viernes, 18 de septiembre de 2020

La cometa

El final del verano siempre ha sido la mejor época para echar a volar mi cometa. Con el cambio de estación, vienen los nuevos vientos, como si quisieran renovarlo todo. Cada año, estreno una cometa distinta, que yo mismo diseño, y aunque apenas soy un adolescente, ya he adquirido suficiente experiencia para ondear complejas figuras sujetas a un carrete de hilo.

Y en este acantilado, mientras mi artilugio siempre planea, es dónde suelo matar el tiempo mientras pienso en mis cosas. Y esta vez, solo pensaré en cómo ha sido mi verano, porque éste, ha sido el más especial de todos. Conocer a Julia, ha sido lo más hermoso que me ha pasado hace mucho tiempo.

¡Mientras construía mi cometa, no he podido dejar de pensar en ella!.

El grueso, pero a la vez frágil papel, me hacía recordar su carácter. Los colores, me hacían pensar en su imaginación; siempre tan ocurrente. El carrete del terso hilo, me llevaba a imaginar su lindo cabello, adornado con pequeños lazos, justo como había puesto en mi cometa. Y su voz, tan dulce y vivaz, sería como el zumbido del contacto del papel con el viento.

Por eso este año, la he construido con un cuidado y cariño especial. Ya estoy dispuesto a echarla a volar por primera vez, y como no, pensando en cómo se comportará Julia, con este esperado viento de final de verano. Intuyo que abrirá sus alas de par en par, tomará aire y zumbará hacia el cielo, haciendo piruetas, y asombrará a los pájaros con su belleza.

Hará cabriolas de todo tipo, y al contacto con el aire tibio de septiembre, se sacudirá nerviosa como preparándose para la aventura. Y yo, dejaré que el carrete de hilo llegue hasta el final ,para que ahí, justo en plena libertad, decida qué hacer, si continuar fluyendo, o caer hacia mí,  en picado, hasta tomarla con mis manos.

Pero en el fondo, hay algo que siento que invade mis sentimientos, con un halo de nostalgia y que roza la tristeza. Los amores de verano, suelen tener este punto amargo, a pesar que hayan jurado amor eterno, siempre existe un punto de duda muy, muy doloroso.

Quería llamarla Julia pero, porque todos los años, las he bautizado con un nombre especial  escrito en una de sus alas. Será mi afición por las cometas que, en el fondo, soy consciente, que al igual que les ocurre a éstas, si el hilo no es muy firme, las palabras se las lleva el viento...


Cabeza la Vaca, 18 de septiembre de 2010. Imagen libre en la red.

  

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