viernes, 27 de diciembre de 2024

Microrrelato; Compañeras de cuarto

En el viejo sillón María recostaba su espalda, mientras que Soledad se sentaba en el borde de la cama cada noche. No hablaba, más su presencia era un peso constante sobre los hombros de ella. Tristeza llegaba más tarde, siempre con los ojos húmedos y un murmullo que apenas podía escucharse.

-- Aquí estamos otra vez --, dijo Soledad con un susurro, que sonaba más a constancia que a reproche.

María no respondió. Apenas tuvo fuerzas para apartar la mirada de las paredes que ya conocía demasiado mientras observaba de reojo a Tristeza, con su paso lento y arrastrado, dejando un rastro de melancolía en cada esquina de la habitación. Traía consigo ese aroma a lluvia reciente y un murmullo constante, como un río que no cesa.

—Nunca se van — pensó en voz alta María, apretando los brazos del sillón con fuerza.  

Ambas se miraron. No hicieron ademán de marcharse. María tampoco lo pidió.  

Al amanecer, Esperanza tocó la puerta, pero ninguna de las tres se levantó para abrirle.


Santana do Livramento, Brasil, 27 de diciembre de 2024. Imagen libre en la red.


viernes, 20 de diciembre de 2024

Sobre los finales

En un rincón tranquilo de una pequeña ciudad inglesa, Diana observaba cómo las hojas de otoño caían lentamente desde su ventana en el hospicio. Había decidido que aquel sería el lugar donde enfrentaría el final, rodeada de serenidad. Mientras las enfermeras pasaban por su habitación con sonrisas gentiles, Diana dedicaba su tiempo a escribir cartas. Cartas para sus amigos, cartas para una amiga que vivía en la distancia, y una última carta para ella misma, donde dejaba constancia de que, incluso en la inminencia de la muerte, había encontrado la paz al saber que no estaba sola. "La vida no es solo lo que vivimos, sino lo que dejamos en los corazones de los demás", escribió antes de apoyar la pluma por última vez.

En otro lugar de cualquier otra ciudad, Sonia, una mujer de mediana edad, viajaba en una ambulancia con un equipo médico que trataba de mantenerla estable. Había perdido la batalla contra un cáncer agresivo, pero no su sentido de propósito. Mientras la ambulancia atravesaba las calles, se inclinó hacia su teléfono y decidió gastar un tiempo valioso con el mismo que nunca lo había considerado como tal; comprar por Amazon. Perplejos, pero conmovidos, sabiendo los presentes qué estaba haciendo, guardaron silencio dentro del vehículo. Desde la camilla, con apenas fuerzas, Sonia eligió cuidadosamente regalos: una bufanda para su esposo, un pequeño juguete para su sobrino, y una libreta para su mejor amigo, que siempre hablaba de escribir un libro. "No sé si llegaré a verlos abrirlos", dijo con una sonrisa débil, "pero quiero que sepan que pensé en ellos hasta el final".

Mientras tanto, en un pequeño pueblo de Brasil, João, de 93 años, ataba con cuidado sus desgastadas zapatillas de correr. Todos los días al amanecer, salía a las calles, sus pasos marcando el ritmo de un corazón que, aunque viejo, aún latía con fuerza. Sus vecinos lo observaban con admiración y desconcierto. "¿Por qué sigues corriendo, João, si sabes que te queda poco tiempo?", le preguntó un joven una mañana. João, con los ojos brillando de alegría, respondió: 

"No corro porque quiera vivir más; corro porque mientras mis pies toquen el suelo, estoy vivo. Y vivir es todo lo que importa". 

Tres vidas, tres despedidas. Diana encontró en las cartas una manera de perpetuar su memoria, Sonia dejó un legado de amor en forma de regalos, y João transformó sus últimos días en un tributo al presente. Sus caminos nunca se cruzaron, pero compartían algo esencial: cada uno eligió cómo enfrentaría el final. 

