viernes, 13 de noviembre de 2020

Moliendo café

Temprano, aún de noche, Camilo bajaba hasta los cafetales. Una vez ahí, y junto a su vieja mula, se perdía dentro de la maleza. Pero el tórrido sol siempre encontraba espacio para broncear aquel fornido y joven cuerpo mulato. Sus fuertes pero delicadas manos, extraían los granos del cafeto pacientemente. Era como si con ellas, hiciera "ipso-facto" una selección natural del mismo, colocando en las alforjas el fruto. En sus bolsillos, guardaba diariamente una muestra del mejor café.

Serían las seis de la tarde y en la subida, el tórax parecía un tronco de nogal recién cortado.  Sus fuertes músculos bailaban armoniosamente. El sudor parecía un cremoso aceite que hacía brillar aún más su morena piel. En el trayecto de regreso a casa, coincidía con la gran cantidad de turistas que venían del puerto. Era objeto de las miradas más lascivas.   

Después de ducharse...aún con su cuerpo húmedo, molía una muestra del café de la cosecha del día junto a su puerta, en el alféizar de la ventana. Ese acto, y la puesta ocre de sol, que caía en el mar, eran sus momentos de paz. Eran solo para él. 

Y raro el día que, moliendo café, se le presentaba alguna turista para interrogarlo, intrigada por lo que hacía, pero con otras claras intenciones. 

Normalmente, las formas de acercarse a él eran muy parecidas siempre. Provocadas y excitadas por sus ojos verdes, su blanca dentadura, que contrastaba con aquel fornido cuerpo tostado. Sus preguntas, trataban de ser de lo más elocuentes. Sus respuestas, también...

-- Hola morenito...¿te conozco de algo? --

"Pues, no lo sé. Dígame, ¿acaso conoce usted a algún pobre?..." 



Cabeza la Vaca, 13 de noviembre de 2020. Imagen libre en la red.

   

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