viernes, 9 de abril de 2021

La buena de Damiana

El viejo Tomás vivió en la misma casa toda su larga vida. Fue en esa calle, y en su primera decena de años, en que conoció muy pequeñita a la que por siempre sería su compañera de viaje; la buena de Damiana. Pero los dos eran de edad, cuando esto sucedió.

En aquel entonces, y como en todas los pueblos de zonas rurales, el agua no salía de un grifo, sino que había que ir al rio, manantial o a cualquier fuente a buscarla. Usaban grandes tinas para bañarse, y a Tomás, como otras muchas cosas de su esposa, le encantaba que Damiana, en las últimas horas del día, calentara agua en la lumbre y le diera un placentero baño, pues en ese tiempo era temporada de frío y abrigo.

"Calienta el agua y prepara la tina mujer, que esta tarde voy a salir a la Taberna de Agustín, no como las últimas.", le dijo a su esposa como en modo de protesta por estar volviéndose demasiado casero.

La buena de Damiana, no ponía objeción alguna, pues también adoraba ese momento. Puso en la estrébede de la chimenea la vasija de chapa para que se calentara el agua, a la vez que arrimaba la leña y la zurcía con el fuego. 

Cuando hervía, la retiró y la llevó con cuidado junto al baño, donde la mezclaría con otra agua más fría. Tomó asiento en un pequeño banco junto a la tina, mientras observaba cómo Tomás, torpemente, se despojaba de su ropa y la colocaba con cuidado sobre la silla, a la vez que en su desnudez iba temblando de frío.

-- ¡Apúrate hombre de Dios que el agua se enfría! --

Tomás se metió a la tina mientras protestaba por la temperatura del agua... su esposa sonreía dichosa. -- Es solo el primer momento, quejica, luego tu piel lo acepta --

Él, trataba de mojar deprisa su arrugado cuerpo, como si se estuviera untando con alguna loción. Como bien le dijo Damiana, iba entrando en calor, más aún cuando ésta, de a poco vertía del balde más agua caliente. 

-- ¿Quieres que te ayude? --

Y así mientras le echaba el agua, y lo enjabonaba... la señora le fue quitando los malos olores y acariciándolo con dedos de seda.

Tomás, con los suyos, tocaba el cielo, se recreaba con el momento, y resistió casi todos los embates... pero no pudo más y saliendo del baño, tiró a la señora en la cama y la besó, la abrazó y se acurrucó a ella tomándola de sus manos. No sé muy bien si hicieron el amor, pero aquello se parecía mucho. Se amaban, sin más.

Después, y con Tomás aún comiéndola a caricias, la buena de Damiana preguntó:

-- ¿Tardarás mucho en volver de la Taberna de Agustín? --

"No mujer, mejor prepara algo de cenar... ya se me quitaron las ganas de salir".


Fuente de Cantos, 9 de abril de 2021. Imagen libre en la red.




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