El viento tropical soplaba fuerte esa noche, como si las almas de Diana, Sonia y João se hubieran unido en un solo susurro, recordando al mundo que, aunque el final es inevitable, la forma de vivirlo es lo que nos define.


Florianópolis, Brasil, 20 de diciembre de 2024. Fotografía de Jesús Apa.



viernes, 13 de diciembre de 2024

Microrrelato; Julián el gafe

Este año la comida de Navidad tocó el viernes 13, y aquello para Julián era un enorme problema; siempre había sido un hombre práctico, pero supersticioso. Cuando vio el calendario marcando ese día y número, decidió que no iba a arriesgarse: puso la excusa en el trabajo de que se encontraba mal y planeó quedarse todo el día en casa.

Es verdad que Julián siempre había tenido una relación conflictiva con el calendario. No importaba cuánto se esforzara, la mala suerte lo encontraba como un GPS con batería infinita. Pero al ver señalado para esa cita el número 13, tomó una decisión radical: 

"Si no salgo, no pasa nada. La mala suerte no me encontrará si no le doy la oportunidad", pensó, orgulloso de su estrategia.

La mañana empezó con optimismo. Hizo café, pero al primer sorbo, notó un sabor extraño. Revisó la cafetera y encontró un calcetín. “¿Cómo demonios...? Da igual, no pasa nada”, se consoló, mientras preparaba un té... que resultó ser sopa instantánea de cebolla..

Decidió desconectarse viendo televisión, pero cada canal parecía sincronizado para fastidiarlo: uno emitía un documental sobre lombrices, otro una maratón de infomerciales de sartenes indestructibles, y el último, una telenovela donde todos los personajes tenían su nombre. “¿Por qué todos se llaman Julián?”, murmuró inquieto.

"No importa, es solo un día", se repitió. Decidió entonces ordenar pizza para darse un gusto, pero el repartidor confundió su dirección y terminó entregando el pedido a su vecino, que además era intolerante al queso y no dudó en llamar para reclamar.

Finalmente, cuando la noche cayó, Julián decidió irse temprano a la cama, convencido de que al menos ahí estaría a salvo. Sin embargo, olvidó que había dejado un libro enorme en el borde de la cama, y al tirarse, se lo estampó en la cara.

"Creo que el viernes 13 tiene sentido del humor", masculló, mientras se ponía una bolsa de hielo en la frente. 

Y así, Julián aprendió que la mala suerte no necesita buscarte... ¡tú mismo puedes invitarla a casa sin darte cuenta!



Fuente de Cantos, 13 de diciembre de 2024. Imagen libre en la red.


viernes, 6 de diciembre de 2024

Microrrelato; La "Pronstitución"

Hoy 6 de diciembre, es el día de la Constitución en España. Como norma, me parece algo muy necesario para la organización de un estado. Lo que realmente me da pena, es cómo los políticos de hoy en día giran alrededor de algo que no les gusta, y deciden saltarse y vulnerar cualquier ley sin escrúpulos. 

Aunque con estas cuestiones ya me extraño poco, sí que me parece asombroso como, a pesar de mentiras o mensajes vacíos, siempre, los políticos salen airosos.

Para explicarlo mejor, una metáfora tal que así;

En un pequeño pueblo, el alcalde organizó una gran rueda de prensa para anunciar su promesa estrella: 

"¡Prohibiremos los giros de 180 grados en nuestras políticas! ¡Siempre avanzaremos en línea recta hacia el progreso!". La multitud aplaudió con fervor, emocionada por la claridad y firmeza de su discurso.

Al día siguiente, cuando le preguntaron por qué había inaugurado una rotonda en el centro del pueblo, respondió con tono solemne: 

“Esto no es un giro, es un movimiento circular inclusivo. Aquí todos pueden girar, pero siempre hacia adelante… aunque sea en círculos”.

Desde entonces, cada vez que un ciudadano preguntaba por los avances del gobierno, el alcalde respondía con entusiasmo: 

“¡Estamos en el centro de todo! Literalmente”


Marbella, 6 de diciembre de 2024. Imagen libre en la red.