendidos a aquel tipo que, aunque llevaba poco tiempo en la empresa, ya le habían tomado cierto cariño. Pero finalizar aquel duro trabajo, parecía que mereciese mayor premio que una simple botella de agua. Antes que le preguntaran, fue él quien se adelantó a ellos:

-- Realmente no bebo nada de alcohol. Lo dejé hace exactamente 21 años --

Todos quedaron un poco extrañados, más si cabe porque al recordar exactamente la fecha, podría decirse que en el pasado debió tener algún problema serio por el alcohol.

"Tal vez sería meternos donde no nos llaman, pero, ¿hay algún motivo de peso por el que dejaste el alcohol?", preguntó uno de sus compañeros.

El tipo quedó al principio un poco pensativo, diría que avergonzado, pero más tarde no dudó en explicarles el motivo;

-- Realmente podría decir que lo que cambió por completo aquello, y sin lugar a dudas, mi vida, es que fui blando. Y recordaré por siempre aquella noche...

Mi mujer y yo teníamos por costumbre salir a cenar todos los viernes con la familia. Ella trabajaba en casa pues, cuidar de cinco hijos es una tarea compleja, así que el viernes, montábamos en el coche a todos los niños y nos íbamos a nuestro restaurante favorito. Esa noche, cuando el camarero vino a pedirnos la bebida, le pedí que trajera para mí dos cervezas en lugar de una. El bar estaba lleno y, a veces tengo que esperar demasiado tiempo cuando ya he acabado la primera. De esta forma quedaba servido por más tiempo. 

Mi sorpresa fue cuando el camarero me dijo que en ese momento no podía servir alcohol en el restaurante. La pasada noche vendieron por error una cerveza a un menor de edad y la sanción les prohibía por el momento disponer de alcohol para todos sus clientes.

Indignado con la situación, podéis imaginaros. Me levanté, insté a mi mujer a hacer lo mismo, coloqué de nuevo a mis cinco hijos en sus asientos dentro del coche y marchamos a otro restaurante. Saciado con la cena, más aún con mi alcohol, nos fuimos a casa y rehuí de comentar con mi esposa aquella lamentable episodio.

De repente, a las 4 de la madrugada, desperté avergonzado por tal hecho. Había protagonizado una acción lamentable, más aún por haberlo hecho delante de mi familia. Con lágrimas que no podía controlar e impedir que salieran de mis ojos, y dejando atrás mi ego, le dije a mi mujer que cambiaría. Es desde entonces que decidí experimentar en mi vida un gran cambio, que seguro necesitaba, y ese episodio me ayudó a hacerlo...--"

Todos atendían la explicación de su nuevo compañero, aunque era evidente que no acababan muy bien de entender todo aquello. Fue de nuevo el más joven quién preguntó;

"No entiendo muy bien entonces a qué te refieres en que tu vida, cambió por el hecho de ser blando. ¿Acaso crees que eres blando por haber llorado por vergüenza y mostrarte así delante de tu esposa?"

-- No, no me refiero a eso amigo. Así que permíteme que te lo explique con un cuento ...--


"Cuentan que el discípulo fue a visitar al maestro en el lecho de muerte.

- Déjame en herencia un poco de tu sabiduría -, le pidió.

El sabio abrió la boca y pidió al discípulo que se la mirara por dentro.

-- ¿Tengo lengua? --

- ¡Seguro! -, respondió el discípulo.

-- ¿Y los dientes, tengo aún dientes? --

- No. -, replicó el discípulo. - No veo los dientes. -

-- ¿Y sabes por qué la lengua dura más que los dientes? Porque es blanda, flexible. Los dientes, en cambio, se caen antes porque son duros e inflexibles. Así que acabas de aprender lo único que vale la pena aprender... --"


Fuente de Cantos, 6 de diciembre de 2019. Imagen libre en la red.





    




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